Capítulo 29:
{Narra Yina}
309
-Ya hemos llegado. Aquí
tienes la llave de tu habitación y, cualquier problema, ya sabes
donde estoy -dijo con el acento americano de la zona, me tendió la
llave y anduvo sobre sus altos tacones negros por el largo pasillo.
Aparté la mirada y
miré la puerta de delante mía. Respiré hondo un par de veces antes
de llamar a la puerta ya que prefería no usar la llave justo ahora.
Un pequeño chillo sonó
en el interior y pequeños y ligeros pasos se detuvieron delante de
la puerta. Pasaron unos segundos de silencio cuando la puerta se
abrió lentamente.
Una figura rubia una
cabeza más pequeña que yo con pequeños ojos verdes se asomó con
mucha timidez. Sonrió mordiendose el labio.
-Hola -dije con una
sonrisa.
-Hola -respondió ella,
abrió la puerta y se apartó-. Pasa.
Sonríe de nuevo,
agarré la enorme maleta y pasé a la habitación.
No era demasiado grande
ni iluminada, ya que solo había una pequeña ventana que daba al
campus, ahora iluminado por farolas. El suelo estaba cubierto por una
moqueta verde oscura y las paredes estaban pintadas con un gris
claro. Al fondo había dos camas individuales con sábanas del mismo
color verde y las mesitas de noche de madera oscura. En la esquina
opuesta habían dos escritorios de madera también, una llena de
papeles y libros abiertos y la otra completamente vacía.
-Soy Brooke.
-Yina.
-Buah, me encanta tu
acento.
Sonreí ante su
comentario. Era pequeñita y fina, con una nariz pequeña, al igual
que sus labios, pequeños, finos y delicados. Llevaba el uniforme de
la universidad, una camiseta blanca de tirantes con el escudo en un
lado y una típica falda de cuadros rojos y verdes oscuros, con
manoletinas negras y calcetines verdes hasta debajo de las rodillas.
-Hmm.. te he limpiado
la mesa porque mi anterior compañera era una guarra y lo dejaba todo
hecho un asco. Y solo para molestarme a mi, porque no soporto el
desorden. Esta es tu cama y tu armario.
Sonreí de nuevo.
-Vale, gracias -dejé
la maleta al lado de la cama y los bolsos encima de ella.
-Ah, espera -se acercó
a, ahora mi armario, lo abrió y sacó el uniforme de el-. Toma, ya
se que es un rollo esto de llevar uniforme, pero es lo que tiene las
escuelas privadas.
Yo lo cogí mirándola
y sin saber muy bien qué hacer con ello. Brooke miró su reloj de
pulsera.
-Dentro de una hora y
media hay cena, tienes tiempo para ducharte si quieres. Eso sí,
tienes que ponértelo si no quieres que te castiguen. Son super
estrictos con eso, bueno, con todo. Por desgracia hay duchas
públicas, en las habitaciones solo ponen váter y lavabo. Supongo
que no tengo que explicar por qué.
Reí bajito.
-Ya me lo imagino.
-Voy contigo que yo
también me ducho.
Cogí el neceser, la
toalla y el uniforme y seguí a Brooke por el pasillo.
-Lo bueno es que está
cerca -empujó la puerta de madera y entramos en el baño.
Una nube de vapor
caliente nos inundó a ambas tras cruzar el umbral. Se podía oír el
chapoteo continuo del agua de las duchas contra el suelo mojado entre
las voces de las chicas que hablaban entre ellas.
Mi compañera avanzó
entre el pasillo amplio de lavabos y grandes espejos y esquivando a
las chicas que andaban descalzas y enredadas en sus toallas de
colores y otras ya vestidas con el repetitivo uniforme secandose el
pelo o maquillandose. Ignoré lo mejor que pude los murmullos y las
no muy agradables miradas que me dirigían algunas de ellas.
Se podía decir que el
baño era el sitio más acogedor de la universidad que había visto
por ahora, el suelo era de baldosas blancas y una gran ventana con
cristales intransparentes en las que solo dejaba pasar la luz del
exterior.
Justo al lado de la
gran ventana, habían taquillas azules. Brooke se acercó a ellas y
me señaló la mía. Me entregó una pequeña llave.
-Tu número es el 64.
