42~

Capítulo 42:
{Narra Harry}
La luz blanca de la cámara se apagó por completo segundos más tarde de habernos despedido, haciendo que la estanca se oscureciera ante nuestros ojos tras acostumbrarse a la luz potente que emanaba con fuerza de la cámara de vídeo.
-Hala pues, otro video diario para la lista -dijo Louis, detrás de mí, casi suspirando.
Me pasé la mano por el pelo y miré a Zayn, a mi lado, que me sonreía otra vez con esa mirada pícara. Yo le devolví el gesto algo exagerado.
-Eh, Zayn. Harry es mío -habló Louis, pegándole suave en el pecho.
Yo fruncí el ceño con una media sonrisa, mirándole.
-¿Ah, sí?
Niall estalló de nuevo en carcajadas, ahora algo más suaves.
-Bueno chicos, será mejor que volvamos con Savan para seguir ensayando.
Y conforme Liam pronunciaba esa frase, los cinco nos levantamos de las escaleras con algún que otro suspiro de por medio.
Aunque era muy satisfactorio saber hasta dónde habíamos llegado con todo esto, cada semana era más agotadora y dura. Claro que era normal, la competencia cada vez era más fuerte y cada semana necesitábamos mejorar y sobre todo sorprender al público con algo nuevo.
Cruzamos los pasillos y entramos en nuestra respectiva habitación, donde nos disponíamos a esperar a que nuestro profesor vocal vendría a buscarnos una vez finalizara los ensayos con los demás concursantes. La habitación, como siempre, estaba desordenada de arriba a abajo, teníamos que andar con cuidado si no queríamos pisar nada. El más ordenado de todos con diferencia era Liam, que aún conservaba toda su ropa en el armario.
Nada más entrar, Liam chasqueó la lengua.
-Lou, ¿cuántas veces te he dicho que recojas ya tus cosas?
-Muchas. Pero sólo me dices a mí. No todo es mío. Harry también es muy desordenado -me señaló.
Aparté la mirada e hice como si no estaría escuchando la conversación. Avancé en la habitación y me apoyé en la mesa, cruzándome de brazos.
Liam me miró y yo levanté las manos con inocencia.
Suspiró.
-Oye, Lou. ¿Cómo está Hannah? Hace mucho que no la vemos por aquí -Niall guardó el móvil en el bolsillo para entablar conversación y le miró al preguntárselo.
Él enseguida bajó la mirada y se mordió el labio con disimulo.
-Erm... pues...
Unos golpes es la puerta de la habitación interrumpió lo que iba a decir y Simon se asomó por la puerta.
-Hola, chicos -saludó él, sonriendo como siempre.
-Hola -respondimos al unísono.
-¿Todo bien?
Los cinco sonreímos y asentimos casi a la vez.
-Me alegro. Eh.. Harry, ¿puedes salir un segundo? Tengo que hablar contigo
Alcé las cejas con asombro y con algo de intriga. Obedeciendo, me levanté casi de un brinco y me dirigí a la puerta, donde Simon me sonrió enseguida y cerró la puerta.
Mantuvimos en silencio toda la trayectoria hacia su despacho, él siempre manteniendo la vista fija y segura hacia delante. La mía, en cambio, vacilaba con facilidad, sin mantenerla quieta un sólo segundo. No quería ponerme nervioso, sólo que ésta vez, los nervios cada vez se apoderaban más de mí en estas situaciones.
Nunca había estado yo solo hablando con Simon, o, al menos, en su despacho. Él siempre nos convocaba a los cinco para hablar de lo de siempre. Música. Canciones. Votos. Pero nunca a ninguno de nosotros en particular.
O al menos que yo sepa.
Con otra sonrisa amable de su parte, me abrió la puerta de su despacho y me invitó a entrar. Yo no dudé ni un instante.
Cada vez que entraba en su despacho me asombraba más la decoración de ésta. Una gran cristalera ocupaba la mayor parte de la pared, dando un toque cálido, y sobre todo proporcionaba mucha luz. Un gran escritorio de crista protagonizaba mayormente la sala, con una gran silla de cuero a un lado y dos más pequeñas en otro, alguna que otra planta en algún rincón daba vida y color, así como una estantería blanca a un lado.
-Siéntate, por favor -me indicó amable de nuevo.
Me senté en una de las cómodas sillas sin apartar la mirada de su lado, mientras él también se sentaba, en frente mía.
-Harry -comenzó con tono cauteloso-. ¿Hace falta que deduzca quién era la chica rubia con la que no paras de andar?
Me quedé paralizado ante el tema que acababa de exponer.
¿Por qué demonios quería Simon hablar de Jane?
-Supongo que es tu novia, ¿me equivoco?
Negué con la cabeza, no confiando demasiado si mi voz sonara estable.
-¿Puedo saber cómo se llama?
-Jane Carter.
-¿Vive en Londres?
Asentí.
Con cada pregunta que me hacía en relación con ella, su voz sonaba más fría y directa, como cuchillas que se clavaban en la piel sin ningún despecho, sólo que lo hacían con tanta lentitud y con tan poca fuerza, que dolía demasiado pero no hacía emanar la sangre directamente.
-¿Por qué no la mencionaste en ningún momento?
Fruncí el ceño ante la pregunta.
-¿Debería de haberlo hecho?
-Podría haberme ayudado a decidirme en algunas decisiones.
No conocía al Simon que tenía delante. No guardaba en su voz el tono amable y familiar, el tono que hacía sentirte seguro y el que hacía confiar en él.
Bajé la mirada y volví a subirla al segundo, sin saber realmente cómo afrontar la situación.
-Voy a serte sincero, Harry, a mí, personalmente, me da igual. Pero a las fans no.
Apreté la mandíbula.
Simon se pasó la mano por los labios al levantarse de la silla.
-Las fans no pueden enterarse de ninguna manera de lo de las semanas antes de España. Tienen que tener claro que sólo fuisteis vosotros cinco y nadie más.
Asentí nada más pronunciar las palabras, como queriendo deshacerme de la escena lo antes posible.
Un segundo más tarde el silencio reinó en la sala, Simon pensativo y yo más nervioso e inquieto que nunca.
Y ese silencio hizo darme cuenta de algo realmente importante.
-Un segundo. ¿Y Lou? ¿Qué pasa con él? Él también sale con alguien, y está perfectamente. Quiero decir, la semana pasada misma vi a Hannah y...
Me interrumpí a mí mismo al ver cómo Simon volvía a tomar asiento, de cómo me miraba y de cómo iniciaba un juego de manos.
Hannah.
-Ya me he ocupado de hablar con Louis, Harry.
Tragué saliva al procesar lo que significaba eso.
Simon estaba dispuesto a hacer exactamente lo mismo con migo. Con nosotros.
Con Jane.
Me dejé caer en el respaldo de la silla y me froté la frente con el dorso de la mano, apretando los ojos con fuerza.
Simplemente quería desaparecer, retroceder y que esto no hubiera ocurrido nunca.
-Tienes que entender que para las fans es mucho más interesante un grupo con los miembros libres. Sienten que tienen más posibilidades. Y sabes lo que eso implica.
-Votos -repliqué con voz quebrada.
Apoyó las manos en la mesa y me miró mordiéndose el labio. Exhaló un suspiro.
-Sabes, Harry, que lo último que quiero es que lo paséis mal por mi culpa. Por eso, he cambiado mis planes.
Levanté la mirada con brusquedad y le miré, con miedo a sus cambios.
-¿Qué quieres decir?
-¿Has twitteado algo sobre ella últimamente? ¿Algo que pueda traer pruebas?
Negué.
Y siguió mirando hacia el frente y aún jugando con sus dedos.
-Sólo te quedan dos opciones para seguir en donde estás ahora.
-¿Cuáles?
-O ella se hace pasar por tu prima, o rompes con ella.

