23~


Capítulo 23:
{Narra Jane}
Miré sorprendida
-¿A Canadá?
-Le han ofrecido una beca en una universidad.
-Pero, ¿en Canadá? ¡Está a al otro lado del mundo!
-Lo sé.
-¿Y cómo la ha conseguido?
-Parece que la madre de Yina está ahora en Canadá y la ha conseguido, ya sabes que ella tiene mucho dinero y éxito. Supongo que quería que su hija tuviera una buena educación.
-Eso puedo entenderlo, pero también hay muy buenas universidades en Inglaterra, no hace falta que se valla tan lejos...
-Eso mismo le he dicho yo, pero también hay que entender que es una de las mejores universidades de Canadá. Es una decisión muy dificil para ella y es normal que este algo molesta y sensible.. a todo..
-¡Jane! -gritó Jess.
Me di la vuelta.
Estaba junto a Lena y Ellen y las tres me hacían señas para que me acercara. Suspiré.
-Joder-murmuré-, ya vuelvo.
Los dos nos sonreímos.
Con los pies pesados y casi sin ganas, me deslicé por la hierba ya seca de la noche anterior, hasta llegar a un pequeño cerezo joven, algo más alto que mis tres amigas, que estaban debajo de él, mirándome insinuantes y con una sonrisa amplia en cada una de sus caras.
-Sentimos interrumpir, eh -Ellen me guiñó un ojo, señalando a Harry con el mentón.
-Ya....-murmuré -, no importa.
Ellen dirigió una mirada a Jess, sonriendo.
Jess carraspeó y sacó una caja de madera dorada de debajo de la mesa. En la tapa de esta, ponía Jane en letra negra cursiva. Me la tendió sonriendo, tímida.
-¿Para mí?
-No, para mi tía la del pueblo, ¿te he contado ya que también se llama Jane? Tiene 5 gatos, qué sola está la pobre mujer... -Ellen sonrió.
-Tú y tu sarcasmo -le devolví la sonrisa.
Con cuidado, cogí la caja dorada y la observé bien.
-¿Quien la ha pintado?
Todas miraron a Jess.
-Las tres -concluyó esta.
-Es mentira, ella lo ha hecho casi todo, ella nos decía lo que teníamos que hacer – Lena la miró.
-Yo solo he puesto el nombre, lo demás...
-Que si que si, venga, ábrelo.
Abrí la caja despacio. Dentro de ella, había un sobre color salmón y, al lado de este, un paquete de color plata. Alargué el brazo y cogí el sobre.
-No no, primero el paquete.
Fruncí el ceño, confundida, con una pequeña sonrisa. Solté el sobre y, dejando la caja en la mesa cercana, saqué el paquete casi desconfiada. Cuidadosa de no romper demasiado el papel, desenvolví el regalo y saqué el contenido.
 Era un libro. Un libro que no conocía. “Tu mi pesadilla” de Natalia Hatt.
-¿Eh? Está en español.
Las tres aumentaron aún más su sonrisa y Lena me entregó el sobre. Más desconcentrada, saqué un folio doblado del mismo color salmón. Comencé a leer:


“¡Felicidades, Jane!
Queríamos agradecerte las tres (Yina la no-me-toques-los-huevos-si-digo-que-no, claramente, no quiso colaborar) por ser tan mona y agradable con nosotras y ser tan jodidamente e intentendiblemente paciente y agradable con nosotras, y por eso vamos a hacer este día más especial de que ya lo era antes, ¡que ya son 16 años! Por  fin tendremos una mejor escusa para convencer a tu madre para salir con nosotras por la noche (la madre de Jess, será algo más difícil).
Bueno, y en relación con el libro, la razón es muy fácil, a ti te gusta mucho leer y tal vez, podríamos mejorar tu español, ¿y qué mejor manera que leyendo? Es un libro que se acaba de publicar, es bastante facil de entender (o eso dice Jess) y, si no entiendes algo, preguntas y ¡listo!
Otra vez, muchísimas felicidades y haz que este día sea algo más que un cumpleaños, si no el comienzo de algo (ya sabes a quién nos referimos, o a qué, si lo prefieres) ¡Disfrútalo! Espero que sepas que te queremos y que no te cambiaríamos por nada ¡gracias por todo!