Aquí puedes guardar tus cosas, así no tienes que ir arrastrándolas
por el pasillo -sonrió.
Con otra sonrisa,
apreté la llave con fuerza y abrí el casillero.
Mi sorpresa no podía
ser mayor cuando lo abrí; un montón de toallas blancas
perfectamente dobladas y apiladas estaban en el interior, junto con
tres frascos diferentes, todos de mi marca preferida de champú, pero
solo lo compraba de vez en cuando, ya que era extremadamente caro.
Y ahí no había uno,
sino tres botes distintos. Agarré uno y lo saqué de la taquilla.
-¿A todas os ponen
esto? -pregunté aún sin creerlo.
Brooke abrió los ojos
como platos.
-No, se supone que
tienen que estar vacías -dijo ojeando el interior-. ¡Ala! ¡Toallas
de seda!
-Emm... ¿tengo que
asustarme?
Soltó una risa.
-No, tranquila. Algunos
familiares o amigos pueden dejar recados para nosotros siempre que
quieran.
Puse la mente en
blanco. MI hermano no sabía que estaba aquí, o por lo menos en esta
universidad, y Harry claramente no iba a gastarse tanto en mí. Solo
me quedaba una persona y por mucho que quería ignorar esa opción,
me di cuenta que no podía ser otra.
Mi madre.
Rápidamente, volví a
dejar el frasco de champú en la taquilla y cerré la taquilla de
golpe.
-Será mejor que me
duche si no queremos llegar tarde a la cena -sonreí lo mejor que
pude.
Brooke frunció el
ceño, pero enseguida sonrió de nuevo.
-Claro -abrió la
taquilla junto a la mía, sacó su neceser, toalla y continuó
andando hacia el final de la habitación, en donde había un gran
banco ya ocupado por montones de ropa, toallas y neceseres. Ella lo
ignoró por completo y siguió andando, hasta que llegamos a una zona
amplia con distintas duchas individuales con el mismo plástico azul
de las taquillas. La mayoría estaban ocupadas, por lo que tuvimos
que ir hasta el fondo para poder encontrar dos libres.
-Hmm... cuando
termines, no te preocupes y no me esperes, vete a la habitación. Lo
digo por que tardo un montón en ducharme.
Dejé escapar una
pequeña carcajada.
-Está bien.
Las dos entramos en la
ducha a la vez. El pequeño compartimento estaba dividido en dos, en
un lado estaba la ducha y en otro lado había un pequeño banco y
perchas para colgarlo todo.
Con calma y como
siempre, me desnudé y lo dejé todo doblado y ordenado después de
asegurarme que la puerta estaba bien cerrada. Apreté el botón y
dejé que el agua cayera sobre mí, dejando que el agua me volvía a
rizar el pelo como tanto odiaba y dejando que mi mente pensara en
paz.
No podía creer lo que
estaba haciendo mi madre por mi. Me había ignorado durante más de
10 años enteros y de alguna forma quería arreglarlo conmigo
inscribiéndome en la mejor universidad de Canadá y además la más
cara. Y ahora toallas y champús carísimos.
“Pues si piensa que
soy tan fácil de comprar con cosas caras, lo tiene claro” -pensé
mientras me enjabonaba el pelo con el champú barato de supermercado.
“¿Quién se ha
creído que soy? ¿Una de esas niñas pijas y mal criadas a las que
se enseña el gran diamante y se olvidan de todo? ¿Que soy de esas
que olvida?” A veces me sentía demasiado rencorosa por algunas
cosas, pero para otras, era necesario serlo.
Jamás me olvidaré de
cómo me había ignorado durante todos esos años, ni de como se
marchó sin dejar señales y de como venía una vez cada 5 días para
“saludar”; cada vez que venía, venía muy tarde a la noche y
salía pronto a la mañana.
Sí, tal vez ahora sea
rica y famosa por todo el mundo por sus maravillosos libros que
vendían como caramelos, tal vez haya cumplido su sueño al publicar
su primer libro y ser escritora de éxito. Pero debería de haberselo
pensado mejor antes de irse a la cama con tíos de los que desconocía
el nombre y tener dos grandes errores, que éramos mi hermano y yo.
Simplemente, decidí
dejar las cosas que me había dejado como las había encontrado.