41~


Capítulo 41:
{Narra Jane}
El corazón me latía con tanta fuerza que podía sentir los latidos en la boca, como si pudiera salir en cualquier momento, la sangre circulaba con demasiada fuerza por mis venas y tenía la boca seca.
Tenía que hablar con él y quería hacerlo bastante tiempo atrás. Pero nunca me había atrevido. Sabía que no podía evitarle siempre. Después de todo, Ethan era uno de mis mejores amigos y no quería perderlo de esta manera tan estúpida.
Respiré hondo antes de acercarme a él, con los puños cerrados del nerviosismo. El me miraba inexpresivo, con los labios fruncidos.
-Hola -musité, sin despegar la mirada de él.
-Jane -respondió, mirando directamente en mis ojos.
Yo aparté rápidamente la mirada.
-Mira... -surpiré y le agarré de la mano, llevándole a un banco cercano y obligándole a sentarse, mientras yo me sentaba a su lado-. Tenemos que hablar.
-Yo ya lo he dicho todo, Jane.
-Ethan, ¿sabes lo difícil que es esto para mí? Eres uno de mis mejores amigos y no quiero que eso cambie por esta tontería.
-¿Tontería? ¿Te tomas esto como una tontería?
-No de la manera de la que tú piensas. Estoy convencida que esto es sólo algo pasajero y que espero que pase pronto.
-No quiero que pase.
-Ethan, escúchame. Tienes que prometerme que vas a tratar de olvidar esto. Esto no es divertido ni para ti ni para mí.
Esta vez, fue él quien suspiró.
-¿Y si no quiero olvidarte? -susurró.
-Vas a tener que intentarlo, Ethan. Yo no quiero perderte por esto, ¿entiendes?
-Yo te quería antes que él.
-Eso no importa.
-¡Pero sí importa para mí, Jane!
-Ethan, yo le quiero a él y no vas a hacer nada para cambiarlo.
-¿Y si me dejaras intentarlo? -susurró de nuevo, acercándose a mí peligrosamente.
-Te recuerdo que está ahí detrás mirándonos.
Agachó la cabeza con los labios fruncidos, perdiendo todo contacto con mis ojos.
-Quiero arreglar esto, Ethan. Quiero volver a lo normal y poder volver a hablar contigo en clase como si todo esto no estuviera presente.
Alzó la mirada para mirarme de nuevo, pero esta vez pude ver un pequeño brillo destellar en sus ojos, acompañado por una pequeña sonrisa burlona.
-Pero para eso tienes que prometérmelo.
Tragó saliva y cerró los ojos.
-Está bien. Intentaré olvidarte.
Sonreí con alivio, sintiendo como un gran peso que bajaba de mis hombros con fuerza. Y era bastante placentero.
Me levanté y le abracé con fuerza.
-Gracias -susurré.

