Capítulo 5

Antes
{Narra Jane}
La llamada al timbre me sacó de un tirón de entre las páginas de un libro. Suspiré exasperada ya que desde que me había sentado no había tenido oportunidad de poder leer una cara de una de las páginas seguidas a causa de continuas distracciones. 
Al estar sola en casa, como era habitual, me vi obligada a levantarme y a abrir la puerta para ver quién tenía el valor de acercarse a mí después de todo lo sucedido. 
La única que me visitaba era Jess, pero sólo porque era mi amiga, porque el resto de personas que me conocía no me soportarían de la manera en la que estaba en esos momentos. 
Tenía que reconocerlo. Estaba totalmente insoportable. 
Arrastrando los pies, me acerqué a la puerta y con mirada vacilante abrí la puerta, a decir verdad bastante intrigada. 
Relajé los hombros cuando me encuentro a su familiar mirada radiante a la puerta de mi casa. 
-¡Ellen! ¿Por qué has llamado a la puerta? -pregunté bastante desilusionada. 
Ella suelta una risa que suena a disculpa. 
-Me he dejado las llaves dentro de casa. Lo siento. 
Resoplé a la vez que la dejé entrar en casa, con los hombros caídos y los ojos en blanco.
-Entonces, ¿para qué te dimos la llave, si nunca vas a usarla? ¡Tienes un bolso enorme como para no entrarte unas llaves! 
-Lo sé y lo siento. 
A fuera diluviaba de nuevo, como era costumbre y más en estas épocas del año, pero Ellen parecía totalmente seca, de arriba a abajo, como si no hubiera pisado la calle. Seguí sus pasos con la mirada hasta que alcanzó el sofá y se dejó caer con un suspiro de alivio. Ceñí. 
-¿Qué tal las compras? -dije yo, intentando sacarle la información. 
Había algo que no cuadraba del todo. 
Ella vacila al instante, boqueando con la boca para intentar responder algo coherente a mi pregunta, mirándose los pies algo nerviosa. 
-Eh. Bien bien, había un montón de gente en el centro comercial -respondió mientras asentía enérgicamente con la cabeza y con los labios es un mohín-. Por cierto, Yina me ha mandado un mensaje, llegó ayer a Inglaterra, ¿no es genial?
La verdad es que la vuelta de Yina me importaba poco. Por mucho que yo lo intentara, Yina y yo nunca llegamos a ser amigas de verdad, ya que siempre había algún que otro roce entre nosotras. Y suponía que ella pensaba lo mismo. 
Por lo que pasé de su comentario y me centré en cosas que me importaban de verdad.
-Genialísimo. Es martes, ¿por qué tendría que haber gente un martes en el centro comercial? -no entendía el comentario que me acababa de dar, ¿para qué me interesaba a mí cuánta gente había? Incoherente. 
Apartó la mirada rápidamente de mis ojos y la posó en sus zapatos de nuevo, tratando de encontrar una respuesta de nuevo. 
Al final no añadió nada más, sólo se encogió de hombros y me sonrió con inocencia. 
-¿Dónde están tus bolsas? ¿No me vas a enseñar lo que te has comprado? 
-No... si al final no me he comprado nada... 
-¿Y has estado toda la tarde en el centro comercial para luego volver a casa con las manos vacías? -puse los brazos en jarras- Va, dime qué has estado haciendo hasta ahora. 
-Ya te lo he dicho. He pasado la tarde en el centro comercial. Estaba planeando comprarme cosas, pero resulta que tengo la tarjeta anulada....
Levanté las manos y las choqué contra mis muslos, volviéndome a incorporar en el sofá. 
-Está bien. Si no me quieres contar qué está pasando no es problema mío. Ya te las arreglarás, supongo. ¡Pero déjame leer al menos! 
Ellen soltó un bufido exagerado y sin añadir palabra, subió las escaleras pisando fuerte para que escuchara cada uno de sus pasos, como una niña pequeña enfurruñada. Puse los ojos en blanco. 
Coloqué el libro sobre el cojín que yacía en mi regazo y volví a introducirme en la historia que tenía el placer de leer. 
Leer era una de las pocas cosas que podía hacer sin tener necesidad de ponerme a moquear de nuevo, o de que las imágenes se colaran en mi mente sin permiso para hacerme daño, para ponerme mal de nuevo, ya que me metía en una historia que no era la mía, con amigos que no eran mis amigos pero que los quería como si realmente lo fueran, aunque no existiera realmente. Poder imaginarme otras historias de otras personas era simplemente perfecto. Me alejaba de toda la mierda que me rodeaba en esos instantes y me hacían perder la noción del tiempo y del resto del mundo. Me hacía olvidar mis problemas y eso era lo que realmente amaba de leer. 
Estaba a punto de terminar la página, cuando el timbre de la puerta volvió a sonar. 
Fruncí el ceño furiosa. 
Gruñí antes de levantarme con la cabeza echada hacia atrás. 
-¡¿Por quéeeeee?! -grité desesperada, sin realmente esperar una respuesta. 
Dicho aquello me levanté del sofá con los brazos colgando y abrí la puerta ya sin ganas ni curiosidad ni nada. Estaba enfadada con todo el mundo en esos momentos. 
