Catorce

Ellen había llamado al timbre hacía un par de horas. Fue la primera vez que no pude descifrar la mirada que me dedicaba; una mezcla entre preocupación y felicidad, como si ni siquiera ella podía saber qué estaba sintiendo en su interior. Justo como me estaba sintiendo yo ese día. Ese día nos habíamos visto en el instituto, aunque apareció en mi casa cuando ya era de noche, sin avisarme, con un paquete bajo el brazo. Estaba lloviendo.

—Es lo más raro que me ha pasado en la vida. Cuando la vi de camino a casa casi me caigo de culo —tampoco pude descifrar su voz, si lo estaba diciendo con alegría, o si el tembleque de su tono se debía a la seriedad de su ceño.

Sujetaba la revista con ambas manos. Todavía estaba metida dentro del plástico, algo mojado debido a la lluvia. Tuve que suspirar al notarme los pulmones más pequeños de lo normal. Me veía en portada, mirando el suelo con lo que ellos decían que era una sonrisa en la cara, nuestras manos unidas y enmarcadas en un dramático corazón. Alcé la mirada a mi amiga, y de pronto me dio la risa floja.

Mientras me reía y daba palmadas como una gilipollas, Ellen me miraba como si me hubiese vuelto literalmente loca.

—No puede ser —dije por fin, rasgando el plástico de la revista, todavía con alguna que otra carcajada colgando de mis labios.

Ellen se colocó a mi lado en la cama para poder ojear la revista conmigo. Eran dos malditas páginas enteras hablando de cómo los concursantes habían salido de la casa para una noche de fiesta, y sobre todo, escribiendo conspiraciones sobre quién era yo y por qué había entrado al local de la mano de Harry. Ella, viendo lo bien que me lo estaba tomando, sujetó la revista y comenzó a leer en voz alta lo que decían en un apartado.

—"Los chicos de One Direction estaban especialmente guapos esa noche, y esta apuesta desconocida parece estar de acuerdo con nosotras. Quiero decir, ¡miradle esa mirada que le dedica a Harry! ¿Tendremos una nueva amenaza entre nosotras? ¡Qué calladito se lo tenía!"

Volví a reírme escandalosamente y saqué el teléfono para sacarle una foto y mandársela a Harry.

—¡Amenaza! Me quiero morir —dije con una sonrisa, mientras le arrebataba de nuevo la revista a Ellen para leerlo con mis propios ojos.

—Dios mío, mira lo que pone aquí —le dije señalando el párrafo con un dedo—: "Esta chica rubia se coló ayer con los cinco chicos más deseados de toda Inglaterra y cumplió todos nuestros sueños, ¿te imaginas compartir una noche de fiesta con este bombón? ¡Ella lo sabe, y se le ve en la cara!" Te lo juro, en este momento sólo me quería morir, estaba demasiado centrada en no caerme delante de todo el mundo.

Nos reímos las dos durante un buen rato leyendo todo lo que tenía que decir sobre nosotras, yo intentando ignorar lo horriblemente fea que salía en esa foto que habían decidido poner sobre las dos páginas enteras, y sólo daba gracias que había decidido ponerme un vestido y no unos pantalones, porque seguramente hubiese salido con la bragueta bajada.

—Me parece injusto que sólo hablen de ti, yo también me lié con Aiden esa noche. Debería estar yo en portada y no tú.

Puse los ojos en blanco.

—Cielo, no es mi mayor sueño salir en portadas de revistas sólo porque creen que salgo con un miembro de una banda. Es humillante.

—Tía, es que sólo hablan de ti: "No sabemos quién es esta chica tan guapa, aunque sí que nos vamos a enterar muy pronto, ¡queremos todos los detalles! ¿Cómo se sentirá ella acerca de los rumores que circulan sobre Harry y Cher Lloyd? Aunque, ¿es demasiado pronto para hablar de relación, o es tan sólo un rollito de una noche? ¡Parece ser que el chico de rizos el título de ligón se lo ha ganado a pulso! Ya sabes Harry, mándanos un correo, ¡queremos saberlo todo acerca de esta rubia cañón!"