{Narra Lena}
Unos sordos golpes en la puerta hicieron que mis profundos pensamientos se rompieran en pedazos. Gruñí bajito, revolviéndome en mi rincón, volviendo a cerrar mis ojos secos de lágrimas.
La puerta se abrió despacio y en silencio y mi madre se asomó con una bandeja en las manos y una sonrisa triste en los labios.
-Lena, cielo -saludó conservando la sonrisa.
Aparté la mirada y volví a mirar a la nada.
Escuché sus pasos acercándose a mí y la vi sentada a mi lado, en el suelo. Me pasó una mano por el pelo, torciendo los labios.
-He traído té y magdalenas.
-No tengo hambre -gruñí.
-Tienes que comer, cielo.
-No tengo hambre.
Suspiró.
-Son magdalenas de chocolate, las he hecho para ti; son tus favoritas.
-Mamá, no tengo hambre -la miré.
-Cielo, ya ha pasado un mes desde lo que pasó y no has sonreído desde entonces, ni comes, ni sales con tus amigas... Me preocupas.
-¿Por qué no me lo dijiste, mamá? -pregunté seca, mirando de nuevo a través de la ventana.
-Ya me lo ha preguntado.
-¿Por qué no me lo dijiste, mamá? -repetí, ya que nunca había recibido respuesta alguna.
Apartó la mirada.
-No encontraba la manera de decírtelo.
-No lo entiendo. Primero, dejas que odie a mi propio hermano y no dices nada al respecto. Segundo, dos años después, lo metes en casa dos semanas enteras creyendo que no va a pasar nada entre nosotros, encima a ciegas de todo, mientras tú estás tan ricamente tumbada en la playa sin pensar en mí un sólo poco, y sin decirme que la persona con la que conviví era mi hermano. Y tercero, me lo has dicho cuando ya era demasiado tarde para arreglar las cosas por que ya me había enamorado de él. ¿Por qué, mamá? ¿Tan complicado era contarme la verdad? Si yo te miento a ti, me cae un castigo de años. Y no estoy hablando de usar tu pintalabios. Es mi puto hermano.
-Tienes toda la razón del mundo, cielo. Yo tampoco me perdono por ello.
Resoplé. Ella volvió a suspirar ante mi gesto.
-Vamos cielo, no te estanques. Tienes que mirar haca delante y olvidar el pasado. Eres joven y aún tienes tiempo para encontrar a alguien.
Rodeé los ojos.
-No es por eso por lo que estoy enfadada y lo sabes. Me da lo mismo morir sola.
-No digas eso.
-Es lo que pienso.
-Pues no lo pienses. No tienes ninguna razón para hacerlo.
-No pretendas cambiar de tema.
Bajó la mirada.
-¿Me perdonarás algún día?
-¿Por esto? Nunca.
-¿Por qué?
Giré la mirada y la miré con el ceño fruncido.
-¿Quieres que te lo repita todo? -pregunté con voz rígida y severa.
Torció el labio y se acercó a mí. Por mi sorpresa, me besó la frente con dulzura.
Una pequeña parte de mí le agradeció mucho ese gesto. Después de todo era mi madre y sólo quería lo mejor para mí. Pero otra parte, la mayor, se enfureció todavía más ante aquello.
Estaba confusa y desorientada un segundo más tarde, por lo que dejé que las lágrimas volvieran a caer en silecio.
Mi madre me dedicó otra sonrisa triste y apartó las lágrimas con el dedo pulgar.
Y no sé por qué, también le sonreí. Escasos minutos más tarde, fruncí el ceño.
Se levantó, haciendo desaparecer por completo la pequeña sonrisa, y anduvo hasta la puerta con sigilo.
-He llamado a tus amigas. Estarán aquí en unos minutos- dijo, salió de la habitación y cerró la puerta con suavidad detrás suya.
Volví a mirar al frente con el ceño fruncido. No podía evitar oler el dulce aroma del chocolate y los frutos rojos mezclado con miel. Agité la cabeza para aclarar la mente, nublada ahora, y aparté la bandeja con la mano, sin siquiera mirarla.
¿Mis amigas? Sólo las veía en el instituto. Hacía mucho que no quedaba con ellas. Ni hablaba ya con ellas durante las clases, sólo me mostraba distante mientras ellas mantenían la conversación, como siempre agitada, durante las pausas.
Cogí el móvil de mi mesita de noche sin levantarme del suelo. Cuando quise desbloquearlo y mirar las llamadas perdidas y mensajes, mi reflejo sobre el teléfono me interrumpió. Estaba pálida y mis ojos estaban hinchados y oscuras ojeras los repasaban, oscureciéndolos más todavía que habitualmente. Tenía los labios secos e irritados, rasgados y rotos.
Me asusté al verme.
Mírate, qué fea estás. Bueno, como siempre has sido.
Miré al frente con los ojos en blanco y el corazón bombardeándome en el pecho.
¿Quién había dicho eso? Miré hacia la puerta.
Nadie. Fruncí el ceño y volví a agitar la cabeza.
Me lo había imaginado.
Con algo de esfuerzo, me levanté del suelo, aún con el móvil en la mano y me dirigí al baño, arrastrando los pies. Una vez en frente del espejo, ignorando por completo mi aspecto, cogí un cepillo y empecé a peinarme el pelo, ya que estaba enredado después de varios sin cepillarmelo.
Tal vez la visita de mis amigas me ayudaría algo en mejorar mi estado. Después de todo, eran mis amigas y seguro que sabrían arrancarme alguna sonrisa.
Salí del baño algo más animada y decidí que recibirlas en mi pijama de franela rosa no sería lo más apropiado, por lo que me vestí con lo primero que que encontré en el armario.
Una vez vestida, cogí la bandeja y la coloqué sobre la mesa, recogí un poco la habitación, ya que realmente no estaba decente.
Después, bajé las escaleras algo más animada que hacía algunos minutos con la bandeja en brazos, llevándola a la cocina.
-Gracias por llamar a mis amigas, mamá -coloqué la bandeja sobre la encimera y le besé la mejilla.
Ella, con asombro, se llevó la mano a la mejilla y me sonrió casi abrumada.
-No es nada, cielo. Me preocupo por ti.
