Capítulo 9

Heeey! LEED QUE ES IMPORTANTE. 
Sé que prometí subir ayer a la noche, pero mi padre me quitó el ordenador y ._. Pero ya estoy aquí que es lo importante :D 
Quería deciros unas cuantas cosillas antes de empezar con el capítulo, así que, eso. 
Ésta es la última vez que subo fuera de horario. Me explico; a partir del siguiente capítulo subiré SIEMPRE un miércoles sí y otro no -a no ser que tenga asuntos pendientes o exámenes o lo que sea, pero ya os avisaré si ese es el caso-. Así que por favor, no me mandéis mensajes diciendo que suba capítulo porque no lo voy a hacer. Aunque me encanta encontrarme con veinte mensajes de personas diferentes pidiendo capítulo, no me mal interpretéis, pero no vais a conseguir nada x). 
Otra cosa más, a partir de ahora sólo subiré capítulo si hay dos o más comentarios en cada capítulo, lo que quiere decir es que, si el miércoles que me toca subir capítulo no hay dos comentarios, os quedáis sin. Tengo la sensación que, bueno, estoy perdiendo muchas lectoras y como entenderéis no me gusta nada. Creo que una semana entera es tiempo suficiente, ¿o no? :) 
A partir de ahora volveré a avisar a las personas, ya que ya tengo ordenador y ya puedo avisar :) Así que si queréis que os avise solo me ponéis vuestro twitter en un coment o me mencionas ((@fuck0pinions)), y yo te avisaré encantada :DDD
Y eso es todo pequeñaaaaassssss. Es un poco de mierda el capítulo pero lo escribí hace mucho. Lo he intentado arreglar but sigue siendo una mierda. ¡Lo siento! Ah, y puede que tarde algo en subir el siguiente capítulo, así por favor, no me agobiéis. ¡Os quiero!
P.D: Me gustaría llegar algún día a los 100.000 visitas, no tiene que ser pronto pero algún día si. Lo dejo caer x) 
Gracias por vuestra paciencia :D 

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Antes
{Narra Jane}
Con pasos vacilantes y con rodillas temblorosas, anduve por el pequeño camino de gravilla rodeado por un verde césped perfectamente cuidado y mimado. La casa que ya estaba a pocos pasos de mí, era la típica clase de casas inglesas, con tejado de tejas rojas inclinada y la fachada de color blanco, con flores rojas cayendo desde cada una de las ventanas de la casa, dándole vida a ésta. El cielo, como siempre, estaba encapotado con gruesas y grises nubes, que amenazaban con una lluvia próxima. Un viento helado se coló por entre los pequeños agujeros de la cremallera de mi abrigo de invierno, por lo que enterré la cara más en la bufanda para darme algo más de calor.
Con cada paso que daba, notaba cómo mi estómago daba un vuelco y mi corazón latiera cada vez más rápido, bombardeando la sangre a tanta prisa y fuerza que temí que las venas más frágiles y pequeñas se pudieran romper pronto.
Respiré hondo un par de veces antes de llamar al timbre de la puerta desconocida de la casa. Nunca antes había pisado el terreno de esta casa, y tampoco había hablado con detenimiento con el dueño, pero la ocasión casi me obligaba.
Días antes había pensado en hacer una pequeña visita a este chico, simplemente para saber su estado de ánimo y ver cómo se encontraba, después de todo. Probablemente no me reconocería, o cualquier cosa del estilo. Ellen se había ofrecido para acompañarme, pero decidí que este era asunto mío. Ella, por supuesto, rechistó con bastante exageración, pero yo no le hice caso.
Aún no sabía exactamente qué decirle y cómo presentarme, cuando una figura masculina con una camiseta azul oscura algo desgastada y unos vaqueros ajustados a sus piernas. Tenía su pelo castaño algo alborotado, y ojos castaños claros también me miraban extrañado. No parecía demasiado afectado.
Frunció el ceño.
-Espero no ofenderte, pero, ¿quién eres?
Sonreí para asegurarle de que no me había ofendido, pero por si acaso, añadí:
-No te preocupes, imaginé que no me reconocerías. Um.. no sé como decirlo, pero era -me percaté de lo mal que sonaba aquello, por lo que me corregí enseguida- soy la amiga de Lena.
Su cara de extrañeza enseguida se descompuso. Sus cejas bajaron notablemente y su media sonrisa se borró del rostro como si no hubiera estado ahí.
-Sí -afirma entonces-, de algo así me sonabas.
-Jane -le tiendo mi mano blanca y helada pese al tiempo y él me la estrecha con la suya cálida y notablemente más morena que la mía.
-Byron. ¿Quieres pasar? Hace frío y...
La vergüenza hizo acto de presencia, por lo que sentí que el rubor empezaba a teñir mis blancas mejillas. Deseé que él no se hubiera dado demasiada cuenta. Después de todo, seguía siendo más tímida de lo que me gustaría.
-Claro -tartamudeé nerviosa. La verdad es que no me había esperado a que me ofreciera entrar a su casa, tenía planeado una corta charla sobre cosas puntuales que realmente me interesaban. Sólo quería saber cómo estaba, y si él sabía algo que a mí pudiera interesarme, o viceversa.
Me dejó entrar y se llevó mi abrigo. Me quedé por unos instantes sola en un pequeño hall con suelo de parquet oscuro, cubierto con sutilidad con una alfombra roja y con pinta de ser muy suave al tacto. No había ventanas, por lo que la luz era algo pobre cuando la luz artificial no estaba prendida, que era el caso de entonces. La luz se colaba en la estancia desde un pasillo a la derecha de la puerta, que suponía que llevaba a la zona de vivencia. Byron, por el contrario, había entrado en una puerta de enfrente mía.
Una vez hubo vuelto, no quiso hacer demasiado contacto visual conmigo, y me dijo que le siguiera. Le hice caso y le seguí por el amplio pasillo, con ventanas a un lateral. El pasillo se torció y seguido habían unas escaleras que subir. Arriba, todo estaba perfectamente iluminado con ventanas grandes que ocupaban la mayor parte de la casa. Me llevó hasta la cocina y se apoyó en la encimera de ésta, con los brazos cruzados sobre el pecho, marcado gracias a su ajustada camiseta de manga corta.
-Tienes suerte de que esté solo en casa. Probablemente hubiera sido mi madre quien hubiera abierto la puerta y te hubiera sometido a un cuestionario. Ella es así -dijo ésto último mientras se encogía de hombros.
Intento reírme, pero sólo consigo emitir un sonido ronco y brusco. Carraspeé intentando ocultarlo con rapidez.
Después de un silencio nada cómodo, me limito a intentar tomar contacto visual con él y empezar a hablar, pese a mi insistente nudo en la garganta.
-Escucha, Byron. Espero que entiendas que para mí es bastante difícil hablar sobre el tema... es mi mejor amiga y es doloroso.
-Era -me corrige él-, era tu mejor amiga. Si continúas hablando sobre ella en presente nunca lo superarás. Y, créeme, para mí también es difícil hablar en pasado sobre ella. Te entiendo perfectamente, no te preocupes.
Asiento, con los labios pegados los unos a otros con tanta fuerza que parecían no querer despegarse nunca más.
-En realidad sólo he venido a ver cómo estabas, aunque no te conozca. Me he sentido casi obligada...
Juraría que le vi sonreír por un segundo, pero tan rápido como apareció, desapareció de su rostro. Luego se encogió de hombros y al fin cedió para hacer contacto visual conmigo.
-Una muerte es una muerte, ¿sabes? Nunca es fácil. Pero no sé... nunca llegué a... enamorarme completamente de ella. Y lamento no haberlo hecho. Estaba a punto de hacerlo, hasta que me enteré de que era mi hermana y... las cosas entre nosotros cambió con un giro de ochenta grados. Dejamos de vernos por un tiempo y cuando me enteré de lo que tenía... no me lo quise creer, ya que pensé que sería un tipo de venganza de mi madre por tratar de intentar algo con ella.
Escondí mis labios y aparté la mirada, asintiendo tratando de entenderlo.
-De todas formas, ella hablaba constantemente de ti -le respondí rápidamente-, mientras corríamos aunque hubieran pasado semanas desde que os hubierais visto, ella seguía hablando de ti con el mismo brillo en los ojos. Por eso cuando me enteré de esto, lo primero que pensé fue en ti. Y la verdad es que me duele decir esto, y mucho. Pero no sé si creerme que haya sido suicidio.
Un músculo de su mejilla se crispó y apartó la mirada de encima mía, jugando con una pequeña pulsera que adornaba su delgada muñeca.
-Yo sí. Estoy seguro, además.
Su respuesta me sobresalta un tanto, ya que nunca imaginé que esa sería su opinión. Estaba convencida de que acordaría conmigo, es más. Me dejó un rato pensando sobre su reacción más tarde.
-¿Y cómo estás tan seguro? No recuerdo que ella sea así...
-Escucha, Jane. Días antes de que sucediera, la visité junto con su amiga.. Jess creo que se llama. Y supe enseguida que no estaba bien. Estaba dispuesta a matarse ahí mismo delante mía. Por eso no lo dudo ni un segundo.
Titubeé. Yo no sabía aquello. Jess nunca me lo mencionó, jamás dijo nada parecido a aquello. La imagen de ella de esa forma se dibujó en mi mente, y no resultó ser demasiado agradable. El nudo de mi garganta estaba bien presente, dispuesto a soltarse en cualquier momento. No tenía demasiadas ganas de llorar delante de un desconocido.
-Además que, cuando la encontraron había algo escrito en la pared. “Gracias, pero no necesito ayuda. Puedo morir por mí sola”. Me la aprendí el mismo día en el que lo dijeron.
Sus últimas palabras hacen tal efecto en mí que comencé a sentirme mareada y tremendamente confusa ante la situación. Me obligué a mi misma a descorrer una silla y sentarme en ella para masajearme la frente con más facilidad. Apareció un vaso de agua delante mía y me di cuenta de que ya llevaba suficiente tiempo ausente. Levanté la mirada y le agradecí con una sonrisa el gesto de Byron al traerme el agua. Si no lo bebería, me habría mareando más incluso.
Puedo morir por mí sola. No necesito ayuda.
Esas palabras se clavaron en mí como clavos en la pared.
Estaba claro que alguien la había inducido a hacer aquello. Conocía demasiado bien a Lena como para que se le haya ocurrido hacer semejante tontería.
Me levanté de la silla de un salto.
-No lo hizo sola. Alguien le indujo a hacerlo.