—¡Rubia cañón! No puedo más —dije entre risas de nuevo.

Sí, era humillante. Lo pude saborear de primera mano al día siguiente, cuando sentí todas las miradas de mis compañeras de instituto al entrar a mi clase de todos los martes. Hasta me trataban distinto, susurraban acerca de mí cuando yo estaba delante, los baños se volvían silenciosos cuando yo entraba en ellos, y los murmullos me acompañaban allá donde fuera. Algunas eran tan descaradas que incluso me señalaban con la dichosa revista en las manos, hablando de mí como si no estuviese delante o como si no pudiese escucharlas. El viernes de esa misma semana pude escuchar una conversación que me dolió en el corazón mientras estaba usando uno de los baños.

—¿Te has enterado de lo de la Jane de quinto?

—Sí, tía. Qué suerte tiene la hija de puta.

—A mí me parece una zorra. Se está aprovechando de su fama para hacerse un hueco en la industria. Además, salía super fea en esa foto...

—Tampoco es que sea tan guapa... no sé qué le habrá visto.

Con los dientes apretados y la ira creciendo en mis venas, abrí la puerta del baño y me las encontré mirándose en el espejo. Se quedaron pálidas como papeles.

No les dije nada, sólo las miré con la cara seria, dirigiéndole una mirada decepcionada. Esas dos chicas siempre me pedían los apuntes de clase y yo siempre se los dejaba con amabilidad, por mucho que me repateara el culo que fueran unas vagas de mierda. Siempre había sido simpática con ellas. Ni siquiera me había dolido lo que habían dicho. Me dolía el hecho de que estuviesen hablando de mí a mis espaldas, como si fuera una más en su lista de cotilleos. Como si no me conocieran. Me coloqué la mochila sobre el hombro y salí del baño con un portazo.

Si ellas hablaban de mí conociéndome, no me podía imaginar lo que hablarían otras chicas que no lo hacían.

Además que no sólo era aquello que había cambiado por completo mi rutina diaria. Aproximadamente una semana después de aparecer en una de las revistas más leídas del país, a las que obviamente no voy a dar publicidad, las cosas se pusieron más raras que de costumbre. Me acuerdo perfectamente.

Harry y yo quedábamos muy poco y sólo cuando él estaba completamente libre de sus obligaciones. Como había sido la tarde del día anterior, que habíamos quedado para una pequeña hora que podía escaparse.

—De verdad creo que tenéis una gran posibilidad de ganar esto, Harry. Estoy muy feliz por vosotros —dije con una sonrisa sincera.

Él me sonrió.

Más de una vez, Ellen me había dicho que tuviera cuidado cuando fuera sola a casa, y la veía girar la cabeza con brusquedad cada vez que íbamos por una calle concurrida. Pensaba que se había vuelto una paranoica y que quería asustarme, pero un día comencé a fijarme yo misma. La gente desconocida, sobre todo chicas jóvenes de más o menos mi edad se quedaban mirando cada vez que pasaba por delante suya, y aquello no era lo peor de todo. Sacaban sus teléfonos para sacarme fotos como si no estuviese ahí delante viéndolo todo. Como si no fuera una persona normal. Cada día las redes sociales estaban cada vez más llenas de mi nombre por todos los lados, incluso comencé a aparecer en pequeños periódicos online.

Pensaba que las cosas podrían haber llegado a su límite, que ya no podía ser más de locos todo aquello. Hasta que pude ver, te lo juro, un puto fotógrafo en la puerta de mi instituto. Mi corazón comenzó a latir a mil y deseé con fuerza que estuviese ahí por casualidad, que no estuviese ahí por mí, que me dejase en paz. Supe por la carcajada que profirió Ellen que mis expectativas eran unas ilusas. Yo no sabía cómo reaccionar. No me lo podía creer. Traté de no fijarme en las miradas que me rodeaban, curioseando a mi alrededor como buitres, algunas riendo, y otras levantando la nariz como si quisiesen estar en mi lugar.