Con el rostro aún sereno, asentí y abandoné la cocina, dirigiéndome a la sala de estar. Me asusté cuando, justo antes de sentarme en el sofá color negro, el timbre sonó con mucha más fuerza de la habitual, lo que hizo que mi corazón diera un brinco.
-Mamá, ¿has subido el volumen del timbre o algo? -pregunté haciéndome camino hacia la puerta.
-No, ¿por qué?
-Está muy alto.
-Está como siempre, cielo -dijo con el ceño fruncido y casi con preocupación.
Rodeé los ojos y esbocé la mejor sonrisa que pude, intentando que no pareciera demasiada falsa. Abrí la puerta.
-¡Lena! -casi gritó Jane al verme, que me abrazó al instante.
Y así hicieron las demás, que se juntaron a ambas.
-Joder, Lena. Estoy preocupada por ti -dijo ahora más tranquila, apartándose de mí, pero manteniendo sus manos sobre mis hombros.
Fruncí los labios intentando sonreír, pero no resultó efectivo.
-Tía, no das señales de vida ni en twitter, ni en el face, ni siquiera en tu móvil. Y en el instituto no hablas, así que... -los ojos de Jess brillaban de preocupación.
-Pasar, por favor -dije interrumpiéndolas, cerrando la puerta detrás suya.
Las cuatro subimos a la habitación nada más entrar ellas. Ellen y Jess se sentaron en mi cama sin apartar la mirada de encima mía. En cambio, Jane se apoyó en la pared mirando hacia el suelo, moridendose el labio y con las manos unidas tras la espalda.
-La próxima ves que quieras asustarnos, hazlo así. Es un perfecto método -replicó esta vez Ellen, asintiéndo.
-Bueno, dejemos el tema. Ya habéis visto que estoy bien.
-Sí, relativamente. Estás como un palo y pálida como un papel. Así que, digamos que estás viva. 
Jane me miraba con una ceja alzada y con los brazos cruzados sobre su pecho, mostrando algo en sus ojos que no pude descifrar con demasiada claridad.
Aparté mi mirada de la suya ceñuda e instistente.
-¿Por qué estás enfadada?
-No estoy enfadada. Estoy preocupada. ¿Hace cuánto que no comes, Lena?
-Lena, Jane tiene razón, ¿qué te pasa?
-Nada.
-No hace falta que mientas. Somos tus amigas y podemos ayudarte.
-¿Me estás llamando loca? -casi grité.
-¿Qué? ¡No!
-Tranquilízate, Lena -Jess puso una mano sobre mi hombro y con un gesto suave, me invitó a sentarme a su lado-. Sólo queremos que vuelvas a ser la de siempre, la que sonreía con la mínima tontería.
Bajé la mirada hacia mis manos, que yacían sobre mi regazo. Fruncí los labios y me mordí la mejilla.
-Lena, ¿no prefieres ir a dar una vuelta y despejarte un poco? -preguntó esta vez Ellen, con la voz suave y tranquilizadora.
Agradecí su oferta, pero no lo dejé ver y simplemente negué con la cabeza, aún sin elevar la mirada un instante.
Jane, con un leve suspiro, se arrodilló enfrente mía y puso un dedo en mi barbilla. Me sorprendió con un cálido beso en la mejilla y con una sonrisa.
-Venga, cuéntanos que ha pasado.
-Es... es Byron -dije con un nudo en la garganta, con un hilo de voz.
-Ya me lo imaginaba -murmuró Ellen a mi lado con voz agresiva.
-No es lo que parece. Él es... es mi hermano.
-¡Tu hermano! -gritaron las tres a la vez.
-¿Cómo tu hermano? -preguntó Jane después de aclararse la garganta.
-Pues... mi madre con su padre... y mi padre con su madre. 
-Ugh, padres y sexo -Jess se estremeció.
-¡Qué fuerte!
-Dice mi madre que ya son amigos desde hace mucho tiempo y que un verano, pasaron una semana juntos.. algo loca.
-¡Toma! ¡Una orgía!
-¡Cállate, Ellen! Esto es algo serio -dijo Jess, con el ceño fruncido y mirando severa a Ellen.
-Hay una cosa que no cuadra. Byron es dos años mayor que tú, ¿no? -Jane también fruncía el ceño, sólo que pensativa.
Suspiró.
-Se ve que les gustó la experiencia, y repitieron.
-¡Qué fuerte! Eso sí que es fuerte.
Jess alzó una ceja, y Ellen enseguida apartó la mirada con una mano sobre la boca.
-Hostias que sí es fuerte -replicó Jane esta vez.
-A mí también me lo parece.
Jane se aclaró la voz de nuevo.
-Pero es sólo un “puede”. También tus padres mantuvieron relaciones y los padres de Byron también, ¿o no? -su voz presentaba un matiz de esperanza.
Ojalá la hubiera.
-Lo he hecho todo, Jane. He preguntado, distintas preguntas, una tras otra. Y mis padres ya habían hecho las pruebas y todo.
-Siento decirlo, Lena. Pero tus padres son un poco tontos. ¿Por qué iban a juntaros dos semanas enteras y saber que no iba a pasar nada? Quiero decir, los dos sois adolescentes.
-Posiblemente para empezar a familiarizarse el uno con el otro.
-Y borrar el odio que había entre ellos.
-Vale, ¿todo aclarado? -suspiré-. ¿Podemos cambiar de tema? ¿Qué tal tú, Jane? ¿Cómo está Harry?
La chica sonrió automáticamente y bajó la mirada.
-Muy bien. Siguen en la casa, así que... muy bien.
Levanté la mirada por un segundo y la miré para sonreírle. Pero algo me llamó la atención. Tenía la mirada clavada en la nada y los labios fruncidos ligeramente, los ojos ensombrecidos y oscuras, las cejas algo caídas, como si estuviera preocupada por algo.
Y no me gustaba esa mirada suya.
-¿Jane? ¿Ocurre algo? -pregunté preocupada.
Ella giró la mirada hacia mí y frunció el ceño, sonriendo por un segundo.
-Nada, ¿por qué? -rió suavemente mientras hablaba.
-No sé. Había pensado que... Nada. Déjalo.
Hice como si lo dejara pasar y seguimos de nuevo la conversación, que cambió de rumbo por completo, que fue a parar en un tema que calentaba por completo el ambiente, lo animaba. Y otra vez me sentí más o menos segura.
Pero, en realidad, esa mirada suya tan oscura se había aferrado con tanta fuerza a mis entrañas que en ningún momento de la conversación la dejé a un lado en mi mente.
Fue como un tipo de aviso de que algo no iba bien.
Nada bien.

