Capítulo 3

                      Antes.
{Narra Harry}
-Gracias, Harry. Tú y los chicos llegaréis lejos -la chica sonrió y cogió el póster de encima de la mesa.
Yo le devolví la sonrisa, algo atónito.
-Gracias a ti por venir.
Sentí el codo de Louis clavado en mis costillas. Me quejé y le miré con el ceño fruncido.
-¿Qué mierda te pasa?
Él alzó las cejas mientras señala a la chica morena que acaba de bajar al podio en donde se encontraba nuestra mesa para firmar con la barbilla. Luego vuelve a mirarme.
-Le gustas.
-¿Y? Has dicho eso con las últimas cinco que han pasado.
Se encogió de hombros y miró cómo sus dedos jugaban con el rotulador negro permanente, alzando las cejas.
-Sólo quiero distraterte jo -sonaba como si estuviera ofendido. Apartó la mirada e hizo un mohín con sus labios.
Yo sólo suspiré y lo ignoré lo mejor que pude.
Louis estaba muy pesado últimamente y si no paraba pronto tendría que pegarle.
Llevábamos firmando pósters y fotos más de dos horas y sólo esperaba que nos dieran el descanso pronto. No pararíamos hasta que todas las personas se hubieran ido, y, al ver la cola que quedaba, nos quedaban varias horas más. Era nuestra primera firma, en Londres, y los chicos parecían muy emocionados al respecto. Yo, en realidad, también lo estaba, sobre todo al principio. Pero a medida de que las horas empezaban a pasar y la cola no disminuía, las ganas se me iban agotando.
En esos instantes, sólo quería estar en casa.
Era ya una rutina. Saludo, foto, abrazo, firma y despedida. Y todo eso en menos de veinte segundos. Intentaba desconectar, sólo pasarlo bien y disfrutarlo. Lo intentaba con todas mis fuerzas.
-Hola, Harry -dijo una voz femenina y una foto pequeña mía se deslizó por la mesa.
-Hola. ¿Nombre? -pregunté sin mirar a la chica a la cara mientras daba la vuelta a la foto para poder firmarla de frente.
Se me cortó la respiración al ver que en la foto no estaba solo.
Jane.
Adiós concentración.
Levanté la mirada para ver quién era la causante con el ceño fruncido y me encontré con una cara demasiado familiar, con una sonrisa sarcástica pegada al rostro, y con las cejas alzadas.
-¿Te has olvidado de mi nombre, Harry? Vaya. Pensé que tendrías más clase.
Carraspeé para asegurarme de que la voz no me temblara al hablar.
-Ellen, qué sorpresa -me levanté de la silla.
Lo siguiente que vi fue su mano chocar contra mi mejilla y todo sucedió demasiado deprisa. Las chicas de las colas empezaron a revolucionarse, chillándole cualquier cosa con rabia, el resto de los chicos se levantaron para ver qué sucedía y los guardaespaldas que cuidaban de la mesa agarraron a la chica de los brazos.
La boca de Ellen se abrió de la impotencia.
Y yo unos segundos no supe cómo actuar. Me quedé de pie mirando al suelo sin saber qué hacer para mantener la calma. Respiré hondo y miré a Ellen a los ojos.
-No pasa nada chicos. Podéis soltarla, no hay ningún problema -dijo Louis por mí, y yo enseguida se lo agradecí con la mirada.
Los hombres la soltaron sin quitarle un ojo de encima, y volvieron a sus sitios con la mirada aún clavada en ella.
Ella, con la barbilla alta, se cruzó de brazos.
-¿Podemos hablar? Creo que es bastante urgente, ¿no crees?
-¿Sobre qué quieres hablar, Ellen?
Puso los ojos en blanco.
-Mi abuela. Está enferma y quisiera saber si podrías hacerle una visita. ¿Eres tonto?
Sarcasmo. Por lo menos tenía delante a la Ellen de siempre.
-Ahora no puedo, no sé si te has dado cuenta. Y no sé si quiero hablar sobre aquello ahora mismo, no sé si me explico -dije, volviendo a sentarme en la silla.
Ella, con el ceño fruncido todavía, puso las manos en la mesa con fuerza y acercó su rostro al mío.
-Escucha. Has arruinado la vida de mi mejor amiga y no lo voy a permitir, ¿está claro? -habló bajo, pero sentí como si toda la sala lo estuviera escuchando.
Sólo esperaba que no fuera así.
-Sigo siendo el malo yo, ¿no es cierto? Te recuerdo que no fue por mi culpa todo esto. Y, por favor te lo pido, hablemos esto más tarde.
Se incorporó y relajó el ceño unos segundos.
-Puedes quedarte con la foto.
Y sin añadir ni una palabra más, se cruzó de brazos y abandonó el pequeño escenario improvisado.
Enseguida las ganas de que nos dieran el descanso desaparecieron por completo. No me apetecía nada estar a solas con ella y menos para hablar de todo eso.
A partir de ese momento la firma se hizo más pesada y más difícil de controlar, ya que todas y cada una de las chicas me preguntaba si estaba bien, y Louis no volvió a dirigirme la palabra hasta que la primera parte de la firma hubo terminado.
No pude hacer otra cosa que esconder la foto, por lo que la doblé y la guardé en el bolsillo trasero de mis vaqueros.
-Sentimos decirlo -habló Liam con una sonrisa dibujada en su rostro, y su voz se escuchó a través de los altavoces colocados al rededor de la sala-, pero vamos a tomarnos un descanso de media hora, y más tarde continuaremos.
Zayn dejó escapar una pequeña risa al escuchar las quejas de entre las filas, y yo no pude evitar sonreirle divertido con la situación.
Niall agarró con fuerza el pomo de la puerta y chirrió al abrirla. Yo, al ser el último en entrar en la sala de descanso, la cierro detrás mío.
Ellen, sin ser sorprendida, estaba sentada en el suelo, con la espalda apoyada en el sofá ojeando una revista con las piernas cruzadas. Levantó la vista al escucharnos entrar.
Sonríe a todos exceptuando mi mirada, de la que pasa. Me sorprendí ante su actitud, aunque no tanto como hubiera esperado. No entendía demasiado por qué me trataba de esa forma.
-Por fin puedo hablar con vosotros sin chicas berreando a mi espalda.
Liam y Zayn sueltan una carcajada relajada, y Niall se le queda mirando sin hacerle demasiada gracia su comentario. Yo me apoyo en la pared y me mantengo al margen de su conversación.
-Oye, un respeto hacia ellas, eh.
Ellen levantó las manos con inocencia y sonrió, sin darle demasiada importancia a su comentario.
-Va, ¿hace cuánto que no dormís sin gente a vuestra ventana? Yo pondría vuestra dirección bajo llave, para que os dejen en paz en casa.