Te queremos!
Lena, Jess & Ellen.
                           Xxxx    (30/07/2010)


Le miré a las tres, que me prestaban atención. Me lancé a las tres, abrazándolas.
-¡¿Por qué sois tan monas conmigo?! No me lo merezco -dije con los ojos llorosos y aún abrazándolas.
-Pues claro que no te lo mereces, pero nos dabas tanta pena.. -Lena me guiñó un ojo.
-Jo, me siento fatal, en serio.
-¿Mal? ¿Mal, por qué? Queríamos demostrar que te queremos y esta es nuestra forma de hacerlo.
-Muchísimas gracias, en serio. Jess, te vas a cagar en tu cumpleaños.
-Me lo esperaba. Nada demasiado caro, eh -bromeó.
-Ala, trae esto aquí. Yo lo guardo -dijo Ellen, cogiendo el folio y metiéndolo en el sobre de nuevo-, tú vuelve con tu Romeo.
Sonreí.
-Está bien, pero nada más de regalos. No hacía falta que me regalarais nada.
-¡A callar! Vuelve y disfruta mucho.
-¿Cuántas veces me habrán dicho eso hoy? Bf, he perdido la cuenta.
-¡Sht!
-Por cierto, ¿habéis visto a Yina?
-Tu ni caso a lo que haga esa. Creo que ya os han interrumpido bastante por hoy, ¿no? ¡Pues ala!
-¡Pero me preocupo!
-¡Pues no te preocupes tanto! Ya te ha jodido bastante.
Sonreí de nuevo, satisfecha de haberla hecho rabiar, aunque solo sea bromeando. Les di un último abrazo y, con pasos suaves y lentos, tranquila, avancé hasta la mesa de Zayn, con su ordenador portátil, que hablaba con Harry y Yina a su lado, con los brazos cruzados y el ceño más bien fruncido. Suspirando, seguí caminando hacia ellos. Noté como Yina se incomodaba con mi llegada.
-Ya estoy aquí -sonreí, intentando disimularlo.
Yina esbozó una mueca parecida o intencionando una sonrisa.
-Ah, mírala, ya me estaba asustando -espetó.
-¿Asustando? -pregunté sorpendida.
-Tenía miedo de pillarte otra vez con otro.
-¿Eh? ¿Con otro? ¿Que estas diciendo, Yina? -dije lo más tranquila posible.
-¿Qué te crees? Ya he visto cómo te revolcabas con Liam -arqueó las cejas.
-¿Qué? ¿Cuándo?
-Antes, después de comer, a la tarde.
-Ah, eso sólo era un abrazo.
-¡Por favor! Pues qué bien que le agarrabas.
Apreté los puños, respirando hondo, intentando tranquilizarme.
-Estábamos jugando al ajedrez y le gané, y le di un abrazo. Eso es lo que ha pasado. No sé lo que habrás visto tú.
-¿Qué insinúas? ¿Que me lo he inventado? -levantó el tono-, simplemente estoy avisando a Harry en qué se está metiendo. Literalmente.
-Yina, ¿se puede saber qué te he hecho yo para que me amenaces de esta forma? Siempre intento ser lo más amable contigo y ahora me vienes con esto.
-Mira, Jane, yo no tengo nada en contra de ti, simplemente no me gustas para Harry.
Justo cuando iba reaccionar, el me agarró la mano con ternura, me miró comprensivo, casi sonriendo levemente. Entonces intervino:
-Alto, alto -miró a Yina-, ¿desde cuando tu decides con quién salgo o con quien no? Lo siento Yina, pero esto es algo en lo que realmente no puedes meterte y menos decirle estas cosas. Entiendo que estés algo picarosa y molesta, pero no tienes por qué descargar tu ira ni sobre ella ni sobre nadie.
-Pero..
-Si vas a decir algo negativo, por favor, cállate.
Yina apartó la mirada, indiferente. O eso me pareció a mi. Harry rodeó los ojos y apretó mi mano. Tiró de ella y los dos salimos de ahí, con su mano en mi cintura.
-Gracias por tener tanta paciencia -me susurró al oído.
Le sonreí.
-Estoy algo acostumbrada.