40~

Capítulo 40:
{Narra Ellen}
-¡No me sueltes! ¡Me caigo!
-Tranquila, te tengo.
Las pequeñas e inestables ruedas del patín avanzaban despacio por el suelo liso y suave, aunque mojado por la lluvia que hace un segundo acababa de cesar-. Estaba inestable encima de ese cacharro infernal, Ethan me sujetaba con fuerza las caderas mientras empujaba cada vez más fuerte para coger velocidad. Dan no paraba de reír con mi cómica situación sobre su propio patinete, solo que él se deslizaba con agilidad sobre el suelo.
Fruncí el ceño y lo ignoré lo mejor que pude.
-Suéltame. Odio este cacharro.
-Como quieras.
Una vez en suelo firme, me acerqué a un banco cercano y me senté, observando el móvil y leyendo un nuevo mensaje entrante.
-¡Viene Jane! ¡Qué ganas de verla de nuevo! -dije sin disimilar la sonrisa.
-Pues que venga -Dan se encogió de hombros, pareciendo indiferente y continuando con sus peligrosas acrobacias.
En cambio, Ethan se mantuvo frío y expectativo.
-No viene sola, Ethan.
-¿Con quién viene?
-Con todos.
-¿Con todos? ¿Quiénes son todos?
-¿Quieres los nombres?
Suspiró.
-Ya sabes a qué me refiero.
-Sí. Harry también está. Pero también estará el resto.
-Pues nada. Me marcho.
-¿Te marchas? Qué cobarde.
-¿Y qué quieres que haga, Ellen?
-Quedarte y afrontar las consecuencias. ¿Piensas que vas a poder evitar a Jane o a Harry siempre? ¿Es ese tu plan? Pues habértelo pensado antes de cagarla con todo esto. Tienes que hablar con ella.
-¿Yo? Yo lo he dicho todo. No tengo nada más que decirle.
-Ethan, tienes que disculparte. No tenías ningún derecho a besarle de esa manera.
Puso los ojos en blanco y se pasó la mano por el pelo, apartando la mirada.
-Lo hecho, hecho está. Y no puedo cambiar nada.
-Sí puedes. Discúlpate y todo será como antes. Ya conoces a Jane.
-Ellen, no lo entiendes -se sentó a mi lado y miró hacia delante, sin expresión-. Yo no quiero que las cosas sean como antes. Quiero algo más.
-Pues lo siento mucho, pero vas a tener que joderte. Jane tiene novio y por fin es feliz. Y no voy a dejar que nadie lo arruine y mucho menos tú. Ella se merece esto y mucho más y quiero que esto funcione. Ya arruiné su felicidad una vez, Ethan, y no quiero que se repita. Así que no intentes nada con ella.
-¿O qué?
-¿Quieres que te amenace?
Me miró de nuevo sin expresión en el rostro y fruncí los labios.
-Ya vienen. Voy a saludarles.
Esbocé la mejor sonrisa y corrí hacia ellos.
Abracé a Jane con fuerza.
-¡Jany! Cuánto tiempo.
-Hola, Ellen -me saludó con una sonrisa.
-Chicos -saludé y besé a cada uno de los chicos en las mejillas-. ¿Y Liam y Zayn? -fruncí el ceño.
-Liam se ha quedado en el estudio con una de las bailarinas y Zayn está ahí atrás con Jess, supongo que ya vendrán.
-¿Cómo habéis llegado hasta aquí vivos? He oído que volvéis a las chicas locas.
-Las distraemos fácilmente -dijo Louis con un matiz de orgullo en la voz.
Sonreí al respecto.
-Eh, Ellen. Adivina a quién me he encontrado en el estudio.
-¿A quién? ¿La conozco? ¿Es chica?
Jane asintió.
-A Mara.
-¡Mara! ¿Qué hace ahí?
-Baila.
-¡Baila!
Otra que había cumplido su sueño.
El sueño de Mara siempre había sido bailar. Soñaba con bailar en grandes eventos. Y no lo hacía nada mal, iba a varias academias 8 horas semanales y apenas la veíamos los fines de semana por las actuaciones.
Y ahora bailaba en el Factor X.
Decidimos dejar de esperar a Zayn y a Jess y dirigirnos directamente al sitio en donde estaba antes.
-Oh, no. Mierda -susurró Jane, parándose en seco.
Me giré con un leve suspiro y me morí el labio, mirándola.
Convencer a Jane que arreglara las cosas sería mucho más difícil.
-¿Qué ocurre? -pregunté con una sonrisa bastante mal lograda.
Jane señaló el skate con la mirada e intentando quitarle importancia, sin querer dramatizar.
Rodeé los ojos y sonreí de nuevo, como si no me importara.
-¿Te sorprende? Ellos siempre están aquí si no lleve.
Harry siguió su mirada y tensó la mandíbula. Louis y Niall parecían divertidos con la situación, lo que hizo que soltara una carcajada. Jane me dedicó una mirada feroz y seria, sin una pizca de gracia en ella, lo que hizo que me pusiera seria.
-Creo que nosotros dos nos vamos a buscar a Zayn, a lo mejor lo han secuestrado. Ahora volvemos -Louis agarró el brazo de Niall y tiró de él, subiendo de nuevo hasta el paseo.
-Jane, sé que no debo meterme, pero deberías de hablar con él -dije.
Con un pequeño suspiro, se pasó la mano por el pelo y miró a Harry, que asintió sonriendo.
-Sí. Tienes razón.
-Claro que sí. Venga, te esperamos aquí.
Frunció las labios, le dio un pequeño beso a Harry y con pasos inseguros se fue acercando a Ethan, que seguía sentado en el banco con los codos apoyados en sus rodillas.
-¿Cómo lo has hecho? -le pregunté.
-¿El qué?
-Convencerla de esa manera. A mí me hubiera costado toda la tarde convencerla. Y tú, con una sola mirada. ¿Cómo lo has echo?
Se encogió de hombros.
Los dos nos quedamos en silencio viendo como Jane hablaba con Ethan con tranquilidad. Me mordí el labio al verlos.
-Ellos dos me odian, ¿verdad? -preguntó sereno, rompiendo el silencio y sin apartar la mirada de ella.
-Bueno. Ya sabes como sois. Tan jodidamente posesivos siempre. Así que... ya te haces una idea. Además, si tienes en cuenta que los dos están loquitos por ella, la cosa cambia.
Suspiró.
-¿Qué tendrá que enamora tanto?
Chasqueé la lengua y me encogí de hombros.
Eso me preguntaba yo también.
¿Por qué todo el mundo andaba detrás de ella? Y, en buena parte, lo entendía perfectamente; era guapa y cariñosa todo el tiempo y con todo el mundo. Era incapaz de hacer daño a nadie y era amable con todos, aunque le odies casi a muerte, ella nunca podía odiar a nadie, y si lo hacía, era por una muy buena razón.
Y no podía evitar ponerme verde de envidia por ello.


{Narra Lena}
Byron no se quedó. Y nunca lo haría.
Las lágrimas no dejaban de caer mientras miraba por la ventana.
Bien sabía que ya había pasado tiempo suficiente para haberlo olvidado más o menos. Pero me era prácticamente imposible.
Y aquella noche no dejaba de repetirse en mi mente y cuanto más lo recordaba, más me desgarraba las entrañas, como si me arrancaran la piel una y otra vez.

La emoción recorría mi cuerpo de vena en vena.
Mientras ponía el último plato en su sitio, Byron aguardaba impaciente en el salón, mordiendo con nerviosismo sus dedos. No pude mas que sonreír ante la situación.
Yo también estaba nerviosa ante su reacción.
Ladeé la cabeza y me dirigí hacia él. Me dejé caer a su lado, suspirando y rompiendo sus pensamientos.
-Sabes que no te estoy obligando a nada -susurré.
Giró la cabeza y me miró. Sonrió y se mordió el labio.
-Lo sé. Es sólo que... es muy repentino.
-Y pensar que hace dos semanas te odiaba. No pensé que podrías afectarme de esta manera.
Me sonrió de nuevo.
-Ya sabes que no me gusta hablar de ello.
-Sí, lo sé.
Bajó la mirada hacia su muñeca y observó el reloj. Dejó escapar otro suspiro, cerrando los ojos y echándose hacia atrás.
El timbre de la puerta hizo que diera un brinco en mi asiento, y mi estómago a la vez. El corazón empezó a latirme más deprisa en el pecho, con tanta potencia que temía que Byron pudiese escucharlo. La boca se me secó cuando Byron me miró a los ojos y me tendió la mano para ir juntos a abrir la puerta.
-¡Lena mi niña! -exclamó mi madre, nada más entrar, abrazándome con fuerza y cubriendo mi cara con besos pegajosos.
Y una reacción parecida tuvo la madre de Byron, que también lo abrazaba, obligándonos a ambos que soltáramos las manos.
-¿Qué tal todo? ¿Habéis peleado mucho? -preguntó mi padre, después de besarme la frente.
Dirigí la mirada hacia él y tropecé con la suya. Ambos sonreímos tímidos.
Sí, papá, pero no de la manera que tú crees
Me sonrojé.
-Sólo al principio -dijo él, ocultando su sonrisa.
-Venga hijo, coge tus cosas, despídete. Nos vamos.
Me mordí el labio con fuerza.
-Erm.. no mamá.
-¿Cómo dices?
Con un suspiro leve, se acercó a mí y volvió a entrelazar sus dedos con los míos. Me miró a los ojos y volvió su mirada hacia sus padres, decidido. Yo no podía dejar de morderme el dedo meñique.
-Quiero que se quede aquí -dije por él.
Mi padre me miraba ceñudo y las dos madres se intercambiaban miradas llenas de pánico. En cambio, su padre sonreía. Mi madre abrió la boca para hablar, pero yo la interrumpí.
-Mamá. Ya sé que vas a decir. Y no, no me he vuelto loca. Loca sí, pero por él. En estas dos semanas me he dado cuenta de que he estado ciega y de que él nunca quiso hacerme daño. Y no creo que vaya a volver a hacerlo.
Las dos volvieron a mirarse, ahora con más pánico todavía que antes.
-Lena, cielo. ¿Me acompañas un segundo? Tenemos que hablar del tema.
-¿Cuál es el problema, mamá? No puede ser tan grave para decirlo aquí delante de él.
Suspiró.
-Cielo..
-No, mamá.
Suspiró otra vez y juntó las manos.
-Es un poco más complicado de lo que tú crees....
-Díselo ya. Son mayores para poder afrontarlo -espetó mi padre con seriedad mirando al frente sin expresión.
No podía estar más confusa.
-¿Decirnos el qué? -preguntó Byron pasándose la mano por el pelo.
-Tú y Lena podríais ser hermanos.