Me aferré con fuerza al brazo de mi amiga y pasé por el lado del periodista con rapidez, que ya había alzado su cámara en el aire y el flash se entremezclaba con la blancura del día gris.

Me hizo un poco de gracia, la verdad. Sólo durante unos pocos segundos, pude saborearlo y reírme de la situación. Pensé que nos dejaría en paz una vez pudo sacar un par de fotos de mi cara de sorpresa al verle ahí. Pero el señor comenzó a hacerme preguntas, y entonces fue cuando comencé a sentirme increíblemente incómoda.

—Jane, ¿qué tal te llevas con Simon Cowell? —preguntaba a voz de grito, por mucho que estaba justo a su lado persiguiéndonos sin ningún respeto por mi espacio personal.

—¿Qué dice? —preguntó Ellen en mi oído, al ver que las cosas no eran tampoco como se las había imaginado ella.

Yo me encogí de hombros y sólo deseé que nos dejase en paz, aunque se le veía dispuesto a seguirnos hasta la misma puerta de mi casa.

Siguió hablando. Ni siquiera me daba tiempo a responder a las malditas preguntas.

—¿Qué piensas de la ruptura de Louis Tomlinson y Hannah Walker? —preguntó, y decidió sacar una foto a la cara que se me quedó cuando dijo eso.

Cuando fui a responderle, Ellen se interpuso en mi camino.

—Oye, entiendo que tengas que hacer tu trabajo y todo eso, pero nos sigues un sólo paso más y llamo a la policía.

El fotógrafo se paró en mitad de la frase de mi amiga observando su cámara satisfecho con la foto que había conseguido, realmente como si nosotras como personas humanas no le interesáramos.

Me quedé sorprendida. Justo hacían dos días de que había visto a Harry, y ni siquiera me lo había mencionado. No sabía por qué, pero aquello me preocupaba. Por alguna razón todo aquello me sonaba demasiado raro y seguía sin tener ningún sentido por muchas veces que me lo repitiese en la cabeza. Tenía que haber una razón por la que Harry no me lo estaba contando.

Aunque tuve que recordarme que si a mí me ponían verde en las redes sociales, sólo tenía que refrescar la memoria de cómo la trataban a ella con un simple vistazo a mi Twitter. Con tan sólo poner su nombre en el buscador de la aplicación, no era capaz de encontrar ni una sola publicación que fuera positiva acerca suya. Tal vez se hubiese hartado de todo aquello y hubiese decidido que toda esa locura no era para ella, y por un escaso segundo tuve envidia de su situación. Ella sólo tendría que aguantar todo aquello durante unas pocas semanas más, donde se lo pasarían genial insultándola por dejar al chico de la banda, pero después nada. Sólo tenía que borrarse la aplicación durante unas semanas. Era libre.

Tuve que reírme. No había manera de que yo pudiese deshacerme de todo aquello ya que todo lo que sabían ellas era que éramos muy buenos amigos, que era lo cierto. No quería sacrificar mi amistad con él sólo por que dejaran de hablar de mí en las redes sociales.

Qué fácil es el autoengaño. Convencerte de algo que quieres creer con todas tus fuerzas. Es una de las mayores trampas.

Esa noche me costó el doble de lo normal quedarme dormida. No podía hacer otra cosa más que dar vueltas en la cama, y mi mente estaba demasiado ocupada para intentar siquiera dormir. Habían muchas posibilidades de que cinco de mis amigos ganaran mi concurso favorito, y en el peor de los casos no ganarían, aunque posiblemente Simon ya tendría un contrato preparado para firmar en cuanto salieran de esa casa. Sus vidas estaban cambiando delante de sus propios ojos, como una linda película que venía con palomitas y refresco, mientras yo estaba en la primera fila, demasiado cerca para verlo bien, agobiada por la grandiosidad de la pantalla. Me sentía horriblemente mal sólo de pensar en que deseara que no fuera así. Mi conciencia me castigaba cada vez que pensaba que ojalá no se convirtiesen en la banda más importante del país, que ojalá volvieran a ser personas normales con las que ir de vacaciones a la casa de Harry y pasarlo genial sentados en terrazas sin que nadie nos acechara con sus miradas venenosas. Que no se hablara de mí como si fuese un complemento de alguien, que no hablasen de mí directamente. Que pudiese vivir una adolescencia normal, y que tuviese una mínima oportunidad de siquiera pensar en tener una relación con el chico del que estaba enamorada. Todo aquello me lo impedía. Me sentía increíblemente egoísta sólo por pensar en pensarlo. Pero no lo podía evitar. Sólo quería tener la oportunidad de poder pasear de la mano de Harry por la calle sin tener que pensar en el día siguiente, y de en cuántas revistas iba a aparecer.

