Seis

Me sequé la frente con el borde de mi camiseta, contemplando mi maleta encima de la cama que tantísimo me había costado cerrar. Suspiré satisfecha.

Por mucho que me costaba creerlo, ya era jueves y el tren salía a unos escasos treinta y ocho minutos, y ya habían llamado al timbre unas seis veces.

—¡Jane! —gritó mi hermana por tercera vez, su voz llena de impaciencia.

—¡Que ya voy! —respondí, gritando a su vez, con un gruñido de exasperación.

Bajé las escaleras de dos en dos como de costumbre, y le abrí la puerta a una sonriente Jess y a su maleta, que era más grande que ella.

—Sabes que sólo vamos cuatro días, ¿verdad?

Se encogió de hombros y trató de arrastrar la maleta dentro de la casa.

—Tengo mucha ropa.

Por alguna u otra razón Ellen le había comentado a Jess la idea que teníamos de pasar un fin de semana en el pueblo de mi abuela y se había encargado personalmente de llamar a Harry y de poner al pobre chaval en una encrucijada, el cual no pudo negarse en invitar a una más. De todas formas, que ella viniera me gustaba mucho, ya que también tendría la oportunidad de conocerla a ella.

La casa de Ellen estaba más cerca de la estación de tren que mi casa, por lo que habíamos quedado las tres ahí, aunque Jess y yo tuvimos que esperarla unos buenos quince minutos. Ella no parecía agobiada por el poco tiempo del que disponíamos.

Al juzgar por el tamaño de la maleta de mi amiga, tal vez era yo la rara, ya que la mía era la mitad de grande que las suyas, en las que sin duda yo podría caber sin problemas.

Me senté con Jess una vez consiguieron meter sus cosas en el compartimento, con un suspiro y con el corazón inquietantemente tranquilo.

La idea de pasar un fin de semana entero con aquel chico que me ponía los pelos de punta, en el buen sentido. Me gustaba más de lo que quisiera admitir; se me abría un mundo lleno de posibilidades ante mis ojos. Jess parecía haberse dado cuenta.

Me dio un codazo antes de preguntarme, con una sonrisa picarona en los labios:

—Estás nerviosa, ¿eh?

Resoplé.

—Eso es lo que me preocupa, no lo estoy. O por lo menos no todavía.

Hacían ya casi dos semanas que Harry y yo nos habíamos visto, con tanta química en el aire que podríamos electrocutar a alguien. Desde entonces mis ganas de compartir paredes y habitaciones y espacios cerrados hacían que mi estómago se encogiera y mi corazón saltara por los rincones. No sabía muy bien qué era aquello que mi cuerpo estaba experimentando, ya que mi corazón no había latido con tanta fuerza tras pensar en alguien nunca, ni siquiera con Dan. Hasta ese momento lo había categorizado como felicidad y un poquito de excitación por unos rizos. O simplemente era que hacía ya mucho que me tocaban. Tuve que sacudir mi cabeza más de una vez para poder borrar esa imagen de mi cabeza, sin negar que estaba completamente ruborizada. Tal vez fuera por aquello de la duda, porque con Dan siempre habían estado claro las cosas, nunca habíamos tenido química antes. Harry realmente estaba revolucionando mis hormonas adolescentes, electrocutándome con tan sólo pensar en qué podría ocurrir.

Aunque, después de pensarlo y deliberarlo muy furtivamente, no sabía realmente cómo sentaría aquello que te tocase porque así le apetecía, o porque le atraía mi forma de ser. Sin pensar en ser la posesión de alguien. De forma sana.

—Eso es porque sabes que este fin de semana follas, sí o sí —soltó mi mejor amiga en el asiento de enfrente nuestra.

Mis mejillas se coloraron en seguida, pero fruncí el ceño, girando la cabeza.

—Posiblemente no —dije en mi defensa.

—Posiblemente —repitió la rubia con un canturreo bajo la voz.

Me crucé de brazos.

—Pues, sinceramente, no creo que me apetezca. Después de todo lo que he pasado los últimos meses me gustaría disfrutar y pasármelo bien y no… meterle prisa a nada —ni siquiera me atreví a mirarlas al decir eso.

Ellen y Jess compartieron una mirada cómplice entre ellas, sonriendo y conspirando en mi contra con sus ojos. Ellen comenzó a acariciarme el pelo, apoyando el codo en la mesa que nos separaba, obligándome a mirarla.

—Jane, no te tomes esta pregunta a malas, ¿vale?

Puse los ojos en blanco y continué contemplando el paisaje que se mostraba en la ventana del tren.

—¿Tienes miedo de enamorarte?

Traté de no reírme, pero tuve que llevarme la mano a la frente para ocultar la carcajada que salió por mis labios.

—No me voy a enamorar de nadie, Ellen —dije al final.

Mi corazón iba cada vez más deprisa y sentía el sudor correr por mi espalda. Ellen alzó las palmas de las manos en modo de derrota y frunció los labios. Se apoyó en el respaldo de su asiento.

—Vale, sólo era una pregunta.

Chasqueé la lengua y me agaché para agarrar mi mochila del suelo, escuchando las risas de las dos manipuladoras de mentes que tenía como amigas. Saqué los auriculares con agresividad y me los coloqué mirándolas a las dos con las cejas alzadas. Pasé el resto del viaje con los auriculares puestos para no escuchar ninguna de las palabras que pudieran manchar mi mente altamente influenciable.

No, realmente no era aquello que me preocupaba. Lo que realmente me preocupaba, más que otra cosa, era hasta donde podría llegar la amistad que teníamos los dos, y lo mucho que me juraba a mí misma que no tenía ningún tipo de dudas. Era mi amigo, a pesar de lo muchísimo que me atraía.

Para qué me voy a mentir más, me dije. Tenía dudas, y serias.

Intenté quedarme dormida y tratar de ignorar las constantes risas de mis dos amigas. Jessica se había cambiado de asiento junto a Ellen para poder seguir hablando, posiblemente ya no de mí, y eso era un alivio. Sabía que sólo se estaban burlando de mí. Por desgracia, con cada minuto que pasaba, mis nervios que parecían estar plácidamente descansando, fueron despertando poco a poco hasta que, cuando tan sólo faltaba media hora para llegar a la estación de trenes más cercana a ese pueblo situado en mitad de la nada, comenzaron a revolotearse en mi estómago que hacían que mis piernas no podían estarse quietas.

Con la excusa de ir al baño, me levanté de mi asiento y comencé a dar vueltas de un lado para otro, esquivando las miradas de extraños. Después de atravesar un vagón casi vacío durante diez minutos, me paré en seco y me di cuenta de lo ridícula que estaba siendo, por lo que volví a donde estaban mis amigas y me senté. Dejé que mis piernas hicieran lo que tuvieran que hacer, y simplemente me limité por sujetar el teléfono y mandar un mensaje a Harry.


Yo: estamos a media hora más o menos.


Tardó unos minutos en contestar, brinqué en mi silla cuando vibró el móvil entre mis piernas. Ellen, mirándome de reojo en frente mía, soltó una pequeña risa.

—¿Qué? —dije, una vez con el teléfono desbloqueado, dispuesta a contestar.

Ella me miró con una sonrisa y negó con la cabeza.

—Nada, nada.

