Trece

Con una sonrisa de oreja a oreja, completamente roja y con los nervios bailándome encima de la piel, le daba la mano a un alegre Simon Cowell, sin mirarme demasiado a la cara, aunque repitiendo lo bien que lo habían hecho sus chicos la primera semana, que no teníamos nada que temer al domingo. Yo asentía con la mirada clavada en él, aunque completamente sin palabras.


Me giré todavía sonriendo hacia los chicos después de que Cowell nos diera la espalda.

—Dios mío, Simon Cowell me ha dado la mano.

Sabía perfectamente que era el programa favorito de los medios de comunicación, que solía ser uno de los tópicos favoritos de las revistas y de los programas de cotilleos del país, con sus lupas bajo el foco de luz, esperando a que pasara cualquier cosa que valiera la pena poner en un titular, como lo eran, por ejemplo, las dichosas zapatillas moradas de Harry que un día juré por quemar personalmente. Aunque aquella locura mediática había comenzado semanas antes de que lo hizo el programa, el drama ya era lo que definía aquella edición que pude ver en primera persona, ya empezando a indagar con palas y picos en las vidas de los concursantes sin darnos una oportunidad para conocerlos con nuestras propias normas. Normalmente yo hacia oídos sordos de todo el cotilleo hasta bien entrada la edición, cuando comenzaba a conocer y a tener un favorito. Aunque en esos momentos, era casi imposible taparse los oídos y hacer como que no estás viendo nada. Estaba por todas partes.

Los chicos rieron en alto y Ellen me dio un golpe en el hombro para llamarme la atención.

—Pensaba que ibas a trabajar para él algún día.

Asentí.

—Y lo haré. Dios mío. Simon Cowell.

Lo recuerdo como si tuviese una bruma constante que me impedía ver con claridad, provocándome sudores, que me abrumaba hasta tal punto que veía a las personas moverse a mi alrededor en un filtro distinto, a cámara lenta. Me costaba procesar todo aquello que estaba sucediendo; las personas importantes que estaban a mi alrededor, los focos del techo resbalándome por el pelo, la agitación del momento empujándome en la espalda con sus dedos puntiagudos. La palabra normal comenzó a perder su significado poco a poco, como cuando dices una palabra muchas veces en alto y empieza a sonar extraño. Ellen hablaba de cualquier cosa con alguien, riendo. Yo no conseguía dejar de mirar hacia todos los lados, con la boca semi-abierta, con algo parecido a una sonrisa en la cara.

Harry me agarró de la mano para sacarme de mis pensamientos.

—Perdón. Habéis estado geniales.

—No se te puede sacar de casa, Jane —murmuró Ellen.

Decidí ignorarla.

—Felicidades por vuestra primera semana, de verdad. Estoy super orgullosa.

Traté de ignorar a todos los concursantes a nuestro alrededor. Por mucho que hubiese pasado un par de horas dentro de su vivienda, no me había atrevido a mirarle a los ojos a ninguno por puro nerviosismo. Aquella era la primera vez que se me brindaba el honor de estar detrás del escenario y tenía una segunda oportunidad por actuar de una manera más normal. Estaba fracasando estrepitosamente, de nuevo. Aiden Grimshaw pasó por nuestro lado y después de sonreír a Harry, tuve que hacer un gran esfuerzo por no agarrarle del brazo y pedirle una foto.

Me abaniqué con la mano cuando se marchó y deseé no estar tan colorada.

—Es guapo, ¿eh? —me dijo Louis dándome un codazo.

—Y que lo digas.

Me aclaré la garganta.

—¿Cuándo va a venir tu novia? —le pregunté a Louis, intentando pasar de una Ellen aburrida que ya se quería ir a casa.

—Mañana, creo.

Desde luego que no era la primera vez que asistía a uno de los programas, mis padres siempre me regalaban una que otra entrada por mi cumpleaños. Pero ese año era el primero que estaba en la categoría de amigos y familia junto con Ellen, y fue toda una experiencia distinta de la de simplemente acudir. El tiempo que tenías con los concursantes era mínimo, ya que sólo disponías de unos minutos después del programa antes de que tuviesen que volver al escenario para el programa de después. Era un caos. Aunque, para mí, estar ahí detrás era como cumplir todos mis sueños al mismo tiempo. La verdad era que estaba en racha. Pensaba que tal como estaba, tan sólo podían mejorar las cosas.

