Capítulo
51:
{Narra
Yina}
Miré
mi reloj una vez más. Resoplé y me volví a cruzar de brazos.
12:27. Llegaba tarde.
Diez
minutos más y me voy -pensé.
Tenía
demasiada curiosidad y me estaba poniendo muy nerviosa. Demasiado,
quizás.
Fue
entonces cuando se me ocurrió la idea de que igual jugaba conmigo.
Que no le importaba. Que sólo quería ver qué impacto tenía sobre
mí. Cómo actuaría ante sus proposiciones.
Resoplé,
indignada, de nuevo y miré al frente, con una mano sobre el vientre
y con otra agarrando con fuerza mi mochila.
Había
conseguido de casualidad escaquearme para ir hasta el campus sin que
las chicas me dispararan con preguntas, y estaba segura de que ahora
me estarían buscando. Y si esperaba un poco más, probablemente, me
encontrarían pronto si se lo proponían.
Me
sobresalté cuando sentí una mano cálida sujetando la mía. Me
alivié mucho.
Miré
atrás y Christian me miraba con una pequeña sonrisa. Hizo un gesto
con la cabeza para que le siguiera, sin decirme nada.
Me
abrió la puerta de su coche y lo arrancó.
-Puede
que te asustes un poco cuando lleguemos. Pero, por favor, confía en
mí. Lo hago porque creo que te gustará. Si quieres que te traiga de
vuelta, me lo dices, y lo hago, ¿de acuerdo?
~
-Síganme,
por favor. Alejaos de las paredes. No queremos problemas.
De
vez en cuando miraba de reojo a Christian a mi lado, que miraba al
frente con mucha serenidad y valentía. Yo no podía hacer lo mismo.
Estaba muy agradecida de que los guardias de seguridad nos
acompañaran, en realidad. Parte de mí deseaba agarrar su brazo para
dejar de temblar como lo hacía, pero no me sentiría del todo
cómoda.
No
me gustaba ese sitio ni un sólo poco. No había ventanas en ninguna
de las salas que había en el edificio, la mayoría de las luces
blancas parpadeaban, si no estaban apagadas del todo, y las paredes,
blancas también, no parecían muy estables sobre sus cimientos.
Nos
habían revisado como tres veces, por si llevábamos armas o lo que
fuese. Y odiaba que lo hicieran.
-Relájate.
No te vas a pasar nada -me susurró.
Lo
único que consiguió fue que me pusiera más nerviosa todavía.
Llegamos
a una sala con una fila de mesas paralelas a las paredes con una
vitrina que las atravesaba. No era como lo imaginaba. Para nada.
Parecía mucho más traquilo.
Sabía
qué estábamos haciendo ahí, y aún no me podía creer que mi madre
me habçia contado la verdad desde el principio.
De
repente Christian se detuvo en mi frente, y me sujetó los hombros.
-Yina.
No tienes por qué hacerlo. Me acabo de dar cuenta de que no puedo
obligarte a hacer nada. Es tu decisión.
-Lo
que más miedo me daba era entrar en este lugar. Y ahora que ya estoy
dentro.... no creo que me importe hablar con él.
Frunció
los labios y asintió.
-Bien.
Quédate ahí, ahora vuelvo, ¿vale? Cuando te indiquen, tú les
sigues y punto. Yo estaré aquí cuando termines.
Tenía
el vientre lleno de subidas y bajadas por los nervios y del miedo. No
lo conocía para nada. Iba a hablar con alguien que no conocía.
Respiré hondo y asentí.
-Christian
-le llamé antes de que se diera la vuelta-. Gracias.
Creo
que esa fue una de las primeras veces que le vi sonreír de verdad.
No me dijo nada más, y desapareció al dar la vuelta a la esquina.
Me
quedé apoyada en la pared sin saber qué hacer, por lo que me quedé
mirando a las parejas que hablaban juntos a través de los cristales.
No era como en las películas. La sala era amplia y era la única en
la que había visto una ventana, aunque no fuera demasiado grande.
Las luces parecían estar en orden, todas funcionaban perfectamente.
En medio del gran cristal que separaba la sala había un hueco para
permitir la comunicación entre las personas.
No
me agradaba la sala, pero tampoco la odiaba como el resto.