{Narra Ellen}
Vale que tú nunca te hayas enamorado, ¡pero deja de reírte de mí como si fuera una niña pequeña!
Sus palabras rebotaban en mi mente continuamente, apareciendo una y otra vez sobre mi cabeza, escribiéndose lentamente en frente mía cada vez que cerraba los ojos, y apareciendo una y otra vez en mis sueños aquella noche. Cada vez que me levantaba sobresaltada, y volvía a cerrar los ojos, aquella maldita frase volvía a aparecer de una forma u otra en un sueño diferente.
A veces Jane se merecía una buena frase que la dejase callada aunque sólo fuera un segundo, de vez en cuando. No me malinterpreten. Quiero a Jane como si fuera mi hermana, pero a veces se comportaba como si fuera la única que lo estaba pasando mal, que era la única que sufría.
También era cierto que ella compartía muchas más cosas de lo que yo lo hacía.
Vale que nunca te hayas enamorado.
Ojalá nunca me hubiera enamorado.
Desgraciadamente, había estado enamorada de Dan desde sexto curso de primaria, claro que nunca jamás se lo dije a nadie. En la escuela primaria siempre había tenido fama de chica más madura que el resto, más agresiva en más de un aspecto. Había tenido amigas, sí, pero ni tan cercanas como para contarles todo lo que me ocurría. En ese entonces Dan estaba en un curso inferior al mío. Y no quería poner en peligro mi reputación de “chica mala”, era falso, ya que yo no era ninguna chica mala, solo que con diez años todo se veía de una forma distinta, y por el simple hecho de no hablar con casi nadie durante los recreos y tener más relación con gente de secundaria me hacía tener ese aspecto. La verdad es que no me disgustaba demasiado, la gente me respetaba y no se acercaban demasiado a mí, lo que para mí era beneficioso. No quería estropearlo con contar ese detalle a mi poco sólido circulo de amigos, eso de que me gustaba un chico de un curso menos.
Eso cambió cuando el segundo de secundaria me obligaron a repetir ese curso por mis asignaturas suspensas, y, con un pequeño golpe de suerte, apareció en la misma lista de alumnos de clase. Nos hicimos más amigos y más cercanos el uno al otro. Yo, para intentar disimular mis sentimientos hacia él, comencé a salir con Aiden, del que más tarde me enteraría de que era hermano de Yina. Y, a pesar de estar saliendo con aquel chico, seguía estando completamente enamorada de Dan. Y el resto de la historia ya la conocéis.
Desde entonces no había podido olvidarme de él, y a nadie se lo había dicho. Era mi pequeño secreto que quería mantener, y no tenía planeado contárselo a nadie.
No. Jane no era, sin duda, la que más estaba sufriendo con todo aquello.
Y sus palabras me hirieron con profundidad. Y me afectaron más de lo que quisiera.
La única persona de la que quizás sospechaba que sospechaba algo era Ethan. A él también lo conocía desde primaria y siempre habíamos sido amigos. Él era otra de las razones por las cuales me llamaban “chica mala”, porque sólo me relacionaba con chicos, cuando en general a las chicas de mi edad no era lo que más les agradaba. Es más, a las chicas de mi clase, cuanto menos relación tenía con chicos, mejor.
Siempre había pensado que Ethan quizás podría sospechar de que a mí me gustaba Dan, aunque nunca me lo preguntó directamente. Cuando hablaba de Dan indiferente, el siempre me miraba con mucha atención, como si quisiera que dijera alguna palabra clave que lo confirmara. Y cuando Jane comenzó a salir con Dan, Ethan fue muy cariñoso conmigo esa época.
Y mi relación con ambos se aflojó cuando apareció Harry.
Harry había removido mucha arena con su llegada, la verdad.
Me sobresalté cuando mi teléfono móvil vibró sobre el lavabo del baño. Miré la pantalla y sonreí al leer el mensaje que acababa de llegar.
Guardé el teléfono en mi pequeño bolso negro y me miré una última vez al espejo. Me ahuequé el pelo ondulado con los dedos y me coloqué bien la chaqueta vaquera con tachuelas doradas. Bajo ésta llevaba una camiseta verde caqui de manga media y unos pantalones ajustados negros, conjuntados con unas converse bajas rojas oscuras.
Me sonreí a mí misma en el espejo y pasé el dedo bajo el ojo derecho, para quitar un poco de negro del maquillaje. Bajé con rapidez las escaleras y salí de casa corriendo.
Después de varios años, podía decir de que volvía a tener una cita.

Capítulo 8

Antes.
{Narra Jane}
-¿Qué quieres decir con eso? -pronunció Ellen, metiéndose otra patata frita anaranjada en la boca, mirándome con gesto desconcentrado.
Suspiré.
-Lo que quiero decir es que no hemos vuelto.
-¿No estáis juntos?
Negué con la cabeza sonriendo.
Un músculo de su mejilla se crispó, y las dudas en sus ojos no se disolvieron en ningún momento.
-¿Y por qué estás tan feliz?
Me encogí de hombros, apartando la mirada hacia el sofá.
-Por lo menos ya no estamos enfadados. Además, lo hemos hablado antes, y casi prefiero ser su amiga a ser “la novia odiada por todo el fandom”.
-¿Todo el qué? Oye, no utilices palabras que no entiendo, hazme ese favor, ¿quieres?
Sacudí la cabeza mientras ella me amenazaba con el dedo índice, ligeramente rociado por los polvos naranjas que desprendía lo que fuera la porquería que estaba comiendo.
-Déjalo. El caso es que al ser ahora su amiga, los fotógrafos me dejarán en paz, y las malditas fans no me odiarán como habían hecho hasta ahora.
-¿Te das cuenta de las gilipolleces que estás diciendo? ¡Qué más darán “fans”! -Dijo, haciendo el gesto de las comillas con los dedos- ¿Por qué crees que le quieren soltero? Porque piensan que tendrán una posibilidad con él, cuando en realidad saben que es nula mire por donde se mire. ¡Oh, vamos! ¿Qué famoso acabaría juntándose con una chica que, literalmente, le acosaba antes de conocerse en persona? Es de locos. El caso es que te privas de hacer cosas con él, que una amiga claramente, no hace. No sé si me explico. Los dos sois tontos y punto.
-Es mi decisión, y yo quiero esto.
-Y, créeme, un ex casi nunca es un amigo... Siempre habrá alguna tensión sexual entre vosotros, lo queráis o no. ¡Es natural!
-¡Déjalo ya, Ellen! Lo hemos hablado, y los dos estamos de acuerdo. Tu opinión no va a hacer cambiar la nuestra, ¿de acuerdo?
-Está bien, está bien. Pero te advierto, que siendo amigos sólo conseguiréis perder el contacto pronto.

~

Un papel blanco doblado cuatro veces sobre sí mismo aterrizó sobre mi mesa cuando estaba tomando apuntes. Miré a ambos lados de mi mesa buscando la persona que me había enviado aquella nota en medio de la clase de historia, sin realmente tener pistas sobre quién podría haber sido.
Miré la profesora, que estaba de espaldas hacia la clase escribiendo con su desastrosa letra sobre la pizarra datos importantes que podrían salir en el examen antes de Navidad.
Cuando me vi fuera de peligro, agarré el papel y lo desdoblé con cuidado para que no hiciera notable ruido encima de los ruidos normales de la clase.
Sobre la blanca y arrugada superficie estaban escritas pocas palabras con una letra que reconocí en seguida.
Jane. Por favor, tenemos que hablar. Necesito arreglar esto. Te esperaré después de esta clase en la valla roja. Por favor.
-E
La letra era claramente de Ethan. Además que nadie en esta clase quería arreglar nada conmigo exceptuando a él.
Tenía suerte, ya que ésta era la última clase del día, por lo que después de esto podría irme a casa. Suspiré y me pasé la mano por los ojos, tratando de aclarar la mente.
Torcí el cuello hacia atrás y descubrí que el chico me miraba sin expresión específica en el rostro, con ojos calmados y mandíbula tensada. Aparté la mirada y volví a mirar el papel.
Cuando el timbre sonó, guardé todas mis cosas en mi mochila y abandoné la clase. Al salir de ésta, Ellen me esperaba apoyada en la pared con el clasificador presionado contra su pecho. Me sonrió y  enredó su brazo con el mío al pasar por su lado.
-Adivina qué -me espetó, con la mirada clavada frente suya, con una ceja alzada y una sonrisa torcida en el rostro.
Yo dejé salir una risa muda.
El alboroto en los pasillos justo a esa hora era más que normal. Gente que salía de clase disparados para ir a casa lo antes posible, o simplemente para reunirse de nuevo con sus amigos e ir a pasar la tarde juntos en algún que otro sitio para hacer quién sabe qué. La alegría casi se olía en el ambiente, ya que este era el momento del día favoritos por la mayoría de los alumnos de cualquier instituto de cualquier país; no hay nada mejor que abandonar el instituto para ir a casa de nuevo. Pero la cosa no era tan agradable, cuando sabías que tenías por delante una de las tardes más duras de estudio de todo el curso, posiblemente. Los exámenes de la primera evaluación antes de Navidades eran los peores de todos, y los alumnos sabían el dato y lo tenían bien presente en sus mentes, pero preferían apartar ese pensamiento aunque fuera sólo por unas pocas horas, antes de volver a ponerse a estudiar.
-¿Qué? -aventuré, mientras ella volvía a sonreír con satisfacción.
-Jess no estaba en las dos últimas dos horas.
-¿Insinúas que ha hecho pellas?
-No. Insinúo que Zayn ha venido a raptarla. Seguro que ha aceptado.
Lancé una pequeña risa.
-Bueno. Ya nos lo explicará supongo.
-¡Ah son tan monos ellos también! Y a ella no le importan las fans -recibí un codazo en las costillas por su parte, más fuerte de lo que quizás ella haya pretendido.
Yo me quejé y me llevé la mano a la parte afectada. Pero me sentí aludida por su comentario.
-¿Qué tengo que hacer para que te entre en la cabeza que todo esto no es por las estúpidas fans? Deberías de empezar a aprender a escuchar antes de acusar a la gente sin saber qué ha pasado.
Se apartó de mí y me miró con la boca abierta y con las cejas encarnadas, como si hubiera dicho la mayor burrada que hubiera dicho nunca.
-¡Pero si me lo dijiste tú misma! Vamos Jane, admite que tú todavía le quieres.
-No quiero hablar de eso ahora, ¿vale? Como Zayn ha hecho, debemos de raptar a Jess y pedir sus explicaciones. Estoy deseando escuchar su historia -dije al mismo tiempo que salimos de la puerta del instituto.
Y entonces me vino a la mente la nota de Ethan. Aún no había decidido si quería hablar con él o no. Por suerte, la verja roja en la que él había pedido que yo accediera estaba aún a varios metros por delante de nosotras y tenía algo de tiempo para pensar sobre aquello.
-Bueno, vive cerca, ¿no? Qué digo cerca, vive justo al lado. Seguro que está yendo a casa ahora mismo. Ya le pediremos explicaciones cuando lleguemos.
-Pero no muchas que tengo un montón de cosas para estudiar. Muchas. Dentro de una semana y media son los exámenes y necesito aprobarlos todos.
-Eh, ¿desde cuando eres tan estudiosa? Recuerdo que eres la niña más vaga que pueda conocer, es raro en ti -me replicó ella.
En parte tenía razón, yo no acostumbraba a estudiar todas las tardes dos o tres horas seguidas, es más, nunca lo había hecho antes. Pero estaba en una nueva etapa del instituto y necesitaba sacar buena nota para poder entrar en una buena universidad en un futuro que no era tan lejano.
No le respondí, sólo me limité a encogerme de hombros.
Mientras tanto ya estaba empezando a ver la valla roja que separaba el recinto del instituto con el resto del barrio, por lo que el pánico ya empezaba a subirme por la garganta.
-Ellen. Ethan me ha mandado una nota hoy en clase.
Ella ya había sacado su teléfono móvil del bolsillo y parecía hacer cosas más importantes que hablar conmigo en ese momento. Se encogió de hombros sin apartar la mirada de la pantalla.
-¿Y?
-Dice que quiere hablar conmigo. Ahora.
Volvió a encogerse de hombros.
-Pues ve. Nadie te lo impide.
-¿Irás tu sola a casa?
-Sí, claro, sin problema. Pero procura que no te viole, ¿harás eso por mí?
Entonces fui yo la que le clavó el codo en las costillas. Ella se quejó por lo bajo, no queriendo que yo supiera que le había hecho daño.
-Eres una exagerada, ¿lo sabías? Ethan no es así.
-Eso pensaba yo y mira cómo estáis. Hala, vete ya a hablar con él que estás muy pesada hoy. Yo de mientras iré a interrogar a Jess.
Me dio un pequeño y cariñoso empujón en el hombro en forma de despedida y me guiñó el ojo al marcharse. La verja roja era más que suficientemente grande para que pareciera que ella no iba conmigo, por lo que ella fue por un extremo, y yo por otro, ya que sabía que Ethan me estaría esperando ahí.
Lo vi apoyado en la pared con sus pitillo azul marino y su camiseta blanca con el gorro de lana verde en la cabeza, del que sobresalía algún  mechón de pelo. Tenía pinta del típico chico skater  por el que casi todas las chicas del instituto podrían morir por él, y en cierto modo era así, muchas chicas que yo conocía de saludo estaba colada o incluso enamorada de él. Pero yo le conocía bien y sabía que él podría tender a ser un chulo con sus virtudes bien sabidas, pero en realidad no era así. Era más bien modesto, y no le gustaba hablar demasiado sobre su aspecto.
Hice como si no supiera de nada del acuerdo, o como si se me hubiese olvidado cuando pasé por su lado para conocer su reacción. Y lo que hizo al respecto fue agarrarme de la muñeca y retenerme con no demasiada fuerza para que no me fuera. Casi sonriendo, me dí la vuelta y el me soltó la muñeca casi al instante.
-Por favor.
Hice un mohín y me acerqué a él para quedar frente suya. Tenía suerte de que fuera una de las últimas en cruzar la verja y que ya casi no hubiera gente que salía.
Yo me hice algo la dura, cruzándome de brazos y evitando mirarle a los ojos.
-Dime lo que quieras decirme, Ethan, yo no tengo mucho que decir.
-He leído que... bueno. Tú y... tu antiguo novio habéis roto. ¿Es eso cierto? -su voz sonaba entrecortada y vacilante, con un matiz de inseguridad y con un ligero tembleque de culpabilidad.
Me encogí de hombros.
-Sí, es cierto -dije queriendo añadir algo más, pero sólo pude pronunciar aquello.
Él apartó la mirada y se pasó la mano por la barbilla, parpadeando varias veces.
-Yo... lo siento, en serio. Fui tonto e inmaduro, como tú me dijiste. No he sabido valorar lo qué tenía y ahora que lo he perdido no sé cómo arreglarlo. Pero me vi en esa situación de tener la oportunidad de poder tenerte que... lo hice sin pensar. La verdad es que cuando leí el artículo en alguna página web, llamándote como si fueras su prima me hizo enfurecer mucho. Veía como ese... -se aclaró la garganta antes de seguir-, chico te estaba manipulando, usando en algún sentido. Y cuando te vi ese día en el instituto sin ninguna sonrisa en la cara me enfadé muchísimo más.
Parte de razón tenía. El día en el que me lo dijo me dejó destrozada. Nunca se me había dado bien mentir, y mucho menos a más de cien personas con algo tan importante como aquello. Estaba jugando con sus ilusiones y no me sentía a gusto conmigo misma.
Y no, no era feliz en aquellos tiempos.
Lo que me pareció digno de mencionar era que Ethan era capaz de saber si a mí me ocurría algo malo aunque no compartiera con él ninguna de esas informaciones, antes de Harry. Harry nunca pudo ver que yo en realidad, por mucho que intentara negarlo, no estaba de acuerdo con su plan. No lo estaba, y seguía sin estarlo. Pero él si lo vio.
-¿Me perdonarás algún día?
Ese comentario me hizo sonreír.
-Si algo no soy, es rencorosa. En realidad ya no estoy enfadada contigo, sólo... retraída. Y algo decepcionada, supongo. No lo olvidaré con tanta facilidad, pero por mí ya puedo empezar a hablarte todos los días -dije sonriendo hacia el suelo.
Casi pude escuchar cómo relajaba los hombros y respiraba con tranquilidad.
-No te puedes ni imaginar lo mucho que me alegra oír eso, en serio. Ah y eh... siento lo de Harry.
Me encogí de hombros.
En el fondo, pensaba que estaba mejor con él de amigo. Pero eso, naturalmente, no se lo dije.
Sentí cómo se sobresaltaba un poco cuando rodeé los brazos al rededor de su cintura para darle un abrazo. Él era incluso más alto que Harry, por lo que yo sólo le llegaba hasta el pecho.
Es un rollo ser así de pequeña.
-¿Quieres acompañarme a casa? -le ofrecí separándome de él con una pequeña sonrisa.
-No hace falta ni que lo preguntes. Lo haré encantado.
Caminamos hasta mi casa completamente solos por la calle, manteniendo una conversación, no como las de antes, pero sí cómoda y sin ningún silencio de por medio que podría resultar incómodo.
-Ah, y dile a Dan, que aunque me entran miles de menciones al día, leo los suyos igualmente. Díselo, puede que se quede tranquilo. Y también que si vuelvo a encontrar otro twit suyo le pegaré, ¿vale?
El chico soltó una pequeña carcajada cuando llegamos a mi casa mientras introducía las llaves por la ranura de la puerta.
-Claro. Será divertido verle la cara.
-Bien, gracias -le sonreí de oreja a oreja.
La verdad es que Dan estaba de lo más pesado con sus menciones continuamente. Lo que ponía en sus twits era irrelevante, se mirara por donde se mirara, pero hacía como si yo no pudiera leerlos.
Cuando estaba a punto de despedirme de él y sumergirme en una tarde de estudio, Ethan me interrumpió.
-Eh, Jane. ¿Podemos quedar mañana para pasar la tarde? Las hecho de menos, ya sabes...
Yo reí.
-Claro, ningún problema. Yo también las hecho de menos.