-¡Hola Jane! -me sonríe con su típica sonrisa blanca y perfecta. 
-Me has interrumpido -dije exasperada como nunca. 
Jess relajó la sonrisa un poco, y me miró con algo de preocupación. 
-¿Interrumpirte qué, vida? -adoraba que me llamara “vida”, pero no colaba. 
Levanté el brazo y le dejé ver el libro que tenía entre los dedos. 
-Vaya, lo siento de veras. 
-No importa, entra -le abrí la puerta más para que pudiera entrar y la cerré de un leve portazo. 
-¡Ellen! ¡Ha venido Jess! ¡Será mejor que bajes si no quieres que suba y te pegue! -grito desde el pie de la escalera. 
Sin expresión en el rostro, me acerqué a Jess que ya había tenido ocasión de sentarse en el sofá y de mirarme con su sonrisa de niña buena, como siempre. Al escuchar mis gritos hacia mi mejor amiga-casi hermana, parpadeó confusa. 
-¿Has tenido un mal día? 
-Semana. Mes. Año. Vida en general -le corrijo.
-Oh, vamos, no digas eso. Sólo es un pequeño bache, seguro que lo superas. Seguro que las tres lo hacemos. 
Escuché en el piso de arriba de la casa de mis padres el portazo de la puerta de la habitación que Ellen estaba usando éstas últimas semanas. Bajó las escaleras algo más tranquila y con una sonrisa algo forzada en la cara, como pareciendo contenta por la visita de Jess. 
Después de saludarla y de darle dos besos como siempre hacía Ellen, se sentó a su lado y me dio la espalda, como si la conversación fuera privada y yo no estaba invitada a escucharla. Aún así, me acerqué a donde estaban ellas y me senté en el suelo en frente suya. 
Ellen siempre actuaba de esa manera cuando sabía que yo tenía la razón pero seguía induciendo ella tenía la opinión correcta sobre cualquier asunto. Ellen nunca había cambiado desde que yo la conocí. 
Mientras mi mente andaba en otra parte, ellas dos ya habían iniciado la conversación. 
-Hoy he estado en la firma de One Direction en el centro comercial de aquí cerca. 
Me puse tensa. 
-Oh, espera, que casi prefiero estar leyendo que estar escuchando esta conversación -dije, e hice ademán de levantarme, pero Jess tiró de mí y me obligó a sentarme de nuevo-. Jo. ¡No me interesa Jess! 
-Sí que lo haces. Tú espera. 
Ellen también parecía incómoda, pero no lo dejaría mostrar con tanta facilidad, por lo que sólo se limitó a asentir pareciendo interesada. Conocía a Ellen demasiado bien para saber que estaba casi o más incomoda que yo. Pero hice como si no hubiera notado nada. 
Bufé enseguida. 
-¿Por qué tenemos que hablar de esto? Sabes que es un temo que trato de evitar. Mala amiga. 
-Que te calles. El caso es que llegué bastante tarde, así que tuve que esperar mucho para llegar hasta la mesa. Quería darles una sorpresa así que... Pero justo antes de el descanso que ellos se tomaban, pues una chica morena subió al podio, pasó del resto de chicos, y fue directita hacia Harry. ¡Y le pegó! 
-¡¿Le pegó?! -gritó indignada Ellen- Qué mala fan. Deberíamos de quemarla. 
Jess asintió mirándole con los ojos como platos, como si  estuviera totalmente de acuerdo con ella. Yo me limité a encogerme de hombros. 
-Sigo sin saber por qué me cuentas esto. 
-Sht. Después de eso, la chica se fue sin siquiera recoger su foto y parecía realmente enfadada, indignada o yo qué sé. Pero no se marchó, los guardias le dejaron pasar en una puerta y no la vi salir en ningún momento hasta que me fui de allí. 
-¡Me importa una mierda Jess! 
-¡Que te calles coño! Cuando ellos tomaron su descanso de “media hora”,-hizo el gesto de las comillas con los dedos- que en realidad es más de media hora, entraron en la misma puerta de la que entró la chica. Y al volver, volvieron todos menos Harry. Ninguno de los demás me quiso contar el por qué. 
Entonces sí que estaba enfadada. ¿Qué intentaba decirme Jess? ¿Que Harry ya lo había superado? ¿Que ya tenía una nueva novia? ¿Que ya no le importaba? Echaba humo por las orejas del enfado. 
Decidí no añadir ni una sola palabra más ante el tema. No comprendía la necesidad de la que se suponía que era mi mejor amiga de herirme con ese tema. 
Ellen vacilaba su mirada ente yo y Jess, que no hacía más que mirarme y asentir como si acabara de contar el cotilleo más fuerte de todo Londres, pareciendo orgullosa de su comentario. Al final Ellen acabó de chasquear la lengua y miró con mala cara a Jess. 
-¿Era esto necesario Jess? ¡Sabes que ella está muy sensible con el tema! -exclamó en un susurro. 
Entonces sí que bufé con fuerza exagerada. 
-¿Queréis dejar de hablar de mí como si no estuviera delante? 