Desde mi perspectiva, pude ver a Ellen sentada en el suelo, y los chicos sentados en el sofá de cara a ella. Pude ver a la misma Ellen de siempre, con el mismo peinado y las mismas formas de vestir. Incluso con las mismas posturas, gestos y palabras que ella decía. Claro, ¿qué esperaba, si tan sólo habían pasado nada más que tres semanas? No tendría que haber cambiado.
Aún así, yo la seguía observando en silencio. Miraba sus ojos al moverse y su mirada brillante al hablar con ellos, cuando se suponía que yo tendría que estar sumido en mis pensamientos sin tener que importarme la conversación que estaba manteniendo con mis compañeros. Pero no sé qué sucedió, fue por algo que uno de los chicos dijo, que su mirada alegre y pícara de siempre, cambió en oscura y triste. Sólo fueron unos segundos, pero fue algo que me dejó sorprendido. Había bajado la mirada al notar ella misma que no estaba bien lo que mostraban sus ojos, y así ocultó la mirada llena de tristeza que proyectada. Luego, la volvió a levantar y eran los mismos ojos de siempre.
Por suerte, yo la vi, aunque no pude descifrar directamente lo qué quería decir aquella mirada.
Seguramente, si le preguntaría, me tomaría como un loco o algo parecido.
Parpadeé varias veces y simplemente intenté borrarlo de mi mente.


{Narra Ellen}
Estúpido cerdo egocéntrico y creído de mierda.
Intentaba pasar desapercibido, hacer como si no escuchara la conversación apoyado en la pared mirándome como si pudiera ver a través de mí.
Trataba de ignorarlo lo mejor que podía, mirarle lo mínimo posible y así poder establecer una agradable conversación con el resto de ellos, con los que en realidad sí quería hablar.
En realidad, me había visto obligada a venir a hablar con él. Jane lo necesitaba. Tal vez no volvieran -que, en realidad, yo quería que sí-, pero por lo menos que arreglar su amistad, que era lo que contaba realmente.
Pero sólo el hecho de que él decía que la “quería” cuando no ha querido escucharla para intentar arreglarlo, me parecía una perfecta razón para dejar de confiar en él.
Estaba claro que Jane no sabía de nada. Ella pensaba que yo estaba comprando. ¿Comprando? Sí, comprando. Era esencial que no me equivocara más tarde al hablar con ella al respecto.
Su madre había permitido que yo viviera con ellos, ya que una de las habitaciones seguía sobrando y preparada para mis visitas. Yo había aceptado sin vacilación alguna, claro está.
Jane no era la única que lo estaba pasando mal.
Mi visita no había sido agradable en absoluto. Había tenido que soportar las llorosas y gritonas fans en la cola y en la espera. Era desesperante. Por cada palabra que cualquiera de ellos pronunciaba, la chica de delante mía chillaba desconsoladamente cosas que ojalá no hubiera escuchado nunca, mientras gruesas lágrimas corrían por su cara, haciendo que los nombres escritos en sus grasientas mejillas resultaran ilegibles tras el paso del salado líquido. Era casi triste verla en esa situación. Y el resto no andaba mucho mejor que ella. Unas llevaban camisetas, pulseras, banderas, de todo que pudiera habido imaginar en chicos como Justin Bieber o cualquier otro ídolo adolescente del momento. Pero no lo hubiera imaginado con el chico que mi mejor amiga conoció en un autobús urbano de Londres. Era desconcentrante.
En realidad todo estaba saliendo a la perfección, hasta que la chica llorona de delante mía se dio la vuelta sonriente, aún con chorretes negros atravesándole las mejillas. Me saludó con la mano, como si estuviera al otro lado de la acera.
Yo, desconcentrada, y con el teléfono en la mano, levanté la mano y la saludé desganada e incómoda, con una sonrisa falsa.
-¿Vas happenin'? -exclamó entonces, lo bastante alto para que toda la cola la escuchara.
Encarné una ceja, sin entender ni una palabra de lo que me acababa de decir.
-¿Qué?
La sonrisa que tenía en los labios entonces desapareció tan rápido como había aparecido, y una mirada sombría era la que me iluminaba. Bajó la mano con brusquedad.
-No serás una directionator, ¿verdad?
-Perdona, pero, ¿puedes hablarme en ingles? No estoy entendiendo nada de lo que estás contando.
-¡OH DIOS MÍO! ERES UNA DIRECTIONATOR. FUERA DE LA COLA.
Me sobresalté de lo alto que me estaba chillando, y toda el resto de las chicas me miraron también con mala cara, como si intentaran matarme.
Rápidamente me inventé algo para evitar que todas se avalanzaran sobre mí.
-Erm... ¿qué? No no, no soy dire... eso que tú has dicho. Soy uh... -miré a mi alrededor buscando una palabra clave para que me sacase del apuro.
Bajé la mirada al rededor de la chica, que me miraba furiosa, con los puños tan apretados que sus nudillos se tornaron blancos. Escrito en sus gordos y blancos brazos estaban los nombres de los chicos escritos con lápiz negro. Entorné los ojos para poder leer mejor.
-Soy directioner. Sí, eso soy ¿no lo ves? -chasqueé la lengua, como si fuera obvio, poniendo una mano en la cintura y mirando hacia arriba con superioridad, imitando al resto de chicas, que ya no me prestaban atención.
-Ya, seguro que sí.
Fue la primera vez que realmente tenía ganas de pegar a alguien tanto hasta romperle la nariz, o un brazo. Bueno, la segunda vez. El enfado que sentí cuando vi a Jane ahí sentada totalmente empapada y pálida como un trozo de papel no se superaba a muchos otros casos.
Nadie hace daño a mi mejor amiga.
Y mucho menos un chico.
-Siento deciros chicos, pero yo en realidad no he venido a hablar con vosotros, aunque lo prefiera mil veces.
Casi escuché cómo Harry ponía los ojos en blanco y yo sonreí satisfecha.
-Ahí me he perdido -señala Louis, mirando al resto de sus compañeros.
-Sí, he venido a hablar con Harry, aunque prefiera hablar con vosotros sobre cualquier otra cosa, no me mal interpretéis.
-No hay nada que hablar, Ellen -me dijo Liam, con toda la tranquilidad del mundo.
Echo atrás la cabeza casi divertida ante lo que me acababa de aventurar Liam. Entonces sí estaba desconcentrada del todo.
-¿Que no hay nada que hablar? ¿Qué es exactamente lo que os ha contado?
-Liam tiene razón, Ellen. Mejor deja que lo arreglen ellos -como era natural, Zayn fue a defender a su compañero.