39~


Capítulo 39:
{Narra Yina}
-¡Brooke! ¡Despierta que llegamos tarde! -grité por tercera vez, sacudiendo fuertemente su hombro y perdiendo por completo cualquier paciencia, haciendo que la chica gruña y suspirara de nuevo. 
Chasqueé la lengua. 
-¿Qué hora es? -murmuró, frotándose los ojos. 
-Las 7:45. Así que o espabilas, o llegarás tarde de nuevo . Yo no pienso esperarte más veces -dije, cepillándome el pelo. 
-Vale, vale. Pero relájate un poco que estas alterada -se levantó de la cama. 
Suspiré.
-Tienes razón. Lo siento. Es que ayer me encontré a Nathan por el pasillo y prácticamente, me ignoró. 
-¿Te ignoró? Qué cabrón. 
-Eso digo yo -me pasé una vez más la plancha por el pelo y la desenchufé. Me recogí el pelo en una coleta alta. 
-Yi, ¿cuántas veces voy a tener que decirte que no te planches el pelo? Tienes unos rizos preciosos. 
-Pues a mí no me gustan y punto. Y date prisa que las clases empiezan en 10 minutos. 
-¿Y el desayuno? 
-Habértelo pensado mejor antes de estar ayer a la noche hasta las tantas viendo la película. 
-¡Pero era gratis! ¿Cuántas veces más van a poner una peli gratis en el Max? 
-Nunca más.
-Pues eso. Tenía que aprovechar -se acercó, agarró el cepillo y comenzó a cepillarse el pelo.
-Vete buscando a Leo o volveremos a llegar tarde por no encontrar su maldito zapato. 
Rodeé los ojos. 
-Está bien. Pero date prisa. 
Cogí las llaves de la habitación y salí al pasillo, donde las alumnas ya salían de sus habitaciones listas para una nueva sesión se clases intensivas, con los libros de estudio en los brazos y la mayoría con ojeras de tanto estudiar. 
Apresuré el paso para llegar a la habitación de Leo . Llamé sin vacilación alguna golpeando la puerta con fuerza para que me escuchara bien desde el interior. 
-¡Leo! ¡Date prisa o llegaremos tarde! 
Suspiré.
Se ve que yo era la única puntual decente. 
-¡Ya voy! -gritó de vuelta. La puerta se abrió enseguida. 
-Por fin. Vamos. 
Leo, con los libros en los brazos, me siguió a nuestra habitación, en donde Brooke todavía estaba peinándose el pelo. Chasqueé la lengua de nuevo acercándome a ella, le arranqué el peine de las manos y la obligué a acompañarnos. 
Una vez de camino hacia el edificio de estudio, ya caminábamos las tres más tranquilas y relajadas, siguiendo a toda la gente que se dirigía al mismo. 
-¿Habéis oído lo de la profesora de Literatura? -preguntó retórica Leo, tan cotilla como sus rachas marcaban. 
Así era Leo. A veces, le daban rachas de cotilleo extremo y deseaba  enterarse de las cosas que sucedían en el centro. Y, otras veces y más usuales, no le interesaba en absoluto y, básicamente, las odiaba. 
Se podría decir, que era un poco bipolar. 
Los ojos de Brooke se abrieron de curiosidad. 
-¿Qué ha pasado?
-Ha cogido la baja por depresión. 
-¡Depresión!
-¿En serio?
Leo asintió. 
-Por lo visto, hace dos semanas, Fred McEldry....
Volví a rodear los ojos y suspiré, haciendo ademán de no escucharlas. No era lo que más me interesaba en estos momentos. 
-¿Y ahora quién va a darnos Literatura? -pregunté centrándome en lo más importante. 
-Empollona -murmuró Brooke. 
-Y yo que sé. Supongo que pondrán alguna profesora de guardia o lo que sea. Pero espera que sea tarde. No me gusta Literatura ni un solo poco. 
-Pues no te confíes. En universidades como estas los cambios suelen ser rápidos. No suelen permitir que los alumnos pasen mucho tiempo sin dar clase si es por culpa del profesor o del mismo centro. 
Las tres entramos en el edificio, ya alborotado, en donde enseguida nos encontramos con las cotorras, que, como siempre, estaban radiantes. 
-Adivina qué -preguntó Saddie emocionada.
-¿Qué? -dijo Leo, suspirando y restándole importancia.
-¡Soy la encargada de la decoración del baile de invierno! -exclamó emocionada-. ¿No es genial?
-¡Sí, es chupi guay! -se burló Brooke, imitando su voz. 
-Eres mala -murmuró Fer-. Eso lo ha deseado desde que llegó aquí.
-¿Baile de invierno? Estamos en noviembre todavía. 
-Hay que hacer presupuestos, Yina. Todavía hay mucho que hacer. 
-Y ha cambiado las reglas; ahora no serán los chicos quien nos pidan a nosotras. Será al revés. 
-¿Qué dices? ¡Te pego! A mí me encantaba verles arrastrándose. ¡Y yo no me arrastro por un chico!
-Chicas, tenemos que correr si no queremos llegar tarde. Otra vez. 
-Qué más da. El profesor de guardia no me conoce. 
-¡Qué corras!
Con un gruñido, agarré a Leo y a Brooke de los brázos y prácticamente las arrastré hasta el aula que nos correspondía.
Al entrar a clase, por suerte, el profesor aún no había llegado. Avanzamos en la clase y fuimos directas al final, ya que suponíamos que la profesora habitual no iba a venir. Adam, que hablaba tranquilamente con una de las compañeras, sonrió al vernos y vino hacia nosotras. 
-¿Os habéis enterado? -preguntó, sentándose en la mesa. 
-Sí, qué fuerte. 