Capítulo 7

Nota: ¡heeey! Un pequeño comentario; he visto que muchas os estáis liando con lo de antes y después: 
-antes: finales de 2010 
-después: verano 2013 
He creado un HT para que me pongais los coments ahí :)) #SameMistakesDreamer. Twittear pls :) 
¡gracias!
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Antes.
-¡Jane!
Me sobresalté de Harry y me separé de él rápidamente, dándome la vuelta y dirigirme a la voz que me ha interrumpida. Me sentí enfadada.
-¡¿Qué?! -respondí con brusquedad cortante.
Ellen me miraba con la boca entreabierta desde el pie de la escalera, todavía sujeta a la barandilla de ésta. No parecía hacerle demasiada gracia la escena que se había encontrado.
Sin añadir más palabra, se acercó a mí con pasos fuertes y estables, y me agarró del brazo con fuerza exagerada. Tiró de mí.
-Te la robo un segundito, eh -le dice a Harry, que puso los ojos en blanco y asiente como si no le importara.
Yo resoplé al respecto.
Tiró de mi brazo y prácticamente me arrastró hasta la cocina, donde me soltó con brusquedad, también exagerada, y me obligó a girarme para que quedara en frente suya. Se cruzó de brazos y me miró con una ceja encarnada y con los labios en un mohín.
-¿Se puede saber qué haces? -susurró con fuerza.
-¿Que qué hago de qué?
-Eres tonta. ¿Le estabas besando?
Me ruboricé levemente y bajé la cabeza para que ella no lo notada demasiado. Respondí encogiéndome de hombros.
-En realidad fue él quien...
-¡Me da lo mismo! Quiero una explicación. ¿Qué ha pasado?
Descubro que su compostura dura y tajante de antes estaba desapareciendo, y que se metamorfoseaba en una niña pequeña entusiasmada con cualquier cosa nueva que se había comprado. Me estaba asustando, ya que Ellen no se solía enfadar por esas cosas, pero me llevé un gran alivio cuando me di cuenta de que sólo era una tapadera.
-No lo sé -le sinceré.
Y era la verdad. No sabía qué acababa de pasar allí. Se había presentado sin avisar, completamente tranquilizado y yo estaba segura de que él seguía enfadado conmigo. Es más, podría haber apostado algo. Se había pasado tres semanas sin hablarme, sin llamarme, sin mandarme mensajes y yo estaba tan preocupada por que él nunca me perdonaría por un maldito mal entendido. Pero se presentó igualmente, como si nada hubiera pasado.
Ellen bajó la mirada y se tocó el brazo, sin querer mirarme a los ojos.
-Tengo que confesarte una cosa, Jane -levantó la mirada y sus ojos me miran centellando. No espera a que conteste para seguir:-. Esta tarde no he ido a comprar. Fui a su firma. Yo fui la que pegó a Harry, y después hablé con él.
Mis ojos se abrieron en sorpresa.
-Entonces...
-Sí. Le conté lo de Lena, y bueno... yo rompí a llorar y él me prometió que vendría a verte. ¡Pero no hoy! No sé cómo lo ha hecho. ¿Me... me perdonas?
Esbocé una de mis mejores sonrisas y me acerqué a ella para darle uno de mis mejores abrazos. Ella parece que se sobresaltó, ya suelta un pequeño grito de sorpresa y más tarde me pasa la mano por el cuello.
-¿Perdonarte? Tengo que darte las gracias.
Ella me da un pequeño empujón en el hombro para separarme de ella y me miró extrañada.
-¿Las gracias? ¿Por qué?
-Por ser la mejor amiga que podría haber deseado.

{Narra Jess}
Hacía rato que Ellen había salido de la habitación para ver qué estaban haciendo Harry y Jane. Según ella para “ver si es necesario separarles antes de que uno mate al otro”. A mí su teoría me pareció absurda. Dudaba mucho que Harry se haya presentado sólo para discutir con Jane. Me parecía incoherente se mirara por donde se mirara.
Así que estaba completamente sola en la habitación, sentada en la cama sin saber muy bien qué hacer para matar el tiempo. Había empezado a leer algún libro que no entraba en la estantería de la habitación de Jane, por lo que estaban en la habitación de invitados. Eran pocos, unos siete u ocho. Ojeé algunos muy por encima y maldije cuando no había ninguno que me llamara especialmente la atención.
Miré mi reloj. Quedaba hora y media para mi “cita” con Zayn. Yo no lo llamaba cita, pero Ellen se empeñaba por llamarlo de esa manera. No me molestaba en absoluto, pero prefería evitar llamarlo así.
Ellen, aparte de rallarme la cabeza con eso, me echó la bronca justo después de entrar en la habitación. Me había dicho que por qué había sacado el tema.
Sí. Vale. Tenía razón. No tuve que sacar el tema, y después de sacarlo me sentí horriblemente mal con ella. Hasta tuve en mente varias veces de acercarme hasta su habitación para disculparme. Pero había algo que me retenía para hacerlo y no sabía qué era.
Y luego me relajé considerablemente cuando Ellen me dijo que había venido Harry a hablar con ella. Me alivié casi al instante. Conocía a Harry tan bien como para saber que él no se presentaba en casa de alguien con el que supuestamente está enfadado para discutir.
Si va, es para arreglarlo. O por lo menos, para intentar hacerlo.
Ellen también me confesó que había sido ella la chica que le había pegado en público. Y entonces todas las piezas parecían empezar a encajar. Posiblemente, si Ellen no hubiera ido a ver a Harry en la firma, él no se habría presentado en su casa.
Al final, me cansé de dar vueltas por la habitación, por lo que salí de ella y bajé las escaleras despacio, sin querer hacer demasiado ruido.
Cuando llegué abajo, me encontré con una escena bastante familiar en los viejos tiempos: Jane dormida en el hombro de Harry, que le acariciaba el pelo despacio para no despertarla. Cuando me vio, me sonrió y saludó como si nada hubiera pasado.
Yo, aparentando no saber de nada, le miré extrañada, con el ceño fruncido pero con una bonita sonrisa luciendo en mi rostro. Me alegraba muchísimo por ellos.
Le pregunté en susurros dónde estaba Ellen y él me señaló la cocina. Le agradecí y me acerqué al sitio indicado por él.
Cuando llegué, vi a Ellen mirando por la ventana, con una galleta en la mano.
-¿Ya estás comiendo, gorda? -puse los brazos en jarras.
Ella giró la cabeza en mi dirección al escuchar mi voz.
-¡Oye! No me llames gorda, eh.
-¿Los has visto? -pregunté bajando la voz y señalando con el pulgar el salón.
Ella asintió con la cabeza con energía, con una gran sonrisa presente, tragando el último cacho de galleta que le sobraba.
-¡Son super monos, tía!
-¡Sh! Que te van a escuchar, y Jane está dormida.
-Normal. No duerme con decencia desde hace tres semanas. Se merece descansar un poco...
Estábamos las dos, en la cocina, fangirleando como si fueran una pareja de Hollywood o algo parecido. Yo estaba feliz por ella, y suponía que Ellen coincidía conmigo.