-Oye, ¿podéis dejar de hablar como si no estuviera yo aquí? -Harry se incorporó y miró al resto, que levantaron la mirada para mirarle.
Yo, como hizo él, también me levanté del suelo.
-Siento deciros, amigos míos, que si pensáis que no hay nada que hablar es que os han informado mal. Sé todas las razones por las que ella no quiere hablar con él, y la entiendo perfectamente.
-No fue culpa de Harry, Ellen -insiste Louis, mirándome con mirada penetrante.
-Si no hubiera sido su culpa, ¿estaría yo aquí? Sigo insistiendo que os han informado mal. Así que, si me disculpáis, tengo que arreglar esto, ¿de acuerdo?
Con rapidez, un gran nudo se había instalado en mi garganta, dejándome con unas ganas terribles de llorar. No sabía la razón de por qué justo en esos momentos, pero ahí estaba.
Me aclaré la garganta y tragué con fuerza, intentando aguantar las lágrimas. No iba a llorar delante de ellos en ningún concepto.
Dicho aquello y sin más rodeos, me acerqué a Harry. Agarré su muñeca sin mirarle a la cara y lo arrastré a una sala más pequeña que la anterior. En el momento que había estado esperando, había inspeccionado bien el lugar para que no hubiera mal entendidos. No había sofás esta vez, por lo que Harry se apoyó con poco interés en la pared blanca, con las manos unidas tras la espalda. Me miraba con ojos vagos, esperando a que yo dijera algo. Yo, en cambio, me quedé de pie con los brazos cruzados mirándole con mirada dura.
-¿Y bien? -preguntó impaciente.
-Quiero que te disculpes.
Abrió la boca indignado, como si no se creyera lo que acababa de decirle. Pero yo hablaba muy en serio. Creo que nunca en la vida había hablado tan en serio.
-¿Que me disculpe yo? -emitió un sonido parecido a una carcajada, pero no era precisamente de alegría, es más, percibí algo de indignación en su voz-. Yo no soy el causante de esto Ellen, no sé qué obsesión tienes.
-No la dejaste terminar. Ella tenía una clara excusa que yo misma he visto suceder, y tú no quisiste escucharla.
-Estaba harto de sus mentiras constantes. Jugó conmigo.
-No me estás escuchando, ¿verdad?
-La verdad, Ellen, no lo hago con demasiado interés
Entonces fui yo la que puso los ojos en blanco.
Pasé de sus palabras.
-Harry, ¿no has notado que ciertas fotos circulan últimamente por internet? Puedo asegurar que yo no he sido. ¡Haz memoria Harry! Pensaba que eras más listo que eso.
No dijo nada, sólo miraba el suelo con los labios fruncidos.
Como no parecía querer replicarme, seguí dándole datos que podrían darle pistas.
-¿Recuerdas cuando pasaste la primera noche con ella? Ella te confesó que Ethan estaba enamorado de ella.
Levantó la mirada con demasiada rapidez, pero noté que él prefiriera que no lo hubiera visto, por lo que volvió a bajarla como si no le interesara lo que le acaba de decir.
-Eso es privado.
Reí por primera vez en toda la tarde de verdad, ya que me hizo gracia su observación.
-Harry, en una relación de amiga a amiga no hay “privados”. Sé hasta la marca del condón que usasteis las tres veces -remarqué la palabra tres- ¡Hasta sé tu talla! Bueno, no ha querido decírmelo, pero me lo puedo imagin...
Entonces sí que parecía incómodo.
-¿Qué me quieres decir con todo esto Ellen?
-Que lo está pasando mal.
-¡Ya lo he superado! -dijo, como si ignorara las palabras que le acababa de decir- No necesito que nadie venga y que me diga que debo arreglar nada. Yo tengo una nueva vida y me gusta, y, la verdad, estoy mejor sin ella. Ya no la necesito como lo hacía antes.
Ahí me decepcionó muchísimo. Mentía fatal.
-Lo está pasando mal, Harry -insistí.
Sabía que él estaba al borde de las lágrimas.
-¡Me da igual Ellen! Ella no es la única que lo está pasando mal, si es eso lo que piensas. Yo tengo que aguantar las noches solo sin ningún hombro en que apoyarme ya que los verdaderos amigos que yo tenía no están a mi lado. Claro, están ellos, pero en realidad ellos siguen siendo desconocidos para mí, no me siento a gusto pasándolo mal a su lado. No me siento comprendido. Es duro para mí, ¿sabes? Ella por lo menos tiene a sus amigas a su lado, tu le cuidas todos los días, y seguro que Jess y Lena también lo hacen. ¿Me equivoco, Ellen?
Ya está. Lo había dicho.
Antes de que yo pudiera evitarlo, la vista se volvió borrosa por las lágrimas que empezaban a acumularse bajo los párpados. Intenté evitarlo una y otra vez, pero la masa se volvió más amplia, y las lágrimas empezaron a resbalarme por la cara, empapándome el cuello de la camiseta. Ya no había vuelta atrás. Sólo quería desaparecer, volver atrás en el tiempo, borrar las palabras que él acababa de decir. Su nombre caía pesado sobre mi pecho, y rebotaba continuamente por mi cabeza y no podía zafarme de él.
-Te han vuelto a informar mal, Harry -dije por fin, dándome cuenta de que no me estaba prestando atención. Deseaba que no lo hiciera.
Cuando volteó para mirarme, oculté mi rostro tras mis manos y me apoyé en la pared, tratando de limpiar las lágrimas con el dorso de las manos e intentando tranquilizarme a mi misma, aún sabiendo en el fondo que la muerte no tiene remedio alguno.
“Seguro que Lena también la cuida todos los días”.
-¡Deberías de informarte más a menudo sobre las cosas para no hacer daño a la gente, Harry!
Parecía desconcentrado, ya que no decía nada.
-Lena no la cuida todos los días como tú dices. No puede.
-¿No puede?
-¡No! ¡Porque está muerta! -lágrimas y más lágrimas caían cada vez más deprisa por mi rostro. Sabía que en realidad eso no era para informar a Harry, si no para convencerme a mí misma de aquello, ya que seguía sin parecerme coherente.
Pero yo misma la había visto. Con su pálida piel y su pelo perfectamente peinado sobre sus hombros mientras descansaba sobre una blanda y blanca sábana. Preciosa, como siempre. Nunca dejaría de ser hermosa. Ojos cerrados, labios pintados y juntos en una fina línea rosada, como si fuera un dibujo esbozado sobre un lienzo en relieve.
Yo siempre la recordaría como la chica alegre que ella era, como la chica que reía por todo, sonreía hasta cuando estaba enfadada, ya que nunca estaba realmente enfadada con nadie más de veinte minutos. La chica que veía las películas de miedo con su dedo meñique metido en la boca y con la otra mano enredada entre su pelo enmarañado. Como la chica que daba más que ofrecía, aún cuando ella no tenía suficiente.