—Nos vamos a casa —anuncié, después de estar pululando por el lugar y conteniéndome de gritar cada vez que veía a cada persona pasar. Aunque me fui a casa con una foto con Cheryl Cole.

Le di un beso en la mejilla a Harry y nos despedimos del resto después de desearles suerte para el día siguiente.

Al otro lado de las vallas habían un par de chicas esperando a la salida de los concursantes, junto con los fotógrafos, que hablaban entre ellos pasivos ante la situación, ya que sabían perfectamente a qué hora salían los que les interesaban.

Me hace gracia ahora mirar atrás, viendo como toda esa gente era indiferente ante nuestra presencia, lo fácil que hubiese sido todo si simplemente hubiese dado un paso atrás. Todo iba demasiado bien, me lo estaba comiendo con cubiertos de plata en una silla mullidita y cómoda. No me estaba dando cuenta que me estaba atragantando poco a poco.

Ellen enrolló su brazo en el mío mientras caminábamos hacia nuestra salida del metro.

—¿Qué tal ha sido verle de nuevo?

Le miré extrañada.

—¿Qué quieres decir?

—Bueno...

—Nos volvimos a ver hace unas semanas. Fui a la casa.

Ellen me miró parpadeante, esperando a que añadiese cualquier cosa para darle sentido a mi historia. Puse los ojos en blanco.

—Vi la casa y me fui, Ellen. Nada más.

Soltó un resoplido.

—Sois unos sosos, de verdad. No os arriesgáis nada.

—Ellen, la casa está llena de cámaras las veinticuatro horas. Literalmente. No sería arriesgarse, sería un suicidio.

Verle después de esas dos semanas con la imagen de mi espalda curvada y su pelo acariciándome la espalda, rodeados de tanta gente y con los focos apuntándonos con los dedos, fue tan irreal que tenía el muslo rojo de todas las veces que me había pellizcado para sacarme de todas las ensoñaciones que mi mente atrapaba en sí misma, como un castigo cruel muy duro al que acostumbrarse, cada vez más frecuente.

No me dio demasiado tiempo a analizar todo aquello que estaba sintiendo. La vida estaba dando golpes en la puerta con bastante impaciencia, y nos miraba con el ceño fruncido. Después de un largo paseo por la realidad, me di cuenta de que conforme las semanas pasaban, cada vez más deprisa, la gente se multiplicaba a las puertas del estudio como hormigas después de descubrir una nueva fuente de alimentación, cada vez más en el punto de mira de la gente. Cámaras ocultas en todos los rincones, con miradas puntiagudas y discretas entre la gente, apuntando con dedos acusadores, asegurándose de captar cada una de las espinillas y miradas envenenadas en sus cámaras de mentira para luego empapelar las revistas y las redes sociales, hablando de conspiraciones y tomando su propia realidad entre sus manos, meciéndola con suavidad entre sus brazos. Ellen llegaba a mi casa con un montón cada vez más grande de revistas en las que aparecían esos ojos que no me dejaban dormir, hablando de todo lo que prefería ignorar. Las letras se reían de mi inocencia con la mano en el estómago, teniendo el tiempo de sus vidas, yo como su diana de risas. Rumores acerca de otras chicas en la vida del culpable de mis pesadillas, más de una, con historias distintas que contar. Y yo tenía que volver a pensar en su lengua enrollándose en la mía para que todos aquellos rumores que me hacían agujeros en la piel se callaran, como pulsar el botón de mute; en silencio, sí, pero con las imágenes todavía bailando a mi alrededor.

La verdad era que nunca habíamos hablado de las cosas realmente importantes, aunque tampoco estaba del todo segura de que quería tener una conversación seria de algo así de arbitrario cuando él estaba cumpliendo su sueño. Aunque siempre había sido una chica celosa, y por mucho que intentaba con todas mis fuerzas dejarlo a un lado, siempre estaba ahí en el fondo de mi cabeza, entreteniéndose con cualquier cosa que encontrara y esperando a que pudiese salir a jugar.

Cuando llegó la noche del 30 de octubre estaba especialmente nerviosa. Louis ya me había confirmado que Simon les había dado permiso para salir después del programa, aunque no hasta demasiado tarde. Ellen estaba sentada en el sofá con el móvil entre las manos y Jess sentada a su lado mordiéndose las uñas. Tuve que simpatizar con ella al verse tan nerviosa como estaba yo, aunque yo estaba dando vueltas por el lugar, sin poder sentar el culo en ningún sitio sin que me temblaran las piernas.