Alcé una ceja e ignoré su mirada llena de palabras sin pronunciar.


Harry✨: Genial
Harry✨: Estará Yina esperándoos con el coche en la estación, así no tenéis que coger el bus


Gruñí, aunque en el fondo estaba agradecida.


Yo: chachi.


Hubo más problemas para sacar las monstruosas maletas del cubículo que en meterlas. Yo, después de estar de pie esperando y observando cómo se peleaban con sus pertenencias con una sonrisa de satisfacción, acabé por temer que el tren se marchara con nosotras todavía bajando las cosas del maletero.

Era la estación de trenes más pequeña que había visto, había sólo dos vías y un edificio pequeño con un hall más pequeño que el de nuestro instituto. Yina esperaba en uno de los bancos de madera con el móvil entre las manos, y alzó la mirada cuando escuchó a Ellen jurar en voz demasiado alta cuando su maleta se quedó atrapada ante el pequeño escalón de la entrada.

Me dio un beso cuando llegamos, con una sonrisa más real que la última que había visto en mi dirección.

—Hola, Jane. Qué bien que estéis aquí, en esa casa sólo hay testosterona —dijo poniendo los ojos en blanco.

Después de presentar a Jess a la morena, nos montamos en un pequeño coche blanco de cuatro plazas, y de nuevo temí por las maletas que habían traído mis amigas, que tuvimos que colocar en uno de los asientos, y Jess y Ellen acabaron por compartir uno, ya que no cabían en el maletero.

—Tenéis suerte que es sólo media hora de viaje, si no tendría que hacer dos viajes —dijo.

Me sorprendió que estuviera de tan buen humor ante mi llegada al pueblo, y eso me puso más nerviosa de lo que ya estaba. Sin saber por qué, mi corazón dio un vuelco que casi me vuelco yo con él, así, repentinamente. Sin avisar ni nada. Me removí algo en mi asiento y me centré en la carretera.

Suponía que el comportamiento de Yina hacia mí había mejorado después de compartir algunas canciones con ella en el karaoke al que fuimos. Algo que tampoco entendía muy bien de los ingleses; la pasión por los karaokes. Aunque, entonces yo estaba muy borracha. Y en esos momentos estaba demasiado sobria para mi juicio. Necesitaba una cerveza con urgencia.

Mi corazón estaba por salírseme de la boca cuando aparcamos y de nuevo tuvimos que luchar por sacar las cosas del coche. Las mías estaban cómodamente guardadas en el maletero.

Por extraño que parezca, en el mismo minuto en el que cruzamos la puerta y vi los característicos rizos asomarse, los nervios se apaciguaron y no sentí absolutamente nada. Sólo me sentía muy muy contenta de estar ahí.

El chico saludó sonriendo a mis dos amigas y cuando se acercó a donde estaba yo, su sonrisa se amplió y me abrazó por la cintura. Me sobresalté un poco al no esperarme su repentino ataque cariñoso, pero no me importó demasiado, por lo que le devolví el abrazo.

—¿Os ayudo con las maletas? —me dijo una vez me puso en el suelo.

Me aclaré la garganta apartando la mirada, tratando de ocultar lo colorada que me había puesto y señalé a Jess y a Ellen con la barbilla.

—Pregúntale a estas dos, han estado dando guerra todo el viaje.

Me coloqué el pelo detrás de la oreja mientras pasaba al lado de Yina con la maleta en las manos, tratando de ignorar las habituales miradas que la chica me dedicaba, nuevamente.

Llegamos a una habitación un poco más pequeña que la mía con una cama de matrimonio y otra individual. Harry puso la maleta de Ellen encima de la cama grande y yo, como fui más ágil que Jess, me apropié de la cama pequeña, que estaba al lado de la ventana.

Cuando ella llegó segundos más tarde, me miró con el ceño fruncido.

—Hala, ¿por qué tengo que dormir yo con Ellen?

Pero antes de que pudieron comenzar la discusión, Harry me pidió que le acompañara, salí corriendo de la habitación y lo seguí escaleras abajo.

—¿Qué tal está yendo todo? ¿Dónde está el resto? —pregunté sin contenerme la curiosidad.

Esta vez estaba nerviosa, no por mis estúpidas dudas, sino por conocer al resto de los componentes del grupo al que pertenecía el moreno. Él se rió al darse cuenta de mi inquietud.

—Están en la piscina.

—¿Les ha importado que estemos aquí?

Se rió nuevamente y se detuvo delante de la puerta que, suponía, daba a la terraza donde estaba esa piscina de la que hablaba. Me miró con las cejas alzadas.

—¿Tú crees que un grupo de chicos de diecisiete años se van a quejar por que vengan chicas a pasar unos días?

Torcí los labios tratando de ocultar la sonrisa, y me crucé de brazos.

—Vale, está bien.

Hizo ademán de abrir la puerta, pero le interrumpí con otra pregunta.

—¿Qué tal son? ¿Os lleváis bien?

Se encogió de hombros.

—Sí, la verdad. Podría haber sido mucho peor.

Asentí y ya dejé que abriera la puerta de cristal y me dejó pasar a la zona de la piscina, donde otros cuatro chicos se divertían dentro del agua con una pelota hinchable. Al instante, giraron la cabeza para dirigirse en mi lugar, donde les saludé con la mano tímidamente, algo intimidada.

Salieron de la piscina uno a uno para acercarse a mí y darme un beso cada uno en la mejilla, mientras se presentaban.

El primero en acercarse a mí fue un chico castaño al que los ojos se le achinaban de una forma adorable cuando sonreía, me sujetó de los codos y me dio dos besos.

—Soy Liam, y tú supongo que eres Jane, ¿no? —me preguntó.

—Sí, encantada —dije con una risita nerviosa.

No me esperaba que Harry hablara de mí con ellos, pero tenía sentido si iba a venir con mis amigas a pasar el fin de semana con ellos. No por cualquier otra cosa, le dije a mi mente, que ya estaba montando historias.

Qué tengo que decir, tenía dieciséis años y una mente inexperta, no me juzgues.

Zayn, un chico moreno de piel y con unos ojos muy bonitos, se presentó con un único beso con más timidez del que mostraba yo, seguido por el chico de ojos azules, que me hizo chocar el puño con él, después de presentarse como Louis. El chico rubio, Niall, también me dio un beso y me sonrió, mostrando una hilera de dientes torcidos, que lo hacían más adorable de lo que veía.

—Las demás están arriba, ahora bajarán —dije después de escuchar sus presentaciones.

Analizándolo esa misma tarde supe que, si estos chicos conseguían pasar al show en directo, podrían llegar a ser grandísimos, y eso que todavía no los había escuchado cantar todos juntos. Sólo y exclusivamente con la imagen que daban y la manera en la que se comportaban el uno con el otro, habiéndose conocido sólo unas semanas.

Los chicos volvieron a la piscina para seguir jugando a lo que estuvieran jugando y yo volví al interior, después de mirar cómo Harry se quitaba la camiseta para lanzarse con ellos al agua.

Subí las escaleras para descubrir que Ellen y Jess estaban peleándose por el armario.

Las observaba desde el marco de la puerta, Yina sentada encima de la cama, con los brazos cruzados observando el panorama. Literalmente se estaban dando gritos a garganta pelada por una puta percha.