Siempre estaría aquella visión en mi cabeza.
Harry no añadió nada, sólo se acercó a mí y me arropó con sus brazos, poniendo con cuidado su barbilla sobre mi cabeza. Yo no me alejé. No porque quisiera, si no porque me sentía demasiado débil para separarme y de replicarle. Por el silencio que había, sabía que él también sentía su pérdida. Tanto, que él también lloraba.
Pasaron los instantes en silencio absoluto. Yo no quería romperlo.
Hasta que él dijo:

-Sigo queriendo a Jane, Ellen. Nunca he podido olvidarla. 

Capítulo 2

                   Ahora.
{Narra Jane}
La luz demasiado amarilla del sol recién despierto me da la bienvenida a través de la cortina que cuelga frente a la ventana. Entrecierro los ojos y trato de adaptarme a la brillante luz, aún sin despertar del todo. Me incorporo despacio para no hacer demasiado ruido e inspecciono la habitación en la que me encuentro. De hotel. Sonrío débilmente y trazo mi trayectoria hasta la puerta para intentar no llamar la atención.
Por suerte la noche anterior bebí suficiente agua para no sentir dolor de cabeza, pero sí me siento algo mareada a causa del rastro del alcohol, aunque esté mejor de lo que yo me hubiera esperado.
Aparto despacio la manta que me cubre y descubro que conservo la ropa interior puesta. Bajo las comisuras de los labios por un escaso segundo y vuelvo a sonreír.
“Un chico con clase” -pensé.
Con pasos sigilosos recojo mi ropa, esparcida por la habitación y me meto la baño para vestirme lo antes posible y marcharme. Me miro al espejo y resoplo e intento arreglar mi pelo con los dedos, ya que no había peine por ningún lado. Antes de salir, me aseguro de que no me deje nada que pueda desvelar mi identidad.
Salgo del baño y, sobre las puntillas, me desplazo hasta la puerta. Me detengo en seco cuando el chico se remueve en la cama y me pongo nerviosa, hasta dejo de respirar para no hacer ruido. El chico vuelve a dormirse y yo corro hasta la puerta. Respiro tranquila y sonrío mientras paseo por el pasillo del hotel, del que desconozco el nombre.
No conozco el nombre del chico. Ni él el mío. Así es mi vida ahora.
Suerte que semanas antes de irme a vivir ahí, en el centro, me aprendí mas o menos las calles para no perderme si quería salir o tenía que hacer algún recado.
Salgo a la calle y me pongo las gafas de sol, también para el sol, pero las uso más para ocultar mis ojeras de resaca.
Saco mi móvil cuando noto que vibra en el bolsillo de mis pantalones cortos vaqueros. Miro la pantalla y sonrío al ver su número.
-¿Dónde estás? -me pregunta con voz enérgica.
-Estoy cogiendo el coche, ahora llego, no te preocupes.
-Está bien. ¿Segura que a Zoey no le importará que me quede?
Resoplo bajo y sonrío.
-No seas tonta. Vamos, comemos a las doce y media, ¡no llegues tarde!
-Jane, ¿puedes coger el coche? Quiero decir, si estás en condiciones. Si quieres voy yo a recogerte, estoy cerca de donde estás tú y no quiero que-
Pongo los ojos en blanco y suspiro.
En parte le doy la razón.
-Ellen -le corto-, estoy bien, no te preocupes. Sólo un poco mareada, pero nada importante. Suenas como mi madre.
-¡Es el peor insulto que podrías haberme hecho, Jane!
Ambas reímos.
Meto la mano en el bolso y voy en busca de las llaves del coche. Maldigo en voz baja por haberme comprado un bolso tan grande, y suelto un pequeño gemido de alegría cuando noto el frío metal de las llaves chocar contra mis dedos. Contenta, pulso el botón y, cuando las luces del Volvo rojo parpadean, pongo el coche en marcha. Decido no encender la radio. Tengo la suerte de que la cabeza aún no me duele y prefiero que eso me dure todo el día.
En realidad el coche no es mío, es prestado de mis padres, pero como ellos no lo usan y la gasolina la pago yo, es como si fuera mío.
Conduzco despacio por las calles, que por suerte hay menos gente que de normal. Me cuesta bastante concentrarme para saber el camino hacia nuestro apartamento, pero al final reconozco el buzón rojo que da comienzo a nuestra calle y respiro aliviada de al fin estar en casa.
Seguro que Zo me mata si se entera que he venido conduciendo.
Aparco lo más cerca posible para que me fuera más fácil de encontrarlo la próxima vez que lo cogiera.
El barrio en donde se encuentra nuestro apartamento es de los más acogedores de todo el norte de Londres. El bloque de pisos en el que vivimos se encuentra al fondo de la calle, que está rodeada de árboles y flores, por lo que hay mucha sombra.
Camino contenta hasta el portal y abro la puerta pesada de madera. Llamo con los nudillos la puerta de madera también de nuestro piso.
-¡Jane! -me saluda contenta mi compañera de piso y de estudios- ¿Qué tal ayer?
-Hola, Zoey -esbozo una pequeña sonrisa y me dejo caer en el sofá-. Ahora no, más tarde, ¿vale?
Levanto la mirada y la veo mirándome, con los puños sobre sus caderas y son una sonrisa sobre su rostro. Asiente y vuelve a desaparecer en la cocina.
Zoey y yo nos conocimos en clase de psicología avanzada en nuestro primer curso de universidad. Entonces aún vivía con mis padres, pero no me sentía del todo cómoda, por lo que fui en busca de un apartamento. Más tarde descubrí que el alquiler era demasiado caro para pagarlo yo sola y con un salario mínimo que me ofrecía mi puesto de camarera en The Duke, un pub inglés cerca de Oxford Street. El trabajo no está nada mal, es más, me encanta. Durante el verano trabajo los lunes , miércoles y viernes, pero al dueño le he caído bien, por lo que quiere que conserve el trabajo también durante las clases. Aún no he decidido qué voy a hacer.
Durante el primer curso, Zoey y yo nos hicimos bastante buenas amigas, y ella me dijo que estaba buscando un piso, y también una compañera. Y decidimos juntarnos las dos. Y, el pasado mes de mayo, cuando las clases estaban casi finalizando, alquilamos un piso ambas, para que estuviera listo en el verano.
-Zoey -grito desde el sofá para que ella me escuche desde la cocina- ¿te importa si viene Ellen a comer?
A los pocos segundos aparece ella con las manos en las caderas y con el ceño fruncido.
-¿Ellen? ¿Es la chica de la que dices que tiene tu virginidad?