~

-No te entiendo. ¡Haz el favor de explicarte bien!
El chico suspiró exasperado con sarcasmo, aún con su sonrisa torcida bien presente en su rostro.
-Tu sólo tápate los ojos.
-Pero, ¿por qué?
-¡Tu hazlo!
Con un resoplido y un suspiro seguidamente, coloqué las manos delante de mis ojos sin siquiera estar molesta, pero hacía como que lo estaba para asustarle un poco.
Colocó una mano en mi espalda y con la otra me agarró la mano libre. Me guió pasos hacia delante y yo iba totalmente ciega. No veía más que negro y la verdad es que algo me asustaba. No era cuestión de confianza, era más cuestión de supervivencia.
Seguimos avanzando mientras él me daba alguna instrucción respecto al camino en el que andábamos. Bajo la gruesa suela de mis converse rojas notaba suelo liso y duro, por lo que sospeché que seguíamos en la calle y que no me llevaba a ningún descampado o algo así.
Llevábamos en la calle como unas tres horas, y yo no me cansaba de hablar y de hablar sobre cualquier cosa que a ambos se nos ocurría. Zayn realmente tenía una muy buena conversación. Mientras tanto ya era de noche y empezaba a hacer frío en la calle, pero no lo notaba demasiado a causa de lo bien que me lo estaba pasando. Si Ellen hubiera estado aquí hubiera sabido que no se trataba de una cita, si no de dos amigos que quedaban para pasar la tarde juntos. En toda la tarde había tenido cuidado de no mostrarse demasiado cariñoso a mi lado, y a mí no me importaba demasiado. Ninguno de los dos había hablado nunca de una relación seria.
-Cuidado, escalón -dijo, demasiado tarde, ya que yo ya casi estaba en el suelo.
-Ya, gracias -respondí irónica.
Qué gracioso.
-De nada.
Si hubiera tenido los ojos abiertos, le hubiera pegado. Pero como no era el caso, se tuvo que conformar con un resoplido.
-Vale. Ahora te pido que tengas cuidado.
-¿Cómo quieres que tenga cuidado cuando tengo los ojos cerrados?
-Shh.. Cállate. -Dejé de notar su mano contra la mía y su mano en mi espalda, y me inquieté unos segundos- Vale. Ahora da un paso bien grande. Exagera si quieres, pero bien grande -vuelvo a sentir su mano sujetando la mía.
Le hice caso y algo alterada, dí un paso largo, como él me indica y él vuelve a sujetarme para evitar caerme hacia atrás. Escuché unas voces detrás mías, y al instante, quedan amortiguadas después de un ruido sordo, como si nos hubieran encerrado en algún sitio.
Me hizo sentarme en un banco liso. Como de plástico.
-Ahora espera un segundo.
Asiento sin rechistar.
-Vale. Ya puedes abrirlos.
Intrigada y llena de ganas, abrí los ojos y ante mí vi Londres entero. Bueno. Bajo de mí. Me levanté de un salto y me acerqué la ventanilla. Nos encontrábamos en una de las cabinas del London Eye y desde nuestra posición, no demasiada alta, pero sí lo suficiente como para ver gran parte de la ciudad.
Exclamé un grito de alegría.
-¿Cómo has hecho para no hacer siete horas de cola? -dije, exagerando un poco.
-¿Bromeas? Soy Zayn Malik, esto es una gran fuente de publicidad para ellos ahora mismo, créeme.
Reí bajo. Se me olvidó ese pequeño detalle de que él entonces era famoso. Me di cuenta de que la fama no había acto de presencia en su forma de ser. Me agradaba la sensación.
Dí un pequeño saltito de sobresalto cuando me doy cuenta de que él quería entrelazar sus dedos con los míos. Yo tuerzo la mirada y le miré sonriendo.
-¿Por qué me has traído aquí, Zayn?
-Bueno. Aquí no tengo una cámara en cada esquina en la que voy, y puedo hacer cosas que en público no puedo si no quiero que me maten.
Fruncí el ceño, no siguiendo muy bien su tema de conversación.
-Cosas, ¿como cuáles?
-Cosas como besar tus mejillas, acariciarte el pelo, cogerte de la mano. Esas cosas. No sólo me odiarían a mí, si no que tú también sufrirías las consecuencias.
-Me da igual -susurré. Casi deseé que él no lo hubiera escuchado, pero sonrió al hacerlo.
-¿Te da igual? -sonrió de acuerdo conmigo, rodeando mi cuello con su brazo y atrayéndome hacia sí.
Con una risa baja, me acerqué a él y le abracé como él a mí.
-Jess, ¿puedo hacerte una pregunta?
-Es la pregunta más estúpida que se ha creado. Claro que puedes.
Noté cómo su pecho subía y bajaba a causa de la carcajada que suelta.
-¿Cómo ves esta... relación?
Si estuviera comiendo o bebiendo algo, seguramente me hubiera atragantado con la pregunta. No me la esperaba en absoluto nada de aquello, ni charlas sobre lo “nuestro”, si es que lo había. No había pensado en aquella pregunta, y estuve varios segundos en silencio tratando de encontrar una respuesta adecuada.
-Erm... No entiendo la pregunta.
-Que si la ves como algo serio o como algo... no serio.
-Estoy muy a gusto contigo, Zayn. Pero no sé cómo responder a eso... ¿por qué lo preguntas?
Noté cómo tragaba saliva antes de responder.
-Porque yo estoy dispuesto hacer la relación oficial para las fans.