—Jane, me estás poniendo de los nervios —dijo Ellen casi con los dientes apretados, sin apartar la vista de su teléfono.

Gruñí.

Harry me saludó con un abrazo, y todo mi trabajo de meditación y preparación para sentir sus manos de nuevo en mi cuerpo se fue al traste al rozarme la cadera con los dedos. Con sus ojos sobre mi cuello, viajando por mis labios, encontrándose una mirada sobre mis ojos desafiante y abierta a su propia interpretación, mientras rezaba con todos mis pelos de punta que no se diera cuenta de lo mucho que me temblaban las piernas. Aunque fui la primera en apartar la mirada de la suya, por pura precaución, y contenta por tener la situación entre mis dedos, intentando escurrirse con la cola resbaladiza.

Después de saludar a todos, una chica rubia y más o menos de mi estatura que reía con algo que le había dicho Louis, se acercó a mí.

—Soy Hannah —me tendió la mano.

Le sonreí y dejé que me besara la mejilla.

—Por fin te conozco, estaba empezando a pensar que no eras real —respondí, después de presentarme.

—Lo mismo digo —dijo riendo.

Tuvimos que esperar unos minutos antes de salir, y con la gente todavía a nuestro alrededor, decidí que quería divertirme un poco más. Parecía que cada uno de los concursante era libre de salir esa noche, por lo que en el sofá en el que estaba sentado Liam, se habían sentado también Harry y Aiden, uno de los concursantes más guapos que ha pisado el plató del maldito concurso, a hablar con ellos. Con dos pasos ágiles, me acerqué y me senté encima del regazo del moreno, que me miró extrañado, aunque tardó menos de un segundo en poner su mano en mi espalda.

Alargué la mano y más nerviosa de lo que traté de mostrar, me presenté ante el chico rubio que me miraba con una sonrisa.

—Soy Jane.

—Encantado —me dijo riendo, apretándome la mano.

—Seguro que lo has oído un montón de veces, pero me ha encantado tu actuación de hoy, de verdad. No sé de quién ha sido la idea de maquillar a los chicos así, pero le voy a estar agradecida toda la vida.

Los dos chicos se rieron e hice todo lo que pude por ignorar la mano de Harry encima de mi regazo, jugando con las pulseras colgando de mis muñecas, con intención de tentarme y de ponerme nerviosa. Ese chico sabía perfectamente qué botón pulsar y cuándo hacerlo, y no dudaba en hacerlo cada vez que le apetecía ponerme en un aprieto. Aunque, lo único que hice al respecto, fue cruzarme de piernas en su regazo.

—Gracias.

—¿Tú también vienes esta noche? —pregunté.

El chico casi no tuvo tiempo de responder, cuando la gran puerta a nuestra espalda se abrió y un chico con una carpeta gritó su nombre. Se levantó y al aceptar la chaqueta que le tendían, nos murmuró un hasta luego y se marchó por la puerta para subirse a su coche.

—Voy a tener que sujetar a Ellen con correa —comenté al ver marchar al chico, con la espalda más ancha que el marco de mi puerta.

Harry se rió debajo de mí sin soltar el borde de mi vestido, asegurándose que sus nudillos rozaran mis muslos. Ellen se sentó a nuestro lado y me puso una mano en la rodilla alarmada.

—¿Ha hablado de mí?

Me reí a carcajadas.

—No te conoce, Ellen.

—Mierda —apoyó su espalda contra el respaldo del sofá y sonrió a Harry, mirando por el rabillo del ojo cómo Jess y Zayn hablaban en un rincón de la habitación, ambos con grandes sonrisas en sus caras.

—Esta noche follan —comentó con los brazos cruzados.

—No creo —comentó Harry, que se había inclinado para mirar la pareja.

—Yo tampoco —añadí—. ¿Zayn no está con la chica de Belle Amie?

Reconozco que el nombre del grupo de chicas que compartían categoría con ellos lo he tenido que buscar en Google porque se me había olvidado por completo.

Miré a Harry, que me miraba con una ceja alzada.

—Wow —espetó con simpleza.

—Leo las revistas, ¿sabes? —dije riendo.

—No, no es eso...