Suelto una carcajada.
-Esa misma.
Al momento sonríe ampliamente.
-Claro, ¡me hace ilusión! Hablas tanto de ella y yo ni siquiera la conozco.
-Bien. Viene en 5 minutos.
Mi compañera me lanza La Mirada. Consiste en ladear la cabeza y subir una de las comisuras de los labios, y la lanzaba sólo cuando no está de acuerdo con algo, o cuando se decepciona.
-¿Por qué me miras así? -pregunto, ya que no sé a qué viene.
-Así que ya lo tenías planeado, ¿eh? ¡Eres un fenómeno, Jane! ¿Y si digo que no? ¿Y si no hay suficiente comida? ¿Qué hubieras hecho, lista? -en sus ojos veo que está bromeando, aunque lo dice lo más seria que puede.
-Sabría que ibas a decir que sí-sonrío inocentemente.
Ella no es la típica chica, y eso es lo que hizo que me fijara en ella. Su pelo es lo más fascinante que puedas ver, le llega hasta el final de su espalda y es marrón claro ondulado, y su piel es color café con leche. Sus ojos son pequeños y verdes, aunque de su rostro, en lo primero que te fijas son sus finos labios rosados y pequeños. Desde el primer día que la vi, no ha habido un sólo día en el que he pasado envidia por ella.
-Oye, Jane -mientras tanto, ella ya ha vuelto a la cocina, y ahora me chilla desde ahí-. He pensado que igual podemos meter a otra chica aquí. Las cuentas nos saldrían mejor.
El alquiler del piso está a mi nombre.
-¿Otra chica?
-O chico -juega con sus cejas y me mira con una sonrisa.
-¿Para qué? Dos es más que suficiente, ¿no crees? Aunque no descarto la idea.
-Sería para antes de que empezaran las clases, si antes de entonces no encontramos a nadie mejor esperamos al año que viene. Así que tenemos que darnos prisa...
-¡Prisa! No corras, queda más de un mes para que terminen las vacaciones, tenemos tiempo de sobra.
Ellen, como era de esperar, se presenta con una botella de champán bajo el brazo, y se cuelga en mi cuello con energía, mientras chilla mi nombre en mi oreja.
Rápidamente le presento a Zoey, y Ellen pone la misma cara que puse yo al verla por primera vez. Me alegro cuando veo que se llevan bien enseguida.
-Oye, Ellen -Zoey llama su atención una vez sentadas en la mesa-. Una pregunta, ¿cómo es que tienes la virginidad de Jane?
Me llevo una mano a la frente.
Ella responde mirándome con los ojos como platos y los labios fruncidos. Suelta un grito ahogado.
-¡No se lo has contado! Qué fuerteeeee.
-Ellen, cállate. Zoey, en serio no creías eso, ¿no?
Ella suelta un resoplido y aparta la mirada.
-Tonta no soy. ¿Por qué no me lo quieres contar? ¡Yo te lo he contado!
Tengo que reír al ver su aspecto ahora mismo. Parece una niña de cinco años rechistando contra sus padres por algo que ha hecho. Con los puños en la mesa y todo.
-No quiero hablar de ello.
-Yo te lo cuento. El caso es que Jane se enamoró de un-
-¡Ellen!
-¿Qué?
Ellas dos han puesto los codos en la mesa y se han arrimado para que Zoey la escuchara mejor.
Nadie es más cotilla que Ellen.
-Ya se lo contaré, pero otro día. Es una larga historia y no tengo ni ganas, ni razones, ni tiempo, así que...
Dejo la frase en el aire. Y así también dejamos el tema enseguida.
No he dejado de contarle todo aquello porque no lo haya superado, ni mucho menos. Es más, lo superé la misma semana. Una ruptura no estaba en el mismo nivel que una muerte, y eso me hizo mucho más fuerte. Él ya no iba a conseguir hundirme más.
Tenía miedo de que podría juzgarme, ya que ahora él era super mega hiper famoso por el mundo entero, y, por supuesto, ella conocía la banda, y sólo conseguiría que se riera en mi cara y que no me creyera. Así que, ¿para qué malgastar el tiempo, para sólo conseguir desencadenar una pelea sin sentido?
En ese poco tiempo he conseguido conocer a Zoey mucho, y sabía que si se lo contara, ella vendría con la escusa de que “Yo siempre te lo cuento todo, no sé ni por qué te pregunto si luego te vas a reír de mí diciéndome estas tonterías”. Casi escucho las palabras salir de su boca.
-Jane, ¿qué piensas hacer para tu cumpleaños? -me pregunta Ellen, después de varios minutos.
Casi me atraganto con el agua, ya que no me espero la pregunta para nada.
-¿Cuándo es mi cumpleaños? -me aventuro a preguntar, lo que hace que las dos rían bajo.
Ellen también ríe, pero sé que no le hace demasiada gracia mi pequeña ironía.
-Eres tonta.
-Nada -respondo.
-¡Nada! -gritan las dos a la vez, y pongo los ojos en blanco.
-Jane, ¿eres consciente de que cumples diecinueve años? ¡Tienes que preparar una fiesta!
-¿Tengo? Creo que no. Tengo dos maravillosas amigas tan fiesteras como yo que pueden prepararme una perfecta fiesta sorpresa. Ah, la tarta que sea de chocolate pero que no engorde demasiado, ¿de acuerdo? Invitar a algún famoso o algo -cierro los ojos arrepintiéndome de mis últimas palabras.
Ya la he liado de nuevo.
-Ya sé a quién invitar pues -Ellen me mira con picardía.
La miro con desaprobación.
-¿A quién? ¡Podemos invitar a MIKA!
-Conozco a alguien mejor; One Direction.
Zoey esboza una mueca.
-¿Te gustan esos? Nunca lo habría pensado. ¿A ti también te gustan, Jane?
-Bueno...
-Ya te digo -responde Ellen por mí, mirándole a Zoey levantando las cejas.
-¿Y tienes contacto con ellos?
-Ah, pero que estáis hablando en serio -digo en seguida.
-En realidad no -dice Zoey convencida, y vuelve a mirar a su plato de helado.
-Hablando de fiestas. ¿Qué tal ayer, Jane? ¡Me dejaste plantadísima! Espero que valga la pena, o si no es la última vez que te llevo de fiesta. Eres incluso más puta que yo.
No puedo evitar reírme.
-Sólo me gusta pasarmelo bien, eso es todo.
-Va, quiero detalles, cómo es, qué tal es, ya me entiendes.
Apoyo la barbilla en la mano y miro el techo, tratando de recordar.
-Hm. Creo que su nombre empieza por R.... . Mediana, y normalito. Nada especial. Aunque bastante subido de tono, no sé si me entiendes. Se pensaba que aquello era una cobra o algo así.
