Siete

Después de haberme secado con aquella toalla rosa, de la que estaba haciendo un gran trabajo por no pararme y olerla cada tres segundos, me había puesto mi camiseta de dormir y estaba tratando de dormirme, o por lo menos fingir que lo hacía. Ellen y Jess entraron en la habitación pillándome apoyada en la ventana mirando hacia afuera completamente sumergida en mis pensamientos.

Me di la vuelta rápidamente para encontrarme con la mirada llena de lujuria por el conocimiento de Ellen.

—¡Jane! —gritó, única y exclusivamente para llamarme la atención, aunque yo ya estaba mirándola.

Traté de evitar sonreír, pero mi reacción fue al contrario; me mordí el labio y tuve que apartar la mirada.

Me agarró de las manos y me hizo sentarme en mi cama, que para ser pequeña, hacía muchísimo ruido.

—Tía, sabía que estas vacaciones iban a ser geniales, pero no sabía que me ibas a traer a la Casa del Drama, ¡me encanta!

Me encogí de hombros y de nuevo la cama crujió bajo el peso de Jess, que se sentó al lado de Ellen con la misma cara de satisfacción en el rostro.

—Cuando te has ido al patio, Yina ha empezado a gritar cosas y te lo juro, Niall casi muere de un ataque de risa, me estaba dando mucha envidia, porque era super super gracioso —dijo Jess, algo más calmada que Ellen, la cual asentía con las palabras de nuestra amiga.

—Harry estaba muy enfadado con ella, nunca le he visto así. Estaba venga mirar hacia donde habías ido, y te juro que parecía preocupado. Al rato de estar diciendo gilipolleces y cuando ha visto la cara de Harry, Yina se ha puesto a llorar desconsoladamente. Creo que estaba colocada mínimo...

—¡Ha sido genial! De verdad, te has perdido lo que podría ser el potencial ganador a “Mejor Escena de Drama”, en serio.

—Me hubiese encantado estar ahí, de verdad —dije con fingido arrepentimiento poniendo fin a las frases tan entusiastas de mis amigas, poniéndome una mano en el pecho dramáticamente—, estaba ocupada siendo insultada por esa imbécil.

—¡Te lo puedes creer!

—En serio, cuando ha empezado a decir todo eso casi me meo encima, no sé si del gusto o de qué, ha sido tan embarazoso… para ella, claro, ¿quién se pone en esa situación a sí mismo? —Jess gruñó en frustración pero sin dejar de sonreír.

—Estoy por llamarle y darle las gracias por animarnos así la noche. Y por hacer exactamente lo opuesto a su plan, porque ha ido corriendo detrás tuya. ¡¿Qué ha pasado?!

Puse los ojos en blanco, pero eso no me impidió sonreír como una estúpida. Tuve que morderme los labios y apartar la mirada.

—Ha estado bien —dije con simplicidad, aunque mi estómago dio un vuelco ante mi mentira.

Las dos se quejaron en seguida, al unísono, incluso Ellen me pegó en el hombro.

—Vamos, no seas imbécil, cuéntanos.

Me encogí de hombros y traté de no hacer contacto visual con ellas.

—Me ha tirado a la piscina, otra vez.

Jess y Ellen se miraron entre ellas con los ceños fruncidos, decepcionadas.

—¿Y qué mas? —insistió Jess, con todavía ese pequeño brillo de esperanza en el rabillo del ojo.

—Nada más, nos hemos divertido. Pero ahora tengo frío y tengo que dormir con el pelo mojado —dije entre risas, aunque parecía que no tenía tanta gracia, ya que las dos se me quedaron mirando como si hubiera roto su castillo de arena de una patada.

—¿En serio? ¿No te ha besado?

—¿O intentado, por lo menos?

Me rasqué la sien negando con la cabeza, todavía sonriendo.

—¿Por qué iba a hacerlo? Somos amigos.

Ellen volvió a pegarme en el muslo, ahora todavía más fuerte.

—¡Deja de decir eso! Vamos, Jane, he visto cómo os comportáis, dejaos de gilipolleces ya.

Puse los ojos en blanco, ahora sin estar tan divertida como antes.

—Tías, sois unas pesadas. Si quisiera que pasara algo, no os preocupéis, que ya lo hubiese hecho. El hecho de que me sienta super atraída hacia él no significa que tenga que pasar nada.

Las dos me devolvieron la mirada de nuevo como si las hubiese ofendido, ambas con las cejas alzadas, incluso se cruzaron de brazos a la vez, con los labios fruncidos y juzgándome con la mirada.

—¿Qué? —dije al final al ver que no me iban a decir nada más sin que las incitara a ello.

—Acabas de decir que te sientes atraída hacia él —dijo Jess rompiendo su unión de brazos y sustituyendo la mirada de indignación por una de completa incomprensión.

—¿Y qué? Eso no significa nada, sé que está ahí y es muy divertido tontear así, y la tensión y todo me gusta. Nunca he sentido nada parecido ni me lo he pasado tan bien con alguien, así que os agradecería que me dejaseis tomarme las cosas como a mí me parezca.

Jess volvió a soltar un gruñido de desaprobación, pero Ellen me mantenía la mirada. Su semblante había cambiado; sus hombros estaban bajos y su mirada vacilaba entre mis rodillas. Soltó los brazos rendida.

—Ugh, odio cuando tienes razón. Tenemos que dejarla que se lo pase bien. Además, de este finde no pasan, Louis se va mañana a la noche por no se qué.

—¡Ellen! Para ya.

Ella levantó los brazos y me dejó tranquila. Jess parecía que tenía ganas de seguir discutiendo, pero tras ver la mirada que le estaba dedicando, bajó de mi cama y se fue a la suya, donde comenzó a desvestirse.

Estuve un rato en silencio, escuchando cómo las dos hablaban como si estuviera en otra habitación y nos separara una pared; sólo oía ruido y no entendía nada por más que quisiera. Mis pensamientos en esos instantes eran demasiado atronadores como para escuchar nada más, repentinamente. Dejé de jugar con mis uñas y le resté importancia a la siguiente pregunta, o por lo menos, eso intenté.

—¿Adónde se va Louis? —pregunté con voz pequeña, interrumpiendo sus palabras.

Pude ver cómo volvían a compartir miradas cómplices entre ellas con sonrisas socarronas, aunque no me dijeron nada y se lo agradecí en silencio.

Ellen en bragas y con la camiseta de tirantes todavía puesta, se volvió a sentar encima de mi cama sin borrar esa sonrisa de su rostro.

—Louis tiene que ir a casa para una cosa de su hermana, pero vuelve el sábado, no te preocupes. Estará aquí para tu cumpleaños.

Así que la idea de que había una gran posibilidad de que mañana íbamos a salir y el hecho de que Harry dormiría sólo en su habitación era demasiada tentación para mi mente. Aunque mi parte racional trataba de luchar para intentar parar la lluvia de imágenes y las sensaciones en consecuencia de ellas; demasiado agradables, para que toda mi lucha por contener mis sentimientos fueron en vano, ya que cuando mis dos amigas estaban manteniendo una conversación, lo único en lo que yo podía pensar era en aquello que estaba ocurriendo en mi estómago. Tenía la sensación de que estaba sucediendo algo extraño, que me hacía cosquillas agradables en el pecho, que se extendía por todo lo largo de mi cuerpo. Hasta después de que Ellen y Jess ya se habían callado, yo todavía seguía dando vueltas en la cama sin conseguir pegar ojo, con una sensación de calor que me sofocaba.

Nunca había entendido aquella frase de mi libro favorito. Siempre le había dado vueltas a dichos y a las supuestas sensaciones que debería sentir cuando alguien te excita y por qué yo no las había experimentado nunca. Siempre había pensado que ese tipo de cosas eran un mito, algo que los escritores de mis historias favoritas les gustaba romantizar de más para dramatizar. Una exageración de las sensaciones para crear expectación. No me había planteado que aquello era posible sentirlo de verdad. Hasta ese mismo fin de semana.

“Mariposas en el estómago. Menuda estupidez; más bien parecen abejas asesinas”. Vaya que sí parecían abejas asesinas, vaya que sí sentía que cada movimiento cerca suya era más torpe que si él no hubiese estado mirándome. Sí sentía ese cosquilleo subirme por los brazos, calambrazos en los sitios que me rozaba, el estómago dando brincos en mi vientre cada vez que me miraba, o decía mi nombre. ¿Por qué todos esos sentimientos eran tan nuevos para mí? Había estado en una relación de dos malditos años, ¿por qué estaba experimentando todo aquello justo entonces? Todo aquello que yo pensaba que estaba sintiendo acerca de Dan, no era comparable con todo aquello que mi cuerpo y mente inexperta de adolescente estaba sintiendo, todas las emociones físicas; nunca alguien me había puesto los pelos de punta con tan sólo rozarme, aunque fuese sin querer. No conseguía entender qué era aquello que hacía él para hacerme sentir de esa manera. Ni siquiera tenía tiempo de pensar en si él sentía algo parecido conmigo, estaba demasiado centrada en entender y analizar todo eso tan novedoso. Sabía tan dulce y me calentaba de tal manera el pecho, que no podía evitar sentirme abrumada. Era agradable.