Un
gran guardia de seguridad con el pelo cortado a cepillo y con la cara
de lo más simpática, se acercó a mí.
-¿Señorita
Wilde?
-Sí,
soy yo -respondí.
Sonrió
nada más decirlo.
-Sígame,
por favor.
Abandonamos
la sala y volvimos a recorrer el oscuro pasillo. No entendía nada.
Me llevó a un especie de espacio abierto con puertas numeradas
colocadas ordenadamente en la pared. Me estaba asustando mucho.
-No
se asuste -dijo, como si me hubiera leído el pensamiento-, éstas no
son las celdas. Son las habitaciones de los presos que están en
procesión de salida.
Asentí
sin mirarle.
-Es
la 309. Aquí le dejo. Si tiene algún problema, sólo grita. Estaré
aquí.
Y
eso no me tranquilizó para nada, es más, me puso más nerviosa
todavía.
Asentí
de todas formas.
El
guardia abrió la puerta y entré agarrando bien mi mochila y avancé
por la habitación. No era como me lo esperaba. Una ventana grande
ocupaba gran parte de la pared de enfrente, y estaba abierta de par
en par. La cama era pequeña y era lo único que había en la
estancia. El suelo estaba embaldosado. La sala era pequeña, pero no
encajaba en ningún sentido con la idea que yo tenía de una celda.
-Yina
-escuché mi nombre por detrás en un murmuro.
Me
di la vuelta y sonreí.
-Hola,
papá.
{Narra
Jane}
Probablemente
esa fue la peor noche que habré pasado en toda mi vida. Y lo peor es
que no tenía ningún sueño. Ya no sentía nada. No podía dormir
esa noche por miedo a que lo descubriera, a que se enfadara
demasiado. Y tenía que contarselo cuanto antes.
Ese
día la mochila me pesaba más de lo normal y todo estaba
excesivamente alto. Hasta el suave tintineo de las agujas del reloj
las relacionaba con los peores bombardeos. No lo podía soportar.
-Este
tío es tonto.
Esas
fueron las palabras exactas que me dijo Ellen. Jess se quedó
atónita, pero no dijo nada, sólo murmuró “si no puedes decir
nada bueno, simplemente, no digas nada”. Y a Lena la veía cada vez
menos. Hasta se había vuelto a cambiar de instituto. La comprendía
perfectamente. Yo también lo hubiera hecho. Y estaba a punto de
hacerlo, solo que no me ayudaría demasiado.
Y
aún así, no me desharía de Ethan con tanta facilidad.
Durante
todo el día había estado intentando evitarle a toda costa, pero
sabía que era arriesgar demasiado.
-Yo
hablo con él y le pongo en su sitio -Ellen me sonrió-. No te
preocupes.
Justo
había sonado el timbre cuando me lo dijo.
-Y,
Jane, ni caso. Yo iría de cabeza a contárselo a Harry. Mejor que se
entere por ti que por cualquier otra persona. De verdad.
-Ya
lo tenía planeado.
Salimos
por la puerta principal del instututo e hicimos ademán de ir al
autobús, pero dos chicas de primer curso se acercaron a nosotras con
entusiasmo.
-¡Jane!
¿Podemos hacernos una foto contigo?
Fruncí el ceño y miré a Ellen. Ella se encogió de hombros.
Fruncí el ceño y miré a Ellen. Ella se encogió de hombros.
-Eh...
-Nos
has dado un susto del horror. Pensábamos que estabas saliendo con
Harry -dijo la primera chica, haciendo gestos con la mano y
con una amplia sonrisa.
-Sí,
nosotras ya te estábamos odiando -la otra chica se rió -. Gracias
que al final era mentira, que si no... estarías muerta. Todo twitter
iba a por ti.
-Sí,
maja. Tenías que ver eso. Eso era un mar de...
Las
dos hablaban demasiado rápido y no sabía a quién mirar cuando
hablaban. Y me sentía bastante bastante desconcentrada. No las
conocía de nada, pero ellas me trataba como si fuera su mejor amiga.
Y
consiguieron arrancarme una sonrisa.
Ellen
parecía encantada con ellas.
-Jo,
pero qué monas son -dijo.
-Eh.
Pues normalmente no me hago fotos con las fans.... pero sólo porque
sois de mi colegio, ¿eh? -sonreí.