Zoey hace una mueca de desaprobación, sin mirarme directamente.
-Esos son los peores. ¿No había nadie mejor o qué? No soporto a ese tipo de personas.
Ellen la apunta con el dedo asintiendo, dándole la razón
-Eso es relativo. Mientras esté la luz apagada y esté bien calladito, no me importa demasiado -digo yo.- Y mientras haya orgasmo, no hay problema, esto es así.
-Si tu hermana te escuchara.... ¡eres incluso peor que ella! Se quedaría flipando.
Me encojo de hombros.
-Su opinión se la puede contar a quien le interese. Ella no me manda, por lo tanto, hago lo que yo quiera con mi vida y vagina. Punto.
Ellen levanta las manos con inocencia.
-¿Cuántos van este verano?
-Catorce. Creo -me vuelvo a encoger de hombros.
Zoey me mira espantada.
-¡¡¿Catorce?!! ¿Pero tú? Más que yo en toda mi vida...
-Y lo que queda...
-Oye, tu me preguntas, y yo te respondo. Luego no me juzgues.
Ellen, en vez de enfadarse, se ríe sin tomárselo a pecho, que es lo que yo he pretendido.
La quiero demasiado.
De pronto, cambia de tema radicalmente.
-He hablado con Jess.
Me pongo tensa al instante.
Hace años que no hablo con ella.
-Ah -respondo al no encontrar otra respuesta mejor-, ¿por teléfono?
Niega con la cabeza.
-La vi ayer por la calle. No he hablado mucho con ella, pero bueno..
-¿Quien es Jess? -pregunta Zoey, entrando el la conversación.
-Una conocida mía. La conozco desde hace tres años.
-Está super cambiada tía. Se ha teñido de morena.... y está como menos delgada. No es que esté gorda, pero no es el palo que era antes. Me ha dicho que dejó la academia para centrarse en su carrera de filologa. Parecía muy segura de si misma, más que antes.
Bebo un trago de agua y lo vuelvo a colocar en la mesa, no muy interesada.
-Está bien, y eso es lo único que me importa.
Ellen se revuelve nerviosa en su silla.
-Dice que te echa de menos.
-Seguro que si ella me conoce como soy ahora, no demasiado.
Yo no la echo de menos. Ni un sólo poco.

Capítulo 1


Antes. 
{Narra Jane}
Lena! -gritaba Ellen con la sonrisa más grande que la había visto esbozar. 
Yo fruncí el ceño, sonriendo también. 
-¿Por qué la llamas? -respondí- Ella no está aquí. 
El ambiente floral nos envolvía a ambas. Un suave sol iluminaba con su agradable y acogedora luz el claro del bosque en la que estábamos sentadas, entre las flores. 
Parecíamos felices. 
La sonrisa de Ellen se transformó en una leve mueca, en parte graciosa, y se mordió el labio. En un sólo segundo su mirada se ensombreció, pero luego volvió su mirada clara y transparente. 
-¿Cómo que no? ¿Y dónde está?
Me encogí de hombros. Su mirada dulce se volvió vacilante ante mis dudas, ya que probablemente estaba tardando bastante en responder a su pregunta. 
-No lo sé, Ellen. De todas formas, ¿por qué me lo preguntas a mí? -me levanté de encima de la hierba y me quedé de pie delante suya, mientras ella levantaba la vista desde el suelo. 
Su mirada se había vuelto negra, y la tenía clavada detrás de mí. Yo dejé escapar un resoplido junto a una risa, y me di la vuelta para poder ver qué estaba mirando mi amiga. Mi sonrisa aumentó cuando vi a Harry con los brazos cruzados mirándome. 
-Hey, H -le saludé, usando el diminutivo que le había puesto cariñosamente- ¿por qué no me avisas? Estaba a punto de pegarte -sonreí y me acerqué a él, haciendo ademán de enredar los brazos al rededor de su cuello y besarle. 
En cambio, él dio un paso hacia atrás y ceñó. 
-¿Qué haces? -me dijo- Nosotros terminamos. 
La sonrisa de mi cara se borró por completo. 
-¿Qué? 
-Lo que oyes. -Su voz era fría, tanto que al rozarme me quemó la piel. 
Me apartó dándome un manotazo en el hombro y se acercó a Ellen, quien le miraba con un brillo especial en los ojos, y se había levantado del suelo y juntado sus manos detrás de la espalda. En el rostro de Harry apareció una sonrisa grande, y envolvió las manos alrededor de su cintura, al igual que Ellen con su cuello. Me quedé atónita al ver que estaban besándose delante mía. 
-¡Ellen! -chillé, y, quedándome en mi sitio, daba patadas en el suelo y puñetazos al aire como una niña pequeña. 
Lágrimas corrían por mi cara y parecía que mi piel ardía con el paso de ellas por mis mejillas. Seguía gritando sus nombres, pero ellos lo único que hicieron fue seguir, hasta que se tumbaron en la hierba y las flores temblaban bajo y alrededor de ellos. 
-¡Ellen! 
-¿Qué?
Un fuerte viento hizo que me cayera al suelo, duro bajo mi caída. Alguien me sacudía el hombro, pero lo único que hice fue hacerme un ovillo y taparme los oídos, pero los gemidos de placer cada vez eran más altos y atravesaban la piel de mis manos. 
-¿Qué ocurre, Jane?
Volví a abrir los ojos y vi a Ellen a mi lado. Parpadeé varias veces y me vi en mi habitación, a oscuras con una débil luz naranja entrando por la ventana. Las lágrimas seguían cayendo por mi cara. Me incorporé con la mano de Ellen todavía en mi hombro. Su reloj marcaba las cuatro de la madrugada. 
-Nada. Sólo... he tenido una pesadilla. 
Gracias a la luz, vi que fruncía los labios. 
Me aparté un mechón de pelo. 
-¿Quieres hablar sobre él? -me dijo con voz acogedora. 
Negué con la cabeza y me volví a tumbar en la cama, hundiéndome en mi cojín y enterrando la barbilla en mi manta de la infancia, que encontré la anterior noche. 
Ellen se apoyó en su codo y jugó con mi pelo, mirándome cual madre a su hija. 
-Está bien. No quiero obligarte a nada. 
-Salías tú. Y Harry. 
Frunció los labios de nuevo y se incorporó para estar a mi lado. Tumbada, me rodeó con sus brazos y apoyó su cabeza en mi pecho, abrazándome. 
-Intenta volver a dormirte, ¿de acuerdo? Yo estaré aquí por si vuelves a tener pesadillas. 
-Está bien. 