“No hubiese dicho que no”, la voz de Harry rebotaba en mi cabeza cuando mi mente decidió ser extra cruel conmigo, estando ya harta de sentimientos confusos. No hubiese dicho que no; tuve que taparme la cara con las manos y destaparme de la sábana, que se me estaba pegando al cuerpo del sudor. Estaba frustrada de lo muy confusa que me sentía; y sobre todo con el hecho de que a mi cabeza se le ocurriese analizar cada uno de mis sentimientos en la madrugada, cuando sólo quería dormir.

Sólo pensar en la piscina, en cómo me sujetaba los muslos, y las gotas que caían de su pelo me mojaba los hombros, rodeados de agua tan fría que al mismo tiempo podría estar hirviendo. Y no nos daríamos cuenta.

—Mente, basta por favor —dije en voz alta, sabiendo que mis amigas llevaban unas horas dormidas.

Me puse la almohada en la cara y me obligué a dormir una y otra vez. Aunque dormí muy poco esa noche. Aunque, las horas que lo hice, dormí como un bebé.

Alrededor de las ocho y media de la mañana y con muy pocas horas de sueño, decidí que me levantaría de la cama y haría algo productivo. Con suerte mis sentimientos se habían relajado un poquito y ya me estaban dejando respirar normal, y me habían devuelto mi temperatura corporal normal.

Cerré la puerta detrás mío y bajé las escaleras. Al entrar en la cocina, casi me choqué de lleno con el pecho de Harry, que casualmente salía de ella. Jadeé del susto y me sujeté el pecho con una mano.

—¡Mierda! Qué susto me has dado, joder —dije medio riéndome, dando un pequeño brinco.

—¿Qué haces despierta a estas horas? —me respondió, volviendo a entrar para dejarme pasar.

Me encogí de hombros.

—No he dormido casi nada —dije restándole importancia—. Y que sepas que este pelo es culpa tuya —añadí, señalándome la cabeza con un dedo.

Soltó una pequeña risa.

Me senté en el sofá con las piernas cruzadas, con las manos metidas en las mangas de mi jersey, rezando por que mis hormonas se comportaran cuando se sentó, colocando una mano en mi rodilla desnuda, restándole importancia e ignorando los escalofríos que me recorrían la piel. Traté de no centrarme en ellos, me coloqué un mechón de pelo detrás de la oreja.

—A ti te gusta mucho el factor X, ¿no? —me preguntó de la nada.

Asentí.

—¿Bromeas? Cada año le escribo un e-mail a Simon a ver si va a hacer DVDs con las temporadas. Mi mejor amigo cumple a finales de noviembre y sabe que si su cumpleaños cae un sábado no me va a ver hasta después de las diez de la noche, son horas sagradas para mí —respondí entre risas.

Harry se rió conmigo.

—¿Por qué lo preguntas?

Se encogió de hombros.

—Pues, hemos estado ensayando, los chicos y yo, toda la semana y hemos decidido que no queremos sobre-ensayar, así que se supone que hemos terminado. Pero me preguntaba si nos podrías dar consejos.

Alcé las cejas en sorpresa.

—¿Me estás preguntando a ver si puedo ser juez? —dije emocionada.

Se rió.

—Más o menos.

—¡Me encantaría! —exclamé casi gritando—. Sería un honor para mí —me acerqué a él para darle un abrazo.

Soltó otra risita.

En ese instante, con la cabeza más despejada, agradecí que los sentimientos me inundaran los pulmones por la noche; prefería mil veces pasarme todas las noches de mi vida sin dormir antes que derretirme y ponerme nerviosa en su presencia, cuando ya había domado lo mejor que pude mis emociones, ya que así es exactamente como habría reaccionado sin todas las cavilaciones y vueltas en la cama, con los ojos abiertos de par en par.

Seguimos nuestra conversación como si no estuviera pasando nada dentro de mi cuerpo, ahora mucho más controlado que antes, mucho más agradable que otras veces, si cabía. Agradecí la calma, por mucho que sólo me duraría unos segundos. Llegué a sentir cosas que en esos momentos realmente me gustaban. Ya no sentía que me ahogaba por las olas que me azotaban cada vez, llenas de emociones desconocidas que sólo me desorientaban y me dejaban muy mojada. No sólo en sentido figurado. Con mi cabeza más ordenada y sujetando mi corazón con correa, fui capaz de darme cuenta de cada uno de los movimientos del chico; cuando se movía cada vez más cerca de mí, cómo me miraba cuando me reía, cuando empezó a jugar con mis vaqueros cortos y deshilachados, con los cordones de mis zapatos, para luego esconder sus manos en un cruce de brazos, dándose cuenta de sus actos reflejos que su cuerpo necesitaba para sentirme cerca.

Y qué bien sentaba.

—He oído que mañana es tu cumpleaños.

Gruñí poniendo los ojos en blanco.

—Sí, has oído bien —dije seguido de una risa nerviosa.

—¿Cómo quieres celebrarlo?

—Estaría guay ir al sitio al que fuimos cuando vine la última vez.

Apartó la mirada y se quedó en silencio durante unos segundos, mordiéndose el labio pensativo. Asintió devolviéndome la mirada.

—Sí, vale. Podemos ir esta noche si quieres; creo que puedo conseguir entradas.

—¿Son muy caras? —pregunté por curiosidad.

Negó con la cabeza.

—Tranquila, me las dan gratis, no te preocupes por eso.

Nos interrumpieron la conversación unos ruidos provenientes del piso de arriba, donde pudimos escuchar gritos y carcajadas junto con puertas dando portazos salidos de la nada. A Harry ni le dio tiempo a dirigirme la mirada, se levantó del sofá a tal velocidad que ya estaba en el segundo piso antes de que yo pudiese darme cuenta de que se había movido. Jess bajaba las escaleras con cara extrañada y el ceño fruncido, mirándome divertida.

Se sentó a mi lado en el sofá.

—¿Qué pasa arriba? —pregunté.

—Se estaban peleando por la ducha y ha desencadenado en una lucha de almohadas, parece ser —respondió encogiéndome de hombros.

Solté una carcajada y me levanté del sofá para ir a ver qué es lo que estaba ocurriendo. Los ruidos venían de la habitación de Harry, donde se podía escuchar claramente las risas y las voces de los chicos dentro. Me quedé en el umbral de la puerta contemplando el panorama; Niall en una esquina rojo de la risa mirando cómo Louis y Zayn se abalanzaban contra los otros dos chicos, Harry riéndose y Liam con agobio debajo del resto. No sé cómo habían conseguido colocar a Harry por debajo si acababa de llegar escasos segundos antes que yo. Niall se subió a la cama doble uniéndose a la pelea, mientras Liam sacaba su brazo en mi dirección.

—Jane, ayúdame por favor —dijo como pudo entre carcajada y carcajada.

Me reí.

—¿Me vacilas? Con lo bien que me lo estoy pasando…

Escuché una puerta abrirse de par en par detrás mía, y una enfadada Ellen con el pelo revuelto y con el albornoz corto puesto entraba en la habitación con pasos fuertes y grandes. Puso los brazos en jarras y miró la escena con el ceño fruncido.

—¡Os queréis CALLAR! —gritó, haciendo que las cinco cabezas se giraran de golpe y las voces callaran, exceptuando la risa de Niall que todavía se escuchaba de fondo.

El silencio duró tan sólo dos segundos, ya que los chicos pasaron de ella olímpicamente.

—Ellen, son las diez de la mañana, relájate un poquito —le dije yo, todavía apoyada en el marco de la puerta con brazos cruzados.

Me miró con una mirada asesina, con sus pelos saliéndole de la trenza y cayéndole encima de la cara. Apretó los puños y salió de la habitación dirigiéndose al baño.

Era mala la situación si te atrevías a despertar a Ellen, todo hay que decirlo.

Los chicos se calmaron y me senté en el borde de la cama.

—¿Cuando vais a cantar para mí? —dije con brillo en los ojos, ansiosa.

Escuché las carcajadas de Harry por algún lado, pero no lo pude ver.

Los chicos se miraron entre sí.

—Después de ducharnos y desayunar, si quieres —me respondió Niall.

Asentí sonriendo, emocionada.

—Vale, guay —me levanté de la cama y bajé las escaleras.

Me encontré con una Ellen todavía en pijama, enredando en la cocina.

—¿Qué tal has dormido? —le pregunté.

Se giró con brusquedad.

—Pues muy bien, hasta que esos imbéciles me han despertado —dijo sin dirigirme la mirada, demasiado enfrascada en hacer la cafetera funcionar.

Me acerqué a ella y la ayudé con una sonrisa en la cara, intentando no reírme ante su mal humor. La escuché suspirar y se giró para mirarme a la cara, dejándome que lidiara yo con la máquina, mientras se apartaba los pelos de la cara con los dedos.