Ellen giró la mirada y me miró con el ceño fruncido. 
Jess suspiró. 
-Está bien, Jane. Lo siento, pensé que quizás te hubiera gustado saberlo -se encogió de hombros-. Lo que en realidad quería contaros es que he quedado con Zayn esta noche -se mordió la lengua sonriendo, y dando una visión de excitación y alegría. 
-Aw, pues espero que os lo paséis genial esta noche. Si me disculpáis, creo que voy a ir a llorar a mi habitación -añadí, levantándome del suelo y cogiendo mi libro. 

~

Al final Jess y Ellen trasladaron la conversación a su habitación, posiblemente para no molestarme. La verdad es que no me agradaba demasiado leer en mi habitación ya que me desconentraba con demasiada facilidad y tampoco tenía la luz adecuada para hacerlo, por lo que prefería mil veces leer en el sofá del salón. Por lo que, cuando escuché que la puerta de la habitación de Ellen se cerraba con un sordo golpe, salí de mi habitación con pasos sigilosos esperando que ellas no me escucharan bajar las escaleras, todavía con los ojos rojos. 
No entendía a Jess. ¿Por qué se había propuesto a hacerme daño? ¿Qué ganaba yo conociendo esos datos? Sí, ahora él era famoso y seguramente ya habría pasado página. Incluso ya tendría nueva pareja a la que hacer feliz. Yo sólo pasaría a la lista de ex novias. 
Siempre había pensado que Jess me apoyaría en esto. Recordaba que ninguna de las tres mencionara el tema a no ser que fuera de esencial importancia, y no encontraba la importancia de esta situación y no entendía por qué Jess no lo veía. 
Y, como era inevitable, había pasado los momentos que ellas habían compartido hablando de su futura cita con Zayn, llorando sola en mi habitación con la música baja sonando a través de los débiles altavoces, mientras me repetía a mí misma lo tonta e inútil que era. ¿Es que nunca me limitaba a hacer nada bien? ¿Nada? 
Os echo tanto de menos. A ambos. 
No entendía el futuro que el destino tenía planeado para mí. ¿Qué se suponía que yo había hecho para merecer aquello? No sólo había perdido a una de las personas más importantes para mí, si no también a mi mejor amiga. El último tiempo que había pasado con Lena me había demostrado que ella era luchadora y fuerte, y yo en el fondo sabía que lo iba a conseguir. Me hizo darme cuenta de que las últimas semanas había sido egoísta con el resto, y eso hizo que me centrara más en el resto de personas que me rodeaba, con Lena incluida. Y lo hice. Pasé todas las tardes con ella antes de que la metieran interna, y me sentía orgullosa de aquello. Incluso le confesé cosas que no me sentía a gusto confesandole a otras personas como Ellen, por ejemplo. Y ella me lo agradecía. Y sabía que Lena lo estaba pasando mal, muy mal. Y aún así,  yo nunca dejé de confiar en ella. 
Y fue por eso que la noticia me cayó tan bajo. 
Recordaba el mismo día que mi madre entró por la puerta de casa, y me pidió con mucho cuidado que llamara a Jess, ya que tenía una noticia que darnos. Yo no dudé un segundo en ir hasta su casa para decir que me acompañara a casa. Yo no tenía ni idea de lo que mi madre podría decirnos esa tarde, ni si era algo bueno o malo, por lo que andaba algo preocupada por la situación. Jess mostraba los mismos signos de desconcierto en el rostro cuando la llamé, pero no parecía tan preocupada como yo lo estaba. Mi madre esperó a que las tres estuviéramos sentadas en el sofá tranquilas para dar la noticia. Las tres palidecimos casi al instante, sin saber realmente como tomarnos aquel asunto. La que mejor se lo tomó de las tres fue claramente Ellen, ya que había tenido que soportar otras dos muertes mucho más graves que la de una amiga. Y yo me encerré en mi habitación durante los siguientes dos días. 
En seguida me di cuenta de que estaba volviendo a pensar en negativo, por lo que aparté ese pensamiento rápidamente de mi cabeza. No me sorprendí cuando tuve que apartar algunas lágrimas que aún colgaban de mis pestañas. 
Odiaba tener que enfrentarme a la lágrimas prácticamente cada minuto del día, y tener que encerrarme en mi habitación para llorar tranquila. Sólo esperaba pasar ese “bache” cuando antes posible. 
Con un suspiro, me senté en el sofá y me sentí aliviada. Estuve varios segundos con la cabeza apoyada en el sofá, tratando de tranquilizarme. Cogí mi libro y justo cuando me había acomodado para volver a introducirme en la historia, el timbre de la puerta volvió a sonar. 
-¡¿Pero qué broma es esta?! -grité esta vez mucho más alto que anteriormente. -¡Pero es que ni un minuto me dejan! 
Grité tan alto que seguro que quienquiera que estaba fuera podría haberme escuchado con mucha facilidad.
Escuché cómo la puerta de arriba se habría. 
-¿Ocurre algo? -preguntó Ellen desde arriba. 
Puse los ojos en blanco mientras gruñía. 
-¡Métete en tus asuntos, Ellen! Sólo han llamado a la puerta. 