-Simplemente, ignorala, si le haces demasiado caso puede llegar a tomárselo en serio. O incluso herirte más de lo que ella desea.
Suspiré.
-Lo intentaré ignorar.
Ambos sonreímos. Se acercó y me besó la mejilla, ahora sonrojada.
-Ven, te voy a enseñar una cosa -me dijo, cogiéndome de nuevo la mano.
-Uuhh -sonreí intrugada.
Me dejé guiar por él, siguiendo sus pasos. Avanzamos por el jardín, hasta llegar a la otra punta de él. Llegamos a una barrera de árboles y arbustos de todo tipo. Entre ellos, comenzaba un estrecho camino poco definido. Sin decir palabra y con las manos unidas, seguimos el camino, yo contemplando el paisaje a oscuras, sin apenas luz, sólo la luz de la luna llena nos guiaba. Bajo nuestros pies crujían  hojas secas del pasado otoño y alguna que otra piedra en el camino, frutas, flores se visualizaban con dificultad en las copas de los altos árboles, llenos de hojas frondosos. El camino cada vez de hacía más ancho, por lo que caminábamos al lado del otro. Oía el río a nuestro lado, chocando con calma con cada piedra que se interponía en su camino. Traía una gran sensación de tranquilidad y calma. No caía demasiada agua, pero la suficiente para escucharla, lo normal en verano. Llegamos a un claro, en donde los árboles hacían un precioso circulo perfecto, en lo alto la hermosa y grande luna llena, el suelo amantado con hierba fina y verde. El río también estaba presente, formando una pequeña cascada en donde comenzaba a ser presente en el lugar. Al rededor de él, habían piedras de todos los tamaños y formas, blancas a mi vista. Con más luz de la que había antes, haciendo que el agua en movimiento  brillara y el ruido pareciera insignificante. El sitio estaba cubierto por esa luz plateada de la luna, haciéndolo más bonito que lo era anteriormente.
Me quedé quieta, paralizada, asombrada por la belleza del lugar, casi abrumada, observando cada rincón con cautela.
-¡Ala!
-¿Te gusta?
-¡Me encanta!
-Me alegro que te guste -sonrió.
Me mordí el labio, avanzando hasta el río y observando el agua.
-Es precioso, ¿por qué me has traído aquí?
-Quería enseñártelo -dijo abrazándome por detrás, con su barbilla apoyada suavemente sobre mi hombro y las manos sobre mi vientre. -La primera vez que vine aquí tenía 7 años, mis padres se acababan de divorciar. Estaba enfadado y no sabía por qué. Era raro ya no ver a mis padres juntos y no se me metía en la cabeza. Ahora vengo cada vez que quiero estar solo. Ni siquiera Yina sabe que existe, igual que mi madre.
-Awww, ¿y me lo enseñas a mí?
-Te o enseño a ti por que eres especial, muy especial en comparación con las otras chicas que conozco. No te importa lo que la gente piensa de ti, tienes tu propio estilo, no te maquillas con una caja entera de maquillaje, te da igual si la ropa es de marca o no. Por eso me encantas tanto -me miró y sonrió.
Con la luz de la luna sus ojos brillaban, parecían más verdes de lo normal. Su pelo también brillaba, con los rizos bañados en la luz. Me mordí el labio antes de besarle.

Nos tumbamos en la hierba, observando las estrellas. Pequeñas y brillantes, adornando el cielo negro, iluminándolo, algunas más que otras. El hablaba, enseñándome las estrellas más brillantes que pudiera haber visto hasta ahora, algunas constelaciones, no demasiadas, el trozo de cielo no era lo suficientemente grande como para ver muchas o incluso enteras del todo, pero sí lo suficientemente pequeño para ver lo que necesitábamos ver. Yo estaba callada, escuchando sus historias, sonriendo cada vez que me miraba. Pasaba el tiempo, los minutos, las horas incluso. No sabía qué hora era y, realmente, no me importaba. A su lado todo pasaba más rápido, me sentía libre, no me sentía encerrada ni presionada como con Dan.
“¿Dan? ¡Es mi cumpleaños!” pensé “No voy a dejar que ese me arruine el día. Como muchos me han dicho, tengo que disfrutar. ¡Y eso es justo lo que voy a hacer!” sonreí con ese pensamiento.