—Bueno, ¿qué vamos a hacer hoy? —dijo, intentando no sonar enfadada.

—Posiblemente vayamos a la noche al sitio que te dije, acabo de hablar con Harry.

Se le iluminó la cara enseguida, cambiando repentinamente su humor. Comenzó a mover los brazos en señal de victoria y a cantar en bajito, y se bebió el café sin esperar a que el resto de los integrantes de la casa bajaran a desayunar.

🍃🌸🐠


Después de comer, fuimos al río a pasar la tarde antes de empezar a prepararnos para salir. Louis se disculpó conmigo por no poder estar esa noche celebrando mi cumpleaños, aunque sinceramente no era algo que me importara mucho, ya que para mí no estábamos celebrando nada, aunque me pareció super tierno.

Louis era un chico que me caía especialmente bien. Los demás chicos me caían también muy bien, pero él era el único que no tenía una concha alrededor de su cabeza que le impedía hablar con normalidad. Tenía la lengua muy suelta y decía todo lo que fuera necesario decir para que el ambiente no se cargara, o simplemente para hacernos reír. Jess, en cambio, vi que estaba en muchos momentos incómoda y sintiéndose fuera de lugar, y en parte la entendía. Ella estaba como el resto de los chicos, pero sin tener la presión de tener que hacerse amigo de esa gente, y se veía que era introvertida. Aunque, a pesar de todo aquello, se esforzaba, por mucho que sólo estuviera sentada sin decir nada, simplemente disfrutando de la compañía y riéndose cuando había que reírse. Por ello Jess y Zayn se hicieron muy buenos amigos y desde entonces pasaban mucho tiempo juntos, en silencio, disfrutando de la tranquilidad, tomando el sol los dos solos. Eran tímidos, pero los dos eran muy presumidos.

Ellen se pasaba los días pidiéndome que le sacara fotos con su móvil, que tenía una calidad pésima, pero aún así se esforzaba por ser una pesada integral e insistirme continuamente en hacerlo igualmente. Siempre había hablado de comenzar una carrera de modelo, y hasta ese día había conseguido pequeños trabajos en compañías pequeñas, junto con el baile. Sería mala en los estudios, pero las redes sociales las tenía agarradas con las manos tan fuerte que ya contaba con más de cinco mil seguidores y subiendo. Ella y su padre no tenían demasiado dinero; vivían en Brixton y ella sólo podía costearse el instituto y sus viajes hasta él gracias al testamento de su madre, que era única y exclusivamente para la educación de su hija. Su madre murió cuando ella tenía siete años, pero no quiero hablar de eso ahora. Ya te lo contará ella si eso es lo que quiere.

Tengo que decirlo, el barrio en el que había pasado mis días adolescentes era un barrio acomodado y con gente pudiente, con trabajos en altos cargos y con facilidad económica de la que mi familia brindaba cada mes, sin preocupaciones de ese tipo. El colegio al que iba era más de lo mismo, gente estirada y pija, que te miraban por encima del hombro si sabía que tuviste que comprar el uniforme del colegio de segunda mano porque no podías costearlo de otra forma. Sí, hay gente muy mierda en mi instituto. Que Ellen tuviese que venir desde Brixton, que está al sur de Londres, era algo a lo que los estudiantes no estaban acostumbrados. Dan, a pesar de ser también de mi barrio junto con Ethan, ambos acostumbraban a pasarse fines de semana enteros en el sur de la ciudad, cosa que al principio me daba demasiado miedo, y que al final acabé arrastrándome por esos lares también. Aunque esa historia es para otro día, lo prometo.

Pese a todo aquello, realmente estaba contenta por Ellen por todo lo que había conseguido y por fin verla con un propósito en la vida, por muy inalcanzable que yo lo veía; la veía trabajar todos los días muy duro por conseguirlo, con el objetivo en la cabeza y dispuesta a hacer lo que hiciera falta. Se colaba todas las veces que podía en unas clases de baile masivas que organizaban en el centro de Londres arriesgándose a que la pillasen sin matrícula, aunque ella me lo decía siempre; no tenía nada que perder.

Es gracioso mirar atrás de esta manera. Me acuerdo perfectamente. Muchas de las cosas que he contado las he conseguido reconstruir gracias a muchas conversaciones con las personas involucradas y son completamente arbitrarias, recuerdos vagos, recopilaciones distintas de los hechos; pero esa imagen la puedo ver claramente todavía en la retina de mis ojos.

El aire dorado colgaba por encima nuestra mientras el sol se colaba por los árboles que se encontraban en el horizonte a tan sólo unos pasos, poniéndose poco a poco, chocando contra el agua y pegando directamente en los ojos. Los chicos todavía estaban en el agua, disfrutando de los últimos minutos de luz del día, riendo por cualquier tontería, salpicándose mutuamente y luchando con las piedras que pisaban tratando de no caerse. Yo, sentada encima de la hierba con Ellen a mi lado sacando fotos y Jess en el agua junto a ellos. Tuve que ponerme ya el jersey porque, ya que ellos no parecían darse cuenta, había empezado a hacer frío.

Harry salía del agua y se acercaba a mí con una sonrisa, con su pelo mojado y las gotas de agua rodándole por el cuerpo.

Me ofreció su mano para ponerme de pie.

—Eres una sosa —dijo sin más.

Coloqué mi mano a modo de visera para verle la cara desde el suelo, pero aún así un halo de luz le rodeaba la cabeza y apenas podía verle los ojos.

—¿Estás loco? —dijo y sin hacer caso a mi rechazo, agarró mi mano y tiró de mí haciéndome levantarme.

—¡Me estáis tapando el sol! —se quejó Ellen.

Ambos la ignoramos mientras me arrastraba con él hacia la orilla. Antes de poder siquiera quejarme, me sujetó de las piernas y me colocó encima de su hombro como un maldito saco de patatas.

—¡Bájame!

Dios mío, en esos momentos sólo pude pensar en lo mucho que tenía que pesar encima suya, pero él pareció no darse cuenta. Me sujetaba de las piernas y los demás chicos ya estaban riéndose a carcajada limpia. Intentaba con toda mi alma no pensar en que sólo llevaba puesta la braga del bikini y no sentirme completamente incómoda ante la situación.

—¿Quieres que te suelte?

Puse los ojos en blanco y le pellizqué la espalda, aunque lo único que conseguí fue que diera pequeños manotazos al aire intentando hacer que parara.

—No —suspiré dándome por vencida, sabiendo que si decía que sí podría meterme en problemas.

Escuché las carcajadas de Ellen en el fondo, y apoyé mi codo en su espalda para poder apoyar mi cabeza en la mano, aunque no era tan cómodo como Fiona en Shrek lo hacía parecer.

—Vamos, Harry, por favor, ¿puedes bajarme? —intenté ser educada para ver si así conseguía algo.

Vi la cabeza de Liam asomarse para ver mi estado, y se marchó en seguida para continuar riéndose.

—Está roja.

—¡Pues claro que estoy roja, idiota! —respondí.

Harry me puso en el inestable suelo del agua y tuve que agarrarme a Zayn para no caerme al notar las cuchillas del agua fría clavándose en mi piel una a una con muy poco cuidado.

—Mierda, está helada. Hacen veintitrés grados, por dios —dije, andando con cuidado de nuevo hacia la orilla con una sonría torcida, agarrándome de la persona más cerca a mí para no caerme de bruces al agua, sintiéndome completamente inexperta en aquel territorio y en mis chanclas muy poco adecuadas para aquellos terrenos.

—Oye, me aburro, vámonos a casa, que entre que nos duchamos todos, no salimos de casa hasta las once de la noche —dijo Ellen levantándose y sacudiéndose la arena de su sudadera.

Increíblemente los chicos hicieron caso a la primera, dándose cuenta de la hora y de que Ellen probablemente tuviera razón.

Louis se tuvo que ir y yo me puse muy triste, ya que en los dos días que habíamos compartido había tenido una conexión con él, y me hubiese gustado poder compartir también la noche con su presencia. De todas formas no me do tiempo a pensar en eso durante mucho más tiempo. La casa estaba muy animada, la gente entraba y salía de la ducha, algunos cocinaban mientras otros se vestían y preparaban. Estaba contenta, ya que todo aquello había sido gracias a mí, y se estaban moviendo para prepararme una noche divertida, y aunque probablemente para ellos simplemente fuera una excusa para pasarlo bien y beber, a mí no me importaba en absoluto.