Las
chicas sonrieron y casi saltaron de la emoción.
Vaya.
Me dejaron sin habla.
Después
de la foto, una de ellas me dijo:
-Eres
muy guapa, eh. Te pareces a él.
A
Ellen casi le da un ataque. Yo tuve que contenerme para no ponerme a
reír como una loca. De verdad. Esas chicas me alegraron el día.
-Ehh....
gracias.
Nunca
nadie me lo había dicho tan en serio, así que dudé mucho si me lo
había dicho en serio, o era sarcasmo.
Las
dos chicas, cuyo nombre ni siquiera mencionaron, se despidieron
cálidamente y Ellen y yo anduvimos hasta la parada del autobús.
-Entonces,
¿vas a ir?
-Creo
que no tengo alternativa.
-¿Quieres
que te acompañe?
-Por
favor.
~
-Habían
dos chicas monísimas en mi instituto que eran fans tuyas. Aw y me
pidieron una foto.
-¿Si?
Vaya. No te dejan en paz, ¿eh? -sonrió.
Negué
con la cabeza y alcé las cejas.
-Venga.
Vayamos abajo, nos estarán preocupando.
-Jo
-me quejé, y me hice un ovillo en su pecho-. No quiero. Que se
aguanten.
Rió
bajito. Miró su reloj.
-Van
a dar las siete. Tenemos ensayo en un cuarto de hora. Así que
arriba.
-Ah.
Es verdad, que es famosísimo y tienes una reputación que mantener
-me burlé.
Mientras
tanto, él ya se había levantado y medio vestido. Se detuvo y
levantó una ceja, sonriéndome. Me señaló con el dedo.
-Me
acabo de vestir. No me tientes.
Me
levanté y me puse la camisa. Reí satisfecha.
-Harry...
hm... quiero acordar una cosa contigo.
Sonrió
divertido.
-¿El
qué?
-Últimamente
estamos discutiendo mucho y lo odio demasiado. Vuelvo mal a casa,
aunque lo hayamos arreglado.
-Bueno...
no te preocupes, es normal, ¿no?
-Sí,
sí. Pero no quiero llegar a más. No quiero... enfadarme contigo
hasta el máximo. Así que, si uno quiere parar la discusión, dice
“pausa” y listo.
-¿Pausa?
¿Y después?
-No
sé..... era sólo una idea... Por cierto, tengo que contarte una
cosa antes de que haya mal entendidos -me dirigí a la mesa para
coger el móvil, pero un dolor tan agudo en el vientre me hizo
pararme en seco. Después cesó y un nuevo pinchazo más doloroso
todavía me atravesó de nuevo. Tuve que agacharme para amortiguar el
dolor. Dejé escapar un grito.
-¿Jane?
-en medio segundo, Harry ya estaba a mi lado con una mano sobre mi
espalda- ¿Estás bien?
Respiré
hondo y traté de levantarme. Me mareé y tuve que sujetarme en Harry
para no caerme.
-Eh..
creo que sí.
-¿Segura?
-me preguntó, y me llevó a una silla para que me sentara-. Estás
pálida -susurró.
-Estoy
bien, estoy bien. Sólo me... me he mareado un poco.
-Voy
a traerte agua -se fue de la sala.
Intenté
tranquilizarme mientras miraba las llamadas. Por suerte, no tenía
ninguna llamada perdida. Pero algo me llamó la atención; en la
pantalla, había un gran dos en rojo en medio. Tardé bastante en
caer en el significado.
Harry
entró en la habitación con un vaso de agua, que dejó encima de la
mesa. Se arrodilló enfrente mía.
-¿Estás
mejor?
-Tengo
dos días de retraso. Espero que sólo sean dos...
Justo
cuando iba a terminar la frase, un mensaje de texto apareció en mi
bandeja de entrada. Fruncí el ceño.
-Qué
raro.
-¿Quién
es?
-La
madre de Lena me ha llamado hace unos minutos....
-¡Chicos!
-se oyó la voz de Ellen al otro lado de la puerta, acercándose-.
Voy a entrar, me da igual si estáis visibles o no -abrió la puerta.
-Hola
-saludé sonriente.
-Lena
ha desaparecido.
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