Harry ladeó la cabeza y me miró directamente a los ojos, como hacía siempre.
-¿Te he dicho ya que tienes unos ojos preciosos? -preguntó, acariciándome la mejilla.
Me sonrojé.
-No, no me lo has dicho.
-Qué raro, por que tienes unos ojos realmente bonitos -sonrió.
-La verdad es que no me lo ha dicho nadie hasta ahora.
-¿No? Eso es que no se han fijado lo bastante en ti.
Me mordí el labio. Me derretía por dentro. No sabía cómo reaccionar, qué decir ni qué hacer, jamás me habían dicho cosas tan bonitas y con tanta dulzura antes.
Era la primera vez que me sentía especial al lado de un chico. El hacía sentirme especial y sabía muy bien cómo. El me valoraba, entendía y, en las ocasiones dadas, me escuchaba.
Por eso me gustaba tanto.
No había duda que me gustaba y cada vez más y más. Pero aún tenía esa duda en la cabeza. ¿Me había enamorado o no? Por una parte no me importaba en absoluto volver a enamorarme. Como había dicho Ellen, no importaba el pasado ni el futuro; el presente se valora. Gustarse el uno del otro. Eso es lo que realmente importa. Y estaba completamente de acuerdo con ella.
Pero, por otra parte, me daba miedo volver a enamorarme. La última vez -y, básicamente, la primera- que lo hice no salió nada bien. Realmente pensaba que ese era el chico. El chico que de verdad me quería y que jamás me podía hacer daño y mira cómo finalizó. Tenía miedo que se volvería a repetir. Dan no era ni la mitad de encantador que lo era Harry, pero aún así me enamoré como una estúpida de él. A veces me pregunto si lo había planeado todo; enamorarme y luego aplastarme como a una vulnerable mosca en una mesa de madera llena de exquisita comida. Confiaba en Harry. Lo suficiente. Pero para mí, demasiado rápido para saberlo aún.
¿Cuánto tiempo nos conocíamos? Era marzo cuando se dejó el móvil en el autobús. Ya era casi agosto. 6 meses. Ni un año. Definitivamente, demasiado pronto para saberlo.
Aún así, sentía “mariposas” en el estómago cada vez que decía mi nombre, me miraba o me acariciaba. Y se transformaban es feroces abejas asesinas que quieren salir desesperadamente al exterior pinchándome con las afiladas agujas que tenían en el trasero cuando me besaba de esa forma. No sabría cómo llamarlo. No enamorada, si no, un nivel más bajo, pero sí a punto de subir al siguiente nivel, y yo no podía hacer nada al respecto. Simplemente subía y no había manera para poder detenerlo. ¿Era “poder” la palabra adecuada? ¿O simplemente no quería detenerlo?
Me encantaba esa sensación de las abejas pinchándome la barriga. Hasta me las había imaginado rosas y con corazones, sonrientes, pero aún así queriéndome hacer daño y diciendome “¡Deja ya las malditas dudas! Corre y ¡lánzate!”
Estúpidas abejas, ¿qué sabrían ellas? ¡Ni siquiera eran reales!
También era cierto que en estos meses nos habíamos llevado de maravilla, la primera noche, cuando conocí su nombre, fue como si nos conociéramos de toda la vida, me sentía a gusto a su lado. Habían pasado incidentes de todo tipo el tiempo que lo conozco, como cuando tuve que esconderme de las preguntas de Ellen en el Starbucks, el alcohol que me había hechado descaradamente Yina, aunque seguía teniendo esperanzas de que no había pasado nada aquella noche, pese a que ambos estábamos medio desnudos. Los múltiples interrupciones recibidas en toda la semana, aunque, pasa ser sincera, prefería el beso bajo la lluvia que en el frigorífico de su cocina. De todos modos, me sentía feliz, feliz de estar a su lado, solos, disfrutando de la noche.
Harry soltó con suavidad mi mano, rompiendo en añicos todos mis pensamientos. Se levantó y yo me senté en la suave hierba, mirándole.
-¿A dónde vas? -dije conforme me tendía la mano.
Le cogí la mano y me puso de pie a su lado.