Puse los ojos en blanco.

Gracias a la experiencia, sabía perfectamente qué hacer en esas ocasiones. Jess y Ellen sólo se conocían pocas semanas, pero se llevaban realmente bien y se habían hecho muy amigas, lo que implicaba también que se pelearan con facilidad y con esa misma intensidad. Rebusqué en mi maleta y por fin encontré el silbato morado que compré en un mercadillo tras pasar unas de esas discusiones tan estridentes que tenían entre ellas. Con una mano en la cadera, soplé con fuerza y con rapidez se llevaron las manos a los oídos y me miraron como si quisieran arrancarme las cejas.

—¡Callaos ya, coño! —dije, poniéndome en medio de las dos y arrebatándole la percha por la que estaban peleando a Ellen—. Os habéis quedado las dos sin, ahora es mía. Me parece de fatal educación que estéis aquí y que ni siquiera hayáis bajado a presentaros.

Dicho aquello, sujeté mi bañador negro y bajé a la piscina con ellos.

Me senté en el bordillo, con los pies en el agua después de ponerme el bikini y comencé a ponerme crema de sol en los hombros.

—¿Donde está Harry? —pregunté poniéndome crema en los hombros, mirando como jugaban.

Louis se encogió de hombros.

—¿Quieres jugar? —me ofreció Liam, mientras lanzaba la pelota hacia donde estaba Niall, que la paró con el puño.

—¿A qué jugáis?

—Waterpolo —me respondió Zayn.

—Doy pena, así que prefiero mirar —dije riéndome—, además no hace demasiado calor para—

Antes de que pudiera terminar la frase, sentí unas manos en mi espalda y momentos más tarde me vi sumergida en una piscina en la que yo no hacía pie. Salí del agua agobiada para ver a Harry de pie riéndose débilmente. Saltó al agua, salpicándome nuevamente y se sacudió los rizos.

—Serás imbécil —dije nadando hacia donde a mi mente le parecía lógico que pudiera hacer pie y me pasé la mano por la cara.

Jess y Ellen miraban por la ventana y se reían escandalosamente.

—¡No tiene tanta gracia! Bajad ya, maleducadas —dije en su dirección.

Suspiré y me encogí de hombros.

—Bueno, ya que estoy mojada, puedo jugar con vosotros. Pero en el equipo de Harry, que me da igual que pierda por mi culpa —dije sin mirarle a la cara, sonriendo.

—Eh, eh, yo no he pedido que juegues —dijo en su defensa.

—Te jodes —le saqué la lengua.

☀️🌴🌻


La primera cena que compartí con los chicos que arrasaron Inglaterra y el resto del mundo fue entretenida y muy divertida. Eran divertidos y a mis ojos, por ser la primera semana que convivían entre ellos, se llevaban de maravilla. Yina nos había acompañado durante la cena, y al terminar se volvió a sentar en el sofá para continuar con sus continuos mensajes hacia personas que no conocía ni me interesaba conocer. Aunque en un momento de la conversación en la que estábamos hablando del anterior año del Factor X (del que yo conocía todos los detalles), Yina se levantó bruscamente del sofá tirando lo que fuera que estaba en la mesilla al suelo dramáticamente. Harry dejó caer los hombros poniendo los ojos en blanco para más tarde pasarse una mano por el pelo, ofuscado y visiblemente agobiado. Colocó el teléfono encima de la mesa y, tras disculparse con el resto, se levantó de la mesa y la siguió al piso de arriba.

Parecía que con el que estaba mandando mensajes era con él, cosa que me parecía absurda. Yo también puse los ojos en blanco.

—¿Qué le pasa ahora? —dijo Ellen en mi lugar, con un gesto de reproche en la cara, visiblemente molesta por el comportamiento de la chica.

Podría tener dos años más que yo, pero ese comportamiento no lo había tenido yo nunca, o al menos no conscientemente. Aunque no estaba del todo sorprendida, teniendo una hermana también mayor de edad, que compartía comportamientos bastante similares. Supongo que la edad no siempre determina la madurez.

La tensión había reemplazado la animada conversación que estábamos manteniendo hacía escasos segundos. Louis se aclaró la garganta y trató de no reírse, aunque no pudo evitarlo y soltó una carcajada, por lo que Niall tampoco se pudo contener.

—Lleva toda la semana así, no lo deja en paz. Creo que mañana la echa —dijo Zayn, sentado a mi lado, encogiéndose de hombros.

—¿Pero sin ninguna razón? —pregunté.

No quería sonar curiosa ni pretender que me interesaba, pero la verdad es que sí que me interesaba y quería conocer todos los detalles.

Tal vez sí que era un poco cría. Pero yo no tenía malditos dieciocho años.

—Seguro que hay razones, pero yo nunca me entero.

Louis asintió con la cabeza.

—Yo sí —dijo—. Debe de estar celosa, pero hasta ahí sé.

Aunque las miradas de mis amigas se desplazaron hacia mí.

Ellen me miró con los ojos muy abiertos.

—¿No estará celosa de ti? —dijo.

Jess me miraba extrañada.

Recorrí la mirada entre los componentes de la mesa y todos me estaban mirando, dándole sentido a lo que mi amiga me estaba acusando.

—Oye, ¿por qué todo tiene que ser culpa mía? Harry y yo sólo somos amigos, es problema de ella.

Jess se rió.

—Nadie te está acusando de nada, Jane. Sólo queremos saber qué está pasando.

Me quedé callada. Ya había terminado de comer, pero pasando de las miradas, agarré el cacho de pizza que me había sobrado y me lo metí en la boca.

Qué bien. Primera noche y ya había drama. Ni veinticuatro horas habían pasado.

—Cambiando de tema, los españoles lo están haciendo genial en el mundial, ¿no? —dijo Niall rompiendo el silencio.

—Pensaba que a nadie le gustaría el fútbol y que tendría que ver la final solo este domingo.

—¿Es este domingo? Entonces lo vemos, ¿no?

—¿Vamos a ver alguna película hoy?

La verdad era que hacía rato que les había dejado de escuchar. No podía dejar de darle vueltas, por mucho que sabía que, por alguna razón, a Yina le incomodaba mucho el hecho de que yo estuviera ahí. Sabía que estaba celosa y que entre ellos dos había algo que no llegaría a entender nunca. ¿Cómo puedes tener una relación de tantos años con alguien si sólo estás siendo acosado día tras día? Tal vez aquello era algo novedoso. Tuve que recordarme que no sabía nada del tema, que no me metiera en cosas que no eran mis asuntos. Aunque sabía muy en el fondo por qué estaba tan interesada en el tema, y por qué no podía dejar de estar tan ensimismada. Harry me gustaba. Verlo de nuevo y verle actuar de esa forma tan despreocupada conmigo realmente encendía cosas en mí que no sabía que tenían interruptor.

—¿Jane?

Giré la cabeza para ver a Ellen mirarme con las cejas alzadas.

—¿Qué?

Se rió.

—Perdona, no estaba escuchando —titubeé por unos segundos y me levanté de la silla en mitad de la frase que mi amiga me estaba diciendo—. Tengo que ir al baño.