-¿Fuerte? Voy a hacerle a ese McEldy un altar. Odiaba a esa profesora. Me tenía manía. 
-Ya me he dado cuenta, la tía te echaba unas miradas que matan.
-Cambiando de tema, a que no sabéis quién me ha pedido para el baile. 
-¡Anya! -explotó Brooke, oprimiendo una risa. 
-Qué vergüenza... he tenido que decirle que no a la chavala. 
-¿Por qué?
-Yina, es gay. 
-Ah, es verdad. 
Los tres siguieron a conversación sin callar ni un momento, con temas encima de la mesa que no me interesaban lo más mínimo.
Las cosas con Brooke mejoraron con el tiempo, al día siguiente de lo que ocurrió con Nathan, apenas le dirigía la palabra. Ella me pedía casi de rodillas que la perdonada y que tuvo que haber pensado más en mí. Y con el tiempo no tuve otro remedio, ya que compartíamos habitación y la veía todos los días. Siempre conseguía arrancarme una sonrisa de la cara, por muy oscuro que estuviera el día. 
Y, con respecto a Nathan, simplemente, me ignoraba. Desde esa noche sólo me esquivaba por los pasillos y no hacía ni saludar. Y, aunque en este caso Brooke era la mala por hacerle eso a su novio, él no tenía ningún derecho a reprocharle nada. 
Había pasado un mes y medio desde lo ocurrido y aunque quedara más de un mes para Navidades, el baile ya estaba organizándose. Y no tenía pensado ir. Y, sinceramente, no tenía excusas y ganas no me faltaban. El problema era que era obligado ir acompañado por una pareja. Y así eran las cosas. No me apetecía en absoluto encontrar a más cerdos que sólo pretendían usarme. 
-Madre mía -murmuró Leo a mi lado, sumergiéndome de nuevo en el mundo-. Qué bueno está -balbuceó, mirando fijamente al frente. 
Levanté la mirada para mirar al profesor que acababa de entrar, y así lo hicieron Adam y Brooke. 
Adam se levantó de un brinco y se fue directo al pupitre libre de primera fila. 
De pie, observando la clase e iluminándola con sus ojos azules y los brazos cruzados, estába él. 
Juntó sus manos y sonrió a la clase. 
-Buenos días. Soy Christian Forrest, para vosotros Christian o señor Forrest, y soy vuestro nuevo profesor de Literatura hasta que la querida profesora Madelaide se recupere por completo. ¿Alguna pregunta?
La clase se quedó muda. 
-Muy bien. Pues empecemos la clase -cogió su libro de Literatura y lo sostuvo en brazos.
-Espera -le interrumpió Leo-. ¿Vamos a dar clase? 
Christian levantó la mirada y miró a Leo.
-¿Qué prefieres que hagamos,  señorita...?
-Leo. Leo Joyce. 
-...Joyce?
-No sé... Podríamos... conocernos más.
-¿Y cómo habría pensado en ponerla en práctica?
Leo puso la mirada en blanco. 
-Pues... cada uno podría contar un poco de su vida.. lo básico... tampoco hace falta más... podríamos empezar por usted -una sonrisa se formó en sus labios y se apartó un rizo naranja que le caía por la cara. 
-Muy bien. Pero mañana clase intensiva -apartó la mirada y enseguida la descansó en mis ojos. Una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro y dejó el libro de texto encima de la mesa. 
-Señorita Joyce, usted es la primera.
-¿Yo porqué?
-Tú has dado la idea, tonta -murmuró Brooke. 
El profesor sonrió de nuevo, se quitó la chaqueta y se sentó en la silla. 
Leo cerró los ojos y soltó un pequeño gemido, más parecido a un suspiro.
-A ver. Nací en Canadá, más concretamente en Calgary pero me mudé aquí a Vancouver cuando tenía 14 años, cuando mi madre se divorció de mi padre. Soy hija única y desde entonces no veo a mi padre. 
-Suficiente -le dedicó una bonita sonrisa, lo que hizo que Leo se sonrojara y se mordiera el labio. Asintió.
-Ahora le toca a usted, señor Forrest -dijo Brooke, intentando contactar con sus ojos. 
-Esta bien. Tengo 28 años, nací en Vancouver, tengo seis hermanas mayores y vivo en las afueras de la ciudad. Y ya vale. 
-¿Tiene novia?
-¿Está casado?
Bajé la mirada ante esas preguntas que algunas compañeras habían soltado sin pensar, que ahora ocultaban la boca bajo sus manos, con las mejillas ardiendo.
-No. 
Leo y Brooke suspiraron aliviadas. 
-Me lo pido -susurró Leo.
-¡Qué huevos! 
-¡Es un profesor, burras! -susurré al respecto, mirándolas con el ceño fruncido. 
-Señorita Wilde, su turno -levanté la mirada y me tropecé de nuevo con sus ojos azules. No pude evitar sonrojarme.
Las dos me miraban con las bocas abiertas.
-S-sí -carraspeé-. Nací en Cheshire, Inglaterra. Tengo un hermano mayor. No veo a mi padre desde... -resoplé-. No he visto a mi padre en mi vida y apenas conozco a mi madre, que nunca está en casa. He vivido en mi casa sola toda mi vida y...
-Ya vale -me sonrió con ternura y yo fruncí el ceño, extrañada y aliviada a la vez.
No había nada más intimidante que contar mi pasado en medio de la clase, a pesar de que la mayoría ya lo conocía al ser seguidor de los libros de mi madre.
Su mirada seguía clavada en mí y la mía era casi imposible apartarla de él. 