-Tengo una idea -me dijo, guiñándome un ojo, se quitó el polo azul turquesa de manga corta y la dejaba en el suelo.
-¿Qué haces? -pregunté divertida, confusa.
-Tenías calor, ¿no?
Asentí, no muy segura y con el ceño fruncido, sonriendo levemente.
-Pues vamos al agua.
-¿Al agua? ¿Te has vuelto loco? ¡Son la 1 de la madrugada! Nos cogeremos una pulmonía.
-¿Y? ¡Hace calor! ¿Cuántas noches como esta vamos a poder disfrutar en el Reino Unido? No muchas.
-En eso tienes razón, pero el agua tiene que estar helada.
-Lo estará, sin duda. Pero mucho mejor, ya verás qué bien duermes -me tendió la mano, en boxers negros.
Me hizo recordar al vampiro de Crepúsculo con la piel blanca con la luz de la luna, casi brillaba.
No pude evitar sonreír.
-Está bien -le cogí la mano nuevamente, sonriéndole.
El me devolvió el gesto.
Aferrada a su mano, caminamos hacia el agua, que brillaba cada vez más con nuestra llegada, y también más ruidosa y bonita. Me encantaba este lugar, tan mágico. Que sólo nosotros dos conocíamos. Detalle que lo hacía más mágico aún.
El contacto del agua con nuestros pies era heladora, pero a la vez muy satisfactoria. Estaba helada, pero con el tiempo, la piel se acostumbraba al frío y realmente te calmaba. Nunca había hecho tanto calor en Inglaterra.
-Cuidado, delante de la cascada hay un pozo bastante hondo. -me avisó.
Y acto seguido, dio dos pasos en el agua y se tiró al agua de cabeza. Justo en el sitio que había indicado.
-¡Estas loco! -grité, para que pudiera oírme.
-Vamos, ven.
Me mordí el labio de nuevo. Me decidí, agarré la punta del vestido negro y me lo quité, quedando en ropa interior negra también y lancé la prenda hacia la hierba. Avancé con cuidado hacia ahí, las piedras resbalaban y estaba descalza. Me senté el una piedra, con las piernas dentro del pozo.
-Bff, está helada.
Harry nadó hasta mí y puso las manos en mis rodillas.
-No está tan fría, mira -puso una mano en mi vientre.
Enseguida me estremecí y me eché hacia atrás, lanzando un pequeño grito ahogado.
Harry rió de nievo con mi reacción, retirando la mano y poniéndola de nuevo sobre mi rodilla.
Le salpiqué con la mano.
-Vamos, venga, métete.
-Eso intento, las piedras me pinchan el trasero.
Nuevas risas, ésta vez más suaves.
-Ven, yo te ayudo -puso sus manos en mis costados para bajarme al agua con él, apoyé las manos en sus hombros, lanzando algunos gemidos por la temperatura del agua y de sus manos.
Ya estaba en el agua, con mis piernas enrolladas en su cintura y mis brazos sobre su cuello.
-Está. Helada. ¿Ya haces pie? -pregunté mirándole.
-No -dijo tranquilo, cubierto de agua hasta los hombros. Lancé un pequeño chillido, angustiada, haciendo que Harry riera de nuevo.
-Tranquila, puedo.
-¿No peso mucho?
-Para nada, y menos debajo del agua. Te suelto, ¿de acuerdo?
-Claro -sonreí
El calor que desprendía se desvanecía conforme me soltaba con sutileza y cuidado, como hacía siempre. El agua estaba más fría de lo que esperaba. Como acto reflejo, metí la cabeza dentro del agua. Enseguida me arrepentí de ello.
-¡Joder! ¡Qué fría está! -exclamé al salir.
-Al final te acostumbras. Mira, hagamos una cosa -me dijo, cogiéndome la mano-, vamos a bucear. Con un poco de suerte vemos algún pez.
-¿A bucear?
-Sí, abre los ojos, No de dolerá, créeme.
Torcí el labio. Dudaba seriamente que podríamos ver algo, estaba oscura y bajo nosotros solo veía negro. Pero la tentación de aventura era grande y difícil de ignorar. Siempre había querido hacer cosas nuevas, y este podría ser un buen comienzo de abandonar mi vieja y aburrida vieja, aunque sólo sea bucear en un río.