Capítulo 6

Ahora. 
{Narra Jane}
Pongo la copa de cristal sobre la barra. 
-Aquí tienes -digo con la mejor sonrisa que tengo en el rostro, mirando al hombro que me mira de arriba a abajo antes de coger la bebida que le acabo de preparar. 
-Gracias, preciosa -me responde, sin quitar ojo de mi pronunciado escote. 
Yo vuelvo a sonreír. 
El bar esta noche está especialmente lleno. Mejor para mí, y para el negocio, está claro. Cuanta más gente, más propina para mi persona, y un jefe contento. 
Miro mi reloj y veo que sólo queda una hora para que pueda ir a mi casa para pasar la noche entre palomitas y una buena película para ver.
En la barra me acompañan tres personas más, dos chicas y un chico con los que no tengo apenas relación a parte de laboral. Nunca he parado a hablar con ninguno de ellos y tampoco tengo mucho interés en hacerlo. Dudo que ellos sí. 
Mucha gente al entrar en el local me preguntan a ver si aquí entran famosos muy a menudo. Yo siempre les respondo lo mismo: “menos mal que no”. Ellos me miran ceñudos, pero yo me limito a ceñirme a mi respuesta. De vez en cuando algún que otro guionista o actor poco conocido entra al local y farda de su nombre, como si fuera el hombre más importante de Inglaterra. A veces les conocía y trataba de hacerlos felices con cualquier comentario inventado como: “Eh, me encantó tu última película”, o lo que sea sólo para tratar de conseguir propina. Más veces que menos, lo conseguía y me sentía especialmente satisfecha. 
Aunque nunca he entendido la necesidad de saber por qué necesitaban esa información. Normalmente para pedir una foto, autógrafo o lo que sea del “famoso” para poder colgarla en sus redes sociales para ser nombrada la nueva “suertuda” de entre su círculo de amigos. Pero sigo sin entender esa reacción. 
Más de una vez he tenido que necesitar la ayuda de alguna de mis compañeras para deshacerme de un cliente pesado. El uniforme del trabajo nos obliga a ponernos camisetas negras de tirantes gordos que se ciñen al cuerpo casi demasiado. A las chicas nos hace ponernos pronunciados escotes y recogernos el pelo en una coleta alta para atraer más la atención. Nunca me he gustado a mí misma con el pelo recogido, pero al cabo del tiempo, me he acostumbrado a verme así, y lo mismo me pasó con el escote. Al final te acabas acostumbrado a las continuas miradas y piropos sutiles que se cuelan “sin querer” de la boca del cliente, ya sea joven o entrado en edad. Pero más de una vez una de las chicas entraba en pánico al ver que algún que otro señor molesto le está obstaculizando el poder atender a más clientes. Por lo que tiene que ir el único hombre de la barra a ayudar a deshacerse de él sin hacerle demasiado daño y poder asegurarnos su retorno. A mí me ha pasado más de una vez. 
Me gusta el trabajo que hago para ganar dinero. Es fácil, cómodo y me pilla medianamente cerca de la boca del metro que yo cojo para ir hasta mi casa. Y me pagan mejor de lo que yo me hubiera imaginado, que me ayuda a cubrir gastos y para darme algún que otro capricho. 
Me sobresalto cuando me doy cuenta de que una chica pelirroja y menuda me habla desde el otro lado de la barra. Yo me acerco a ella con la mejor sonrisa fraternal que soy capaz de esbozar. 
-Dime cielo -digo captando su atención de nuevo. 
-Erm, dame dos vozkas negros con limón y una piña colada, por favor -me responde, y me sonríe angelicalmente. 
Recorro el bar con la mirada y encuentro su grupo de amigas, que parecen muy concentradas en mi respuesta. 
-Claro. ¿Puedo ver tu carnet de identidad?
La chica baja la vista y se aparta un mechón de pelo rojo tras la oreja. Hecha un manojo de nervios, rebusca en su bolso y saca la cartera de él. Con vacilación me tiende la tarjeta y ya no me sonríe. 
Miro y busco el sitio en donde indica la edad de la chica: 16. 
Tuerzo el labio y miro la puerta que da al interior de la zona privada, buscando al jefe con la mirada. Luego vuelvo a mirar el carnet. 
Se lo tiendo rápidamente y me pongo a ello tan rápido como puedo. Cojo tres vasos de plástico de un litro y subo la mano para coger la botella de cristal. La chica me indica cuánto quiere que le eche y luego le añado el resto. Coloco los tres recipientes encima de la barra. La chica sonríe de oreja a oreja. 
-Son 15 libras. Por favor, no corras la voz -susurro bajo para que sólo ella pueda escucharme. 
Saca el dinero de su cartera también y me lo agradece como unas cinco veces seguidas, cogiendo los vasos difícilmente. 
No estoy muy orgullosa de mis actos anteriores, pero por una vez no sucederá nada. Beber no es lo mismo a emborracharse. La primera vez que yo bebí fue gracias a Ellen, que consiguió ya que ella era mayor de edad y se le permitía beber. Pero antes de que ella se acercara, fui yo a ver si me vendían a mí, y me atendió la mujer más fría y seca que hube conocido. Fue una experiencia horrible y no quería que la gente de esa edad lo pasara mal. Simplemente no vendería más a ese grupo de amigas y listo. 
La noche pasa deprisa desde entonces. Cada vez que miro el reloj ya ha pasado un cuarto de hora, por lo que sólo me quedan diez minutos para irme a casa. La música que están poniendo me agrada de una forma sorprendente. Puede que haya cambiado en una mayoría de mí misma, pero los gustos de música seguían siguiendo los mismos. Nunca me había gustado la música que se bailaba en las discotecas, pero esta es realmente buena y bailable al mismo tiempo. No me iré de aquí antes de saber qué música está poniendo el DJ de esta noche. Cada viernes viene un DJ diferente y ya sé que éste puede venir más a menudo. 
-¿Jane? -escucho desde el otro lado de la barra mientras atiendo a una mujer de unos treinta años con su grupo de amigos. 
Les tiendo las bebidas que me piden y giro la cabeza para ver quién es el que ha llamado mi nombre. Tal vez es sólo una chica del local que necesita mi ayuda, pero veo que las dos están demasiado ocupadas con otros asuntos. Además de que la voz sonaba masculina. 
Recorro la barra y al final me tropiezo con una mirada verde sonriente, que me mira contento de verme. 
-¡Jane! No me esperaba encontrate en un local como estos. 
Mi sorpresa no podía ser mayor. La sonrisa que surge en mi rostro es tan amplia que con mirarle desde aquí arriba no me parece suficiente, por lo que abro la pequeña portezuela que separa la zona privada con la pública y me fundo con él en un cálido abrazo. 
-¡Ethan! Oh, madre mía. ¿Hace cuánto que no nos vemos?
Estoy realmente contenta de volver a verle una vez más, aunque la última vez que le vi no me traían demasiados buenos recuerdos. 
-Dos años seguro. Te fuiste a la universidad y no dejaste rastro alguno. Me alegro tantísimo de verte. 
-Yo también Ethan, en serio. -Bajo la mirada a mi reloj- ¿Estás solo? 
Vacila unos instantes antes de contestarme. 
-Sí, bueno. Me apetecía conocer un poco más Londres, ¿sabes? He venido sólo, sí. 
Su sonrisa sigue siendo exactamente la misma. Sus ojos siguen siendo verdes y grandes y la piel sigue siendo más oscura que todos los ingleses que conozco. Su pelo sigue siendo del mismo color, pero su peinado es mucho más atractivo de lo que era antes. Antes estaba como más controlado, pero ahora parece que no se lo ha peinado nunca, lo que me resultaba extremadamente atractivo. 
-Salgo en cinco minutos, si quieres podemos ir a dar una vuelta y adelantar sucesos, ¿qué te parece?
La sonrisa que esboza parece de alivio. 
-Claro, me encantaría. 
Sonrío yo también y vuelvo a meterme dentro de la barra para quitarme el corto delantal negro que sólo sirve para guardar el abrebotellas y un bolígrafo con un bloc para apuntar cosas. 
Entro dentro del baño y me quito la escotada camiseta negra para enfundarme en una camisa amarilla fosforita también de tirantes y transparente por detrás. Me siento algo mejor cuando me suelto la coleta alta que me tira de la piel y me lo coloco en su sitio para tener una imagen aceptable. 
Antes de marcharme, le pido a una de mis compañeras que me apunte el nombre del DJ que toca esta noche, y ella asiente con una sonrisa en el rostro, como pareciendo entusiasmada. 
Busco a Ethan entre la multitud y cuando lo encuentro ambos salimos del local. 
No me doy cuenta de que dentro del local hace mucho calor hasta que salgo a la calle, donde el fresco de la noche me relaja al instante. Me hace dar la sensación de que respiro aire limpio de nuevo. 
-¿Qué te parece si te enseño mi nuevo piso? Seguro que te encanta -propongo-. Pero está un poco lejos...
Ethan deja escapar una pequeña risa y antes de que me diera cuenta, él ya ha entrelazado sus dedos con los míos. No me revuelvo, ni rechisto. 
Entonces recuerdo la imagen de Zoey. Ella estará en casa, y seguro que a él no le hace demasiada gracia. 
Gimo decepcionada. 
-Vaya. Mi compañera de piso estará ahí...
Noto cómo se remueve incómodo. 
-Bueno. Mi piso está aquí cerca, a pocas manzanas de aquí. Nos costará un cuarto de hora llegar. 
-¿Tienes un piso en el centro? Ah, claro. Se me olvidaba de que vienes de una familia rica -digo eso y espero que él lo tome como una afirmación. 
Ambos comenzamos a caminar, aún con las manos unidas y me dejo llevar por sus pasos, ya que no sé dónde se encuentra su apartamento. 
Él disiente con la cabeza como si estuviera en desacuerdo con lo que le acabo de decir. Yo me río ante su gesto, ya que siempre que le decía eso se sentía ofendido, o por lo menos, molesto. Y yo lo sé demasiado bien y me da placer hacerle rabiar con ese tipo de cosas. 
-No estoy en una familia rica. Acomodada es la palabra. 
-Ya, claro. Yo también tengo una familia acomodada, y no tengo un piso en el centro. No sabía que te gustara el centro. 
El barrio en el que anteriormente vivíamos estaba bastante apartado del centro y siempre pensé que él seguiría viviendo en el mismo lugar. Yo, en cambio, quería irme cuanto antes posible. 
A mí me hubiera gustado vivir en el centro también, pero nos pillaba demasiado lejos de nuestra universidad y los precios estaban por las nubes, por lo que nos tuvimos que conformarnos con lo que tenemos. Y no vivo infeliz. Es más, me gusta mucho más la periferia que el centro. 
-No me disgusta. Ya sabes. Está cerca de todo lo que necesito. Por la noche ya no me gusta tanto ya que el ruido es atronador. Pero por el resto está genial. 
Yo asiento, sin saber qué más añadir. 
Sin darme cuenta, algunas imágenes del pasado se cuelan en mi mente, pero las aparto rápidamente antes de echarles un vistazo. 
El pasado es el pasado.
El resto del pequeño paseo lo pasamos entre otro tipo de conversaciones también llenas de recuerdos de cuando éramos más jóvenes. Y los dos tratamos de evitar las razones de por qué dejamos de hablarnos el uno al otro. No es algo de lo que me guste hablar especialmente, y puedo imaginar que a él tampoco le hace demasiada gracia. 
Pasamos el rato tratando de averiguar cosas el uno del otro para conocer a la persona que teníamos delante, e intentando dejar atrás los dos niños infantiles que ambos éramos en el pasado. Y me gusta mucho más el Ethan de ahora, que el de antes. 
Ethan en estos momentos me demuestra que ha madurado, que no todo lo que hizo en el pasado le hace sentirse orgulloso o a gusto consigo mismo. El Ethan que tengo delante no es el chico que conocí en el instituto hacía tres años. Ahora él trabaja como trabajo temporal en una editorial ordenando los libros, o alguna cosa de esas. Como siempre dijo que haría, estudia arquitectura y está entrado a todas horas en los estudios. 
El nuevo Ethan me fascina. Siempre dijo que iba a estudiar arquitectura, pero yo jamás pensé que lo decía en serio. No me entraba la imagen de Ethan pasándose las tardes estudiando para tratar de alcanzar la nota media en cualquier examen. Pero ahora veo que hace lo que propone, y eso me agrada a un nivel alto. 
Llegamos a su apartamento y, al observar la fachada del bloque, puedo deducir que no es de los más baratos de Londres, precisamente. Tiene pinta de ser un bloque para importantes hombres de negocios con bastante dinero saliendo de sus bolsillos. 
Entramos al vestíbulo y subimos en ascensor hasta el piso veinte. 
Sus padres son más ricos de lo que yo pensaba. 
Cuando abre la puerta de madera negra de su piso, me encuentro con algo excesivamente elegante y moderno. 
El salón se extiende en un gran espacio abierto, cubierto de una moqueta blanca y suave bajo la presión de los pies descalzos. El salón se separa de la cocina únicamente por una barra de granito negro, en donde tres taburetes de metal color plata acompañan a ésta. El salón está decorado con gusto, con muebles de colores negro, gris y blanco. Ventanales grandes y pulcros atraviesa el salón entero hasta llegar hasta la cocina, en donde cesa por el comienzo de los armarios, negros también, de ésta. 
No puedo evitar mirar el espacio maravillada. 
-Definitivamente, tus padres son más ricos de lo que yo pensaba.
-La escritura y el piso lo pagaron ellos, pero el alquiler lo pago yo. Ven, te enseñaré algo -dice, después de que yo deje mi bolso en la entrada, también los sandalias. 
Me agarra con suavidad el brazo y me lleva a las ventanas del salón. Una de ellas parece ser una puerta de cristal corredera, que da a un pequeño balcón. 
Cierra la puerta tras él y se coloca a mi lado. 
Contemplo, una vez más, con la boca abierta las vistas que el balcón ofrecía. Todo Londres se ve desde aquel pequeño balcón. Todas las luces de los coches y de los edificios brillan como pequeñas luciérnagas en la noche desde aquí arriba. Se ve el río Támesis, y también los puentes que lo cruzan de un lado a otro. Es precioso. Me pregunto cómo serán las vistas de día. 
-¿Te gusta? -pregunta él con voz acaramelada. 
-Wow. Es precioso, en serio. Seguro que aquí traes a todos tus ligues. Les enseñas el piso, luego el balcón. Y luego miras el cielo, le enseñas cualquier estrella al azar y le dices: “¿Ves esa estrella?, pues ahora es tuya”. 
El me mira ceñudo y sonriendo al mismo tiempo como si no entendiera muy bien lo qué le quería decir con eso. 
Yo me encojo de hombros como respuesta. 
-A mí me lo han hecho. 
Él parece que prefiere no hablar sobre aquello. 
-Vamos, que todavía no te he enseñado todo el piso. 
-¿Hay más? -pregunto mientras él vuelve a coger mi mano y me arrastra dentro del apartamento. 
Atraviesa el salón y encuentro que al lado de la cocina hay unas pequeñas y blancas escaleras de caracol que suben a un segundo piso. Paso de hacer más preguntas y le sigo hasta arriba con el corazón martilleándome en el pecho. Sé muy bien qué es lo que me va a enseñar. 
Me enseña el piso de arriba y se ahorra el dormitorio para lo último. 
Me introduce dentro de él y se apoya en la puerta, dejándola abierta. 
-Me gusta mucho tu piso. Pero es como muy... soso. Pon algo de color o.. un cuadro a color. 
-Tranquila. Por el día es muchísimo más colorido. 
No es propio de mi hablar sobre decoraciones, y no entiendo muy bien qué hago hablando sobre aquello cuando en realidad lo único que no quiero hacer es hablar. 
Le miro desde mi perspectiva y él me devuelve la mirada desde su sitio, donde la puerta sigue abierta. 
Sonrío con una sonrisa torcida y al final me doy cuenta que si yo no empiezo, aquí no va a suceder nada. 
Con el paso de los años he crecido algo más, pero él sigue siendo media cabeza más alto que yo. Como siempre había sido. 
Sé que al volver a casa, Zoey me volverá a echar la bronca, pero no es eso exactamente lo que me preocupa. 
Me acerco a él sin precipitarme demasiado y me coloco a su lado, apoyada en la jamba de la puerta. 
-Ethan. Sabes que yo no busco nada serio ahora mismo, ¿o no? 
Parece que la pregunta le sobresalta. 
Se encoge de hombros mientras una sonrisa burlona se cuela entre sus labios.
-Bueno. Siempre estás ahí para sorprenderme.
Sonrío contenta con su reacción y soy un paso hacia delante para poder besar sus labios. No parece sorprenderle, ya que él acaricia tiernamente mi espalda y me da la posibilidad de poder hundir mis dedos en su pelo. 
Sé lo que voy a hacer, y es la primera vez de la que sé que en la mañana siguiente, no me arrepentiré. 