{Narra Ellen}
Recogí la ropa de la silla nerviosa, doblando la limpia y tirando al cesto la sucia. 
Estaba nerviosa e impaciente, y no podía dejar de mirar el móvil cada minuto. 
¿Cuántas llamadas le habría dejado? Muchas. Eso estaba claro. Tampoco quería agobiarle demasiado. Estaría muy liado y no quería ser una carga más para él. 
Agarré la cesta y me dirigí a la terraza para poner la lavadora. Me volví a la habitación y descubrí que más recogida no podía estar. 
Se veía que estaba más nerviosa que nunca. Ya que no quedaba ningún rincón de la casa que recoger o limpiar. 
Sabía que lo que estaba a punto de hacer estaba mal. Y muy mal. Pero lo hacía por el bien de todos y sobre todo de ella. Si no lo hacía, puede que ella nunca se diera cuenta de las cosas y que no todo era un cuento de hadas. Y, puede que ella me diera las gracias después de todo. 
Sólo si tenía suerte. 
Inquieta como estaba, me paseaba por la casa mordisqueando mis dedos con el móvil pegado a mí. Cuando escuché la familiar melodía procedente de él, vibrando entre mis dedos, mi corazón comenzó a latir con fuerza y las piernas temblaban más que antes. 
Opté por sentarme antes de descolgar el teléfono. 
-Harry.
-Hola, Ellen, ¿me has llamado?
-Sí, varias veces. 
-Perdona. He estado ocupado. 
-Tranquilo, lo entiendo. 
-¿Por qué me llamabas? 
Tragué saliva.
-Es... no es nada importante... es sobre Jane. 
No lo tuve que pensar más veces. Tenía que hacer esto y no había vuelta atrás.
Respiré hondo. 
-¿Le pasa algo?
-Oh, no, no. Está... está perfectamente, como siempre.
-Ah... ¿qué ocurre, entonces?
-Harry, quiero que la presiones. 
-¿Qué?
-Ya me has oído. 
-Ellen, sabes que yo no puedo hacer eso. 
-Yo no te lo pediría si no fuera por su bien. Tiene que aprender que no todo es un cuento y que ese momento tiene que llegar y cuanto antes mejor. 
-Yo sólo... -suspiró-. Si ella no está preparada yo no puedo obligarla a nada. Es su decisión y no la mía. 
-Harry, Jane te quiere. Y estoy segura de que ella quiere hacerlo contigo, solo tienes que empezar y ella se dejará hacer. Hazme caso. 
-¿Y si no es así? ¿Y si sale mal y piensa mal de mí? No quiero eso, Ellen. 
-No pasará eso. Créeme, ella me lo ha dicho. 
Suspiró y silencio. 
Oh, Dios, se lo estaba pensando. 
-¿Y cuándo? ¿Donde? Por que aquí en la casa no....
-Hmm.. ¿no os dejan salir?
-Sí, pero de vez en cuando y solo para hacer la compra y tomar un poco el aire. 
-Pues ya está. Algún día de estos, quedas con ella y ¡zas!
-No sé, Ellen...
-Prométemelo. 
-No. 
-¡Oh, vamos! Sabes que ella no sabrá dar el paso.
-No puedes hacer..
-Sí puedo. Es mi mejor amiga. 
-Y mi novia. 
Suspiré.
Tenía razón y toda la del mundo. 
-Vale. Estoy de acuerdo contigo. Pero tienes que entenderme. 
Suspiró de nuevo.
-Está bien. Pero no voy a prometerte nada.

{Narra Jane}
Me odian por salir con un miembro de la banda 

Suspiro. Vuelta. 

¿Podrías poner en peligro One Direction?

Suspiro. Gemido. Otra vuelta.

¿Vais en serio o eres un rollo más?

Me daba por vencida. No podría volver a conciliar el sueño. 
Ya habían pasado otras dos largas semanas y todo marchaba bien. Los chicos cada vez actuaban mejor y recibían más votos y atención. Y lo mismo ocurría con las fans. Cada vez había más gente fuera de los estudios día y noche aguardándoles. 
Y eso hacía que cada noche durmiera menos, rondándome por la cabeza esas malditas frases. Desde entonces no había ocurrido mucho, seguía entrando a mi cuenta de twitter con normalidad y nunca había pasado nada que valiera la pena mencionar. 
Exhalé un nuevo suspiro y decidí encender la luz. 
Me levanté torpemente de la cama y dando tumbos, bajé a la cocina en silencio y volví a la habitación con una manzana en la mano. 
Abrí la ventana, apagué la luz y me senté en el alféizar, observando la ciudad a lo lejos. 
Eran mitades de noviembre y hacía frío, pero realmente me daba igual, solo me centraba en ver todas esas pequeñas luces danzantes de la ciudad manchando las nubes, tan bajas que, sólo levantando la mano, podía casi acariciarlas, tintadas de un tono anaranjado por la contaminación lumínica, lo que hacía imposible ver a las estrellas y a la luna. 
Descubrí que estando sentada cruzada de brazos no me mantendría entretenida, por lo que opté por conectarme un rato al ordenador. 
Esperé los minutos necesarios para entrar pacientemente. Me sorprendí bastante al ver el número de seguidores, que me había subido muchísimo desde la última vez. Me alegré bastante al ver la preciosa V azul en cada una de las cuentas de los chicos, que verificaba que era la real. 
No podía estar más orgullosa. 
Esa sensación de felicidad y tranquilidad se esfumó casi al instante cuando leí mis menciones, que cada vez eran más y más. La mayoría de ellas no se cortaban. Había insultos, amenazas, intimidaciones y mucho desprecio presente en cada una de las frases. Gritos y exclamaciones. Y muy de vez en cuando, unos muy bien camuflados que expresaban todo lo contrario, aunque mis ojos no se fijaban en esos. 
Me arrepentí al segundo de haberme despertado y haber cogido el portátil. Deseaba que no hubiera visto aquello. Y, lo más importante, deseaba que no me importara todo lo que decían. 
Hannah tenía razón; todas esas chicas me odiaban. 
Y no tenía ni idea de la razón. 
Cerré el portátil de golpe y puse los ojos en blanco, con un nudo en la garganta. Me obligaba a mí misma borrar esas imágenes, las frases que seguramente no cesarían en breve. 
Pero sabía muy bien que eso era imposible. 
Cerré la ventana y volví a la cama, sabiendo que por el resto de la noche no volvería a dormir ni una sola hora seguida. 
¿Por qué me odiaban? Yo no les había echo nada. Sólo salía con uno de sus ídolos y nada más. Puede que yo les quitaba toda esperanza de que se fijaran en ellas, y que él sólo tendría ojos para mí. Sabía que en parte podían tener razón, pero, después de todo, ellas eran las seguidoras y la razón por la que ellos estaban en donde estaban, por lo que ahora ellos estaban tan alto. 
Y, aunque ellas me odiaban a muerte, yo las quería por ello. Ellas eran la razón de todo esto y no solo por que ellas me odiaban, yo tendría que sentir lo mismo por ellas.
Yo sería incapaz de odiarlas.