-¡Pues ábrela y deja de quejarte! 
Bufé desde mi sitio y le hice caso. Con los brazos colgando y con pocas ganas, me levanté del sofá y me acerqué a la puerta arrastrando los pies. 
Tal vez sería Emma, que, como de costumbre, también habría olvidado las llaves. 
Parecía que en esa casa yo era la única responsable desde que papá se fue. 
Abrí la puerta.
-¿Por qué no has...? -comencé diciendo, pero me obligué a mí misma callar al ver que no era Emma la que estaba en mi puerta.
-Hola -dijo demasiado tranquilo y sin ninguna expresión específica en el rostro. 
Fuera seguía lloviendo muchísimo, y una ola de frío me golpeó la cara cuando abrí la puerta, aún llevando mi gordo jersey de punto rojo oscuro, el cabello de mi nuca se erizó. Y no precisamente por el tiempo. 
No sabía muy bien cómo reaccionar. 
-¿Qué.. qué haces aquí? 
Estaba completamente mojado. De su chaqueta negra salían gotas de agua por todos lados, y sus rizos habían desaparecido a causa del agua, las gotas de lluvia resbalaban por su rostro y goteando hasta el suelo por la barbilla. Aunque no parecía tener frío en absoluto. 
-He.. he venido a-
-Por Dios, Harry, entra, vas a coger una pulmonía -le interrumpí, y me aparté de la puerta para dejarle entrar. 
Que hubiera pasado todo aquello entre nosotros no quería decir que no me importara. 
Él me hizo caso casi al instante, con un leve asentimiento con la cabeza, con miedo de mirarme directamente a los ojos. Justo cuando estaba quitándose el abrigo, totalmente mojado, escuché los pasos apresurados de alguna de las dos de arriba por el techo, una puerta abrirse y cerrarse y más pasos bajando la escalera con rapidez. 
Ellen se asomó por el pie de la escalera con una sonrisa llena de curiosidad y con un brillo especial en los ojos, y cuando vio a Harry de pie en medio del salón, su sonrisa desapareció por completo. 
Decidí que no quería estar en medio de la discusión que estaban a punto de enredar, por lo que cogí su abrigo y lo llevé a la cocina para que secara bien, colgándolo encima del radiador.  
Pero, antes de eso, enterré mi rostro en la parte interior del abrigo y lo abracé por un instante. 
Aún no me podía creer que él estaba ahí, esperando para hablar conmigo. Sólo esperaba que no fuera otro de esos estúpidos sueños que había tenido todas las noches de las tres pasadas semanas. 
Me di cuenta de que estaba actuando como una niña, por lo que solté el abrigo y me dirigí al salón de nuevo. 
Cuando volví, una escena que no me sorprendió demasiado se dibujó ante mí. 
Ambos estaban discutiendo como había adivinado, pero sólo Ellen hablaba, él sólo se limitaba a asentir sin prestar demasiada atención. 
-¡Estás loco! 
-Claro que sí, Ellen. 
No pude evitar dejar escapar una sonrisa tonta al verla. Era todo tan familiar, como si todo hubiera vuelto a la normalidad. Ellos peleaban muy a menudo, siempre estaban haciéndolo por cualquier tontería que a cualquiera de los dos se le ocurría sacar. Y siempre había disfrutado de sus peleas tontas. Y esa vez no fue diferente. 
-¿No podías esperar unos días más? ¡Ahora va a sospechar de mí! 
Harry boqueó para responderla de un modo sarcástico como él siempre hacía, pero yo le interrumpí. 
-¿Sospechar de qué? -ninguno de los dos sabía que yo estaba escuchando la conversación, por lo que se sobresaltaron al verme y a Ellen se le tensó la mandíbula. 
Me crucé de brazos esperando una respuesta, ya que ninguno de los dos parecía dignarse a responderme. 
Seguía sin saber qué era lo que Ellen me ocultaba. 
-Verás, -empezó a decir él- tu querida amiga Ellen ha venido esta tarde a-
Ella le interrumpió con un fuerte resoplido, cruzándose también de brazos y girando sobre sus talones, para mirarme a mí directamente. 
-Ni caso, Jany. No sabe lo qué dice. 
-¡Ellen estoy harta! -grité exasperada, acercándome a ella hasta quedar cara a cara. Ella se sobresaltó- Estoy harta de que me andes mintiendo todo el día, de que me ocultes cosas siendo mi mejor amiga. Que me hagas daño con tus comentarios fuera de contexto de los que sabes que puedes herirme. ¡No eres la única en esta casa, Ellen! Puede que no lo hagas a posta siempre, pero cuando las dices ya es demasiado tarde, ya que el daño ya está hecho. Y puedes decirle a Jess lo mismo. Vale que tú nunca te hayas enamorado, ¡pero deja de reírte de mí como si fuera una niña pequeña! 
Después de decirle aquello, me sentí totalmente liberada, como si una fuerte presión se bajara de mis hombros por fin. Pero aún sentí cómo las lágrimas me subían por la garganta. Respiré hondo para intentar evitar romper en llanto. 
Cuando Ellen intentó responderme con cualquier excusa que le podía servir, pero la interrumpí levantando la mano. 