Le sonreí, en signo de afirmación.
Sin más espera, respiro hondo y ambos nos sumergimos en el agua, yo, primero, con los ojos bien apretados y cerrados. Al acto los abrí, parpadeé varias veces para ver lo más claro posible.
La belleza no podía ser mayor, estaba oscuro, sí, pero eso sólo ayudaba a aumentar la belleza. Las piedras depositadas en el fondo del río eran grises oscuras, pero se distinguían perfectamente unas de otras, la mayoría eran grandes y de formas redondeadas. Líneas blancas se ondulaban y movían a causa de la luna y el agua.
Me impulsé con el pie contra las rocas y subí a la superficie. Harry me imitó.
-¡Es precioso!
-Sabía que te gustaría -sonrió-, sígueme.
Volvimos a entrar en el agua. Harry tiraba suave de mi mano mientras buceábamos.
Nunca fui buena nadadora, sólo lo básico y lo necesario; la piscina y el lago del valle de mi pueblo en España, pero nada más. El pozo era profundo, pero no demasiado, era irregular, con zonas más profundas, y otras menos. La verdad es que no me importaba, él estaba ahí y me sentía protegida, pero me empezaba a faltar el aire.
Por suerte, sentí cómo tiraba de mi mano hacia arriba. Sin duda lo seguí a la superficie y, simplemente, me quedé sin palabras.
Estábamos dentro de la cascada. Tenía forma de cueva, con las piedras negras y brillantes en el techo y la única pared curvada. En frente,caía el agua ruidosa pero tranquilizante a la vez. La luna se reflejaba en el agua fuera, haciendo que su reflejo se proyectara en las rocas de la cueva, haciendo que brillaran todavía más.
-Madre mía -susurré.
Por mi grata sorpresa, Harry besó dulcemente mi mejilla.
Dentro de la cascada el agua cubría mucho menos, por lo que podíamos sentarnos en las piedras y el agua seguía cubriendo por debajo del pecho.
No sabía cómo reaccionar, ¿cuánto más me podía sorprender esa noche? Primero; el sirio tan maravilloso en el que nos tumbamos más de dos horas que sólo conocíamos los dos. Segundo; Sus inolvidables historias y lo tierno que era conmigo. Y ahora esto.
Estaba abrumada.
-¿Hay algo más que quieras enseñarme, que te deje completamente sin respiración, Styles? -dije cariñosa, arrimada a él.
Pasó su brazo por mis hombros y me sonrió-
-Quería demostrarte lo especial que eres. Ya sé que te lo he dicho las veces suficientes, pero con un hecho es más creíble, ¿no crees?
-Creo que no me merezco todo lo que haces por mí y..
-Eh -me interrumpió, apartando un mechón de mi cara con ternura-, si no te lo merecieras, no te lo enseñaría, no te hubiera traído aquí. Tengo muchas razones por la que he querido enseñarte esto.
Me mordí el labio.
-¿Puedo saber las razones? -dije con un hilo de vos, mirándole a los ojos.
Antes de responder, juntó sus labios con los míos, correspondiendo un beso tierno, dulce, con sus labios fríos y suaves.
-Creo que me estoy enamorando de ti, Jane.

3 comentarios:

  1. Ay mi madre. askjeghkjashgkjahsjkdsa Te juro que me ha recorrido un escalofrío al leer la última frase *____________*
    Que monos son, jo sakghaskjhgkajhsak me encanta la pareja.
    ¡Y YINA QUE SE VAYA A LA MIERDA! JAJAJAJA Jo, es que me cae fatal, siempre arruina todo y se inventa cosas que no son :| La odio akjghsakj.
    Bueh, síguela *-* ¡Te quiero!<3

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  2. O_o Me encanta!!! el final tan romantico y todo!!!!Que monos juntitos. Me ha encantado lo de las abejas rosas con corazones!!! Sube prontito porfisss!!!!!!!!
    Te quiero!!!
    --R

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  3. Diooooooss!! me he quedado de piedra con el finaal *_______*
    Aver, Yina es muy buena amiga para Harry, pero si es su amigo no tiene por que decirle con quien estar...
    ueno el temas es que escribes muy bien :)
    Un beso y siguela prontoo :)
    Andrea

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