Los dos últimos cumpleaños no habían sido demasiado divertidos. Cuando cumplí catorce decidí por una estúpida razón que era una buena día pasar el día entero con Dan, por mucho que mis padres no me dejaran. Me escapé de las clases particulares y cuando volví a casa a las tantas de la noche, mi madre tenía literalmente el teléfono en la mano, lista para llamar la policía. En mi mente toda aquella discusión que tuve con mi familia había valido la pena porque había pasado el día con mi novio, y había perdido la maldita virginidad con él. Y me sentía super mayor y super madura y todo eso. Eso es lo que él estaba venga repetirme; eso es lo que hacen las chicas maduras. Aunque, dos noches más tarde, lloré durante horas y horas pensando en que había cometido el mayor error de mi vida, para al día siguiente continuar como si siguiera estando super orgullosa de aquello. Como si tuviera algo que demostrar a alguien. O a mí misma. Todavía no estoy segura. El del año pasado simplemente pasamos el día en una bajera en Brixton rodeados de drogas y sin aprender mi lección para nada, con gente que no era nadie en mi vida. Ninguno de mis cumpleaños recientes los había pasado con más de dos personas. Aquello me ponía los pelos de punta de felicidad, y era tan extraño que todavía no podía creer que aquellas personas completamente sanas y buenas fueran a pasar conmigo mi decimosexto cumpleaños.

Ahí estaba yo, en mitad de aquel caos, como si todo a mi alrededor estuviera emborronado y con un filtro cálido, unos cuantos segundos más rápido de lo que iba mi mente, como una película mala de navidad, donde el protagonista se da cuenta de que tiene la mejor familia del mundo. Así me sentía.

Ellen me había escogido la ropa para esa noche cuando salí de la ducha. Me gustaba que hiciera eso, ya que ella conocía mi estilo a la perfección, pero cada vez que hacía algo así, colocaba algo sutilmente suyo, como un colgante dorado o un cinturón que yo no me pondría, pero que queda perfecto con el conjunto, y que sólo a Ellen se le ocurría.

Me había preparado un crop top suyo negro ajustado, con escote en pico y con tirantes gruesos, y una falda también negra, y aquello le añadí yo mis medias de rejilla y mis botas de plataforma.

—Me voy a morir de frío —dije mientras me maquillaba los ojos.

—Pues le pides la chaqueta a Harry, que para eso está.

Me reí y ella me echó la bronca por moverme.

Cuando bajé las escaleras fui directa a la cocina para ayudar a quien fuera que estuviera cocinando, y me encontré a, sorpresa, Harry con un delantal puesto. Intenté no reírme y me coloqué a su lado.

—¿Tienes otra de estas? —dije haciéndole girar la cabeza muy rápido y tratando de no asustarse.

Intentó con todas sus fuerzas no repasarme con la mirada siete veces, ya que pude ver en su semblante que con una vez no le había sido suficiente. Sutilmente me mordí el labio satisfecha con su reacción. Tratando de ocultarlo, se rió y bajó la mirada a la sartén.

—Sí, en ese armario, no queremos que te manches.

Era gracioso porque con aquellos zapatos era casi de su misma altura y podía verse que aquello le incomodaba un poco, ya que no tenía el mismo control sobre mí como de normal. Y eso me encantaba.

Tras seguir sus indicaciones, me puse el delantal alrededor de mi cintura. Traté de ayudarle en lo que me pedía y cocinamos durante unos minutos en completo silencio, con el barullo del fondo como banda sonora. No era incómodo para nada, pero había una pregunta en especial que me preocupaba y que necesitaba conocer la respuesta si no quería llevarme una sorpresa.

Me aclaré la garganta para hacerle saber que allá iba, y él en seguida me dedicó su atención con la mirada.

—Hm… —comencé mi frase vacilante, con mi mirada puesta en la cebolla que estaba cortando—, así que… ¿va a estar Yina? —dije finalmente.

Esbozó una pequeña sonrisa tierna sin separar la mirada de lo que estaba haciendo, y no pudo evitar reírse en bajo.

—Bueno, no lo sé. Probablemente sí, yo no le he dicho nada, pero posiblemente nuestros amigos de clase y todo eso irán. Y ella también.

Tuve que poner mi peor cara de horror, ya que volvió a reírse.

—No te preocupes, en serio. Estaba colocada el otro día y… se le fue un poquito de las manos.

Abrí mucho los ojos.

—¿Colocada? ¿Y no compartió con el resto? —bromeé, y de nuevo le hice reír.

Justo cuando el chico fue a contestar, Ellen entró en la cocina y puso los brazos en jarras inmediatamente.

—No, no, no, no jovencita. No me he pasado media hora maquillándote esos ojos para que ahora te pongas a cortar cebollas, maleducada —espetó, me agarró del brazo y prácticamente me arrastró fuera de la cocina.

Jess me sonrió y entró en la cocina nada más salir yo.

—No te preocupes, ya me encargo yo.

Ellen me sentó en la silla y colocó una lata de cerveza delante mío. Ya se había apoderado de los altavoces de la sala enganchando su iPod en ellos, y pudimos escuchar todos su obsesión por Britney Spears, que sonaba de fondo con su Toxic. Piensas que una chica de los barrios menos favorecidos va a tener en su lista canciones más barriobajeras, pero ella estaba obsesionada con el pop y todo lo que tuviera que ver con él. Aún así, los chicos parecían no darse cuenta o simplemente disfrutaban de la música igualmente, ya que hablaban entre ellos animadamente sin hacer ningún comentario al respecto.

La noche avanzaba poco a poco y hasta después de unas cuantas cervezas no me di cuenta de que Niall estaban bebiendo, aunque no hice ningún comentario al respecto. Éramos todavía muy jóvenes para hacerlo, y aunque yo y Ellen habíamos comenzado a una edad muy temprana, eso no significaba que el resto lo veía como algo correcto.

—Bueno, vamos a jugar a un juego —dijo Ellen, la experta de juegos de beber, después de recoger la cena.

Puse los ojos instintivamente en blanco, aunque sonriendo divertida.

Niall y Zayn estaban hablando entre ellos, y Ellen con paciencia esperó escasos segundos para que dejaran de hablar, pero viendo que seguían a lo suyo, Ellen chasqueó los dedos y los interrumpió con un grito, después de servirse un vaso de vino.

—Vale —continuó una vez tuvo su atención y Niall dejaba de reírse—. El juego se llama “Quién es más probable que”, y cada uno tiene que decir una frase, por ejemplo, yo digo: “quién es más probable que acabe matando a alguien”, y como yo pienso que Jane es bastante probable que mate a alguien, la señalo a ella, y vosotros señaláis a quien vosotros pensáis que lo haría. ¿Entendéis?

Las miradas se giraron hacia mí y siguieron unas cuantas risas, yo lo único que hice fue encogerme de hombros.

—Se pueden señalar a dos personas a la vez. Además que si no nos conocemos es más divertido porque nos basamos sólo en prejuicios, podemos estar súper equivocados.

—Me gusta —comentó Liam.

—Ah, sí, tenemos que beber por cada dedo que nos señale, y el que más señalado sea tiene que beber una más. Jane, empiezas.

Me erguí en mi silla y me acomodé el pelo preparándome la pregunta, que tuve que pensar por unos segundos.

—Quién es más probable que acabe por los suelos esta noche.

Los dedos volaron por encima de la mesa, muchos de ellos señalaban directamente a Ellen, que señalaba al mismo tiempo a Zayn. Yo también señalaba a Ellen, y vi que Harry me señalaba a mí con una sonrisa en la cara.

Puse los ojos en blanco y sonreí, y le guiñé un ojo mientras bebía un trago de mi cerveza.

—No me puedo creer que me veáis como la borracha, pero bueno —dijo Ellen sujetando su vaso y bebiendo unos cuantos tragos.

Liam se aclaró la garganta y apoyó los brazos encima de la mesa.

—Quién es más probable que acabe robando un banco.

Prácticamente cuando terminó la frase, levanté la mano y me señalé a mí misma sin ninguna duda, seguido de los dedos de Ellen y de Jess.

Los chicos señalaron a Zayn, aunque Niall cambió de opinión y me señaló a mí también, aunque vacilaba su dedo entre yo y Ellen.

—Yo gano —dije, levanté la lata brindando en el aire y bebí.

—Hace unos años trazó un plan para robar un banco y es brillante —comentó Ellen.

No era para tanto, pero sí, lo hice.

—Atentos a las noticias.

—Niall, te toca.

—Bueno, hm… —se colocó los dedos en la barbilla pensando, cosa que me pareció super tierna—. Quién es más probable que sea rico en el futuro.

Señalé sin pensármelo a Harry, por alguna razón, aunque fácilmente podría haber señalado a cualquiera de los chicos que estaban sentados en aquella mesa, que graciosamente se señalaron entre ellos. Ellen me señaló a mí y la miré con el ceño fruncido. Jess también señalaba a Harry, pero se la veía distraída.

—¿Por qué yo? —le pregunté a Ellen.

—Vas a robar un banco, ¿no? —dijo.

La mesa estalló en una carcajada y los dedos en seguida volaron de nuevo hacia mí, y tuve que apoyarme en el respaldo de la silla para reírme.

Me terminé la cerveza y me levanté para servirme yo también un vasito de vino.