Mis pies me llevaron al piso de arriba siendo perfectamente consciente de que había un baño abajo, y que aquello tan sólo era una excusa para acercarme a lo que estaba sucediendo en esos momentos en el piso de arriba, curiosa por saber cuantas veces se pronunciaría mi nombre en su conversación.

Aunque cuando giré la esquina para acercarme a mi habitación, tuve que frenar un poco para no darme de lleno contra Harry, que iba en dirección contraria. Di un paso hacia atrás.

—Ah, hola —dije como una patética.

Sonrió.

—Jane. Hola.

Me aclaré la garganta y sentí como buscaba mi mirada con los ojos, aunque la esquivé lo mejor que pude, ocultando que me había puesto nerviosa.

—Una pregunta —dije un poco acalorada.

Él se acomodó un poco sin mostrar cambios en su mirada. Se apoyó en la pared y se cruzó de brazos, atento a lo que fuera a decirle, sin pronunciar palabra.

—¿Cuándo vuelven tus padres?

¿Pero qué mierda de pregunta era esa? Sus padres no me podían importar menos en esos momentos. Me llevé una mano a la frente mentalmente.

Por suerte, la pregunta sonó natural y espontánea de mis labios, como si hubiese sido exactamente esa la razón por la que había subido. Esbozó una pequeña sonrisa.

—No vuelven hasta el domingo. ¿Por qué?

Me encogí de hombros.

—Curiosidad. Mis padres no me dejan sola en una casa llena de adolescentes ni en coña.

Se rió, aunque no añadió nada a mi comentario, simplemente me miró unos segundos en silencio y se humedeció los labios. Tuve que hacer mis esfuerzos por no quedarme mirándole.

—¿Para eso has subido? ¿A preguntarme eso?

Su tono de voz insinuaba desafío, como si estuviese poniéndome a prueba, analizando cómo reaccionaría. Agarrando la situación por las riendas con fuerza, dejándome a mí vulnerable, indispuesta, y completamente expuesta a la incertidumbre de sus palabras. Le devolví la mirada intentando demostrar lo mismo, sin dejarme intimidar.

—En realidad he venido al baño.

Se rió de nuevo, aunque esa vez con una carcajada que parecía sincera. Apartó la mirada y sacudió ligeramente la cabeza.

Segundos más tarde, pude escuchar unos pasos fuertes, y apareció del mismo modo inesperado una Yina con los puños cerrados. Mantenía la cabeza alta, y desde que pude tener visión de ella, me estaba dedicando una de la miradas más frías que nadie me había dirigido jamás, como si pudiese matarme con ella desde su posición. Pasó por mi lado sin apartar sus ojos de los míos, aunque con semblante serio, bajó la mirada cuando chocó su hombro contra el mío con tanta fuerza que tuve que dar un paso atrás para no caerme. Alcé las cejas y jadeé resentida ante su comportamiento de niña pequeña, siguiéndole con la mirada cuando ya me hubo dado la espalda, bajando las escaleras.

Con tanta cosa pasando entre nuestras miradas, se me había olvidado por completo que Yina probablemente se encontraría en la habitación de al lado, sentada sobre la cama de Harry, y escuchando nuestra conversación, a juzgar por cómo se había comportado anteriormente hacia mí. Y por lo visto, sea lo que sea lo que habíamos dicho, le había molestado.

—¿Qué coño le pasa? —pregunté dándome la vuelta y mirando al moreno, que se había incorporado de la pared para mirar la situación con más seriedad.

Suspiró.

—Ignórala. Se le pasará.

—Puedo ignorarla por un rato. Pero si sigue así vamos a tener un problema.

Volvió a subir la mirada y esbozó una pequeña sonrisa ladeada.

—Tranquila. Acabo de hablar con ella, está un poco mosqueada.

Le mantuve la mirada unos segundos más, él casi suplicándome que pasara de ella y me quedara con él un rato más, dejarle que me cogiera las manos.

Quise hacerle más preguntas al respecto, saber qué es lo que habían hablado entre ellos y si por fin dejarían de meterme en medio. Pero simplemente me limité a levantarle un dedo amenazante con una mirada de advertencia y una sonrisa juguetona. No eran asuntos míos. No me metería en algo en lo que no me estaban llamando.

Por mucho que Yina se estuviese comportando de esa forma conmigo ¿Realmente lo iba a permitir? ¿Por algo que ni siquiera estaba haciendo yo? Estaba en medio, por mucho que no lo quisiera.

El chico se rió de nuevo y me apartó el dedo con la mano, para ponerme un brazo en el hombro y dirigirme hasta el piso de abajo de nuevo. Intenté tomarme la situación con naturalidad, sujetándole la mano que le caía por mi hombro y sonriéndole dulcemente, tratando de ignorar que su cara estaba a milímetros de la mía.

Nada más llegar al piso de abajo, desapareció por unos segundos en la despensa, y en un visto y no visto, colocó dos cajas de cervezas en mis manos. Tuve que ahogar una risa. Cuando volvió a colocarse a mi lado para volver al salón donde se había instalado el resto, me guiñó un ojo con complicidad. Puse los ojos en blanco.

—¿Te dejan beber dentro de casa, Harry? —dijo Liam preocupado—. Todavía somos menores.

Ellen resopló abriendo su lata y dando un trago. Yo me senté en el suelo al lado de mi amiga y cogí una lata yo también. Pude ver por el rabillo del ojo que Harry se sentó en el sofá donde estaban sentados Louis y Zayn.

—¿Y qué más da? Me vas a decir que nunca has bebido una cerveza —dijo después de dar un trago.

Liam se le quedó mirando sin decir nada, sentado también en el suelo enfrente nuestra, con la cara serena. Ellen le devolvía la mirada divertida, con las cejas alzadas y sonriendo. Puso la lata encima de la mesilla de cristal que nos separaba.

—Además —añadió—, Louis nos deja, que es el mayor.

Traté de hacer como que no había pasado nada en el piso de arriba, y simplemente ignoré a Yina sentada en el sofá individual a mi izquierda, que miraba el móvil con los hombros caídos y una pierna subida al sofá. Puse los ojos en blanco inconscientemente. Ellen me daba codazos sutilmente para llamarme la atención. Sabía lo que quería, aunque tendría que esperarse al día siguiente para conocer los detalles. Le dediqué una mirada de advertencia para que dejara de molestarme.

Los chicos estaban manteniendo una animada conversación entre ellos de lo que me costó enterarme un tiempo de lo que estaban hablando. Aunque, cada vez que conseguía centrarme, mi mente de nuevo volvía a distraerme con la situación que tenía delante. Harry la estaba mirando de reojo, visiblemente preocupado. Ella sabía que le estaba mirando; lo sabía por la forma en la que estaba jugando con su pelo despreocupadamente, mirando el teléfono como una intensa.

Gruñí por lo bajo, apartando la mirada rápidamente sin poder soportarlo más.

—Saldremos de fiesta mañana, ¿no? —preguntó Ellen, directamente a Harry.

El chico apartó la mirada con rapidez y miró a mi amiga con ojos nuevos.

—Claro, tenemos que celebrar el cumpleaños de Jane.

Alcé una ceja.

—¿Cuándo es tu cumpleaños?

—El sábado —respondió Ellen por mí.

—¿Te has acordado? —le pregunté a Harry, que aún no me devolvía la mirada.

—Claro que me he acordado.