El chico quedó interrumpido cuando el grupo de cuatro chicas ya mencionado entró en la sala riendo y montando escándalo, con los abrigos ya puestos. Pasaron de largo por delante nuestra, yendo directas hasta la puerta, y yo hice todo lo posible por no ponerme a gritar ahí mismo, porque ahora se me ha olvidado su nombre, pero a mí nadie me ganaba a fangirl a los dieciséis. La mirada de la chica rubia, de la cual no recuerdo el nombre ni de coña, voló por encima nuestra, y pude jurar que levantó un poco la nariz al verme. Aquello me recordó a los rumores acerca de los filtreos constantes de mi buen amigo Harry con, según la dichosa revista, cada una de las chicas que convivían con él en esa casa. Yo me creía cada palabra y me dolían como piedras calientes cayendo del cielo, pero era mejor eso que soñar con algo idílico que no iba a pasar nunca. Esa mirada de la chica rubia sólo confirmaron los hechos.

—¿Por qué te ha mirado así? —comentó Ellen, que no tenía ni un sólo pelo en la lengua.

Me aclaré la garganta y me levanté casi de un brinco, sujetando mi abrigo como excusa para mi cobardía repentina. Me sobresalté ligeramente al sentir de nuevo su mano en mi cintura y su pelo acariciándome la mejilla.

—Estás muy guapa —casi susurró, haciendo que un escalofrío me bajara por la médula a la velocidad de la luz.

Me puse colorada en seguida, y eso fue suficiente para olvidar lo que acababa de suceder.

Antes de que las puertas se abriesen, Hannah me dedicó una sonrisa cómplice, y casi pude verla guiñarme un ojo.

Había visto la gente de la calle cuando habíamos entrado. No las había visto de frente, chillando en nuestros oídos, con sus puños cerrados sobre las pancartas, frente a frente. Los dos chicos de seguridad se gritaban entre ellos por encima del barullo que se había formado al salir a la calle. Pude escuchar la risa de Ellen en el fondo.

—Ahora tenemos que pasar por ahí e intentar salir vivos —comentó Louis con una sonrisa cómplice dirigida a sus compañeros de banda, los cuales se la devolvieron con humor.

Yo intenté reírme con ellos, mientras me recordaba una y otra vez a mí misma que sólo era una broma, que estaba siendo gracioso como era él.

De camino hasta la valla, los gritos eran cada vez más altos y los flashes de las cámaras me obligaban a bajar la mirada hacia el suelo. Alguien me sujetó la mano, y al alzar la mirada casi sobresaltada, Harry me dio un pequeño apretón intentando tranquilizarme. Yo me aferré a él como a un salvavidas. Una vez dentro de la marea de gente sólo empeoró. Las chicas intentaban colarse entre los pocos seguratas que había entre la entrada y los coches, alargando los brazos y gritando en nuestras caras, mientras los flashes de las cámaras y los teléfonos me aturdían hasta el punto de llegar a marearme. Pude escuchar cómo las chicas gritaban los nombres de mis amigos como un espectro. Nunca me ha pasado nada más extraño que aquello. Hasta también escuché el nombre de Hannah unas cuantas veces. Liam, Zayn y Jess subieron al primer coche y el momento en que Louis subió al nuestro ya tenía el corazón a punto de salírseme de la boca. Había recibido vídeos de parte de los chicos con la locura documentada, audios y fotografías que me hacían sonreír hasta las orejas, pero jamás me había imaginado una locura parecida, en la que no me podía escuchar a mí misma por encima de los chillos y de las cámaras captando mi expresión de horror, la sangre bajando por mis oídos en unos golpes constantes, intentando no clavarle las uñas a Harry, que aguantaba mi agarre mejor de lo que pensé. Todavía dentro del coche me palpitaban las venas, y tuve que acostumbrarme al oasis de silencio que me brindaba el interior del vehículo comparado con la tormenta de fuera, por mucho que todavía estaba escuchando los gritos y los golpes amortiguados por la chapa del coche. Me pasé la mano por el pelo con nerviosismo, aunque haciendo todo lo posible porque no se me notara que estaba aterrorizada. No fui capaz de soltar su mano.

—¿Qué coño era eso? —prácticamente gritó Ellen cuando pude sentir el coche en marcha.

Hannah se rió mientras Niall todavía miraba por la ventana como si estuviese nostálgico.

—Pensaba que me moría, lo prometo —continuó mi mejor amiga, y sólo tenía que imaginarme a Jess en el otro coche, que era una introvertida de manual, al ver a Ellen tan alterada.

—Las quiero un montón —murmuró Niall.