-Vete a ver a Jess. Seguro que te necesita mucho más que yo. 
Ella, con el rostro desencajado y melancólico, me dedicó una última mirada y se apresuró a subir las escaleras. 
Antes de darme la vuelta para hacer frente a Harry, atrapé unas pocas lágrimas que ya habían salido de su sitio sin que yo les diera permiso. Me aseguré de que no había ninguna más que seguían a estas. 
Cuando me di la vuelta me sorprendió mucho encontrarme con la cálida sonrisa de Harry que hacía sentirme desconcentrada. 
-¿Os peleáis mucho? -dijo, con las manos hundidas en los bolsillos, con la sonrisa torcida todavía presente en su rostro. 
-Bueno. Ahora resulta que soy su nueva “madre”. 
Ambos estábamos a dos pasos cortos. Él parecía no tener ya casi ningún reparo por mirarme a los ojos directamente, pero yo aún no me sentía del todo tranquila. 
Me sentía demasiado culpable. 
Decidí romper el hielo antes de que aquello se volviera violento de verdad. Me aclaré la garganta antes de empezar a hablar. 
-Qué... ¿Qué querías decirme, Harry? -dije temblando tanto que temí que mis rodillas no lo soportarían mucho tiempo y que caería al suelo por ello. 
-En realidad no he venido a decirte nada, Jane -dije, dejándome más perdida que antes. 
Con movimientos rápidos y antes de que yo pudiera responder cualquier cosa a aquello, él dio unos pocos pasos hacia delante, sacando las manos rápidamente de sus bolsillos para enredarlas con movimientos suaves al rededor de mi cintura. No me dio tiempo a replicar ya que sentí sus labios sobre los míos con sutilidad. Casi no me enteré de sus movimientos durante segundos. 
En esos instantes me sentí insegura, pero antes de que pensara lo contrario a lo que yo hacía, respondí con un beso mío también. Sentí su sonrisa a través de mis labios, que entonces ardían bajo su piel extrañamente cálida y suave. Su tacto era mil veces mejor de la que yo la recordaba. Hacía mucho tiempo que no sentía su aroma sobre mis propios labios, hacía mucho tiempo que no me atraía hacia su cuerpo como él hacía. 
Hacía demasiado tiempo que lo veía. 
Y sentí miedo de repente. Tanto miedo, que las lágrimas ya salían independientes de mis ojos, entonces cerrados. Salían a mucha velocidad, y me sentí cohibida bajo la escena. Tuve que separarme de él para tratar de detenerlas. Pero no pude. 
Él no me hizo preguntas, sólo me atrajo hacia sí,  yo hundí mi rostro en su pecho. 
-Lo siento tanto, Harry. Sé que debería de habértelo dicho en cuanto me enteré, pero él me prohibió hacerlo. Me amenazó y no supe qué hacer -mis palabras salían tan rápido como las lágrimas y no había forma de hacerlas parar. 
Harry reaccionó apartando mi cara de su pecho y cogiéndola entre sus manos, apartando las lágrimas con sus pulgares. 
-No tienes que disculparte por nada. No te disculpes. 
No le escuché. 
-Lo siento de veras, no sabía qué hacer y...
-Jane. En serio, no te disculpes. 
Asentí y aparté la mirada hacia el suelo, sin saber qué más hacer para dar a entender de que había esperado ese mismo momento como tres semanas más tarde. 
No supe otra cosa que pasar las manos por su cintura y volver a abrazarlo. Había vuelto a crecer desde la última vez que le vi, y yo seguía estando demasiado pequeña para colgarme de su cuello. 
No sé cuanto tiempo pasó estando nosotros quietos y sin hacer nada más que disfrutando del sonido de la respiración del otro. 
-Te quiero, Jane. 

Capítulo 4

                     Antes.
{Narra Yina}
Edificios y más edificios pasaban con no demasiada rapidez por mi lado. Halos de luz que emanaban las farolas pasaban también con la misma velocidad, haciendo que el pequeño espacio en el que me encontraba se iluminara a intervalos algo cortos. Al principio eran pocas las luces que entraban dentro del vehículo, pero a medida que entraba ya en la ciudad, los edificios, cada vez más altos e importantes, empezaban a hacer acto de presencia, así como también las luces, que ya no nos abandonaban más. El silencio era inminente y casi inevitable en el vehículo.
El chico no quitaba ojo de la carretera, y yo disfrutaba con las vistas que tanto había anhelado durante todo el primer trimestre lejos de mi tierra natal.
Era reconfortante volver a pisar mi hogar.
Pronto empecé a reconocer las calles, las casas y los lugares que antes visitaba con mucha frecuencia, casi todos los días. Me preguntaba si él estaría en casa.
En la ciudad, así como también lo estaba en mi hogar de residencia, estaba decorada con decoración navideña, y yo no podía esperar a que llegara. Quedaban exactamente veintisiete días para Navidad, y yo ya estaba contando los días y los minutos para que llegara.
-Entonces, ¿todo bien?
Aiden tiró de mí sacándome de mis profundos pensamientos al romper el silencio.