—Yo soy malísimo para inventarme cosas de estas —dijo Zayn, tan bajo que casi no le pude escuchar.

Jess se rió de su comentario también bajito, sintiéndose identificada con sus palabras.

—Cualquier cosa, si es una chorrada.

—Hm… Quién es más probable que… pegue a alguien esta noche.

De nuevo, los dedos volaron a una velocidad determinante, cada uno de los dedos se posaron en Ellen menos el suyo, que me señalaba a mí tímidamente.

—¿Dónde está Yina cuando una la necesita? —dijo mirando todo aquello sonriente.

De nuevo las carcajadas llenaron la sala, y aunque lo hubiese dicho en broma, yo podía ver en su mirada que estaba contenta que la hubiesen tachado de la violenta. Ese tipo de reputaciones la volvían loca. Satisfecha, se apartó un mechón de pelo de encima del hombro y bebió orgullosa.

Harry se frotó las manos y se preparó para lo que llevaba ya un tiempo pensando en decir.

—Quién es más probable de enrollarse con un desconocido esta noche.

Di un traguito a mi vaso, aunque no tuve que pensarme la respuesta demasiado, ya que era bastante sencillo. Mi dedo apuntó a Ellen en seguida, y de nuevo, los dedos de la mesa vacilaron entre Ellen y yo, como el de Harry, que me apuntaba despreocupadamente. Le devolví la mirada hasta el otro lado de la mesa donde estaba sentado y fruncí el ceño con una sonrisa ladeada, bebiendo sin separar la mirada de la suya. Por suerte, Ellen había conseguido la mayoría de votos, por lo que pude prescindir nuevamente de la fama de putón que cierta persona que no mencionaré me había inculcado con tan mala intención.

—Me vais a emborrachar al final, y no quiero que se cumplan vuestros pronósticos —dijo sujetando su vaso y bebiendo el número de tragos como dedos.

Ellen puso su vaso encima de la mesa, chocó las manos y paseó la mirada por la mesa.

—Que sepáis chicos que vuestras preguntas han sido una putísima mierda, sin ofender —dijo con las manos todavía unidas—. Pero no os preocupéis, ya hago yo el trabajo sucio por vosotros. No me deis las gracias.

Me puse una mano en la frente mientras apoyaba mi cabeza en mis dedos, sabiendo perfectamente que, de nuevo, iba a venir a por mí con cualquier comentario estúpido.

—Quién es más probable que acabe la noche con alguien —dijo, mirándome sutilmente, dejando caer las palabras como bombas que hizo estallar en carcajadas de nuevo la sala—. De nada.

Yo, por seguirle el juego y tratando de no parecer demasiado cohibida, señalé con una sonrisa a Harry, quien ya me señalaba a mí juguetón y mirándome directamente a los ojos. Los dedos de los demás se posaron única y exclusivamente en mí, y yo tuve que poner los brazos en jarras y quejarme.

—Perdona, ¿con quién se supone que voy a “acabar la noche”, eh? ¿Con la maldita pared?

Ante mi comentario señalaron un segundo dedo a Harry, quien se tuvo que reír, y yo hice un esfuerzo enorme por no ponerme como un maldito tomate. Estaba empezando a tener calor, y comencé a abanicarme con la mano sin darme cuenta.

Ellen soltó una carcajada al ver lo que había creado, el dedo de Jess seguía apuntándome mientras bebía de su vaso.

Yo agarré mi vaso y me levanté de la silla, y pareció que Harry me leyó la mente, ya que segundos más tarde se levantó él también, y ambos con los vasos en la mano hicimos ademán de brindar, aunque Ellen nos interrumpió con sus gritos.

—¡Esperad! —se levantó ella también de la silla—. Tenéis que miraros a los ojos, si no son siete años de sexo malo —dijo, de nuevo provocando las risas de la sala.

Fruncí el ceño.

—Hell no. Ya he tenido suficiente de eso —bromeé.

Veía a Harry reírse de nuevo, con el vaso en alto.

Jess aplaudía mientras se reía. Yo me reí también.

—Salud —dijo él, y mirándome a los ojos, chocamos nuestros vasos y bebimos.

Me volví a sentar en la silla sintiendo los ojos de Ellen clavados en mi con las cejas alzadas y haciendo todo lo posible por no comentar nada, bebiendo de su vaso.

—Yo soy igual de mala que Zayn así que… voy a basarme en clichés, no me juzguéis —se aclaró la garganta Jess—. Quién es más probable que sea el último en perder la virginidad —dijo con rapidez.

Ellen puso los brazos en alto como si estuviera parando algo en el aire y tragó lo que tenía en la boca antes de hablar.

—Espera, tenemos que saber quién es virgen y quién no —lo dijo como una palabra sucia que le sabía mal en la boca.

Miró a los chicos esperando una respuesta, pero los cuatro se quedaron callados y nadie dijo nada ni hizo ningún movimiento.

—¿Nadie? —insistió Ellen—, ¿en serio? Espera, ¿cuántos años tenéis?
—Diecisiete —dijeron los tres a la vez.

Parecía sorprendida.

—Oh, entonces estáis bien.

—¿Cuántos años tenías tú, Jane? —preguntó Harry de la nada.

Me quedé callada unos segundos, asimilando la pregunta, ya que no me la esperaba en absoluto.

—Eh, catorce.

—Wow, super pronto —comentó Liam, mirándome con cara de póker.

Me encogí de hombros.

—Y que lo digas —respondí en un murmullo.

Sí que maduré un poco gracias a eso, pero realmente, si ese error no lo hubiese cometido, justos cumplidos los dieciséis años, todavía no me hubiese sentido lista. Aunque, nunca lo sabremos.

Carraspeé y traté de disipar la fina cortina de tensión que se había instalado en el aire.

—¿Y tú?

Me sonrió.

—Quince.

—Te gano —le respondí.

—Liam, ¿te puedo hacer una pregunta? —dijo Jess interrumpiéndonos.

Él le devolvió la mirada y no contuvo la sonrisa.

—Claro.

—¿Por qué no bebes alcohol? Si no te importa la pregunta, eh —dijo asegurándose el terreno.

Se encogió de hombros.

—No me apetece.

Ellen resopló.

—No te ofendas, pero —se interrumpió a sí misma y se giró hacia Jess con rapidez chasqueando la lengua—, perdona, ¿Jess? ¿me puedes traer unos hielos?

Ella asintió y se levantó de la silla.

En cuanto Jess entró en la cocina, Ellen se inclinó hacia delante y le miró a Liam a la cara.

—Piénsalo, igual ésta es vuestra última noche en la que vais a poder beber y hacer el ridículo sin tener una cámara en la cara. ¿Cuándo empieza el programa?

—Veintiuno de agosto —respondí.

Ella alzó las cejas a modo de respuesta y dejó ver las palmas de las manos.

—¿Ves lo que te quiero decir? En el peor de los casos podrás volver a hacer el gilipollas el año que viene cuando empiece un programa nuevo, pero me imagino que no es eso lo que quieres, ¿no?

Liam se quedó callado unos segundos asimilando lo que acababa de decir, pero así parecían hacerlo el resto de los chicos, que miraban la mesa con miradas perdidas y con los pensamientos dando vueltas alrededor de sus cabezas como dibujos animados.

—Joder, tienes razón —dijo Niall asintiendo.

Jess entró de nuevo en la estancia con los hielos resbalándole en la mano y los dejó caer en el vaso de Ellen. Miró su reloj de pulsera.

—¡Nos vamos! —dijo y se levantó de la silla.

Los demás chicos también se levantaron y Jess, que aún no le había dado tiempo de sentarse, se quedó mirando la situación perpleja, posiblemente preguntándose por qué le había hecho ir a por putos hielos si planeaba marcharse ya.

Ellen le besó la frente.

—Lo siento cielo, no sabía que era tan tarde —dijo y le sonrió con sinceridad.

Ella frunció los labios sin decir nada mientras se ponía una rebeca.

Yo metí mi móvil dentro del bolso negro que me había dejado Ellen y esperé en la puerta con paciencia, sintiendo mis piernas temblar del alcohol que había consumido.

Harry se apoyó en la pared de enfrente mía y me sonrió con ternura y yo se la devolví sin saber qué decirle. Metió la mano en su bolsillo y sacó mi entrada. Me la tendió y se lo agradecí sin borrar mi sonrisa. Miré el pequeño trocito de cartulina morada con el número de serie que me correspondía. La estuve mirando un rato, sin saber qué decirle o cómo romper ese silencio que sí era más incómodo que todos los demás que habíamos compartido. Aunque, no me hizo falta, ya que el silencio lo rompió él.

—Estás muy guapa —dijo, con las manos detrás de la pared en la que estaba apoyado, con el rostro en el mínimo reflejo de la luz del salón, ya que el hall en el que estábamos estaba a oscuras. Pero le vi sonreír perfectamente.