Capítulo 5

Antes
{Narra Jane}
La llamada al timbre me sacó de un tirón de entre las páginas de un libro. Suspiré exasperada ya que desde que me había sentado no había tenido oportunidad de poder leer una cara de una de las páginas seguidas a causa de continuas distracciones. 
Al estar sola en casa, como era habitual, me vi obligada a levantarme y a abrir la puerta para ver quién tenía el valor de acercarse a mí después de todo lo sucedido. 
La única que me visitaba era Jess, pero sólo porque era mi amiga, porque el resto de personas que me conocía no me soportarían de la manera en la que estaba en esos momentos. 
Tenía que reconocerlo. Estaba totalmente insoportable. 
Arrastrando los pies, me acerqué a la puerta y con mirada vacilante abrí la puerta, a decir verdad bastante intrigada. 
Relajé los hombros cuando me encuentro a su familiar mirada radiante a la puerta de mi casa. 
-¡Ellen! ¿Por qué has llamado a la puerta? -pregunté bastante desilusionada. 
Ella suelta una risa que suena a disculpa. 
-Me he dejado las llaves dentro de casa. Lo siento. 
Resoplé a la vez que la dejé entrar en casa, con los hombros caídos y los ojos en blanco.
-Entonces, ¿para qué te dimos la llave, si nunca vas a usarla? ¡Tienes un bolso enorme como para no entrarte unas llaves! 
-Lo sé y lo siento. 
A fuera diluviaba de nuevo, como era costumbre y más en estas épocas del año, pero Ellen parecía totalmente seca, de arriba a abajo, como si no hubiera pisado la calle. Seguí sus pasos con la mirada hasta que alcanzó el sofá y se dejó caer con un suspiro de alivio. Ceñí. 
-¿Qué tal las compras? -dije yo, intentando sacarle la información. 
Había algo que no cuadraba del todo. 
Ella vacila al instante, boqueando con la boca para intentar responder algo coherente a mi pregunta, mirándose los pies algo nerviosa. 
-Eh. Bien bien, había un montón de gente en el centro comercial -respondió mientras asentía enérgicamente con la cabeza y con los labios es un mohín-. Por cierto, Yina me ha mandado un mensaje, llegó ayer a Inglaterra, ¿no es genial?
La verdad es que la vuelta de Yina me importaba poco. Por mucho que yo lo intentara, Yina y yo nunca llegamos a ser amigas de verdad, ya que siempre había algún que otro roce entre nosotras. Y suponía que ella pensaba lo mismo. 
Por lo que pasé de su comentario y me centré en cosas que me importaban de verdad.
-Genialísimo. Es martes, ¿por qué tendría que haber gente un martes en el centro comercial? -no entendía el comentario que me acababa de dar, ¿para qué me interesaba a mí cuánta gente había? Incoherente. 
Apartó la mirada rápidamente de mis ojos y la posó en sus zapatos de nuevo, tratando de encontrar una respuesta de nuevo. 
Al final no añadió nada más, sólo se encogió de hombros y me sonrió con inocencia. 
-¿Dónde están tus bolsas? ¿No me vas a enseñar lo que te has comprado? 
-No... si al final no me he comprado nada... 
-¿Y has estado toda la tarde en el centro comercial para luego volver a casa con las manos vacías? -puse los brazos en jarras- Va, dime qué has estado haciendo hasta ahora. 
-Ya te lo he dicho. He pasado la tarde en el centro comercial. Estaba planeando comprarme cosas, pero resulta que tengo la tarjeta anulada....
Levanté las manos y las choqué contra mis muslos, volviéndome a incorporar en el sofá. 
-Está bien. Si no me quieres contar qué está pasando no es problema mío. Ya te las arreglarás, supongo. ¡Pero déjame leer al menos! 
Ellen soltó un bufido exagerado y sin añadir palabra, subió las escaleras pisando fuerte para que escuchara cada uno de sus pasos, como una niña pequeña enfurruñada. Puse los ojos en blanco. 
Coloqué el libro sobre el cojín que yacía en mi regazo y volví a introducirme en la historia que tenía el placer de leer. 
Leer era una de las pocas cosas que podía hacer sin tener necesidad de ponerme a moquear de nuevo, o de que las imágenes se colaran en mi mente sin permiso para hacerme daño, para ponerme mal de nuevo, ya que me metía en una historia que no era la mía, con amigos que no eran mis amigos pero que los quería como si realmente lo fueran, aunque no existiera realmente. Poder imaginarme otras historias de otras personas era simplemente perfecto. Me alejaba de toda la mierda que me rodeaba en esos instantes y me hacían perder la noción del tiempo y del resto del mundo. Me hacía olvidar mis problemas y eso era lo que realmente amaba de leer. 
Estaba a punto de terminar la página, cuando el timbre de la puerta volvió a sonar. 
Fruncí el ceño furiosa. 
Gruñí antes de levantarme con la cabeza echada hacia atrás. 
-¡¿Por quéeeeee?! -grité desesperada, sin realmente esperar una respuesta. 
Dicho aquello me levanté del sofá con los brazos colgando y abrí la puerta ya sin ganas ni curiosidad ni nada. Estaba enfadada con todo el mundo en esos momentos. 
-¡Hola Jane! -me sonríe con su típica sonrisa blanca y perfecta. 
-Me has interrumpido -dije exasperada como nunca. 
Jess relajó la sonrisa un poco, y me miró con algo de preocupación. 
-¿Interrumpirte qué, vida? -adoraba que me llamara “vida”, pero no colaba. 
Levanté el brazo y le dejé ver el libro que tenía entre los dedos. 
-Vaya, lo siento de veras. 
-No importa, entra -le abrí la puerta más para que pudiera entrar y la cerré de un leve portazo. 
-¡Ellen! ¡Ha venido Jess! ¡Será mejor que bajes si no quieres que suba y te pegue! -grito desde el pie de la escalera. 
Sin expresión en el rostro, me acerqué a Jess que ya había tenido ocasión de sentarse en el sofá y de mirarme con su sonrisa de niña buena, como siempre. Al escuchar mis gritos hacia mi mejor amiga-casi hermana, parpadeó confusa. 
-¿Has tenido un mal día? 
-Semana. Mes. Año. Vida en general -le corrijo.
-Oh, vamos, no digas eso. Sólo es un pequeño bache, seguro que lo superas. Seguro que las tres lo hacemos. 
Escuché en el piso de arriba de la casa de mis padres el portazo de la puerta de la habitación que Ellen estaba usando éstas últimas semanas. Bajó las escaleras algo más tranquila y con una sonrisa algo forzada en la cara, como pareciendo contenta por la visita de Jess. 
Después de saludarla y de darle dos besos como siempre hacía Ellen, se sentó a su lado y me dio la espalda, como si la conversación fuera privada y yo no estaba invitada a escucharla. Aún así, me acerqué a donde estaban ellas y me senté en el suelo en frente suya. 
Ellen siempre actuaba de esa manera cuando sabía que yo tenía la razón pero seguía induciendo ella tenía la opinión correcta sobre cualquier asunto. Ellen nunca había cambiado desde que yo la conocí. 
Mientras mi mente andaba en otra parte, ellas dos ya habían iniciado la conversación. 
-Hoy he estado en la firma de One Direction en el centro comercial de aquí cerca. 
Me puse tensa. 
-Oh, espera, que casi prefiero estar leyendo que estar escuchando esta conversación -dije, e hice ademán de levantarme, pero Jess tiró de mí y me obligó a sentarme de nuevo-. Jo. ¡No me interesa Jess! 
-Sí que lo haces. Tú espera. 
Ellen también parecía incómoda, pero no lo dejaría mostrar con tanta facilidad, por lo que sólo se limitó a asentir pareciendo interesada. Conocía a Ellen demasiado bien para saber que estaba casi o más incomoda que yo. Pero hice como si no hubiera notado nada. 
Bufé enseguida. 
-¿Por qué tenemos que hablar de esto? Sabes que es un temo que trato de evitar. Mala amiga. 
-Que te calles. El caso es que llegué bastante tarde, así que tuve que esperar mucho para llegar hasta la mesa. Quería darles una sorpresa así que... Pero justo antes de el descanso que ellos se tomaban, pues una chica morena subió al podio, pasó del resto de chicos, y fue directita hacia Harry. ¡Y le pegó! 
-¡¿Le pegó?! -gritó indignada Ellen- Qué mala fan. Deberíamos de quemarla. 
Jess asintió mirándole con los ojos como platos, como si  estuviera totalmente de acuerdo con ella. Yo me limité a encogerme de hombros. 
-Sigo sin saber por qué me cuentas esto. 
-Sht. Después de eso, la chica se fue sin siquiera recoger su foto y parecía realmente enfadada, indignada o yo qué sé. Pero no se marchó, los guardias le dejaron pasar en una puerta y no la vi salir en ningún momento hasta que me fui de allí. 
-¡Me importa una mierda Jess! 
-¡Que te calles coño! Cuando ellos tomaron su descanso de “media hora”,-hizo el gesto de las comillas con los dedos- que en realidad es más de media hora, entraron en la misma puerta de la que entró la chica. Y al volver, volvieron todos menos Harry. Ninguno de los demás me quiso contar el por qué. 
Entonces sí que estaba enfadada. ¿Qué intentaba decirme Jess? ¿Que Harry ya lo había superado? ¿Que ya tenía una nueva novia? ¿Que ya no le importaba? Echaba humo por las orejas del enfado. 
Decidí no añadir ni una sola palabra más ante el tema. No comprendía la necesidad de la que se suponía que era mi mejor amiga de herirme con ese tema. 
Ellen vacilaba su mirada ente yo y Jess, que no hacía más que mirarme y asentir como si acabara de contar el cotilleo más fuerte de todo Londres, pareciendo orgullosa de su comentario. Al final Ellen acabó de chasquear la lengua y miró con mala cara a Jess. 
-¿Era esto necesario Jess? ¡Sabes que ella está muy sensible con el tema! -exclamó en un susurro. 
Entonces sí que bufé con fuerza exagerada. 
-¿Queréis dejar de hablar de mí como si no estuviera delante? 
Ellen giró la mirada y me miró con el ceño fruncido. 
Jess suspiró. 
-Está bien, Jane. Lo siento, pensé que quizás te hubiera gustado saberlo -se encogió de hombros-. Lo que en realidad quería contaros es que he quedado con Zayn esta noche -se mordió la lengua sonriendo, y dando una visión de excitación y alegría. 
-Aw, pues espero que os lo paséis genial esta noche. Si me disculpáis, creo que voy a ir a llorar a mi habitación -añadí, levantándome del suelo y cogiendo mi libro. 