Aparté la mirada de la ventanilla y le sonreí con una sonrisa amplia.
-Sí, ¿por qué no iba a estarlo?
Mi hermano se encoge de hombros.
-No sé. Es para hablar de algo. ¿Papá bien?
Tragué saliva y me limité a mentirle. No quería que se enterara por mí.
-Sí. Está deseando verte -siempre había sido una buena actriz, y, no iba a desperdiciar este momento para dar a conocer mis facetas, por algo que se me daba medianamente bien.
-Me alegro. Yo también estoy ansioso por verle.
-Aiden. ¿Tú sabes exactamente por qué acusaron a papá? Es decir, que qué hizo para entrar en prisión.
Se volvió a encoger de hombros.
Traté de evitarlo, pero las palabras de Christian volvían a aflorar en mi mente y se repetían una y otra vez como un eco continuo en mi mente. No podía evitar sentirme totalmente incómoda con la situación.
“Yo soy el editor y tu padre es el profesor asesino. Tu madre se enamoró de mí, pero quedó embarazada de él. Tuvimos que cambiar roles para aparentar normalidad”
Esas palabras habían aparecido en casa sueño que había tenido desde aquel día. Y aún no sabía por qué lo habían hecho, si fue a la cárcel igualmente. No entendía absolutamente nada.
-Mamá me contó que lo acusaron por robo a mano armada y agresión infantil. Aunque también estaba acusado de otros delitos como intento de violación a menores o algo así. No estoy muy seguro.
Asentí sin ser capaz de añadir nada más.
-¿Sabes si mamá va a venir en Navidad?
Volvió a encogerse de hombros, pero ésta vez con una sonrisa pegada al rostro, como si estuviera contento que le preguntara aquello.
-Creo que sí. Quiero decir, ahora tiene claro que si cruza la puerta de casa recibe un abrazo, en vez de un zapatazo en la cara -rió.
Yo no pude evitar reír también.
Hacía unos dos años, mamá decidió venir por Navidades uno de los años para darnos una sorpresa a ambos. Pero yo no la recibí con demasiado entusiasmo. Es más, estaba furiosa e indignada, y acabé lanzandole un zapato para que se marchara. Y la verdad es que conseguí que se fuera.
Y, aunque me costaba admitirlo, tenía ganas de una Navidad en condiciones, con una madre con un suéter rojo puesto y una sonrisa en la cara, con regalos bajo el árbol de Navidad y con una agradable y familiar cena. Nunca había tenido una cena navideña familiar de verdad, y tenía ganas de poder experimentarlo.
A mí nunca me trajo regalos Papá Noel, por lo que nunca entendí el entusiasmo de otros niños por aquel señor tan extraño de la barba blanca y larga.
Aquella misma mañana había salido de Canadá y había cogido el primer vuelo a Londres a primera hora de la mañana. Había pasado todo el día metida en un avión y, cuando tarde por la tarde llegué a la capital inglesa, tuve que coger un tren hacia Cheshire, por lo que estuve otras tres horas viajando de un lado para otro.
Y cuando llegué estaba dispuesta a coger un taxi hacia la ciudad en la que yo vivía, completamente fuera de ganas, vi la silueta de mi hermano esperándome. Juro que fue uno de los momentos más felices que había vivido aquel año.
Un cosquilleo me recorrió el vientre cuando entramos en nuestra calle, donde las casas de nuestros vecinos estaban decorados también con decoración navideña y una sonrisa de nostalgia se coló sin permiso en mi rostro. Me mordí el labio, mirando y observando cada casa que se pasaba por mi ventanilla. En aquellos instantes me sentí la niña más feliz del mundo.
Pero un sentimiento algo confuso se colocó en mi pecho. Deseaba con ganas que él estuviera en casa, que me recibiera con los brazos abiertos. Pero parte de mí tenía miedo.
Estaba casi segura de que mis sentimientos hacia Harry habían desaparecido por completo tras mi estancia en Canadá, pero tenía miedo de que, si lo volviera ver, los sentimientos tan fuertes que había vivido hasta ahora volvieran a salir de mi interior y que yo no pudiera hacer nada al respecto.
Aiden aparcó el coche en frente de la puerta del garaje y, por mi sorpresa, en nuestra casa había luz que emanaba con fuerza desde el interior. Supondría que Aiden se las dejó encendidas al marcharse para ir a por mí, ya que no se me ocurría nadie que podría estar esperándome dentro.
Salí escopeteada del coche con la maleta -casi más grande que yo- en mano, y esperé a que Aiden sacara las llaves de casa impacientemente mientras me quejaba en voz alta de que se diera prisa.
Una vez abierta la puerta, corrí escaleras arriba hacia mi habitación. Me quedé en la puerta, con la gabardina beige todavía puesta y miré la estancia como si fuera la primera vez que la hubiera visto.
Dejé la maleta en la puerta y entré en ella con pasos vacilantes y con una sonrisa de oreja a oreja dibujada en mi cara.
La habitación estaba como yo la había dejado, incluso con el jersey encima de la cama que me dejé antes de irme. Las puertas de los armarios negros seguían abiertos de par en par. Recordaba perfectamente el día que abandoné ese lugar. Me había levantado tarde y no había preparado las maletas del todo, por lo que no tuve tiempo de doblar la ropa y tuve que meter toda la ropa arrugada y mal puesta en la maleta y salir pitando de ahí o perdería el avión.