Vi que Louis también sujetaba la mano de Hannah y la acariciaba con el meñique para tranquilizarla. Inconscientemente y sintiéndome tremendamente violenta, solté la mano de Harry casi de golpe, aunque traté de camuflarlo poniéndome bien el pelo una vez más.

Hannah resopló.

—Eso es porque ellas también te quieren.

Louis puso los ojos en blanco.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Ellen mordisqueándose el pulgar.

—Bueno, yo también las quiero, pero no puedo decir que sea mutuo —dijo riéndose, como si no fuera nada.

Traté de nuevo de hacer oídos sordos, mirar por la ventana, intentando mostrarme fuera de la conversación, sintiendo la mirada de Ellen en mi hombro. Tiré de mi vestido con nerviosismo y di gracias a la poca luz que había en el vehículo, ya que no estaba dispuesta a que vieran lo pálida que me había puesto. Tenía que hacer algo para que no se me notaran los dedos temblar.

—¿Sólo por salir con Lou? —continuaba preguntando mi amiga, clavando las dagas en mi pecho poco a poco.

—Es mentira. Está siendo una exagerada.

Pude sentir la mirada de Harry por el rabillo del ojo, probablemente preguntándose por qué yo no tenía preguntas alrededor del asunto. Estaba tan confusa y abrumada en esos momentos que no sabía cómo opinar ante aquello. ¿Se convertiría aquello en algo regular? ¿Era así como sería la nueva vida del chico a mi lado, quien me miraba preocupado? En qué me convertiría yo, ante todo eso. Cómo terminaría yo. ¿Me afectaría? Probablemente no fuera difícil hacer oídos sordos y continuar con nuestras vidas, ¿no? No quería admitir lo extremadamente asustada que estaba. Me habíana abofeteado en la cara y luego me habían echado la culpa por no tomar precauciones antes. No era una novedad. Tendría que habérmelo visto venir.

Harry me puso una mano en la rodilla y tuve que cerrar los ojos cuando me di cuenta. Los titulares, la letra pequeña y los flashes se esparcían por mis párpados, dándome un concierto peculiar de palabras que saltaban sobre mis venas con violencia, dejándome sin respiración. No era la única. No era serio. ¿Me importaba? No había alternativa. De nuevo sus dientes sobre mi piel me dejaron paralizada, mi estómago dio un brinco al recordar sus dedos recorrerme la espalda. ¿Valdría la pena?

—Jane. No quería asustarte.

Tuve que alzar la mirada para encontrarme a una Hannah que me miraba a los ojos. Sacudí la cabeza.

—¿A mí por qué? —tuve que forzarme una risa para destensar mi cuerpo de una vez por todas, obligándome a dejar de pensarlo todo.

La solución: me dejaría llevar.

Como la última vez. La última vez, que acabé aplastada contra una roca. Pero me dejaría llevar. Sólo por tener el control una vez más bajándome por los muslos y la piel en punta, con un gemido constante colgando de mis labios. Por sentirle apretar mi mano y tranquilizarme. Por dedicarme sus palabras, por escucharle pronunciar mi nombre, de todas las maneras posibles, por escuchar su voz susurrarme en el oído.

Hannah se encogió de hombros.

—Tu cierra twitter e ignóralas. Es lo que hago yo.

Harry miraba a Hannah serio, como si fuera la culpable de que mi rodilla temblase tantísimo. Sabía, inconscientemente, que tenía que dar un paso atrás con rapidez y sin dejar marcas en el suelo, sabía que lo mejor sería alejarme de la situación si no quería llevar un parche en la ropa durante toda mi adolescencia. Y a pesar de todo aquello, sentirle acariciar mis dedos despreocupadamente, sólo tenía ganas de caerme, y con fuerza. Una vez mas, no hice ni puñetero caso.

Ellen dio una palmada mientras reía. Yo me aclaré la garganta y traté de centrarme en el presente.

—¿A dónde vamos?

—El conductor sabe dónde.

Ellen tecleaba con rapidez en su teléfono.

—Van a haber varios periodistas a la entrada, así que ya sabéis; directos hacia dentro sin responder nada —Harry apuntaba con el dedo directamente a Niall, que pretendió no haberle visto y apartaba la mirada hacia la ventana.

—¿Más flashes? Me van a volver loca —dijo Hannah.