—Serás hijo de puta.

Soltó una carcajada. Escuché a Yina resoplar, decidí ignorarla. Aunque estaba empezando a ponerme de los putos nervios. Segundos más tarde, la chica se inclinó hacia la mesa con el mismo gesto de mal humor en el rostro con los labios fruncidos. Se estiró y sujetó una lata, para volver a pegar su espalda contra el respaldo, pero manteniendo la vista al frente y los brazos cruzados mientras daba un largo trago.

Antes de que pudiera darme cuenta, Louis se movió de su sitio y se sentó a mi lado con las piernas cruzadas. Le miré con curiosidad.

—He oído que te gusta Harry —dijo sin más, como si fuera lo más normal del mundo.

Solté una carcajada.

—¿Quién te ha dicho eso?

—Harry.

—Será cabrón…

—Bueno. Pero te gusta.

Me encogí de hombros mientras daba un traguito a mi lata.

—Es mono.

Louis soltó una carcajada y luego me alzó las cejas.

—En serio.

—Venga, vamos. ¿Por qué quieres saberlo? Somos muy buenos amigos, me ha ayudado mucho.

—Con tu ex y tal, ¿no?

Parpadeé impresionada. Sí que había estado hablando de mí y mucho, por lo visto. Decidí bromear sobre el tema.

—Wow, y yo ¿de qué te conozco?

—Tengo novia.

—Perdona. No quería darte la sensación de que me gustas.

Los dos reventamos en carcajadas ante mi comentario, Louis incluso apoyó la espalda en el suelo de la risa.

—No es tan gracioso, desgraciado —dije, secándome una lágrima.

Yina nos interrumpió a ambos colocando su lata vacía con fuerza en la mesa, esperando que la atención de nuevo recayera en ella. Agarró con rapidez una lata nueva y de nuevo, bebió un largo trago casi inmediatamente. Cuando levanté la lata para beber yo también, me di cuenta de que estaba bebiendo realmente rápido, ya que la mía estaba todavía bastante llena. Y eso que yo bebía rápido.

—Creo que planea montar una escenita —dijo Louis en mi oído, como si estuviese leyendo mi mente.

Giré la cabeza para verle asentir ante mi mirada de desconcierto.

Apoyé mi codo en el suelo para ponerme a la altura de Louis, que todavía no se incorporaba del suelo.

—¿Cómo se ha portado estos días?

Se encogió de hombros.

—La verdad es que no tan mal. Fue ayer cuando empezó a estar un poco más inquieta, ya que Harry tenía ganas ya de que vinieseis. Él y todos, la verdad. Pero parece que a ella le gusta ser el centro de atención. Eso, y que le haga casito Harry. No le gusta que tontee contigo con ella delante.

Me puse un poco colorada.

—¿Crees que tontea conmigo? —dije.

De alguna manera ya sabía que sí, aunque siempre era agradable saber que el resto también lo veía, y que no era solo algo que vivía en mi imaginación.

Louis alzó las cejas.

—Tienes que estar vacilándome. Me he puesto celoso hasta yo, y eso que duermo en su cama.

Solté una carcajada.

—Pensaba que tenías novia.

Hizo un gesto con la mano restándole importancia.

—No tiene que enterarse.

Continué sonriéndole. Cuando alcé la mirada pude ver cómo los dos estaban hablando entre ellos. Ella de nuevo estaba esbozando esa sonrisa, dedicándole la mirada tan brillante que le salía cada vez que le miraba. Por mucho que fuera cierto lo que Louis me estaba diciendo, sí era verdad que nunca llegaría a ese nivel de compatibilidad que ellos tenían, lo mucho que rebotaba en mi mente que se conocían desde que tenían doce años.

Louis me dio un codazo cuando me incorporé de nuevo para bajar la mirada a mis piernas.

—No te ralles. Se le pasará tarde o temprano. Probablemente nunca le haya pasado esto. Es duro darse cuenta de que no le va a mirar como te mira a ti.

Fruncí los labios. Maldita sea, tenía razón. Probablemente fuera la primera vez que Yina se daba cuenta de que por mucho que hubiesen compartido, siempre sería la mejor amiga. Lo suficientemente buena para besarla en fiestas y desfogar calentones, aunque nunca suficiente para nada más. Él nunca se enamoraría de ella, y en el fondo siempre lo hubiese sabido. Probablemente fuera la primera vez que alguien se lo grita a la cara, tan alto y repentino que le costaba a horrores no taparse los oídos y hacer que no estaba escuchando. Tuve que suspirar. Ugh, cómo odiaba tener que tener compasión por otras personas cuando lo único que quería hacer era que desapareciera después de lanzarle miradas de odio y descontento. Por no reventarle la cara a hostias. No, ahora tenía que ser “consecuente” y “ponerme en su lugar”. Menuda mierda.

Cuando mi cerveza estaba por la mitad, ella ya había hecho un esfuerzo por que todo el mundo se enterara que ya llevaba tres latas enteras. Y eran de las grandes.

Ignórala.

Ellen me dio un codazo en las costillas. Louis se mantuvo a mi lado, bebiendo prácticamente tumbado en el suelo.

—Jane, no me creen que hayas robado esa tienda.

Tuve que mirarle con el ceño fruncido y con la mejor mueca de extrañada que sabía esbozar, ya que puso los ojos en blanco y me insistía con la mano en la rodilla.

—Ya sabes, cuando robasteis esa tienda en pleno centro. Lo del vestido.

Solté un gruñido.

—Fue hace mucho.

—Ah, ¿pero lo hiciste? —Liam me miraba con una sonrisa en la cara.

Me llevé la lata a los labios mientras asentía. Harry me miraba de reojo, por lo que decidí contar la historia aunque fuera sólo para tener un poco de su atención.

Dios mío, me estaba comportando como una cría.

—No fue para tanto. Fue como hace un año y medio o así, creo que estaba a punto de cumplir quince años.

—O sea, catorce.

—Sí, bueno —me encogí de hombros—. Estaba con Dan por el centro y por alguna razón entramos a una tienda super cara a hacer un poco el imbécil. No me acuerdo qué tienda era, pero era muy cara.

—Espera. ¿Quién es Dan? —preguntó confundido Niall, que me estaba escuchando con ojos atentos.

—Su ex —dijo Louis a mi lado por mí.

—Sí. El caso es que entramos, y él empieza a ponerme ropa en los brazos para que me la pruebe y echarnos unas risas… Me pruebo este vestido super bonito que me quedaba súper bien… Y me dice que debería llevármelo, y yo en plan “pavo, vale como setecientas libras, no voy a pagar por un cacho de tela”, porque me llegaba bastante por encima de la rodilla. Y me dice “no, no. He dicho que te lo lleves”. Me dijo que me pusiera el abrigo y los zapatos, y que saliera de la tienda con él puesto, que me iba a estar esperando con el coche fuera.

Ellen se estaba meando de la risa mientras tanto. No era una historia tan interesante, pero tenía todos los ojos de la sala encima de mí, hasta la de Yina.

—En fin, coge la ropa que llevaba puesta y sale de la tienda. Literalmente no me deja otra opción más que salir con el vestido puesto. Os lo juro que sonaron todas las putas alarmas de la tienda, y cuando crucé la puerta me puse a correr como nunca había corrido en mi vida. Todavía no entiendo cómo no nos pillaron, pero me subí al coche super rápido. Tengo el vestido por algún lado, pero me da pánico ponérmelo.