Me sonrojé en seguida y agradecí la oscuridad, ya que me podía morir de vergüenza si se enteraba que estaba luchando por mantenerme en pie y no ponerme a sudar como una condenada de la emoción. No hacía especialmente calor, pero definitivamente podía sentir la temperatura de mi cuerpo subir escandalosamente deprisa.

—Gracias —respondí, intentando que sonara despreocupada y juguetona. No estoy muy segura de que así hubiese sido, pero yo hice mis esfuerzos.

Caminé hasta la casa a la que nos habían invitado como la última vez, con los brazos pegados a mi cuerpo y pretendiendo que no tenía nada de frío. Definitivamente no hacía ni la mitad que la última vez que estuve ahí, pero la diferencia estaba en que no llevaba nada puesto a parte de ese maldito crop top. Ellen me estaba contando cualquier cosa sobre cualquier persona sin parar, mientras a unos pasos delante nuestra se encontraba Jess hablando animadamente con Zayn, y a nuestra espalda el resto. A Jess se le soltaba la lengua con el alcohol, la podíamos oír desde nuestra posición ya que estaba casi gritando, aunque a Zayn pareció que le dio igual, ya que se reía con frecuencia.

Mientras Ellen hablaba y yo hacía como que la escuchaba, tuve que hacer un esfuerzo por no sobresaltarme cuando noté un peso en los hombros. Giré la mirada y vi cómo Harry colocaba su chaqueta sobre mis hombros con la mirada baja, teniendo una excusa para repasarme el cuerpo una vez más. Le sonreí.

—No hace falta —le dije.

—No digas bobadas. Se te ve temblar desde un kilómetro. Además, quería hacerlo.

Tuve que apartar la mirada para sonrojarme.

Entrelazó sus dedos en los míos mientras caminábamos.

—Me alegro que estés aquí.

Le sonreí de nuevo, aunque sin saber bien qué responderle a aquello.

—Yo me alegro que me hayas invitado.

Una pequeña sensación de decepción me cruzó el pecho cuando soltó mi mano para entrar al espacio al que nos había invitado, ya casi lleno de gente que había sido más rápida que nosotros. Nos dirigimos a uno de los sofás que estaba vacío y yo me senté en el suelo, asegurándome de que estaba limpio de antemano. Me acuerdo perfectamente que la canción de estaba sonando yo ya estaba bailando con los hombros al ritmo de ella. Ellen y Liam se iban a acercar a la barra para pedir sus consumiciones gratis que venían con la entrada y antes de que se marcharan, le tendí mi entrada y le pedí que me trajera una cerveza grande.

Harry, Niall, Zayn y Jess se habían sentado en el sofá dejándome completamente sola en el suelo. Sorprendentemente, Jess se sentó encima del regazo de Zayn para “continuar mejor su conversación” y yo aparté la mirada para soltar una carcajada al aire, dando gracias a la alta música de que no me escucharan.

Ellen se sentó a mi lado y Liam al suyo, y me tendió el vaso de cerveza más grande que había visto nunca. Me puse una mano en la frente mirándola con preocupación, sabiendo que si me bebía todo eso podrían pasar cosas. Ella respondió con una carcajada.

Jess se levantó del regazo de Zayn hacia la barra y volvió ella también con vasos de plástico algo más pequeño que el mío, y se sentó de nuevo en el regazo del chico, que la recibió con una sonrisa. Ellen me dio un codazo en las costillas y se acercó a mi oído.

—Qué calladita estaba la zorrona —comentó y me reí.

Le lancé una mirada a Harry, que estaba hablando con Niall. Me miró extrañado y señalé a los dos, hablando muy cerca de sus respectivas caras sonrientes. Él soltó una carcajada, Niall se tuvo que girar para mirar qué era aquello tan gracioso y abrió los ojos en sorpresa al ver a la pareja, que se comían con la mirada. Miré a mi lado y también Liam se estaba riendo, aunque los dos parecían no darse cuenta de nuestras burlas hacia ellos, ya que continuaron con su íntima conversación como si nada.

Comenzó a sonar Kesha y prácticamente obligué a Ellen a levantarse y venir a bailar conmigo. Detrás nuestra nos siguieron todos, ya que nadie quería interrumpir a nuestros empalagosos acompañantes. Fuimos a la zona donde la gente estaba bailando, dejando nuestras pertenencias con ellos.

Ellen y yo cantábamos a pleno pulmón sabiendo que nadie nos oiría gracias a la música. Ver a los chicos bailar mientras bebían fue una de las cosas más divertidas que he visto. Cantaban con nosotras mientras hacían sus movimientos de brazos más cómicos que otra cosa.

Un chico rubio de unas cabezas más alto que yo se acercó al grupo mirando al suelo como si estuviera buscando algo. Se giró para mirarme mientras bebía un trago de mi cerveza enorme y se acercó a mi oreja para hablarme.

—Perdona, he perdido la lentilla, ¿me ayudas a buscarla?

Me aparté unos centímetros de él para soltar una carcajada.

—¿Tu lentilla? ¿Cómo demonios quieres encontrar una maldita lentilla? —le respondí entre risas.

Los chicos cada vez eran más ingeniosos para ligar.

Él se rió también sutilmente y me tendió la mano para presentarse.

—¿Cómo te llamas?

—Jane.

—¿Jane? —preguntó, volviendo a pegar su rostro al mío.

Asentí.

—Encantado, Jane. Soy Damon.

Me volví a reír.

—¿Damon? ¿Ese es tu nombre verdadero?

Se rió y asintió.

—¿Quieres que te invite a algo? —me preguntó, señalando con el dedo pulgar la barra detrás suya.

Alcé mi vaso enseñándole que me quedaba más de la mitad de la noche con la misma bebida, si antes no se me ponía caliente.

Hizo una mueca de desaprobación y se encogió de hombros.

—Vaya, qué pena. Me hubiese gustado —dijo, y acarició un mechón de mi pelo entre sus dedos.

En ese momento me puse nerviosa y sin pensarlo, agarré del brazo de Niall, que estaba a mi lado y puse cara de decepción.

—Lo siento, tengo novio —dije.

Niall me miró y sonrió, y actuó con normalidad. Se presentó ante el chaval, que dio un paso como de dos kilómetros atrás y se protegió con las palmas de las manos.

—Perdona, perdona.

Y se marchó.

Volví a respirar de nuevo.

Ellen me miraba con la boca abierta, sin creerse lo que acababa de hacer.

—¿Por qué has hecho eso? —me preguntó.

—No me gusta.

—Ya, ya.

Ignoré sus insinuaciones y le di las gracias a Niall que me había salvado la vida.

Comenzó a sonar una canción que odiaba a rabiar y Ellen lo sabía muy bien. Comenzó a cantarla a todo pulmón y yo dejé que se me notara la gran desaprobación que le tenía. Harry se reía de mi cara mientras se acercaba a mí para bailarla a mi lado. Me tuve que reír y sujetarme muy fuerte para no caerme de lo muchísimo que me estaba excitando. Me sujetó de las caderas y prácticamente me obligó a bailar con él, aunque en ningún momento me quejé o hice ademán de moverme de mi sitio, disfrutando de sus manos en mi espalda y sus rizos acariciándome las mejillas. De pronto su cercanía se me fue arrebatada cuando una chica corrió hacia él y lo abrazó con tanta fuerza que lo empujó hasta unos pasos más alejados que nosotros. Pretendiendo que estaba bien y no acalorada como estaba, bailé con Ellen ignorando a la chica.

Miré por el rabillo del ojo y allí estaba ella, Yina, con unas sandalias de tacón casi más altos que ella y un vestido ceñido blanco, con un vaso de tubo en la mano y hablando animadamente con Harry, sonriendo de oreja a oreja. El chico no se veía rehúso ante ella, es más, hablaba con ella animadamente y sonriente también, como si todo aquel incidente del día anterior no hubiese sucedido. Sentí una pequeña patada en el estómago al verme decepcionada, aunque traté de seguir bailando y riendo junto con la compañía que se me brindaba.

—Voy a ir a mear —le dije a Ellen.

Pasé por el lado de la pareja y “accidentalmente” dejé caer un poco de líquido de mi vaso encima de Yina.

—Dios mío, lo siento muchísimo, ha sido sin querer, ¿estás bien? —dije tratando de secarle con los dedos el vestido, sintiendo los ojos en Harry en mi perfil y satisfecha de haberle llamado la atención.

—Oh, Jane. Sí, tranquila. Eh, quería pedirte perdón por lo del otro día —respondió intentando ser amable.

Podía ver perfectamente sus intenciones. Esbocé una sonrisa intentando que fuera sincera.

—No pasa nada, no soy rencorosa. Oye, voy a ir al baño, ¿me acompañas? —no le dejé contestar a la pregunta, simplemente le agarré de la mano y la arrastré conmigo al servicio.

Me estaba comportando como una verdadera adolescente y me encantaba.

Cuando estábamos en la cola ya estaba arrepintiéndome de haberla llevado conmigo.

—Va en serio, Jane. Lo siento de veras, no lo he dicho para quedar bien delante de Harry, ni nada —insistió.