~

Al final Jess y Ellen trasladaron la conversación a su habitación, posiblemente para no molestarme. La verdad es que no me agradaba demasiado leer en mi habitación ya que me desconentraba con demasiada facilidad y tampoco tenía la luz adecuada para hacerlo, por lo que prefería mil veces leer en el sofá del salón. Por lo que, cuando escuché que la puerta de la habitación de Ellen se cerraba con un sordo golpe, salí de mi habitación con pasos sigilosos esperando que ellas no me escucharan bajar las escaleras, todavía con los ojos rojos. 
No entendía a Jess. ¿Por qué se había propuesto a hacerme daño? ¿Qué ganaba yo conociendo esos datos? Sí, ahora él era famoso y seguramente ya habría pasado página. Incluso ya tendría nueva pareja a la que hacer feliz. Yo sólo pasaría a la lista de ex novias. 
Siempre había pensado que Jess me apoyaría en esto. Recordaba que ninguna de las tres mencionara el tema a no ser que fuera de esencial importancia, y no encontraba la importancia de esta situación y no entendía por qué Jess no lo veía. 
Y, como era inevitable, había pasado los momentos que ellas habían compartido hablando de su futura cita con Zayn, llorando sola en mi habitación con la música baja sonando a través de los débiles altavoces, mientras me repetía a mí misma lo tonta e inútil que era. ¿Es que nunca me limitaba a hacer nada bien? ¿Nada? 
Os echo tanto de menos. A ambos. 
No entendía el futuro que el destino tenía planeado para mí. ¿Qué se suponía que yo había hecho para merecer aquello? No sólo había perdido a una de las personas más importantes para mí, si no también a mi mejor amiga. El último tiempo que había pasado con Lena me había demostrado que ella era luchadora y fuerte, y yo en el fondo sabía que lo iba a conseguir. Me hizo darme cuenta de que las últimas semanas había sido egoísta con el resto, y eso hizo que me centrara más en el resto de personas que me rodeaba, con Lena incluida. Y lo hice. Pasé todas las tardes con ella antes de que la metieran interna, y me sentía orgullosa de aquello. Incluso le confesé cosas que no me sentía a gusto confesandole a otras personas como Ellen, por ejemplo. Y ella me lo agradecía. Y sabía que Lena lo estaba pasando mal, muy mal. Y aún así,  yo nunca dejé de confiar en ella. 
Y fue por eso que la noticia me cayó tan bajo. 
Recordaba el mismo día que mi madre entró por la puerta de casa, y me pidió con mucho cuidado que llamara a Jess, ya que tenía una noticia que darnos. Yo no dudé un segundo en ir hasta su casa para decir que me acompañara a casa. Yo no tenía ni idea de lo que mi madre podría decirnos esa tarde, ni si era algo bueno o malo, por lo que andaba algo preocupada por la situación. Jess mostraba los mismos signos de desconcierto en el rostro cuando la llamé, pero no parecía tan preocupada como yo lo estaba. Mi madre esperó a que las tres estuviéramos sentadas en el sofá tranquilas para dar la noticia. Las tres palidecimos casi al instante, sin saber realmente como tomarnos aquel asunto. La que mejor se lo tomó de las tres fue claramente Ellen, ya que había tenido que soportar otras dos muertes mucho más graves que la de una amiga. Y yo me encerré en mi habitación durante los siguientes dos días. 
En seguida me di cuenta de que estaba volviendo a pensar en negativo, por lo que aparté ese pensamiento rápidamente de mi cabeza. No me sorprendí cuando tuve que apartar algunas lágrimas que aún colgaban de mis pestañas. 
Odiaba tener que enfrentarme a la lágrimas prácticamente cada minuto del día, y tener que encerrarme en mi habitación para llorar tranquila. Sólo esperaba pasar ese “bache” cuando antes posible. 
Con un suspiro, me senté en el sofá y me sentí aliviada. Estuve varios segundos con la cabeza apoyada en el sofá, tratando de tranquilizarme. Cogí mi libro y justo cuando me había acomodado para volver a introducirme en la historia, el timbre de la puerta volvió a sonar. 
-¡¿Pero qué broma es esta?! -grité esta vez mucho más alto que anteriormente. -¡Pero es que ni un minuto me dejan! 
Grité tan alto que seguro que quienquiera que estaba fuera podría haberme escuchado con mucha facilidad.
Escuché cómo la puerta de arriba se habría. 
-¿Ocurre algo? -preguntó Ellen desde arriba. 
Puse los ojos en blanco mientras gruñía. 
-¡Métete en tus asuntos, Ellen! Sólo han llamado a la puerta. 
-¡Pues ábrela y deja de quejarte! 
Bufé desde mi sitio y le hice caso. Con los brazos colgando y con pocas ganas, me levanté del sofá y me acerqué a la puerta arrastrando los pies. 
Tal vez sería Emma, que, como de costumbre, también habría olvidado las llaves. 
Parecía que en esa casa yo era la única responsable desde que papá se fue. 
Abrí la puerta.
-¿Por qué no has...? -comencé diciendo, pero me obligué a mí misma callar al ver que no era Emma la que estaba en mi puerta.
-Hola -dijo demasiado tranquilo y sin ninguna expresión específica en el rostro. 
Fuera seguía lloviendo muchísimo, y una ola de frío me golpeó la cara cuando abrí la puerta, aún llevando mi gordo jersey de punto rojo oscuro, el cabello de mi nuca se erizó. Y no precisamente por el tiempo. 
No sabía muy bien cómo reaccionar. 
-¿Qué.. qué haces aquí? 
Estaba completamente mojado. De su chaqueta negra salían gotas de agua por todos lados, y sus rizos habían desaparecido a causa del agua, las gotas de lluvia resbalaban por su rostro y goteando hasta el suelo por la barbilla. Aunque no parecía tener frío en absoluto. 
-He.. he venido a-
-Por Dios, Harry, entra, vas a coger una pulmonía -le interrumpí, y me aparté de la puerta para dejarle entrar. 
Que hubiera pasado todo aquello entre nosotros no quería decir que no me importara. 
Él me hizo caso casi al instante, con un leve asentimiento con la cabeza, con miedo de mirarme directamente a los ojos. Justo cuando estaba quitándose el abrigo, totalmente mojado, escuché los pasos apresurados de alguna de las dos de arriba por el techo, una puerta abrirse y cerrarse y más pasos bajando la escalera con rapidez. 
Ellen se asomó por el pie de la escalera con una sonrisa llena de curiosidad y con un brillo especial en los ojos, y cuando vio a Harry de pie en medio del salón, su sonrisa desapareció por completo. 
Decidí que no quería estar en medio de la discusión que estaban a punto de enredar, por lo que cogí su abrigo y lo llevé a la cocina para que secara bien, colgándolo encima del radiador.  
Pero, antes de eso, enterré mi rostro en la parte interior del abrigo y lo abracé por un instante. 
Aún no me podía creer que él estaba ahí, esperando para hablar conmigo. Sólo esperaba que no fuera otro de esos estúpidos sueños que había tenido todas las noches de las tres pasadas semanas. 
Me di cuenta de que estaba actuando como una niña, por lo que solté el abrigo y me dirigí al salón de nuevo. 
Cuando volví, una escena que no me sorprendió demasiado se dibujó ante mí. 
Ambos estaban discutiendo como había adivinado, pero sólo Ellen hablaba, él sólo se limitaba a asentir sin prestar demasiada atención. 
-¡Estás loco! 
-Claro que sí, Ellen. 
No pude evitar dejar escapar una sonrisa tonta al verla. Era todo tan familiar, como si todo hubiera vuelto a la normalidad. Ellos peleaban muy a menudo, siempre estaban haciéndolo por cualquier tontería que a cualquiera de los dos se le ocurría sacar. Y siempre había disfrutado de sus peleas tontas. Y esa vez no fue diferente. 
-¿No podías esperar unos días más? ¡Ahora va a sospechar de mí! 
Harry boqueó para responderla de un modo sarcástico como él siempre hacía, pero yo le interrumpí. 
-¿Sospechar de qué? -ninguno de los dos sabía que yo estaba escuchando la conversación, por lo que se sobresaltaron al verme y a Ellen se le tensó la mandíbula. 
Me crucé de brazos esperando una respuesta, ya que ninguno de los dos parecía dignarse a responderme. 
Seguía sin saber qué era lo que Ellen me ocultaba. 
-Verás, -empezó a decir él- tu querida amiga Ellen ha venido esta tarde a-
Ella le interrumpió con un fuerte resoplido, cruzándose también de brazos y girando sobre sus talones, para mirarme a mí directamente. 
-Ni caso, Jany. No sabe lo qué dice. 
-¡Ellen estoy harta! -grité exasperada, acercándome a ella hasta quedar cara a cara. Ella se sobresaltó- Estoy harta de que me andes mintiendo todo el día, de que me ocultes cosas siendo mi mejor amiga. Que me hagas daño con tus comentarios fuera de contexto de los que sabes que puedes herirme. ¡No eres la única en esta casa, Ellen! Puede que no lo hagas a posta siempre, pero cuando las dices ya es demasiado tarde, ya que el daño ya está hecho. Y puedes decirle a Jess lo mismo. Vale que tú nunca te hayas enamorado, ¡pero deja de reírte de mí como si fuera una niña pequeña! 
Después de decirle aquello, me sentí totalmente liberada, como si una fuerte presión se bajara de mis hombros por fin. Pero aún sentí cómo las lágrimas me subían por la garganta. Respiré hondo para intentar evitar romper en llanto. 
Cuando Ellen intentó responderme con cualquier excusa que le podía servir, pero la interrumpí levantando la mano. 
-Vete a ver a Jess. Seguro que te necesita mucho más que yo. 
Ella, con el rostro desencajado y melancólico, me dedicó una última mirada y se apresuró a subir las escaleras. 
Antes de darme la vuelta para hacer frente a Harry, atrapé unas pocas lágrimas que ya habían salido de su sitio sin que yo les diera permiso. Me aseguré de que no había ninguna más que seguían a estas. 
Cuando me di la vuelta me sorprendió mucho encontrarme con la cálida sonrisa de Harry que hacía sentirme desconcentrada. 
-¿Os peleáis mucho? -dijo, con las manos hundidas en los bolsillos, con la sonrisa torcida todavía presente en su rostro. 
-Bueno. Ahora resulta que soy su nueva “madre”. 
Ambos estábamos a dos pasos cortos. Él parecía no tener ya casi ningún reparo por mirarme a los ojos directamente, pero yo aún no me sentía del todo tranquila. 
Me sentía demasiado culpable. 
Decidí romper el hielo antes de que aquello se volviera violento de verdad. Me aclaré la garganta antes de empezar a hablar. 
-Qué... ¿Qué querías decirme, Harry? -dije temblando tanto que temí que mis rodillas no lo soportarían mucho tiempo y que caería al suelo por ello. 
-En realidad no he venido a decirte nada, Jane -dije, dejándome más perdida que antes. 
Con movimientos rápidos y antes de que yo pudiera responder cualquier cosa a aquello, él dio unos pocos pasos hacia delante, sacando las manos rápidamente de sus bolsillos para enredarlas con movimientos suaves al rededor de mi cintura. No me dio tiempo a replicar ya que sentí sus labios sobre los míos con sutilidad. Casi no me enteré de sus movimientos durante segundos. 
En esos instantes me sentí insegura, pero antes de que pensara lo contrario a lo que yo hacía, respondí con un beso mío también. Sentí su sonrisa a través de mis labios, que entonces ardían bajo su piel extrañamente cálida y suave. Su tacto era mil veces mejor de la que yo la recordaba. Hacía mucho tiempo que no sentía su aroma sobre mis propios labios, hacía mucho tiempo que no me atraía hacia su cuerpo como él hacía. 
Hacía demasiado tiempo que lo veía. 
Y sentí miedo de repente. Tanto miedo, que las lágrimas ya salían independientes de mis ojos, entonces cerrados. Salían a mucha velocidad, y me sentí cohibida bajo la escena. Tuve que separarme de él para tratar de detenerlas. Pero no pude. 
Él no me hizo preguntas, sólo me atrajo hacia sí,  yo hundí mi rostro en su pecho. 
-Lo siento tanto, Harry. Sé que debería de habértelo dicho en cuanto me enteré, pero él me prohibió hacerlo. Me amenazó y no supe qué hacer -mis palabras salían tan rápido como las lágrimas y no había forma de hacerlas parar. 
Harry reaccionó apartando mi cara de su pecho y cogiéndola entre sus manos, apartando las lágrimas con sus pulgares. 
-No tienes que disculparte por nada. No te disculpes. 
No le escuché. 
-Lo siento de veras, no sabía qué hacer y...
-Jane. En serio, no te disculpes. 
Asentí y aparté la mirada hacia el suelo, sin saber qué más hacer para dar a entender de que había esperado ese mismo momento como tres semanas más tarde. 
No supe otra cosa que pasar las manos por su cintura y volver a abrazarlo. Había vuelto a crecer desde la última vez que le vi, y yo seguía estando demasiado pequeña para colgarme de su cuello. 
No sé cuanto tiempo pasó estando nosotros quietos y sin hacer nada más que disfrutando del sonido de la respiración del otro. 
-Te quiero, Jane. 