Jess soltó una carcajada.

—Dios mío, Jane.

—Lo sé.

—Luego se la chupó a su novio en el asiento trasero del coche —espetó Ellen antes de beber.

—¡Ellen!

Harry soltó una carcajada, aunque el resto del grupo no tardó en unirse a él, Louis de nuevo rodó por el suelo de la risa. Me puse roja como un maldito tomate, con la mirada todavía clavada en mi amiga con la boca abierta de indignación. Hasta ella se estaba riendo. La única que no reía era Yina.

—Así que, ¿siempre has sido una zorra? —añadió sin mirarme, inclinándose para coger de nuevo una cerveza nueva.

Dirigí la mirada hacia ella y alcé las cejas, aunque no me lo tomé como un ataque, como debería de haber hecho. Decidí que el ambiente estaba demasiado animado como para que se le ocurriese ponerse en una situación incómoda.

—Sí —respondió Ellen por mí, con una sonrisa.

Me encogí de hombros.

—Fue divertido. Pero bueno, suficiente de hablar de mi vida sexual, que en paz descanse.

—RIP —añadió Ellen.

Suspiré. No podía pensar demasiado en lo muchísimo que llevaba sin tener sexo porque me entraba dolor de cabeza.

—Cómo. ¿Se te han acabado los días de zorra? —añadió Yina, con las cejas alzadas, esa vez sí mirándome.

Los chicos se quedaron callados de pronto y giraron las cabezas hasta mirarla a ella, en cómo me miraba desde el sofá hasta mí, sentada en el suelo con las piernas cruzadas. Como si fuera superior. La mirada tan amable de Ellen ya no se encontraba presente, y pude ver cómo agudizaba sus oídos de felina, por si tenía que levantarse de un brinco y arrancarle el cuello. Yo me aclaré la garganta.

—Yina… —le advertía Harry, con una mirada sombría que no le había visto esbozar nunca.

—Sólo he dicho que llevo mucho tiempo sin—

—Ah, así que ahora te vas a poner a llorar porque no te quedan pollas que comerte.

—¡Eh! —chilló mi mejor amiga, que levantó la rodilla, preparada para ponerse de pie en cuanto soltara alguna bomba más.

—Yina —continuó el chico, con voz más severa esa vez.

—Mira… —continué diciendo, aunque parecía que no tenía ninguna intención de escucharme.

Incluso comencé yo a incorporarme en el suelo, por si tenía que pararle los pies yo misma, conforme la sangre empezaba a hervirme en las venas.

De verdad que no quería ponerme violenta, pero si no me dejaba opción, le tiraría de los pelos yo misma, y se arrepentiría de haberse metido en donde no debía.

—Sinceramente me importa una mierda tu vida. Persigue todas las pollas que te apetezca como buena desesperada que eres, pero no te interpongas en mi camino para hacerte con Harry con tu fama de putón.

Los chicos profirieron un grito de enfado, hasta Liam y Zayn se levantaron con la cara serena pero muy seria. Louis y Ellen también se levantaron de un brinco a la vez, Ellen con sus garras sacadas lista para hacer su vida miserable, y Louis preparado para pararle los pies y evitar que las dos se fundieran en una pelea física. A su vez, Yina y Harry también se levantaron de un brinco. Yina pensaba que estaba lista para enfrentarse a Ellen y la encaraba con el pecho hinchado. Harry le agarraba de los hombros, aunque no le había visto tan enfadado nunca.

—¡¿A quién le llamas putón, eh, zorra?! —gritaba Ellen muy enfadada.

Jess se tapaba la boca con la mano y miraba a Yina con las cejas alzadas, aunque no pude ver si estaba sonriendo, o realmente enfadada.

Yo, en cambio, solté una carcajada. ¿Era eso todo lo que tenía?

Me levanté del suelo despreocupada y dejé que Yina se desfogara a garganta pelada todo lo que ella quisiera, pero en mi cara no iba a ser.

—Bueno —dije al final—, esa es mi señal para irme. Si no os importa.

Sin añadir ninguna palabra más y sujetando mi riñonera, salí a la zona de piscina y me senté en el bordillo con las rodillas dobladas, dejando el campo de batalla a mis espaldas.

Me reí en bajito.

Sí que tenía que estar pisando fuerte si a Yina la estaba intimidando de esa manera.

No sé cuánto tiempo estuve sentada en el bordillo, pero tuve tiempo de terminarme el cigarro (cosa que no hacía nunca si no estaba de fiesta o con amigos) y apoyar la cabeza en mis rodillas antes de que la puerta de la cocina se abriera y una figura se sentara al lado mía. No supe quién era, ya que fuera quien fuera, yo estaba demasiado avergonzada para mirarle a la cara.

Giré la cabeza para encontrarme con la mirada de Harry, que miraba el agua de la piscina con una sonrisa en la cara. Como acto reflejo, dejé escapar una pequeña carcajada, contagiada por su sonrisa, y se unió a mis risas. Nos reímos juntos durante algunos segundos, yo suponiendo que él estaba tan confuso como yo en aquella situación, tan incómodos que sólo nos salía reírnos como método de autodefensa.

Estuvimos un par de segundos en silencio, yo sin saber qué decir. Él suspiró y se pasó una mano por la cara. Me aclaré la garganta.

—¿Por qué está celosa, exactamente? —pregunté bastante arriesgada, ya que no estaba del todo segura de querer saber la respuesta, por mucho que en aquellos instantes estaba bastante claro.

Él se encogió de hombros, con los pies en la piscina.

—Bueno, sí que estuvimos juntos todo el rato en la fiesta cuando viniste…, tuvo que interrumpirnos varias veces.

Sacudí la cabeza.

—Sí, sí, vale…

Hubo otro momento de silencio.

—Si me dice todo eso por un besito de nada… —dije, viendo cómo las cejas de Harry se levantaban cada vez más con cada palabra que decía, y su sonrisa pícara se hacía cada vez más grande—, ¿cómo se pondrá cuando se entere de que pasaste la noche en mi casa en Londres? —dije, intentado no reírme.

Harry frunció el ceño y soltó una pequeña risa, mirándome con interrogantes en su mirada.

—Eso no pasó, Jane —continuó riéndose.

Ya lo sabía, sólo quería ver su reacción.

—¿No? ¿Y con quién demonios dormí esa noche, entonces? —dije con los ojos abiertos en sorpresa, exagerando mis movimientos, con una amplia sonrisa—. Sí que tengo que ser una zorra…

—Cállate —murmuró, mirando hacia abajo.

—Tengo que decir, en mi defensa, para haber bebido unas cuantas cervezas de más iba bastante lúcida, pero no recuerdo la razón por la que no pasaste la noche en mi casa —dije, mirando hacia delante mía, sin atreverme del todo a mirarle a él.

Hizo una pequeña pausa y pude sentir mi pulso por encima de las mangas de mi jersey, poniendo en duda si realmente era apropiado decir todo aquello, por mucho que me sintiera horriblemente cómoda haciéndolo.