—Relájate, en serio. Que no pasa nada, yo también soy una cría a veces. Hay que aprender de los errores.

Lo dije para ofenderla, pero ella parece que se mordió la lengua y trató de ser madura y no empeorar las cosas. Quise decirle un par de cosas más, tal como que no me apetecía una mierda ser amiga suya y que cosas así no las iba a permitir, pero decidí dejar la fiesta en paz, y con un poco de suerte no tendría que volver que lidiar con ella.

Suspiré. Eso no iba a pasar, pero era bonito soñar.

Cuando volvimos nos dimos cuenta de que habían vuelto al área de sofás, y que Jess ya había bajado del regazo de Zayn. Harry estaba sentado en el sofá riendo por algún comentario de los chicos, y con mi vaso todavía en la mano. Me senté en el brazo del sofá, apoyando mis piernas en su regazo.

—¿Qué hace ella aquí? —dijo Ellen gritándome, para que ella también se enterase de que estaban hablando de ella.

Me encogí de hombros y Harry respondió por mí.

—Se iba ahora, ¿verdad?

Yina asintió y fingió una sonrisa.

—Ha sido un placer volver a veros, chicos. Nos vemos por ahí —y desapareció entre la gente.

Ellen bajó las comisuras de los labios en sentido de confusión mientras encogía los hombros. Bebió un trago de su vaso de cerveza y miró su reloj de pulsera.

—¡Jane! ¡Es tu cumpleaños! —dijo y se levantó tan rápido del suelo que no me di cuenta de que estaba abrazándome y casi tirándome del sofá. Harry tuvo que sujetarme de las piernas para que no me cayera al suelo.

—Felicidades —me felicitó el resto del grupo, mientras poco a poco se levantaban para felicitarme.

Jess y Zayn seguían hablando animadamente, pero no estaban tan pegados como antes. Ellen, que seguía a mi lado, dijo:

—¿Qué habrá pasado? ¿Se habrán dado el lote y no les habrá gustado?

Me reí y así lo hizo Harry, que también lo había oído. Seguía acariciándome las piernas.

Ellen volvió a su sitio en el suelo.

Me acabé el vaso de cerveza mucho antes de lo que había previsto, y cuando me levanté para obligar a todo el mundo a ir a bailar, tuve que agarrarme de la mano de Harry -que se reía de mí-, para no caerme.

—Oye, vamos a bailar.

En la pista de baile me volví a encontrar a Damon, que me sonreía desde la barra del bar y yo sentí que se me ponía la piel de gallina, pero no en el sentido bueno. Era guapo, pero no me transmitía ninguna confianza.

Harry en un determinado momento me sacó a bailar y de nuevo me demostró que era capaz de hacerme derretir tan sólo usando sus manos acariciando mi espalda mientras bailábamos. Sujetaba mi cadera y me miraba a los ojos al bailar, centrado en moverse con naturalidad y al mismo tiempo ser divertido con su sonrisa juguetona mientras hablaba conmigo, o cantábamos con la canción que estaba sonando en el momento.

—¿Te está molestando el chico ese de antes? —me preguntó.

Traté de no estremecerme cuando sentí su aliento chocar contra mi cuello, y reuní mis piezas esparcidas por el suelo para responderle con naturalidad. Hice un gesto con la mano restándole importancia.

—No te preocupes —respondí simplemente.

Me insistió un poco más con la mirada, pero al cabo de un tiempo se dio por vencido y volvió a centrarse en bailar conmigo.

¿Eran mis hormonas revolucionadas o estaba celoso?

Decidí que era buena idea preguntárselo.

—¿Estás celoso?

Echó la cabeza hacia atrás riéndose después de terminarse su vaso de alcohol y tirarlo al suelo. Se acercó a mí y volvió a poner su mejilla contra la mía.

—Tal vez —respondió.

Al separarse tan sólo unos milímetros de mí me miró a los ojos, y después de dedicarme una sonrisa, presionó sus labios contra los míos y enrolló su brazo en mi cintura, sujetándome las costillas con una mano, acariciándome la mejilla con la otra.

Le devolví el beso sin evitar sonreír en su boca, saboreando el momento y dejando que la música de fondo nos transportara con delicadeza. Mi cabeza daba vueltas, sentí su mano agarrándome la falda, acercando mi cuerpo al suyo todavía más, permitiéndome abrazar sus hombros con mis brazos. Hundí mis dedos en sus rizos y continuamos el beso como si estuviéramos solos en la sala, sin importarnos la gente que nos pudiera mirar, ignorando el hecho de que no habíamos venido solos. Yo, en el fondo, deseando que realmente estuviéramos solos, para así poder dejarle subir por mi falda con sus dedos, despacio y recorriendo mi piel milímetro a milímetro. Dibujar mapas con sus dedos en mis muslos, y buscar el tesoro juntos entre risas y besos. Nuestro alrededor se volvió borroso, pude sentir su aliento contra mi cuello segundos antes de presionar sus labios contra mi piel, y tuve que luchar con mucha fuerza por no soltar el gemido que se transformó en un jadeo. Se me puso la piel de gallina conforme subía sus dedos por mis brazos y me sujetaba el mentón para volver a besarme. Sentí el control de la situación deslizárseme entre mis dedos sin que pudiera hacer nada al respecto, mientras me miraba a los ojos y se hacía con ella con tentación en la mirada. Me sentí vulnerable, pero me encantaba la situación, constantemente expuesta a la duda y sorprendiéndome con cada movimiento que hacía. Me encantaba cómo bajaba sus manos por mi espalda y enredaba sus manos en mi pelo, yo poco acostumbrada a que alguien respetara mi espacio personal, pero eternamente agradecida por su respeto, por mucho que mi piel le chillara a gritos que se pasara de la raya.

Después de que mi móvil ya hubiese sonado como unas cuatro veces en mi bolso, tuve que separarme de él con un gruñido. Saqué exasperada el teléfono y miré la pantalla.

—Lo siento, tengo que cogerlo —le dije a Harry, que me seguía dedicando esa mirada que me ponía los pelos de punta.

Ciertamente no tenía que cogerlo, lo que tenía que hacer era tirar el móvil dentro de algún vaso y dejar que se ahogara con él, pero salí a la calle haciéndome paso entre la gente.

—Dan ¿qué coño quieres?

—Felicidades, enana —dijo, ignorando por completo lo que le había dicho.

Sacudí la cabeza incrédula.

—Vete a la mierda de una vez, ¿quieres?

—Jane— comenzó a decir, aunque colgué el teléfono antes de que pudiera acabar la frase.

Me puse las manos en la cabeza tratando de tranquilizarme y que las ganas de asesinarlo se rebajaran antes de volver a entrar, donde encontré a Ellen en un esquina enganchada de los labios de algún tío.

—Ellen, ¿me guardas esto? —dije tendiéndole el bolso.

Se despegó del chaval para mirarme a los ojos con dudas en su mirada.

—Me acaba de llamar Dan —respondí sin que ella pudiera decir nada.

Se puso una mano en el pecho ofendida y me sujetó del bolso sin pensarlo.

—El gilipollas ese, cuando por fin te habías lanzado… —dijo acariciando un mechón de mi pelo.

Puse los ojos en blanco.

—Bueno, no me tiene que costar mucho hacerlo de nuevo.

Ellen me sujetó de la mano y me arrastró de nuevo hacia donde estábamos antes. Traté de cambiar de humor, lo cual no me resultó difícil después de ver a Niall y a Harry bailando juntos una canción de Rihanna. Con la efusividad del momento no sabía qué había hecho con mi bebida, por lo que le robé el vaso a Harry que había dejado en la barra. El chico se acercó a mí nada más llegar y me sujetó del codo para hablarme en el oído:

—¿Va todo bien?

Asentí mirándole, esbozando una sonrisa.

—No te preocupes.

Me pellizcó la cintura sin separar la mirada de la mía. No era la primera vez que pasaba entre nosotros, así que no entendía por qué estaba tan nerviosa.

Sentí el codo de Ellen clavarse en mis costillas.

Giré la cabeza con la pajita en la boca para encontrarme a Jess y a Zayn, que se habían alejado de nosotros unos pocos metros, no disimular nada al darse el lote como si no hubiese un mañana. Ellen estaba riéndose y dando saltos exageradamente, por lo que tuve que reírme yo también, mientras Harry le señalaba a Liam con el dedo.

—Me debes un chupito —dijo después de desplazar la mirada hacia la pareja.

Liam se rió y los tres chicos se acercaron a la barra.

—¿Han apostado, en serio? —pregunté después de beber un trago.

Ellen se encogió de hombros y asintió.

—Liam ha tenido que invitarme a mí uno antes, porque no ha pasado ni media hora y ya os habéis enrollado.