Me giré y me dejé caer en la cama con sábanas moradas oscuras y cerré los ojos.
“Por fin en casa”.
Abrí los ojos y miré el techo negro con estrellas de plástico que brillaban en la oscuridad y no tuve otra opción que sonreír, hasta tuve que hacer un gran esfuerzo para no reírme.
Estaba feliz. Muy feliz.
De pronto sentí como si alguien tirara de mis pies para tirarme de la cama. Chillé totalmente asustada y le incorporé con rapidez sobresaltada.
-¡Sorpresa!
Cuando me incorporé para ver lo sucedido, unos familiares rizos me saludaron desde el suelo.
Traté de oprimir un grito de alegría, y le fruncí el ceño. Bajé de la cama.
-¿Tu eres tonto? ¡Casi me matas!
-Yo también me alegro de verte eh.
Y segundos después me vi entre sus brazos, con la cabeza enterrada en su pecho y con su mejilla pegada a mi cabeza.
-Te he echado de menos -susurré al fin, con los ojos todavía cerrados y disfrutando el momento.
-Yo también -pude escuchar su sonrisa detrás de las palabras-. Por cierto, me gusta más cómo te quedan los rizos que el pelo liso, que lo sepas.
Ignoré su comentario.
-¡Me tienes que contar un montón de cosas! -exclamé, separándome al fin de él-. He visto fotos tuyas en twitter todos los días y he leído noticias tuyas totalmente incoherentes que me tienes que explicar y...
Sus carcajadas me interrumpieron. Levanté la vista y le vi con una mano en la cintura y la otra frotándose los ojos y riendo bajo.
-¿De qué te ríes ahora? -dije cruzándome de brazos y arqueando las cejas, tratando de sonar exasperada.
-Tienes un aspecto horrible.
Por su tono de voz, sabía que estaba bromeando, pero decidí seguirle el juego.
Ahogué un grito haciendo como si me sintiera ofendida con sus palabras, y me llevé la mano al pecho, dramatizando.
-Siento no ser demasiado buena para ti, señor ahora-soy-famoso -eso hizo que sus carcajadas subieran de intensidad, y seguía sin mirarme.
Ahora que él no miraba, agarré un cojín de encima de la cama y le di fuerte contra su hombro, lo que hizo que las carcajadas se callaran drásticamente y me mirara sin sonrisa en el rostro.
-¡Uy!
Antes de que yo pudiera hacer nada al respecto, él ya estaba a mi lado y me agarraba de los brazos y la cintura para inmovilizarme. Más tarde me cogió las piernas y me sostuvo en brazos. Yo me agarré a su cuello para evitar caerme.
-Se te ha olvidado que sigo siendo más fuerte que tú -me sacó la lengua y yo puse una mano en su mejilla, y le aparté la mirada de encima mía, riendo como había echado de menos hacerlo.
Después de ese gesto, me soltó las piernas y la cintura y caí con un golpe sordo sobre la cama.
Aunque el colchón era blando, me hice algo de daño en la caída.
Pero yo lo exageré un poco.
-¡Auch! ¡Eres un bruto Styles! Sigo sin entender cómo consigues gustarle a tantas chicas -levanté la barbilla con los ojos cerrados, pareciendo así estar indignada.
Y ahí estábamos. Peleando somos si fuéramos dos críos pequeños.
-Ya. Es que a las demás chicas hago otras cosas para gustarles -me miró con las cejas encarnadas.
Esbocé una mueca de asco.
-Puaj, encima de bruto un guarro. Me acabas de cortar todo el rollo.
Rió de nuevo, y algún minuto más tarde me tendió la mano.
-Vamos, Gemma está abajo y tu hermano estará soportando toda charla que seguro que le está dando.
Yo la cogí.
-Claro. No quiero que mi hermano tenga que sufrir de esa forma tan horrible -puse la mano en el pecho para dramatizar de nuevo, y le hice pucheros con los labios.
-Eres la peor actriz que conozco -dijo entre risas de nuevo.
-Eres el peor hermano que pueda tener una chica. ¿Cómo puedes hablar así de tu hermana?
-Porque es mi hermana, lo acabas de decir.
Cogidos de la mano bajamos las escaleras para llegar hasta el salón, donde, en efecto, estaban mi hermano y Gemma sentados en el sofá. Y, como Harry había dicho, Gemma no paraba de hablar y de hablar.
-¡Gemma!
Solté su mano a la par que la chica se ponía de pie para recibirme y yo me lancé a su cuello para abrazarla con fuerza.
-¿Soy yo o as crecido? Estás como más alta -me dijo, con una sonrisa también.
-Es por los rizos.
-Será eso.
Aiden se levantó del sofá.
-Yina, Gemma y yo hemos pensado que vamos a dar una vuelta para hablar un rato, ¿te importaría quedarte aquí con Harry?
-¡Me vas a dejar sola con el pervertido de Harry! Eres el peor hermano que conozco -dije con una sonrisa sarcástica.