Me sequé con
delicadeza y sin prisa e hice lo mismo poniéndome la ropa. Guardé
todo en el neceser, me colgué la toalla al hombro y abrí el
pestillo de la ducha. Me dirigí hacia los lavabos y cogí un hueco
libre en ellos después de guardar la ropa en la taquilla. Comencé
a peinar mi pelo negro ahora ligeramente rizado. No me apetecía lo
más mínimo empezar a plancharmelo ahora, con lo que cogí un poco
de espuma y empecé a enredarlo en el.
Una chica de ojos color
miel y el pelo oscuro largo hasta por debajo del pecho y con las
puntas algo rizadas se instaló a mi lado, abrió su neceser de tela
gris y sacó un peine de el. Volvió su mirada al espejo y la posó
en mi. La chica perdió de pronto el color de la cara.
-Oh, Dios mío -dijo-.
No puede ser. ¿Tú eres Yina Wilde?
-Hmm.. sí, ¿por qué?
-¡Oh Dios mío!
-gritó- ¡La hija de Silvia Wilde! ¡Fer, Adam tenía razón!
-chilló girándose.
Puse la mirada en
blanco.
Un grito femenino
atravesó la sala desde el otro lado de ella. Una chica de ojos
marrones oscuros venía corriendo con su pelo rubio oscuro flotando
en el aire y se puso al lado de su amiga. Me miró a los ojos.
-¡Hostia puta! ¡Sois
iguales!
Yo seguía ahí, de
pie, paralizada, con el peine en la mano.
-Eh.. ¿podeis decirme
qué pasa? -atreví a preguntar.
-¿Tu no eres la hija
de una escritora super famosa que ha escrito la mejor novela del
mundo entero? -preguntó la rubia.
-No lo sé -mentí-.
Hace mucho que no hablo con ella -volví a mirar al espejo y a
peinarme el pelo.
Las dos lanzaron un
chillo.
-¡Todo encaja! -otro
grito- ¡Hasta teneis la misma peca debajo del ojo!
Me llevé la mano a la
mejilla para ocultar la marca, que, como muy bien había dicho, era
igual que a la de mi madre.
A mí nunca me había
gustado llamar la atención a gente que no conocía, y estas dos no
es que me ayudaran demasiado a pasar desapercibida. No había tanta
gente como cuando había entrado, solo había un par de chicas
vistiéndose y duchándose y un grupo de cuatro cinco chicas frente a
un espejo que nos miraba raro.
-Soy Fer, Jenny-fer. En
fin, tu llamame Fer -sonrió la chica rubia y medió dos besos.
-Yo soy Saddie -sonrió
también e imitó a su compañera.
-Ah, veo que ya os
conoceis -dijo Brooke, que acababa de llegar-. No me sorprendía al
escuchar vuestros gritos.
-¡Tía, es Yina Wilde!
-Lo sé -Brooke se
encogió de hombros.
-Cómo que “Lo sé”?
¡La hija de Silvia Wilde! ¡La escritora de “Vientos y Suspiros”!
¡Mi escritora favorita! ¡Aún no me lo creo! -Fer daba saltitos
sobre sus manoletinas negras que todas las chicas llevaban.
-Mira que nos lo dijo
Adam y nosotras no nos lo creíamos -decía Saddie entre risas.
-Bueno chicas, si
queremos llegar a tiempo, tenemos que salir ya -señaló Brooke
mirando el reloj de pulsera.
Salimos de la estancia
y recorrimos el largo pasillo forrado de una alfombra roja. Llegamos
al final del pasillo y bajamos las escaleras aún con la misma
alfombra roja pegada al suelo, y las dos no pararon de parlotear ni
cuando entramos en el gran comedor, con el suelo de parquet y
distintas mesas blancas colocadas en dos columnas. Los alumnos
estaban dispersados en grupos distintos y otros ya empezaban a formar
la cola para empezar a servirse en el bufet. Brooke no se separó de
mi en ningún momento, al igual que las otras dos, que se pegaron a
mi como lapas y me atosigaban a preguntas.
-¿Ves ese de ahí?