Hice una mueca con los labios tratando de ocultar mi sonrisa y volví a meterme la pajita en la boca. Niall, cuando volvió, se colgó de mi hombro con un brazo y bailamos juntos un rato, hasta que me entraron ganas de ir al baño. Con tanto que estaba bailando ni me había dado cuenta de que Harry no había llegado todavía. De lo borracha que iba me dio bastante igual, por lo que me marché por entre la gente hacia donde estaba el baño.

Por suerte, la zona de sofás por la que tenía que pasar para ir estaba completamente despejada. Me acerqué hasta la puerta del pequeño descansillo entre los dos baños que había y tuve que quedarme parada antes de entrar. Yina había posado sus ojos en mí, con esa mirada característica suya, como si me estuviera advirtiendo de algo pero con una sonrisa en sus labios y una ceja alzada. Con las manos en su cintura, Harry besaba el cuello de su amiga.

Me puse una mano en la boca, no porque estuviera indignada ni enfadada, sino porque estaba borracha y realmente no quería que la carcajada que subía por mi garganta con rapidez saliera. Aunque, por la misma razón, simplemente tiré el vaso y me reí a carcajada limpia.

Avancé hacia ellos todavía con pequeñas risas saliendo por mi boca para entrar al baño, con la mirada de ambos encima mía, una diferente a la otra, pero sinceramente ni me atreví a mirarle.

—Perdona, tengo que mear, lo siento —dije, pasando por medio de ambos y encerrándome cuanto antes en el baño tan chiquitito que había.

Se me habían quitado hasta las ganas de mear. Ni siquiera sabía por qué, simplemente cerré la puerta y dejé de reírme de golpe. Me apoyé en la pared y me puse una mano en la frente intentando entender qué estaba sucediendo y cómo me estaba sentando aquella situación. Mi pecho no estaba distinto de otras veces, mi corazón estaba normal. ¿No se suponía que tendría que estar decepcionada? ¿Un poco enfadada aunque sea? Me encogí de hombros y me tambaleé hacia la cadena. Abrí la puerta bajándome un poco la falda y tratando de no tropezarme con las botas, para encontrarme a un Harry apoyado en la pared de enfrente con los brazos cruzados, esperando a que yo saliera.

Me erguí en seguida.

—Oh, hola —dije, me acerqué hasta el lavabo para lavarme las manos—. Llevo meándome media hora y ha sido llegar aquí y no echo gota —añadí por alguna razón, mirándome el maquillaje en el espejo y comprobando que estaba todo bien.

Sentí sus manos en mi cintura y me di la vuelta con rapidez, donde me encontré con su rostro muy pegado al mío. Quise dar un paso atrás, pero me vi atrapada contra la pared. Se alejó unos milímetros al verme incómoda y bajó la mirada.

—Jane —pronunció mi nombre con cuidado.

Alcé las cejas, esperando a que continuara.

—¿Qué?

—¿Estás bien?

Otra carcajada.

—Sí, claro. Bien.

Para mi mala suerte, él también hizo un poco de experimentación por su parte.

Todavía con una mano en mi cintura y después de analizarme con la mirada, esbozó una pequeña sonrisa y se inclinó hacia mí. Mi sonrisa se borró y tuve que apartarme de sus intenciones. Me mordí el labio. No estaba enfadada, tal vez me molestara un poquito. Mi humor cambió de repente, haciéndole ver ahora a él lo incómoda que estaba con la situación, dejando de un lado mi humor juguetón, y mi corazón ahora martilleando con fuerza. Lo escuché suspirar, aunque todavía no me atrevía a mirarle a los ojos después de verme tan expuesta con mis sentimientos, dejándole ver que tal vez mis dudas eran serias y que no era tan sólo un amigo que besaba muy bien para mí. Sentí su mano deslizarse de mi cintura hasta que acabó en sus rizos, para luego meterse las manos en los bolsillos.

—Así que estás enfadada.

Alcé la mirada para mirarle, agarrando a la señora Fuerza de la mano.

Negué con la cabeza suave, aunque no me salían las palabras. Él se quedó callado, dejando que los pensamientos fluyeran por mi cabeza. El alcohol no me ayudaba en absoluto. Menos mal que no había acabado en llorera.

—Mira, no te preocupes, no me lo veía venir y ya está —dije, un poco más seca de lo que quise, cruzándome de brazos.

—Jane, en serio—

—Harry, no te preocupes por mí, ¿de acuerdo? Sólo somos amigos, por dios —dije, realmente con tono de enfadada, mirando al suelo y casi gritando. Puse las manos en puños y me marché de ahí antes de que el chico pudiera replicar nada ante mi comportamiento.

Maldito alcohol, estaba segura de que si no hubiese estado de por medio, todo aquello me hubiese causado risa, y no de la sarcástica. Pensaba en eso mientras me acercaba al grupo de gente con la que había venido.

Se me habían quitado las ganas de bailar. En el fondo de la sala pude ver a Yina, bebiendo de su copa mientras me miraba con una sonrisa de satisfacción en el rostro, con las cejas alzadas, de nuevo mirándome por encima del hombro. Me bebí lo que quedaba del vaso que tenía en la mano y le sujeté la mirada durante un tiempo, sin sonreír. Ellen siguió a su rollo, y yo no dejé de mirarla hasta que ella apartó la mirada.

Más que nunca sentí los ojos del chico del principio todavía en mi nuca. Se me estaba poniendo la piel de gallina, me puse extremadamente nerviosa cuando apareció el moreno de nuevo, con una sonrisa en la cara como si no hubiese pasado nada, en seguida bailando con Ellen o con quien fuese. Yo intentaba ocultarlo, de verdad, y todavía no sé qué era aquello que me estaba pasando y por qué.

¿Eran celos? ¿De qué? ¿De que hubiese besado a la chica que me miraba como a una amenaza después de besarme a mí? Ya no lo etiquetaba como celos, sino directamente como enfado y decepción, aquellos sentimientos que anteriormente me había planteado en el baño, estaban apareciendo como setas en el otoño. Y no sabía qué hacer respecto a ellos, ni cómo analizarlos.

Pasé olímpicamente de mis pensamientos y debates internos, y los callé acercándome a la barra, donde los ojos que segundos antes me agujereaban la nuca me recorrían de arriba a abajo mientras me acercaba a él, dejándome guiar por mi lado juguetón que había sido despertado por el alcohol.

—Hola —dije, apoyándome en la barra con los codos y dejaba que me mirase a los ojos con una sonrisa juguetona.

—Jane, ¿qué tal estás?

—Sedienta, ¿sigue estando en pie eso de la bebida? —dije sin apartar la mirada de la suya.

Si algo sabía hacer era ligar.

Bajó la mirada hacia su vaso para soltar una risita y le hizo un gesto con la mano al camarero, quien en seguida colocó un vaso encima de la barra y sirvió un líquido azul en él. No dudé en agarrarlo y darle las gracias al camarero, para girarme y volver a poner ojos en el chico que ya no me parecía tan poco atractivo como antes, no sin antes asegurarme de que no echaba nada raro a mi vaso, aunque francamente, no había necesidad de ello. Sujeté el vaso entre las manos y le miré antes de pegarle un trago.

—¿Y tu novio? —preguntó el chico, mirando a Niall de reojo.

Volteé la mirada y me tropecé con los ojos de Harry, que vacilaba su mirada entre yo y el chico rubio que me miraba de arriba a abajo. Traté como pude esquivarla y de no brindarle ni un sólo segundo de mi tiempo. Niall bailaba con su característica sonrisa en los labios, ajeno a todo aquello que estaba ocurriendo en mi mente y en mi pecho, que seguía dedicándome miradas llenas de prejuicios y advertencias, de las que pasaba olímpicamente.

Volví mi mirada con una sonrisa al chico. Hice un gesto con la mano restándole importancia.

—Estoy enfadada con él, ni te ralles —dije sonriendo, mirando mi vaso mientras daba otro trago.

Sabía amargo y demasiado a alcohol, pero no me importaba demasiado. Sabía que me arriesgaba a otro coma etílico, o por lo menos a pasar el día siguiente preguntándome qué es lo que había pasado, pero, de nuevo, me daba todo igual. Por lo menos tendría una excusa.

Lo siguiente que recuerdo es acercarme al chico y juntar mis labios con los suyos, demasiado grandes para mi gusto. Me besé con él por lo menos durante unos cuantos segundos, y sentía sus manos bajar por mi espalda y agarrarme el culo sin ninguna vergüenza.

Cosas de adolescente que no tiene ni pies ni cabeza, pero que hice igualmente, porque parecía una buena idea intentar poner celoso a alguien del que ya contaba con su atención. No hacía falta. Errores y errores. Siempre era igual.

Me separé de él con una sonrisa, ahora no tan segura y algo incómoda. Le acaricié la cara intentando parecer que todo iba bien y que no tenía ganas de tirarme por el puente más cercano. Ni siquiera me despedí, me alejé de él. La mirada de Harry estaba clavada en la mía. La apartó en seguida, recibiendo el mensaje.

Sujeté la mano de Ellen y la arrastré hasta fuera del local.

Conmigo no se juega.

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