Harry me señala con el dedo amenazante sonriéndome también, como queriéndome decir “cuidado con lo que dices”.
Aiden se rió con mi comentario.
-No, no te preocupes Aiden, tenía planeado dormir con ella de todos modos -dijo él en respuesta, poniéndose a mi lado y pasando un brazo por mis hombros.
Yo sonreí con alivio.
-Está bien. Pero Harry, recuerda que mañana tienes que estar a la una en la estación de tren. Mañana es un gran día, ¿recuerdas?
-¡Es verdad! -dije yo, cayendo en cuenta- Mañana tienes tu primera firma y concierto para el tour del factor X. Casi me emociono yo más que tú.
-Créeme, no lo haces.
Mientras tanto, Gemma y Aiden ya habían avanzado hasta la puerta.
De pronto un recuerdo inundó mi mente.
Harry y yo tendríamos al rededor de once años y, como siempre, habíamos pasado el día juntos bajo el tobogán del parque. Hablábamos de algún tema irrelevante, y los dos callamos de pronto cuando escuchamos voces provenir desde el otro lado del parque. Los dos bastante alarmados, salimos de debajo de nuestro escondite y fuimos a ver qué sucedía.
Vimos como Gemma le gritaba cosas no muy agradables a Aiden después de que él le hubiera lanzado un globo de agua. Entonces lo recordaba, estábamos a mitades de verano. Ella parecía muy enfadada con él, pero Aiden no mostraba ningún signo de arrepentimiento hacia sus actos, y eso no parecía arreglar las cosas. Entonces Gemma tendría como trece años, y Aiden tendría catorce, o algo así.
Y entonces pensamos que ellos dos se odiarían de por vida.
Pero días más tarde, nosotros íbamos camino de nuevo hacia nuestro tobogán cuando vimos a Aiden pegado a la pared de la casa de uno de sus amigos. Harry y yo nos miramos y decidimos ir a ver qué estaba pasando realmente. Cuando nos acercamos más, vimos que Gemma estaba pegada a la pared y que Aiden estaba en frente suya, pero sus labios estaban juntos.
Yo, lo único que recuerdo, es que fue la imagen más espantosa y asquerosa que vi nunca.
Cuando vi aquello, salí corriendo de donde estaba para ir hacia el tobogán y así poder borrar esa imagen de mi inocente cabeza. Cuando me senté en el suelo, descubrí que Harry me había seguido todo el rato y se sentó en frente mía.
“¿Qué pasa?” me preguntó, sin saber muy bien qué sucedía.
“¡Tu hermana le estaba comiendo la cara a mi hermano!” grité yo espantada, al borde de las lágrimas.
Harry, en vez de horrorizarse conmigo, empezó a reírse a carcajadas, como si lo que acabara de decir fuera la mayor tontería que había escuchado. Yo le miraba con el ceño fruncido y sin saber qué era lo gracioso de todo el asunto.
“No le estaba comiendo nada tonta. Se están dando un beso”.
“¿Un beso?”
Para mí en aquel entonces la palabra “beso” nunca había salido antes en mi vocabulario. Pensaba saber más o menos el significado de la palabra, pero aún no del todo.
Harry parecía desconcentrado.
“¿Nunca te han dado un beso?”
¿Darme uno? -pensé yo en seguida.
No, nunca me habían regalado algo parecido a un beso, sea cual sea el significado de beso.
Rápidamente negué con la cabeza.
Harry se quedó unos minutos mirando el suelo, como si estuviera reflexionando sobre algo, con los labios fruncidos. Después, levantó la mirada con una sonrisa y se puso de rodillas.
Yo estaba atenta a sus movimientos, pero cada vez me asustaba más. Puso un puño sobre la hierba para no caerse y acercó su cara a la mía. No sabía lo que estaba haciendo, pero tenía ganas de descubrirlo. Pero se acercaba a mí con demasiada rapidez, y con sus ojos mirando en los míos.
Una vez que su rostro estaba a milímetros de distancia del mío, el chico cerró los ojos, por lo que yo rápidamente también los cerré. Esperé y esperé, y lo siguiente que noté fueron sus labios húmedos rozar los míos, hasta que estuvieran totalmente posados sobre los míos. Ejercía presión sobre mis labios, tanta que acabó gustándome la sensación.
Me sentí vacía cuando la presión mojada sobre mis labios desapareció por completo, pero yo seguí con los ojos cerrados. Al final me atreví a abrirlos y me encontré con un Harry sonriente que me miraba con mirada contento.
“Hala. Ya tienes uno”.
Y las tardes pasaron sin que ninguno de los dos mencionara aquel beso nunca más. Pasábamos las tardes planeando cómo sería la relación entre Gemma y Aiden, cómo se llamarían sus hijos y cómo y dónde se casarían.
Pero lo que él no sabía era que justo desde aquella tarde había empezado a sentir algo por él.
Cuando vimos a los dos salir por la puerta principal de mi casa, ambos nos miramos con mirada cómplice. Parecía que Harry había pensado lo mismo que yo en el mismo momento.
Cuando la puerta principal se cerró, Harry y yo chocamos puños.