Fui la última en salir del coche, y la locura era considerablemente más tranquila que hacía unos minutos; los periodistas dejaban paso suficiente para entrar al local, arrinconados en las vayas que nos separaban de ellos. Pude ver los flashes dispararse sin control todavía en el coche, y dispuesta a centrarme en la alfombra roja que se extendía hasta la entrada, de nuevo la mano de Harry bajó del cielo. Alcé la mirada y le sonreí mientras le agarraba la mano y le dejaba ayudarme a salir del coche. De nuevo, los flashes se reflejaban entre ellos, y las preguntas comenzaron a chocarse las unas con las otras, aunque yo no fui capaz de entender media palabra. El paseo hasta la entrada se me hizo eterno, todavía atada a la mano de Harry, con los ojos clavados en mis zapatos, esforzándome con todo mi ser en mantener una mirada neutral y que mi nerviosismo no se viera reflejado en mi cara.

Una vez dentro del local, un señor de dos veces mi tamaño se ofreció a retirar mi abrigo, y muy sorprendida, se lo tendí con la boca seca. Harry me miraba de reojo divertido, y al pasar por su lado para reunirnos con el resto, le pegué en el pecho con el puño.

Jess se acercó a mí con una cara de pánico mucho peor que la mía y me sujetó de las manos.

—¿Has visto eso? —me preguntó por encima de la música.

Una vez dentro del local me sentí de nuevo completamente a salvo. Sumergida en la oscuridad y rodeada por la música, ya lo veía como una anécdota que cada vez me hacía más gracia, y asentí con una sonrisa mientras Ellen tiraba de mi brazo para llevarme a la barra a por unas bebidas.

Todavía no sé si aquella sonrisa que esbocé fue para demostrar al resto que todo eso no me iba a afectar, o simplemente como un mecanismo de autodefensa para destensarme. Pero el truco funcionó para que mi mente dejase de dar vueltas.

—¡Qué divertido! —decía Ellen con una sonrisa en los labios, después de pedir.

Yo, por mucho que mi mente estaba mucho más tranquila, necesitaba un trago de alcohol y pronto. Le respondí con tan sólo una sonrisa. Saqué la cartera para pagar, pero la camarera me negó con la mano y una sonrisa.

—Es una fiesta privada. No me debes nada.

Ellen me miró con los ojos más abiertos todavía, y de nuevo con una sonrisa más grande que su cara. Después de brindar, yo bebí el trago más grande de mi vida, y al notar el escozor bajarme por la garganta, me sentí bien de nuevo.

Cambió todo en seguida, el miedo que había sentido hacía tan sólo unos minutos se estaba reemplazando con mucha rapidez por excitación y euforia. Mi cuerpo me estaba dando una taza de realidad. Esto era realmente bueno para ellos, eso que estaba sucediendo era exactamente lo que se suponía que tenía que suceder si querían ser alguien en el mundo de la música. Sus vidas estaban cambiando delante de mis ojos y con sus brazos enrollados en los míos; me sentí extremadamente orgullosa de ellos. Y encima había barra libre enterita para nosotras, los fotógrafos y las fans locas se desvanecieron de mi mente después de la segunda copa.

—¿Barra libre? Me jodería ser vosotros —dijo Ellen con la pajita en la boca.

Me encogí de hombros.

—Más para nosotras.

El primer vaso me lo terminé en cuestión de media hora o menos, y por mucho que fueran míseros vasos de tubo con poquísimo alcohol, cualquiera me hubiese visto hacía unos momentos, cuando me temblaban las piernas con los dedos enredados en mi pelo. Prácticamente Ellen y yo bailamos solas en la pista, cuando yo ya estaba con el tercer vaso en la mano, Jess había desaparecido en el baño, Louis y Hannah tampoco estaban por ningún lado visible, y el resto de los chicos estaban sentados en algún reservado apartado.

—Jane. Ayúdame a entrarle a Aiden.

Dejé el vaso vacío encima de la barra y me reí.

—¿Cómo quieres que te ayude yo con eso?

Señaló con el dedo detrás mía, y girándome un poco demasiado deprisa, pude ver que los sofás en los que estaban sentados los chicos estaban poco iluminados, y que estaban acompañados por algunos de sus compañeros, el chico en el que estaba interesada Ellen con ellos. Puse los ojos en blanco con una sonrisa, aunque ya me estaba aburriendo bastante de bailar sola. Sujeté a mi amiga del brazo y nos acercamos a ellos. Jess en realidad no estaba en el baño como yo pensaba, sino sentada con ellos, teniendo una conversación bastante entretenida con Liam.