Horas. Hacía sólo unas horas desde que Ellen me metió dentro de casa. No había dicho ni una palabra, sobre nada. Ninguna lo hicimos. Se lo agradecía muchísimo. Yo, si el caso hubiera al revés, no sabría cómo reaccionar a eso. No me hubiera comportado de la misma manera que ella. Ellen realmente sabía cómo manejar asuntos como esos, ya que no era la primera vez que me dejaba un chico, o que me hacían daño. Ella tuvo que soportarme mucho tiempo antes de que sucediera todo aquello. 
Me aparté las lágrimas al darme cuenta de que seguían cayendo por mi rostro. 
¿Lo recuerdas, Jane? -me dije a mí misma- Dijiste que nunca más llorarías por un chico. Nunca más. 
Ese recuerdo sólo hizo que me enfadara más todavía. 
Traté de distraerme. 
-Ellen -la llamé. 
Ella seguía con la cabeza apoyada en mi pecho, por lo que no pude ver si tenía los ojos abiertos o cerrados, o si dormía o no. De todas formas, emitió un gemido, respondiéndome. 
-Gracias. 
Se incorporó y me miró con las cejas juntas. 
-¿Eres tonta? No me tienes que dar las gracias por nada. Jane, eres mi mejor amiga, te he hecho daño y no quiero que nadie más te lo haga, ¿de acuerdo? Es una cosa que te debo y no sólo por el hecho de que te debo una, si no porque las amigas hacen esto, sin pedir nada a cambio. No voy a dejar que por ciertas personas lo pases mal, cuando ni siquiera tienes la culpa. No te lo mereces. 
Yo no pude hacer otra cosa, más que sonreír. 


~


Mis padres se estaban divorciando. El caso es que lo estaban haciendo desde hacía varias semanas atrás, sólo que era entonces cuando ambos nos lo dijeron. Mi madre se volvía a España. Yo estaba considerando la idea de irme con ella. 
Harry me odiaba. 
Después de aquello, mi amistad con Ethan se rompió por completo. Él trataba de encontrarme y de volver a tomar contacto conmigo en los pasillos del instituto, pero de todas formas él ya subió las fotos a todas las redes sociales que poseía. A mí ya me daba igual y suponía que a él también. Él ahora estaba de gira por toda Inglaterra con todos los compañeros de TXF, por lo que ya no necesitaba más votos para ganar o no ganar. Ellen me dijo que quedaron terceros, ya que yo aún no era capaz de encender la tele. 
Lena había muerto. Suicidado. Y yo no estaba ahí para ayudarla. Estaba demasiado centrada en mí misma y ahora me sentía más culpable que nunca. Yo podría haberla ayudado, podría haberla escuchado, y podría haber cambiado todo aquello. Pero no pude. Aunque, en el fondo, sabía lo mal que lo pasaba ella cuando estaba sola, y recordaba cómo prefería estarlo. Muy en el fondo sabía que lo que ella tenía no tenía solución, no podía haberla ayudado. Ni yo ni nadie. 
Ellen, Jess y yo estábamos más unidas que nunca, y ellas estaban moqueando porque cabía la posibilidad de que abandonara Inglaterra. Tal vez no para siempre, pero sí por un tiempo. Aunque, ellas ahora me necesitaban. Las tres nos necesitábamos mutuamente. 
Desde entonces había pasado un mes y medio, y estábamos terminando las vacaciones de Navidad. Tal vez las peores Navidades que podría haber pasado. Y posiblemente para Ellen también. Mi madre la trataba como una hija más, y lo necesitaba. Toda la familia estaba muy afectada por lo de Lena, incluso Emma, la que la llamaba loca cuando ella no estaba. Creo que ella era la que más culpable se sentía. Por fuera era toda una chica mala, como siempre, pero sabía que lo estaba pasando tan mal como nosotras. 
Mientras tanto mi padre ya no vivía en nuestra casa; se había mudado a un pequeño apartamento alquilado hasta que mamá hubiera empaquetado todas sus cosas y se hubiera largado. Entonces, él volvería a trasladarse a casa. Emma tenía claro que se quedaba en Inglaterra, y yo, seguía con las dudas. 
¿Qué haría yo en Inglaterra? Sólo lo pasaba mal. Tal vez eso suena un poco egoísta, ya que entonces dejaría a mis mejores amigas solas. Por eso era una decisión difícil para mí. 
Mi madre decía que por lo menos debería de terminar el curso, y así pasar el verano en España, y así podría decidir si me quedaba o no. Visto así no me parecía mala idea, pero después de todo tenía todo un curso por delante para decidirlo con la cabeza fría. 
Muchas noches pensaba en llamar a Harry. Pero luego me arrepentía y borraba ese pensamiento. En cuanto viera mi número aparecer en su pantalla colgaría, y eso sólo me destrozaría más. Además, no sabía qué noches tenían conciertos, ni dónde tenían ni cuáles eran sus horarios. Probablemente, lo último que le apetecería ahora era hablar conmigo, por lo que le dejé en paz. 
Y, aunque intentaba negarlo, lo seguía queriendo mucho. 
Ya no había nada que hacer. Él ahora era famoso, aún más, por toda Inglaterra. Y yo sólo era una ex más. 
Siempre sonreía al recordar y al imaginar lo feliz que hubiera estado Lena al verlos tan altos, tan grandes. Ella hubiera sido una gran fan. 
Igual era mejor así. 
Después de todo, todo aquello era por mi culpa. 
Me lo merecía. 

Prólogo

Se aparta una lágrima de la cara y entra en casa, con una sonrisa falsa pegada al rostro. Pasa por el salón y saluda con debilidad a sus padres, que están tirados en el sofá sumergidos en algún programa estúpido que está siendo televisado. Sólo la responden con un murmuro suave. 
Sube las escaleras apresurada y trata de borrar las conversaciones y las risas de su cabeza. Su hermana sigue en la calle, con la gente con la que la acaba de insultar, haberla llamado “asocial” y “fea”. No a la cara, está claro. Pero la chica siempre se da cuenta cuando la gente se ríe de ella. Y su hermana es uno de ellos, pero no sabe ni siente lo que ella. Ella misma sabe que todos esos insultos son ciertos. No es guapa -o eso decía ella-, y se pasa horas enfrente de la pantalla de su ordenador porque sabe que la gente de internet siempre estarán ahí para apoyarla, y que la gente de ahí es como ella. Y adora inventar historias nuevas cada noche, nuevos personajes y nudos en la historia que sean difíciles de desenredar para que la historia no se quede aburrida. Ella se siente afortunada por una parte al ver a dónde ha llegado. Tiene lectores, gente que acude a sus blogs y redes para leer los relatos que escribe. 