-Fer señaló un chico flaco con una camiseta de manga corta, pelo
negro e impresionantes ojos marrones. Su cara estaba salpicada por
pequeñas pecas casi invisibles. Estaba de pie, con los brazos
cruzados y con el hombro apoyado en la pared-. Ese es Adam. Es guapo
eeh.
-Joder -dije con la
mirada clavada en el.
“Una de las cosas
buenas de América. Están tan buenos todos que tienes que mirar al
suelo cuando vas por la calle si no quieres que se te vayan los ojos
solos. Sólo por eso me iba de cabeza a Canadá” -podía recordar
perfectamente lo que me dijo Ellen.
-Pues olvídate -dijo
Brooke-. Es gay.
Mis ojos no podían
estar más abiertos.
-¿Gay?
-Cómo es la vida eh.
Los más guapos, o son gays o tienen novia. Y si están libres, por
algo será. Así que..
-¡Ya no hay tíos
decentes! -Saddie comenzó a andar en dirección al chico, que seguía
con la mirada clavada que no pude ver, pero no paraba de tocarse el
labio -¡Adam! -gritó.
Como casi acto reflejo,
el moreno apartó la mirada y sonrió al ver a su amiga, se
incorporó, anduvo hasta ella y besó sus mejillas. Y así lo hizo
con Fer y con Brooke. Entornó los ojos en sorpresa.
-¡Já! -espetó
señalando a la rubia, que cruzó los brazos-. Te lo dije -desplazó
su mirada hacia mi y besó mis mejillas -Encantado, soy Adam. Y tu
eres Yina Wilde, si no me equivoco.
-No te equivocas
-sonreí.
Solo deseaba que
dejaran de llamarme por el apellido.
-Será mejor que
empezamos a mover hacia la cola, van a dar las 10.
-Creo que nunca voy a
acostumbrarme al horario -dije posando la mano en el estómago, que
no paraba de quejarse.
Los cuatro rodeamos la
columna de mesas y nos pegamos a la pared, detrás del último en la
fila.
-¿A qué hora cenáis
en Inglaterra?
-A las 7 como muy
tarde. ¿Cómo sabes que soy de Inglaterra?
-Por que tienes un
acento encantador y por que lo he leído en internet.
-¿Salgo en internet?
-Claro. En la biografía
de tu madre y en wikipedia.
-Ah.
-¡Hostia puta!
-exclamó Saddie.
-¡Chit! ¡Esa boca
Saddie!
-¿Qué pasa?
-¡Se acerca Nathan
Golding!
-¿Por qué llamáis a
la gente por su apellido?
-¡Hostia puta!
-¡Fer!
-¿Quién es Nathan
Golder?
-Golding -me corrigió
Adam tenso.
-Date la vuelta y lo
veras.
Algo desconfiada, me di
la vuelta disimulando lo mejor que pude y enseguida supe a quién se
referían; un chico alto moreno con rizos y ojos marrones se acercaba
a nosotras con la misma camiseta blanca. Parecía que le quedaba
pequeña, ya que se le ceñía mucho al cuerpo, pero realmente le
quedaba bien. Venía con una gran sonrisa en la cara. Solo esperaba
que este no fuera gay también.
-Joder.
-¡Sht! No le hables
hasta que él te hable a ti.
-¿Qué?
-Tu hazme caso.
-Eso es estúpido.
Además, no viene hacia aquí -me volví a girar y a cruzarme de
brazos.
-¡Disimulad! -susurró
Fer.
Brooke rodeó los ojos
y suspiró-
-Hola, rubia.
Fer enseguida se
sonrojó de pies a cabeza.
-Hola, Nathan.
Se hizo un hueco en
nuestro pequeño corro, poniéndose al lado mía y de Adam, que hizo
un gran esfuerzo para mantener la mirada al frente.
-¿Quién es tu amiga?
-me miró.
Arqueé las cejas.
-Oh, ehh, es Yina,
vuelve nueva de Inglaterra.
-Con que inglesa, ¿eh?
-con toda confianza, agarró mi cintura y besó suavemente mis
mejillas-. Soy Nathan.
-Encantada -dije seca.
Sabía que ese tío iba a caerme mal.
-Hmm.. voy a coger una
mesa, ¿queréis cenar conmigo? -dijo, sin apartar la mirada de mi.