Realmente no entendía muy bien por qué Ellen me había pedido ayuda si era la persona que más ligaba que conocía, si excluía a Harry. Pero divertida por la situación, solté la mano de mi mejor amiga y me senté en el sofá donde estaban él y Aiden, interrumpiendo el contacto visual que ambos compartían, dándole a Ellen una excusa para que pudiera hablar con él ahora que se había quedado sin conversación.

—Hola, guapo —le dije a mi chico de rizos, apoyando el codo en el respaldo del sofá, mirándole con una ceja alzada y cruzándome de piernas.

—Hola, guapa —me respondió—, ¿qué tal te está yendo la noche?

Dejé que comenzara a acariciarme la rodilla mientras jugaba con el borde de su camisa.

—Aburrida. Oye, ¿dónde esta Cher?

Se encogió de hombros.

—No lo sé. Se habrá quedado en casa.

Fruncí los labios.

—Vaya. Quería verla. Me cae bien.

El chico se rió.

—Jane, no la conoces.

Me encogí de hombros.

—¿Qué tiene que ver? Me cae bien. Si a ti te gusta, a mí también.

Frunció el ceño y yo eché de menos un vaso para darle un trago.

—¿Qué quieres decir?

Era muy duro estar borracha y hablar con alguien que no lo estaba.

—Bueno. Te gusta. O no sé. Tu le gustas. Es muy confuso —dije riéndome—. Yo culpo a los periodistas, ¿sabes? Es como que lo dicen todo, pero a la vez no dicen nada.

El chico se rió.

—Es una chica muy amable, sí. Pero no es eso.

No me estaba dando cuenta que el chico se estaba acercando a mí cada vez más hasta que nuestras rodillas se rozaban y sentía su respiración en mi cuello. Mi piel nuevamente estaba en guardia, revolucionando mis nervios cada vez que me tocaba por accidente.

De pronto Jess apareció a mi lado con un vaso de tubo en sus manos, ofreciéndomelo con una sonrisa.

—Joder, Jess, te amo con todo mi corazón, gracias.

Puse una pierna en el regazo de Harry, sólo para sentirlo un poco más cerca, y en menos de un segundo ya me estaba acariciando el muslo.

—Ya me jodería no poder beber —repetí las palabras de Ellen con una sonrisa burlona en la cara—. Vas a tener que cuidarme esta noche —dije, sin separar los ojos de los suyos mientras bebía un trago.

Alzó una ceja y aceptó mi reto con una sonrisa ladeada, agujereándome con la mirada.

—Yo siempre tengo que cuidar de ti.

Me reí ofendida y le pegué en el hombro.

—Eso no es justo.

Se encogió de hombros.

—Es la verdad.

Sentí que si aquella batalla de miradas iba a durar mucho tiempo más, la que iba a perder el control era yo, ya que podía notar la tensión crecer cada vez más de intensidad en mis pantalones. Crecí una sonrisa en la cara y le sujeté de la mano.

—Vamos a bailar.

Cuando me levanté del sofá, vi que Ellen ya había movido sus fichas con los brazos enrollados en el cuello del chico rubio.

—Qué rapidez —murmuré.

—No sé por qué te sorprendes —me dijo—. Son los dos iguales, iba a pasar tarde o temprano.

Puse los brazos en jarras mientras le miraba con las cejas alzadas.

—Oh, lo siento, Señor Famoso, por no conocer a otro de tus amigos Famosos, ya que no me lo quisiste presentar cuando te lo pedí.

Se rió mientras se encogía de hombros y ponía sus manos en mi cintura para atraerme hacia él.

—No quería tener competencia.

Le pegué en el hombro de nuevo.

—¡Venga ya! Literalmente, eres la persona más ligona que conozco, y Ellen es mi mejor amiga. Y yo no te digo nada.

—Te acabas de poner celosa por Cher... —murmuró.

—Ugh, cállate y sácame a bailar de una vez.

Parece una conversación seria, o por lo menos eso es lo que debería haber sido. En cambio, yo estaba borracha y estábamos hablando por encima de la música, los dos haciendo bromas entre nosotros con la lujuria entrelazada en nuestras miradas. Esa fue la primera conversación que tuvimos entre lo dos acerca de nuestra "relación", por inverosímil que suene. Y no tuvimos otra hasta mucho tiempo después. Spoiler: no tan divertida como esta.