Su padre más de una vez la ha visto mal, la ha visto entrar en casa llorando. Su padre siempre le preguntaba qué le ocurría, y ella siempre se negaba a responderle. Hasta que un día se armó de valor y le dijo: 
-Papá, ¿tú piensas que soy fea? -la verdad es que era una pregunta estúpida para un padre. 
Tu padre siempre te va a decir que eres hermosa, aunque no lo seas, a él siempre le va a parecer que eres hermosa. Porque eres su hija y porque te quiere. Y él no ve más que hermosura. 
El padre no da crédito a lo que escucha. 
-Es la tontería más grande que he escuchado. 
-Todo el mundo lo dice. 
-Pues entonces, el mundo está ciego. Delante de mí tengo a la hija más tierna que podía haber deseado. Talentosa y dulce. No siempre es el exterior lo que cuenta. Y, el exterior, no está nada mal. Si alguien dijo que eres fea, es que no te conoce, o que no se digna a hacerlo. No se merece hacerlo. Escucha una cosa. Tú, no sabes lo hermosa que eres, pero eso es exactamente lo que te hace hermosa. 
La chica no le creyó. 
La chica tiene amigas, y las mejores. Las conoce desde primero de primaria y siempre han estado ahí para apoyarla. Nunca la han defraudado, y sabe que nunca lo harán. Les da miedo el futuro, está claro. Ella va por la rama de las letras, y el resto por las ciencias. Lo que significa que en un futuro no tan lejano se separarán y puede que no se vuelvan a encontrar en mucho tiempo. 
Ella vive en un pequeño pueblo, con menos de 200 habitantes y están a mitad de verano. Como cada noche, la chica sale junto a su hermana para pasar “un buen rato” como ella dice. Claro, ella se lo pasaba bien con esos chicos, que eran los únicos de su edad, aunque eran uno o dos años menor que la protagonista. Ellos son los típicos chicos que van a las doce de la noche sin camiseta por la calle, que fuman para poder encajar. El sentimiento es mutuo. Ella les odia a ellos, y ellos le odian a ella. Ellos son dos. 
Cierra la puerta de su habitación y se apoya en ella y las palabras y risas recorren su mente. Las lágrimas vuelven a resbalar por su cara y lo único que se le pasa por la cabeza es ahogar sus llantos contra su almohada. Cuenta mentalmente las veces que vuelve a casa así. Casi todas las noches que sale con ellos. No se da cuenta que ellos le quitan las ganas de vivir. Ellos aniquilan los últimos gramos de autoestima que ella tiene y la hacen sentirse vulnerable y despreciable. Después recorre los momentos en la que ella quiso suicidarse y acabar ya con su vida de una vez por todas. Total, ¿quién la echaría de menos? Nadie. Nadie en absoluto. Tal vez sus padres, y sus amigas. Sus amigas son las únicas que la hacen impulsarse hacia delante. 
Respira hondo y se levanta de la cama. Decide saludar a sus amigos en internet. Abre el buscador y da golpecitos con los dedos en la mesa impaciente. Siempre que enciende el ordenador se repite que algún día lo tirará por la ventana. Es el peor ordenador que hubiera pasado por sus manos. Al ver que sus redes sociales estan muertas, y como su necesidad de animarse es infinita, abre You Tube y recorre la página de recomendaciones. Antes de escoger un vídeo que pueda levantarle e ánimo, enchufa sus auriculares en el cacharro y los coloca en sus oídos. 
Pasan los minutos y piensa de darse por vencida, pero un uno aparece en sus notificaciones y decide darle. En el título aparece un nombre extraño del que nunca ha escuchado hablar, parece que es una boyband inglesa nueva.
-¿Boyband? -dice ella en voz baja. A ella no suele gustarle las boybands. Es más, siempre las ha odiado. Siempre son cuatro o más chicos que piensan que tienen el mundo a sus pies, que son los mejores y que hacen la mejor música del mundo cuando sólo es sucio pop comercial. No les gusta nada. 
De todas formas, decide darle al play y música de Coldplay suena en sus auriculares. Es una cover, se da cuenta. Resopla al ver que son cinco, y que están sobre un escenario de algún tipo de programa que da a conocer a los artistas. Enseguida lo reconoce. Es el escenario del Factor X. Nunca lo ha seguido, pero sus amigas hablaban a menudo sobre ello y en las redes sociales era bastante conocido. 
A las voces se da cuenta de que acaban de comenzar sus carreras, ya que aún no conseguían armonizar demasiado, pero no le disgustaba. 
Como está demasiado aburrida y no tiene nada mejor que hacer, ve más videos con ese nombre, y descubre una cara de esos chicos que no le disgusta en absoluto. Ellos son divertidos y se ve que son humildes, que no hablan de ganar, ni de llegar lejos. Sólo estan sentados en unas escaleras y hablan de cualquier cosa que no fuera del propio concurso o del futuro. Nada de eso. La chica no tarda en aprenderse sus nombres. 
Esa misma noche ve que los chicos han quedado terceros y que ya han comenzado una carrera oficial y famosa, con fans inglesas que les persiguen por la calle. Parece que aquí en España aún no han llegado. 

Meses más tarde, ella ya se ha olvidado más o menos de ellos. Ya ha escuchado todas sus covers en el concurso y visto todos sus video diarios. Ahora ya no hay rastro de ellos. 
Esa noche vuelve a engancharse al ordenador y ve que los chicos de los que hace unos meses casi se había enamorado de ellos, han publicado su primera canción original. La chica corre hasta YouTube para poder ver el video y vuelve a maldecir por el cacharro que tuvo que comprarse un año atrás. Le da al play contenta de volver a escuchar sus voces ahora en una canción original. En el vídeo se enseña la letra de la canción. Las lágrimas se apresuran por caer por su cara, pero esta vez no era por dolor, si no de felicidad. Al momento entiende la letra de la canción. Su mensaje. 
Las palabras de su padre enseguida se vuelven a escribir delante de ella. 
La canción decía exactamente lo que su padre le decía a ella cuando volvía a casa mal, con el corazón roto, con el alma por los suelos y con la autoestima aniquilada. Las palabras eran  las mismas, iguales, solo que disfrazadas con música y ritmos, lo que hacía que fuera aún más llamativo. 

Tres años más tarde, esos chicos han llegado a lo más alto. Han ganado más de 60 premios y  más de 10 millones de fans por todo el mundo.  Tienen récords y ya tienen dos discos, a punto de sacar su tercer disco pronto. Esos chicos, han salvado la vida de esa chica. La han salvado. Ella no hubiera podido seguir viviendo con ese sufrimiento. La noche que primera vez escuchó la canción, esa misma noche, decidió que no saldría más con esos chicos. Que nunca más saldría con gente que la hiciera daño, que le faltaba al respeto y que no la quería. 
Esa misma noche, esos chicos le salvaron la vida.