—Podría haber pasado… —dijo él despacio—. No habría dicho que no, pero estabas diciendo no se qué de Dan y de que tus padres y…

—Oh, ya me acuerdo —dije asintiendo con la cabeza, haciendo una pequeña pausa—. Mis padres estaban en casa…

Dan vivía sólo, no había tenido que lidiar con el problema de los padres en un tiempo. No había tenido que pensar en aquello durante un tiempecito.

Bajé la mirada y tuve que morderme el labio. Dos años eran dos años, era bastante duro tener que desacostumbrarse a las costumbres cómodas.

—Es una buena razón, no quisiera tener que hacer el corredor de la muerte delante de tus padres…

Nos reímos los dos, y yo ya estaba jugando los hilos sueltos de mis vaqueros cortos.

—¿Corredor de la muerte? ¿Qué tienes, treinta años?

—Mi hermana lo usa así que, supongo que sí.

Nos volvimos a reír.

Qué cómoda estaba con ese chico, lo hacía extremadamente fácil sentirme atraída por su calidez y su facilidad de hablar con él de cualquier cosa hipotética que mi mente creaba a mis espaldas.

—De todas formas, menos mal que no pasó, porque ahora mismo estaría muerta y tirada en alguna cuneta, o disuelta en alguna bañera, no sé qué clase de psociópata es Yina…

—¿Menos mal que no pasó? —repitió el moreno, poniéndose la mano en el pecho, siendo dramático—, no me ofendas, Jane.

Me reí y le pegué en el hombro mordiéndome el labio. Se quejó con una risa. El silencio volvió a hacerse dueño de la situación, y sólo disfrutamos juntos del sonido del agua y del silencio, del que yo no disponía en mi ciudad.

—Siento mucho esto, de verdad. Se acaba de ir a casa, le he dicho que se vaya —dijo Harry, rompiendo el silencio.

Giré la cabeza para mirarle.

—No deberías haberla echado—

—Jane —dijo interrumpiéndome—, no quiero que nadie te haga sentir incómoda y menos por estupideces como la que acaba de hacer Yina, digno de alguien de cinco años. No lo voy a permitir.

No respondí, en el fondo estaba contenta de que se hubiera ido.

Con un suspiro, y porque realmente pedía a mi cuerpo que lo hiciera a gritos, me acerqué al cuerpo de Harry, rodeé mis brazos alrededor de su cintura y me apoyé en su pecho. Como si supiera cuales iban a ser mis siguientes movimientos, levantó el brazo y rodeó mis hombros con él, apoyando su mejilla en mi cabeza.

—¿Seguro que se ha ido, no? —dije medio en broma medio en serio.

Sentí su pecho subir y bajar conforme se reía, y su voz mezclada entre sus costillas.

—Sí, tranquila.

Intenté disfrutar del momento y cerré los ojos para escuchar el latido de su corazón junto al sonido del agua chocar contra las paredes de la piscina, cuando los gritos de Ellen dentro de la casa interrumpieron mi concentración. Reí suave y abrí los ojos.

—Ellen está más enfadada que yo —dije rompiendo nuevamente el silencio.

Harry se rió.

—¿Por qué crees que he salido aquí? ¿Porque me apetezca estar contigo? —dijo entre risas.

Le pegue en el pecho de nuevo con una sonrisa en la cara.

—Vas a querer dejar de pegarme, jovencita, no quieras ver lo que soy capaz de hacer.

Solté una carcajada, separándome unos centímetros, todavía con la mano del chico en mi cintura. Le miré a los ojos con una ceja alzada.

—¿Qué es lo que me vas a hacer, eh?

Se encogió de hombros.

—No lo sé, puede que haga esto.

Yo todavía con una ceja alzada, y él, con movimientos rápidos, me salpicó con cuatro gotas tras meter la mano en la piscina. Sentí el agua en la cara y jadeé al no esperarme que estuviera tan fría. Entre risas me sequé la cara con la camiseta blanca de Harry, mientras él se reía de mí.

—Ahora estoy asustada, Styles —dije sin dejar de reírme.

—Ah, sí, ¿eh? —frunció el ceño y mientras yo trataba de recogerme el pelo, él me pasó la mirada de arriba a abajo, haciendo lo posible por no sonreír y por mantenerse serio.

Bajé los brazos al darme por vencida, mirándole extrañada.

—¿Qué?

Negó con la cabeza, restándole importancia con sus gestos a lo que fuera que estuviera tramando.

—Nada, es sólo que—

Acto seguido e interrumpiéndose a sí mismo, me rodeó con los brazos y segundos más tarde estaba rodeada de agua helada, y como de costumbre, no hacía pie.

Salí a la superficie con el pelo pegado a la cara y tratando de ir hacia donde no cubría tanto, con las risas de Harry de fondo, que me seguían por detrás.

—¡Serás imbécil! —reí yo también, salpicando a Harry una vez aparté el pelo de delante de mis ojos.

Aún así, él consiguió hacerse paso hacia mí y sujetarme de las manos para llevarme nuevamente hacia la zona más onda.

—No me fío de ti, Styles —dije, pero dejándome llevar igualmente poco a poco.

Hizo una mueca y levantó la mirada hacia un lado.

—Hm, me pregunto por qué será eso —respondió, acercándose más a mí y sujetándome por los codos.

Segundos más tarde yo ya estaba temblando y mis dientes se chocaban entre ellos del frío, por lo que dejé que me arropara entre sus brazos aún dentro del agua, mientras hacía todo lo posible por ignorar lo oscura que estaba el agua debajo mía.

—¡Me has empujado al agua, desgraciado!

—¿De verdad me estás insultando cuando toda tu vida entera depende de mí?

—Eres un dramático —reí, sujetándome al bordillo de detrás del chico, en el que estaba apoyado, soltándome de su agarre y fiándome más de la pared.

Traté de salir del agua impulsándome con los codos, pero otra vez sentí las manos del chico en mi cintura empujándome hacia abajo. Solté un gemido de frustración y de nuevo estaba entre sus brazos, ahora con mi espalda contra su pecho, aunque yo no dejaba de hacer intentos para poder salir de ese infierno helado, por mucho que estuviera disfrutando sus juegos y su cercanía. Tampoco quería dejarle saber que estaba aterrorizada por tener que estar en el agua cuando estaba tan oscura, especialmente si no hacía pie.

Era un debate entre dos partes de mí; la primera, que estaba deseando volver a sentir cómo él trataba de mantenerme cerca suya, y la otra que me chillaba que quería salir del agua y dejar de tener esas malditas sensaciones de querer vivir en su pecho.

—¡Déjame marchar! —me quejé entre risas, ya que no me dejaba ir en ninguna dirección; ni fuera de la piscina, ni a la zona menos onda, donde no sentía que me iba a ahogar o que alguna especie de monstruo marino me fue a arrancar los miembros de uno en uno.

Me sujeté de su cuello con los brazos al notar que estaba venga soltarme a mi suerte, con mucha diversión mostrándose en su rostro; una sonrisa amplia dejaba sus hoyuelos especialmente profundos a la sombra que la luna producía.

—¿Por qué tendría que hacer eso?

—Por fa, por favor, por lo menos déjame quitarme el jersey, es muy incómodo —le miré a los ojos y traté de convencerle con la mirada.

—Está bien —dijo, teniendo que apartar la mirada de la mía.