Bailamos durante lo que parecieron horas, hasta que el chico tuvo suficiente de mis miradas lascivas y se acercó a mí poniendo sus manos en mis caderas. Yo estaba preparada para que me besara de nuevo como él hacía, aunque en vez de eso, apretó con mucha sutileza su cuerpo contra el mío mientras me susurraba en el oído.

—¿Quieres hacer una locura? —automáticamente se me rizaron los pelos de la nuca.

Lo siguiente que sé es que estábamos bajando unas escaleras, y la música cada vez se escuchaba más en el fondo, con el corazón rebotando entre mis costillas.

—Espérame aquí dos minutos. Vuelvo en seguida. No te muevas.

Harry desapareció de nuevo con rapidez por una puerta, y yo me quedé con los brazos cruzados en el pasillo en donde se encontraban lo que parecían ser los baños del personal. Hacía bastante frío ahí abajo, aunque no era por eso por lo que me temblaban las piernas. El chico apareció de nuevo con una sonrisa en los labios y sin decirme nada, me volvió a sujetar la mano y me arrastró por el pasillo hasta una puerta alumbrada con luz blanca. Al otro lado pude sentir el aire gélido colarse por mi pelo, y cuando las luces se encendieron, vi que nos encontrábamos en un pequeño garaje lleno de coches negros.

Antes de que pudiera decir una palabra, Harry deslizó una mano por mi mentón y me besó. Cerré los ojos y sonreí aliviada de lo muchísimo que había tardado en dejarle con las ganas. Tantas, que me puso contra una de las paredes sin separarse ni un minuto de mi boca, pero con la oportunidad de apretar su cuerpo contra el mío con fuerza mientras me acariciaba el pelo, los brazos, las piernas...

Justo cuando estaba a punto de empezar a sentir la sangre hervir en mis venas, se separó de mí y me miró travieso.

—¿Qué? —pregunté impaciente.

Sacó unas llaves de su bolsillo y me volvió a sujetar la mano.

—¿Has robado las llaves del coche? —dije abriendo mucho los ojos.

—No he robado nada. Me las han dejado.

Me mordí el labio y cerré mi mano en la suya.

—¿Estás loco?

Me sonrió. La excitación me recorría el vientre dándose golpes continuos contra las paredes de mi cuerpo, subiendo y bajándome por las piernas, haciendo que el vello de mi nuca se pusiera de punta y que me mordiera el labio. Hacer cosas ilegales estaba en mi curriculum, pero nunca había estado tan emocionada por hacer algo así, ahora que sabía que de verdad iba a disfrutar.

—¿Y si nos pillan? —dije mientras me escurría sobre los sillones de cuero.

Harry cerró la puerta detrás suya, y yo puse las piernas en su regazo, rogándole que me acariciase una vez más.

Me sonrió con ternura y apartó un mechón de pelo de mi cara.

—Te voy a decir una cosa. Estás como un puto cencerro, pero al mismo tiempo eres la chica más calculadora que conozco. En serio, eres rarísima.

Al ver que no decía nada, el chico me miró los labios antes de besarme de nuevo, deslizando la mano por el costado de mi pierna cada vez más dentro de mi vestido, al salir de casa demasiado corto, ahora demasiado largo. La adrenalina empujaba la sangre dentro de mis venas con fuerza, mi piel ardía en los lugares donde se posaban sus manos y el aire frío que hacía unos segundos nos rodeaba, se vio reemplazado rápidamente por alientos agitados. Casi podía ver los escalofríos recorrer mi piel de lo intensos que eran cada vez que me rozaba con los dedos. Sus caricias que bajaban por mi espalda después de sentarme en su regazo eran cada vez más intensas, y sentir sus dedos casi arañándome la cadera, comenzó la revolución entre mis terminaciones nerviosas.

—No, en serio. ¿Qué pasa si nos pillan? —dije con el aliento irregular y mi frente contra la suya.

Intentó no reírse poniendo los ojos en blanco.

—Nos subimos los pantalones y pedimos perdón. Ahora, cállate de una vez.

Solté una carcajada y volví a besarle, disfrutando del tacto de su pelo entre mis dedos una vez más. Sí, definitivamente las cosas que estaban fuera de las normas siempre me habían atraído algo más que un colchón aburrido, pero aquello fue la cosa más divertida que había hecho en años. No necesitaba especial ayuda para quitarme la ropa interior si se trataba de Harry, aunque esa vez, ni siquiera tuve que usar las manos.

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