Capítulo 4

                     Antes.
{Narra Yina}
Edificios y más edificios pasaban con no demasiada rapidez por mi lado. Halos de luz que emanaban las farolas pasaban también con la misma velocidad, haciendo que el pequeño espacio en el que me encontraba se iluminara a intervalos algo cortos. Al principio eran pocas las luces que entraban dentro del vehículo, pero a medida que entraba ya en la ciudad, los edificios, cada vez más altos e importantes, empezaban a hacer acto de presencia, así como también las luces, que ya no nos abandonaban más. El silencio era inminente y casi inevitable en el vehículo.
El chico no quitaba ojo de la carretera, y yo disfrutaba con las vistas que tanto había anhelado durante todo el primer trimestre lejos de mi tierra natal.
Era reconfortante volver a pisar mi hogar.
Pronto empecé a reconocer las calles, las casas y los lugares que antes visitaba con mucha frecuencia, casi todos los días. Me preguntaba si él estaría en casa.
En la ciudad, así como también lo estaba en mi hogar de residencia, estaba decorada con decoración navideña, y yo no podía esperar a que llegara. Quedaban exactamente veintisiete días para Navidad, y yo ya estaba contando los días y los minutos para que llegara.
-Entonces, ¿todo bien?
Aiden tiró de mí sacándome de mis profundos pensamientos al romper el silencio.
Aparté la mirada de la ventanilla y le sonreí con una sonrisa amplia.
-Sí, ¿por qué no iba a estarlo?
Mi hermano se encoge de hombros.
-No sé. Es para hablar de algo. ¿Papá bien?
Tragué saliva y me limité a mentirle. No quería que se enterara por mí.
-Sí. Está deseando verte -siempre había sido una buena actriz, y, no iba a desperdiciar este momento para dar a conocer mis facetas, por algo que se me daba medianamente bien.
-Me alegro. Yo también estoy ansioso por verle.
-Aiden. ¿Tú sabes exactamente por qué acusaron a papá? Es decir, que qué hizo para entrar en prisión.
Se volvió a encoger de hombros.
Traté de evitarlo, pero las palabras de Christian volvían a aflorar en mi mente y se repetían una y otra vez como un eco continuo en mi mente. No podía evitar sentirme totalmente incómoda con la situación.
“Yo soy el editor y tu padre es el profesor asesino. Tu madre se enamoró de mí, pero quedó embarazada de él. Tuvimos que cambiar roles para aparentar normalidad”
Esas palabras habían aparecido en casa sueño que había tenido desde aquel día. Y aún no sabía por qué lo habían hecho, si fue a la cárcel igualmente. No entendía absolutamente nada.
-Mamá me contó que lo acusaron por robo a mano armada y agresión infantil. Aunque también estaba acusado de otros delitos como intento de violación a menores o algo así. No estoy muy seguro.
Asentí sin ser capaz de añadir nada más.
-¿Sabes si mamá va a venir en Navidad?
Volvió a encogerse de hombros, pero ésta vez con una sonrisa pegada al rostro, como si estuviera contento que le preguntara aquello.
-Creo que sí. Quiero decir, ahora tiene claro que si cruza la puerta de casa recibe un abrazo, en vez de un zapatazo en la cara -rió.
Yo no pude evitar reír también.
Hacía unos dos años, mamá decidió venir por Navidades uno de los años para darnos una sorpresa a ambos. Pero yo no la recibí con demasiado entusiasmo. Es más, estaba furiosa e indignada, y acabé lanzandole un zapato para que se marchara. Y la verdad es que conseguí que se fuera.
Y, aunque me costaba admitirlo, tenía ganas de una Navidad en condiciones, con una madre con un suéter rojo puesto y una sonrisa en la cara, con regalos bajo el árbol de Navidad y con una agradable y familiar cena. Nunca había tenido una cena navideña familiar de verdad, y tenía ganas de poder experimentarlo.
A mí nunca me trajo regalos Papá Noel, por lo que nunca entendí el entusiasmo de otros niños por aquel señor tan extraño de la barba blanca y larga.
Aquella misma mañana había salido de Canadá y había cogido el primer vuelo a Londres a primera hora de la mañana. Había pasado todo el día metida en un avión y, cuando tarde por la tarde llegué a la capital inglesa, tuve que coger un tren hacia Cheshire, por lo que estuve otras tres horas viajando de un lado para otro.
Y cuando llegué estaba dispuesta a coger un taxi hacia la ciudad en la que yo vivía, completamente fuera de ganas, vi la silueta de mi hermano esperándome. Juro que fue uno de los momentos más felices que había vivido aquel año.
Un cosquilleo me recorrió el vientre cuando entramos en nuestra calle, donde las casas de nuestros vecinos estaban decorados también con decoración navideña y una sonrisa de nostalgia se coló sin permiso en mi rostro. Me mordí el labio, mirando y observando cada casa que se pasaba por mi ventanilla. En aquellos instantes me sentí la niña más feliz del mundo.
Pero un sentimiento algo confuso se colocó en mi pecho. Deseaba con ganas que él estuviera en casa, que me recibiera con los brazos abiertos. Pero parte de mí tenía miedo.
Estaba casi segura de que mis sentimientos hacia Harry habían desaparecido por completo tras mi estancia en Canadá, pero tenía miedo de que, si lo volviera ver, los sentimientos tan fuertes que había vivido hasta ahora volvieran a salir de mi interior y que yo no pudiera hacer nada al respecto.
Aiden aparcó el coche en frente de la puerta del garaje y, por mi sorpresa, en nuestra casa había luz que emanaba con fuerza desde el interior. Supondría que Aiden se las dejó encendidas al marcharse para ir a por mí, ya que no se me ocurría nadie que podría estar esperándome dentro.
Salí escopeteada del coche con la maleta -casi más grande que yo- en mano, y esperé a que Aiden sacara las llaves de casa impacientemente mientras me quejaba en voz alta de que se diera prisa.
Una vez abierta la puerta, corrí escaleras arriba hacia mi habitación. Me quedé en la puerta, con la gabardina beige todavía puesta y miré la estancia como si fuera la primera vez que la hubiera visto.
Dejé la maleta en la puerta y entré en ella con pasos vacilantes y con una sonrisa de oreja a oreja dibujada en mi cara.
La habitación estaba como yo la había dejado, incluso con el jersey encima de la cama que me dejé antes de irme. Las puertas de los armarios negros seguían abiertos de par en par. Recordaba perfectamente el día que abandoné ese lugar. Me había levantado tarde y no había preparado las maletas del todo, por lo que no tuve tiempo de doblar la ropa y tuve que meter toda la ropa arrugada y mal puesta en la maleta y salir pitando de ahí o perdería el avión.
Me giré y me dejé caer en la cama con sábanas moradas oscuras y cerré los ojos.
“Por fin en casa”.
Abrí los ojos y miré el techo negro con estrellas de plástico que brillaban en la oscuridad y no tuve otra opción que sonreír, hasta tuve que hacer un gran esfuerzo para no reírme.
Estaba feliz. Muy feliz.
De pronto sentí como si alguien tirara de mis pies para tirarme de la cama. Chillé totalmente asustada y le incorporé con rapidez sobresaltada.
-¡Sorpresa!
Cuando me incorporé para ver lo sucedido, unos familiares rizos me saludaron desde el suelo.
Traté de oprimir un grito de alegría, y le fruncí el ceño. Bajé de la cama.
-¿Tu eres tonto? ¡Casi me matas!
-Yo también me alegro de verte eh.
Y segundos después me vi entre sus brazos, con la cabeza enterrada en su pecho y con su mejilla pegada a mi cabeza.
-Te he echado de menos -susurré al fin, con los ojos todavía cerrados y disfrutando el momento.
-Yo también -pude escuchar su sonrisa detrás de las palabras-. Por cierto, me gusta más cómo te quedan los rizos que el pelo liso, que lo sepas.
Ignoré su comentario.
-¡Me tienes que contar un montón de cosas! -exclamé, separándome al fin de él-. He visto fotos tuyas en twitter todos los días y he leído noticias tuyas totalmente incoherentes que me tienes que explicar y...
Sus carcajadas me interrumpieron. Levanté la vista y le vi con una mano en la cintura y la otra frotándose los ojos y riendo bajo.
-¿De qué te ríes ahora? -dije cruzándome de brazos y arqueando las cejas, tratando de sonar exasperada.
-Tienes un aspecto horrible.
Por su tono de voz, sabía que estaba bromeando, pero decidí seguirle el juego.
Ahogué un grito haciendo como si me sintiera ofendida con sus palabras, y me llevé la mano al pecho, dramatizando.
-Siento no ser demasiado buena para ti, señor ahora-soy-famoso -eso hizo que sus carcajadas subieran de intensidad, y seguía sin mirarme.
Ahora que él no miraba, agarré un cojín de encima de la cama y le di fuerte contra su hombro, lo que hizo que las carcajadas se callaran drásticamente y me mirara sin sonrisa en el rostro.
-¡Uy!
Antes de que yo pudiera hacer nada al respecto, él ya estaba a mi lado y me agarraba de los brazos y la cintura para inmovilizarme. Más tarde me cogió las piernas y me sostuvo en brazos. Yo me agarré a su cuello para evitar caerme.
-Se te ha olvidado que sigo siendo más fuerte que tú -me sacó la lengua y yo puse una mano en su mejilla, y le aparté la mirada de encima mía, riendo como había echado de menos hacerlo.
Después de ese gesto, me soltó las piernas y la cintura y caí con un golpe sordo sobre la cama.
Aunque el colchón era blando, me hice algo de daño en la caída.
Pero yo lo exageré un poco.
-¡Auch! ¡Eres un bruto Styles! Sigo sin entender cómo consigues gustarle a tantas chicas -levanté la barbilla con los ojos cerrados, pareciendo así estar indignada.
Y ahí estábamos. Peleando somos si fuéramos dos críos pequeños.
-Ya. Es que a las demás chicas hago otras cosas para gustarles -me miró con las cejas encarnadas.
Esbocé una mueca de asco.
-Puaj, encima de bruto un guarro. Me acabas de cortar todo el rollo.
Rió de nuevo, y algún minuto más tarde me tendió la mano.
-Vamos, Gemma está abajo y tu hermano estará soportando toda charla que seguro que le está dando.
Yo la cogí.
-Claro. No quiero que mi hermano tenga que sufrir de esa forma tan horrible -puse la mano en el pecho para dramatizar de nuevo, y le hice pucheros con los labios.
-Eres la peor actriz que conozco -dijo entre risas de nuevo.
-Eres el peor hermano que pueda tener una chica. ¿Cómo puedes hablar así de tu hermana?
-Porque es mi hermana, lo acabas de decir.
Cogidos de la mano bajamos las escaleras para llegar hasta el salón, donde, en efecto, estaban mi hermano y Gemma sentados en el sofá. Y, como Harry había dicho, Gemma no paraba de hablar y de hablar.
-¡Gemma!
Solté su mano a la par que la chica se ponía de pie para recibirme y yo me lancé a su cuello para abrazarla con fuerza.
-¿Soy yo o as crecido? Estás como más alta -me dijo, con una sonrisa también.
-Es por los rizos.
-Será eso.
Aiden se levantó del sofá.
-Yina, Gemma y yo hemos pensado que vamos a dar una vuelta para hablar un rato, ¿te importaría quedarte aquí con Harry?
-¡Me vas a dejar sola con el pervertido de Harry! Eres el peor hermano que conozco -dije con una sonrisa sarcástica.
Harry me señala con el dedo amenazante sonriéndome también, como queriéndome decir “cuidado con lo que dices”.
Aiden se rió con mi comentario.
-No, no te preocupes Aiden, tenía planeado dormir con ella de todos modos -dijo él en respuesta, poniéndose a mi lado y pasando un brazo por mis hombros.
Yo sonreí con alivio.
-Está bien. Pero Harry, recuerda que mañana tienes que estar a la una en la estación de tren. Mañana es un gran día, ¿recuerdas?
-¡Es verdad! -dije yo, cayendo en cuenta- Mañana tienes tu primera firma y concierto para el tour del factor X. Casi me emociono yo más que tú.
-Créeme, no lo haces.
Mientras tanto, Gemma y Aiden ya habían avanzado hasta la puerta.
De pronto un recuerdo inundó mi mente.
Harry y yo tendríamos al rededor de once años y, como siempre, habíamos pasado el día juntos bajo el tobogán del parque. Hablábamos de algún tema irrelevante, y los dos callamos de pronto cuando escuchamos voces provenir desde el otro lado del parque. Los dos bastante alarmados, salimos de debajo de nuestro escondite y fuimos a ver qué sucedía.
Vimos como Gemma le gritaba cosas no muy agradables a Aiden después de que él le hubiera lanzado un globo de agua. Entonces lo recordaba, estábamos a mitades de verano. Ella parecía muy enfadada con él, pero Aiden no mostraba ningún signo de arrepentimiento hacia sus actos, y eso no parecía arreglar las cosas. Entonces Gemma tendría como trece años, y Aiden tendría catorce, o algo así.
Y entonces pensamos que ellos dos se odiarían de por vida.
Pero días más tarde, nosotros íbamos camino de nuevo hacia nuestro tobogán cuando vimos a Aiden pegado a la pared de la casa de uno de sus amigos. Harry y yo nos miramos y decidimos ir a ver qué estaba pasando realmente. Cuando nos acercamos más, vimos que Gemma estaba pegada a la pared y que Aiden estaba en frente suya, pero sus labios estaban juntos.
Yo, lo único que recuerdo, es que fue la imagen más espantosa y asquerosa que vi nunca.
Cuando vi aquello, salí corriendo de donde estaba para ir hacia el tobogán y así poder borrar esa imagen de mi inocente cabeza. Cuando me senté en el suelo, descubrí que Harry me había seguido todo el rato y se sentó en frente mía.
“¿Qué pasa?” me preguntó, sin saber muy bien qué sucedía.
“¡Tu hermana le estaba comiendo la cara a mi hermano!” grité yo espantada, al borde de las lágrimas.
Harry, en vez de horrorizarse conmigo, empezó a reírse a carcajadas, como si lo que acabara de decir fuera la mayor tontería que había escuchado. Yo le miraba con el ceño fruncido y sin saber qué era lo gracioso de todo el asunto.
“No le estaba comiendo nada tonta. Se están dando un beso”.
“¿Un beso?”
Para mí en aquel entonces la palabra “beso” nunca había salido antes en mi vocabulario. Pensaba saber más o menos el significado de la palabra, pero aún no del todo.
Harry parecía desconcentrado.
“¿Nunca te han dado un beso?”
¿Darme uno? -pensé yo en seguida.
No, nunca me habían regalado algo parecido a un beso, sea cual sea el significado de beso.
Rápidamente negué con la cabeza.
Harry se quedó unos minutos mirando el suelo, como si estuviera reflexionando sobre algo, con los labios fruncidos. Después, levantó la mirada con una sonrisa y se puso de rodillas.
Yo estaba atenta a sus movimientos, pero cada vez me asustaba más. Puso un puño sobre la hierba para no caerse y acercó su cara a la mía. No sabía lo que estaba haciendo, pero tenía ganas de descubrirlo. Pero se acercaba a mí con demasiada rapidez, y con sus ojos mirando en los míos.
Una vez que su rostro estaba a milímetros de distancia del mío, el chico cerró los ojos, por lo que yo rápidamente también los cerré. Esperé y esperé, y lo siguiente que noté fueron sus labios húmedos rozar los míos, hasta que estuvieran totalmente posados sobre los míos. Ejercía presión sobre mis labios, tanta que acabó gustándome la sensación.
Me sentí vacía cuando la presión mojada sobre mis labios desapareció por completo, pero yo seguí con los ojos cerrados. Al final me atreví a abrirlos y me encontré con un Harry sonriente que me miraba con mirada contento.
“Hala. Ya tienes uno”.
Y las tardes pasaron sin que ninguno de los dos mencionara aquel beso nunca más. Pasábamos las tardes planeando cómo sería la relación entre Gemma y Aiden, cómo se llamarían sus hijos y cómo y dónde se casarían.
Pero lo que él no sabía era que justo desde aquella tarde había empezado a sentir algo por él.
Cuando vimos a los dos salir por la puerta principal de mi casa, ambos nos miramos con mirada cómplice. Parecía que Harry había pensado lo mismo que yo en el mismo momento.
Cuando la puerta principal se cerró, Harry y yo chocamos puños.