Me mantenían expuesta, dejando que los espectadores pasasen por mi vitrina y opinasen acerca de mi cuerpo desnudo. Jamás tendría una vida normal si aquello que quería se cumplía. Viviría toda mi vida en un pedestal lo suficientemente alto para que todo el mundo me viese, y así asegurarse que si quería bajarme, la caída sería dolorosa.

Suspiré.

No iba a poder dormir, por lo que decidí salir de la cama y sentarme en el alféizar de mi ventana, para que me diera el aire. Cogí el portátil como acto reflejo, y después de un chupito de valentía, entré en twitter.

Me mordí el labio cuando vi fotos de esa tarde sacadas desde fuera de la cafetería, de mí tocándole la mano sentados en la mesa, del beso que me dio en la mejilla después de despedirnos e irnos a casa. Miles y miles de fotos esparcidas por mis notificaciones, cada una con un comentario más doloroso que el otro, creando sus propias historias, mencionándome en ellas. Quería responder a cada una de ellas, preguntando el por qué, o incluso contando yo misma la historia.

Lo peor de todo, si me ponía en el hipotético caso de que tendría oportunidad de dar mis explicaciones, tendría que decir que Harry era tan sólo un amigo. Por mucho que hubiese sido quien me había descubierto el apetito sexual, por mucho que girara la cabeza cada vez que alguien mencionaba su nombre, ruborizada y con el estómago inquieto en mi vientre. Era sólo un amigo. Porque era una cobarde.

Yo nunca le había confesado mis sentimientos hacia él ni él los suyos hacia mí, y el hecho de que posiblemente nunca iba a tener la oportunidad de hacerlo era agotador. El hecho de que todos aquellos rumores de las otras chicas que circulaban eran reales y que yo tenía que tragarlos con una sonrisa también era agotador. De alguna manera mi cuerpo se cansó de pronto de no poder decir ni una palabra al respecto por miedo a que la gente me mirase como si me hubiese vuelto loca. Quería tener el derecho de ponerme celosa y de poder decirle las cosas que me molestaban. Las palabras me empezaban a pesar en la garganta, y las ganas de correr y de intentar hacer las cosas serias entre nosotros era más grande que mi ser. Para qué quería negarlo más, había estado en una relación durante más de dos años, y la idea de querer exclusividad ya empezaba a hacerse forma en mi cabeza.

Fue un arrebato de egoísmo, pero mi corazón latía con felicidad y efusividad en mi pecho, e inconscientemente comencé a sonreír mordiéndome el labio. En un impulso, mi cuerpo decidió coger el teléfono y teclear un número que jamás pensé en acabar aprenderlo de memoria, antes de colocarlo en mi oreja. Me mordía las uñas nerviosa escuchando los tonos como una melodía que hacía vibrarme el corazón, con los sentimientos apilándose en los rincones de mi cuerpo, intentando salir, con una emoción en el pecho a punto de reventar; tenía muchísimo miedo, tenía que decirlo en voz alta, con la piel de gallina, me sentía feliz. Te quiero. Me gustas mucho. Estoy enamorada de ti. Sal conmigo. Quiéreme. ¿Me quieres?

La adrenalina se lo estaba pasando pipa recorriendo mis venas a una velocidad impresionante, con los brazos en alto y esperando la caída en picado. Cerré los ojos y me sentí preparada para todo. Aunque no podía hacerle eso. No era justo.

Gracias a Dios, nunca cogió el teléfono.

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