-¿Qué pasa? ¿Se han
puesto malas las tías que te tiras? ¿O es que ya no hay dinero para
pagarlas? -Brooke sonrió sarcastica.
Intenté omitir una
carcajada.
-Brooke, tan amable
como siempre.
Saddie, Fer y Adam
parecían que querían matar a Brooke con la mirada.
-Bueno, ¿aceptais o
no?
-Claro, Nathan,
estaremos encantadas -Saddie sonrió.
-Genial.
-¿Yina Wilde?
-preguntó una mujer con su pelo marrón recogido en un moño con un
teléfono en la mano.
-Sí, yo.
-Tienes una llamada.
{Narra Harry}
-¡Devuélvemelo!
-¡No!
-¡No!
Louis seguía
persiguiéndome por la habitación hasta que decidí salir de ella y
seguir escapándome de el por el pasillo.
-¡Harold! ¡Será
mejor que me lo devuélvas si no quieres rencores ni problemas!
-amenazó siguiéndome.
Solté una carcajada y
seguí corriendo con Louis pisándome los talones, cuando justo nos
cruzamos con Simon en mitad del ancho pasillo. Nos paramos en seco
delante de el.
-Chicos, nada de correr
por los pasillos -nos señaló con el dedo.
-Sí, señor -dijimos
los dos.
Asintió y siguió
andando por el pasillo hasta que lo perdimos de vista. Me aseguré
bien de que ya no podía vernos y comencé a correr de nuevo para que
Louis no me alcanzara. Niall se interpuso en nuestro camino.
-¡Niall! -gité-
¡Cógelo!
-¿Qué?
Yo le lancé el
teléfono y seguí corriendo, pero Lou no parecía interesado en el
teléfono, ya que seguía persiguiéndome. Me lancé al sofá y cogí
un cojín para protegerme.
-¡Ven aquí! -Louis no
se sentó a mi lado y empezó a darme golpes con otro cojín -¡Dame
el móvil!
-¡No lo tengo!
-¿Cómo que no?
-almuadazo- ¡A mí no me mientas! -se veía que hacía todo lo
posible para no reírse como lo hacía yo.
-¡Eh! ¡Chicos! ¡Os
vais a matar! -dijo Liam, que se acercó e intentaba separarnos.
-¡No me quiere dar el
móvil! -se quejó, incorporándose y cruzando los brazos.
Otra carcajada.
-Harry, devuelvele el
móvil.
-No lo tengo. ¡Lo
juro! -dije, aún tumbado y con el cojín en el regazo.
-¡Dámelo! -volvió a
atacarme, sentándose en mi vientre y amenazando con su puño cerrado
y apuntando con él a mi entrepierna.
-¡SHT! ¡Tranquilo! Te
digo donde está si me devuélves el mío.
Levantó el puño.
-¡Para! ¡Niall!
¡Niall! ¡Socorro! ¡Quiere dejarme sin hijos! ¡Liam! ¡Haz algo!
-¿Sabes? He decidido
que podeis arreglarlo entre vosotros. ¡Divertíos! -sonrió y salió
de la sala.
-¡Liam! ¡Traidor!
-¿Qué pasa? -dijo
Niall con una zanahoria en a boca.
-¿Me devuélves el
movil que te he lanzado? -sonreí- ¿Por favor?
Metió la mano en el
bolsillo y sacó el teléfono. Me lo lanzó de la misma manera que se
la había lanzado yo, me cayó al pecho y lancé un gemido cuando
cayó. Louis en seguida lo agarró como si fuera su más preciado
secreto. Se levantó de un brinco. Y cuando se dispuso a salir de la
habitación, agarró la zanahoria que Niall sostenía en la mano y la
metió en mi boca.
-Buf, mucho más sexy
-y salió de la habitación.
-Toma -dije tendiéndole
la verdura a Niall.
-Puaj, para ti. No es
por ti, eh. Solo que... me callo.
Me encogí de hombros
mientras me incorporaba y Zayn entraba en la habitación con la
mirada baja y las manos metidas en los bolsillos.
-Harry -dijo.
-¿Qué?
-Necesito tu ayuda.
ohhh cieloo *___* siguienteee :) que me ha encantadooo :D siguela cuando puedas y habla de Jane!!acuerdate de ella!!
ResponderEliminarbesooos :3