Eso fue una suposición mía, ya que lo hizo demasiado rápido y su sonrisa vaciló por escasos segundos, conforme su mirada se hizo menos intensa por un momento. Le estaba poniendo nervioso.

Vacilé por unos segundos, aguantando su mirada, sonriendo.

—No me sueltes, ¿eh?, que te mato.

—Puedes confiar en mí, sabes, ¿no? —respondió intentando no reírse de nuevo de mí, sujetándome la espalda y las piernas dentro del agua.

—¡Cállate ya con eso de confiar! —con movimientos rápidos, me solté de su cuello y traté de quitarme mi jersey de lana completamente mojado. Cuando logré quitármelo por fin, no pude esperar ni un segundo más para volver a sujetarme al moreno, temiendo lo que podría hacer.

—Gracias —dije tras lanzar la prenda que ahora pesaba más de lo normal hacia el pavimento de baldosas.

Él se rió en respuesta.

—¿Cuánto tiempo vamos a estar aquí? —pregunté son tono desesperado—. Hace mucho, mucho frío.

—Vale, puedes hacer una cosa por mí, y te dejo ir.

Puse los ojos en blanco y gruñí.

—¡Me estás chantajeando! Vamos, déjame ir —sabiendo que la herramienta de mirarle a los ojos funcionaba a la perfección, utilicé esa misma técnica para intentar ponerle nervioso de nuevo.

Aunque él me aguantó la mirada con mayor dominio esa vez, y la que acabó poniéndose nerviosa fui yo. Supe que se había dado cuenta por la sonrisa de satisfacción que esbozó a continuación. Yo había perdido esa vez.

—Sólo si haces una cosa por mí —dijo, sin separar su mirada de la mía.

Yo ya estaba nerviosa de por sí, pero su dominio de la mirada contra la mía me estaba sorprendiendo, podía hacer que me sintiera pequeña pero a la vez muy grande al mismo tiempo, y hacía que mi estómago se calentara y mis pelos se pusieran de punta tanto, que tuve que disimular lo mejor que pude un escalofrío escalando con rapidez por mi espina dorsal. Mis ojos vacilaban entre los suyos.

—¿Qué?

Acercó su rostro al mío y casi supe las intenciones que tenía, y por mucho que la idea hiciera que mis rodillas temblasen y mi corazón vibrara, no sabía muy bien si aquello era lo que me convenía, ya que difícilmente podría describir aquello como otro “ lío de una noche”, ya que no había música, ni alcohol, ni gente cometiendo estupideces a nuestro alrededor. Sólo estábamos nosotros y la luna de testigo, con las estrellas riéndose de mí y de mi incertidumbre, y mi facilidad por sentirme atraída hacia él. Desde luego, no me convenía. De todas formas, casi estaba deseando que me besara de nuevo, apretando las uñas en la palma de la mano mientras mi aliento se aceleraba, mordiéndome el labio.

Al ver que él desviaba la mirada hacia otro lado, mis expectativas cayeron tan de golpe que casi pude sentirlas romperse contra el suelo y esparcirse entre miles de pedacitos, haciendo un ruido escandaloso, casi a cámara lenta. A la vez muy aliviada, seguí su mirada, con mi corazón castigando mis costillas con cada latido.

¿Cómo era capaz de hacer eso? ¿Cómo era capaz de hacerme sentir tan acalorada y a la vez ponerme los pelos de punta de frío?

—Vale —dijo, con la voz tan suave y tan despacio que no hizo más que empeorar la situación en la que estaba, como si lo hiciera a posta— lo que quiero que hagas es que me traigas esta moneda —dijo sacándola Dios sabe cómo de su bolsillo, dejándola caer acto seguido en el agua— de la superficie.

Arqueé las cejas, aguantando su mirada nuevamente.

—¿Va en serio?

Asintió con la cabeza sonriendo con picardía.

—¿Y después me dejas ir a dormir?

Volvió a asentir.

—Vale —dije, encogiéndome de hombros.

¿Cómo era posible que ese hombre me conociera tan bien en tan poco tiempo? ¿Cómo había adivinado que estaba muerta de miedo, si en ningún momento que yo recordara se lo había mencionado? Era muy injusto.

Me separé de él y el frió en seguida se hizo dueño de mis muslos que anteriormente pertenecían al chico que me estaba mirando con una sonrisa satisfactoria en el rostro, ya que sabía perfectamente qué botón acababa de pulsar, por mucho que yo me estuviera haciendo la dura.

Con un suspiro largo y sin que se notara demasiado, me sumergí dentro del agua con auténtico pánico en el pecho. Pero en vez de nadar hasta el fondo, buceé hasta lo que yo calculé el otro lado de la piscina, sabiendo que estaba oscuro y que Harry no sería capaz de verme escapar de esa manera. Salí del agua casi al otro lado y donde el agua sólo me cubría hasta la cintura.

Me giré con una sonrisa amplia y satisfecha de mí misma.

—¡Bye loser! —grité, haciendo que se girara con rapidez. Soltó una carcajada y comenzó a nadar mucho más rápido de lo que pensaba que nadaría.

Empecé a correr como pude por debajo del agua y cuando Harry podía rozarme los talones con los dedos, yo ya había conseguido salir del agua.

Él seguía riéndose y se dio por vencido, mirándome desde abajo. Yo le saqué la lengua y me quité la ropa mojada; mis pantalones vaqueros y la camiseta de tirantes negra, y se las tiré a Harry, todavía dentro del agua y riéndose como si no pudiese creer que hubiese hecho eso.

—Ahora vas a colgarme la ropa mojada —dije, sin estar nada incómoda por estar en ropa interior ante él, que hacía escasos minutos me había hecho temblar de calor.

Dejó de reírse y con mi ropa en la mano salió del agua con agilidad.

Yo estaba ya de camino hacia el interior cuando sentí su brazo rodear mis hombros, y me dedicó una bonita sonrisa. Casi corrí dentro de la casa para enrollarme en la primera toalla que encontrase, con los ojos de los que estaban dentro mirándonos como si fuéramos monos verdes que acababan de invadir su propiedad; sin creérselo y sin tener ni remota idea de qué hacer.

—¡Jane! —me gritaba Ellen, mientras Harry y yo subíamos las escaleras hacia el segundo piso entre risas y corriendo.

Él entró al baño y al salir me tendió una toalla seca, y segundos más tarde ya estaba envuelta en ella, tiritando como un gato mojado.

Él no dejaba de reírse.

—¡Deja de reírte! Si mañana me despierto con una pulmonía te echaré la culpa a ti, Styles.

—Me parece justo.

Su habitación que compartía con Louis estaba justo enfrente de la nuestra, por lo que me acompañó hasta mi habitación.

—Me voy a la cama, nos vemos mañana —le dije, sin atrever a mirarle del todo, ya que estaba bastante sonrojada y en esos instantes sí que me sentía incómoda por estar en ropa interior delante suya, por mucho que estuviera enrollada en una toalla.

—Vale, duerme bien.

Le di un beso en la mejilla antes de entrar en la habitación.

Me pasé la mano por la cara tras haber estado unos cuantos segundos apoyada contra la puerta y mordiéndome los labios sin dejar de sonreír.

No pegué ojo aquella noche.

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